jueves, 28 de abril de 2011

Aporte de la economía social al desarrollo local y a las políticas públicas en la Argentina contemporánea

Por Roberto David Roitman

“La economía política, o economía (economics) es un estudio del género humano en las actividades ordinarias de la vida; examina esa parte de la acción individual y social que se encuentra más estrechamente vinculada con la obtención y el uso de los requisitos materiales del bienestar (well-being). Así, por un lado, (esta disciplina) es un estudio de la riqueza, y por el otro, más importante, es una parte del estudio del hombre” Alfred MARSHALL en Principles, 1890


“El economista de alto nivel debe poseer una rara combinación de dotes. Debe alcanzar elevados niveles en varias disciplinas distintas, combinar capacidades que no muy a menudo se encuentran juntas. Debe ser, en cierto modo, matemático, historiador, estadista, filósofo: manejar los símbolos y expresarse en palabras; ver lo particular a la luz de lo general, y abarcar lo abstracto y lo concreto con un mismo aletazo del pensamiento. Debe estudiar el presente a la luz del pasado, y con miras al futuro. No hay porción de la naturaleza y de las instituciones humanas que pueda escapar a su mirada. Debe ser a la vez resuelto y desinteresado; apartado e incorruptible como un artista, también deberá, a veces, pegarse a la tierra como un político.” J. M. KEYNES, en Essays in biography, 1933

Acerca de la relación entre Economía y Sociedad y las visiones parcializadas


Hemos asistido en el campo de las Ciencia Sociales a una manipulación ideológica acerca de la relación entre Economía y Sociedad, entre Economía y Política, tanto en el Hemisferio Norte como en el Sur. Hemos padecido las amputaciones al conocimiento como modo de operar sobre la realidad e instituir como único conocimiento científico una determinada visión, que intentaba confundir “ciencia” con opinión o ideología.
Esta separación epistemológica, ausente en los padres fundadores de la Economía llamada Clásica, en realidad apunta al disciplinamiento mental, y ha alentado y consagrado notables “errores”, como la “confusión” entre crecimiento y desarrollo; la reducción de la economía a su forma mercantil, la recomendación y aplicación de fórmulas idénticas para todas las sociedades del orbe; la negación de la necesidad de políticas públicas para el desarrollo, particularmente las de desarrollo local; y el desprecio, descalificación e ignorancia sobre la Economía Social.
Ya en 1944, Kart POLANYI en su gigantesca obra “ La gran transformación”, nos advertía sobre la falacia economicista: la identificación de la economía con su forma mercantil.. Dejando de reconocer “abstrayendo” la Incrustación (embebbed) del subsistema económico en el sistema social. Era el paso para el avance de la economía sobre la sociedad. Como si el mercado y la sociedad industrial o financiera hubieran podido surgir sin estructuras institucionales provistas desde la política.
Aún hoy se nos induce a confundir Sociedad de Mercado con Economía de Mercado. Baste recordar la exclamación de la economista Margaret Thatcher “¿qué es esa cosa llamada sociedad?”, arquetipo paradigmático de la “reaganomics”. “El paradigma académico neoliberal es una perspectiva reduccionista, ahistórica y cosificante. La economía es vista como una esfera históricamente autonomizada de la sociedad, pensable como un modelo extremadamente limitado de agentes, relaciones, leyes e instituciones, productores y consumidores motivados por la maximización de ganancias o satisfacciones (=felicidad); oferentes y demandantes compitiendo entre sí en mercados virtuales que determinan mecánicamente cantidades transadas y precios, de acuerdo a leyes universales. El economista hace abstracción (supone) de aspectos cruciales de la realidad que denomina “extraeconómicos”. "Hace elusión del problema del poder”, remarca Enguita (1998). El Premio Nóbel Paul Krugman, analizando las Teorías del desarrollo económico, reconocía el desconocimiento acabado que de este fenómeno tienen los economistas neoliberales, recalcado y probando la falacia de agregados micro/ macro; la falacia de las inversiones y del comercio exterior como los únicos factores que explican los procesos de crecimiento. Las desastrosas consecuencias de la aplicación del llamado “Consenso de Washington (Williamson), como así el derrumbe del socialismo planificado, remarcando asimismo el abuso de la política monetaria, fiscal y cambiaria, concluyendo: “No hay teorías, Debería propenderse a un uso riguroso (no interesado) de la teoría económica y sobre todo de los datos empíricos” (Krugman, 1996).

El desarrollo como proceso


Desde el Sur, para teorizar acerca de las prácticas en los procesos de desarrollo, Sergio Boissier analiza lo que Guell denomina “premisas” que no son sino: confianza/ reconocimiento / sentido colectivo. Porque: las personas y su subjetividad no son un recurso, sino un requisito indispensable .Reconocer la subjetividad social no significa construirle refugio, sino potenciar su capacidad de aportarlo. La subjetividad no debe conducir a un populismo voluntarista. La toma de decisiones no puede ser autocrática ni tecnocrática, pues genera incertidumbre y no institucionalidad.
Boissier trabaja y retoma de Edgar Morin lo de Sistemas Complejos, que aplicado a los procesos de desarrollo deberían semejarse a la mecánica de los procesos de sinapsis neuronal: contacto y transmisión sin fusión. Finalmente, destaca la importancia de los Subsistemas locales para generar desarrollo, dado que este se basa en el reconocimiento explícito de Valores, Actores, organizaciones (públicas y privadas), Procedimientos (Objetivos, propiedades, conductas), Acumulación (Capital Económico), y Capitales intangibles (Imagen, idea) poder, territorio. (Boissier, 2003). Desde otra perspectiva, el Banco Mundial en 1994 trataba de explicar porqué crecían los países y eran capaces de sostener una mejor calidad de vida para su población, y analizaba los tipos de acumulación de capital para conseguir un Desarrollo Sustentable.
Analizaba la importancia para los procesos de los países de la dotación de Bienes Tangibles: Capital Natural (Recursos Naturales) como Capital Construido (Infraestructura, Capital Comercial, Capital Financiero) los que se reflejan tradicionalmente en los PBI; como también la relevancia de los Bienes Intangibles : Capital Humano (Calidad de Recursos Humanos, Salud, Educación, Capacidades Humanas), así como la dotación de Capital Social (Institucionalidad, Confianza Social, Capacidad para Concertar, Normas y Valores Compartidos, Redes Sociales). Su notable conclusión es el peso relativo superior de los “Capitales o Bienes Intangibles” sobre lo que clásicamente se mide en el PBI.
Tomamos la caracterización de J. Durston que por Capital Social entiende “el conjunto de normas, instituciones y organizaciones que promueven la confianza y la cooperación entre las personas, en las comunidades y en la sociedad en su conjunto”, lo que es revalorizado por Kliksberg al considerar al Capital Social como un requisito para el desarrollo. (Kliksberg, 1999).
Hoy nuestra sociedad está signada por profundas crisis cambios. Hay una reestructuración de la Economía, con significativos cambios en el Estado y modificaciones en el rol de la Política.
Asistimos a una crisis en el Estado, o sea de las Instituciones que hacen funcionar el vínculo entre los hombres y la Sociedad. A una crisis de la forma de relación entre la Economía y la Sociedad, lo que se ha denominado Crisis del Trabajo; y a una crisis de las Identidades individuales y colectivas, llamada crisis del Sujeto. (R. Castel, 2010)
Del mismo modo, nos hallamos inmersos en un proceso de Globalización, del cual C Vilas ha sintetizado en seis hipótesis falsas las enunciaciones de sus propagandistas, demostrando su irrealidad. La globalización: ni es un fenómeno nuevo, ni se trata de un proceso homogéneo, ni es un proceso homogeneizador, no garantiza que conduce al progreso y al bienestar universal; tampoco conduce a la globalización de la democracia, así como no acarrea la desaparición progresiva del Estado, o al menos una pérdida de importancia del mismo (Vilas, 2002). Concluyendo que una cosa es el fenómeno de la globalización, y otra su ideología. Respecto de lo primera coincide con grandes pensadores como Wallerstein o Beck, pero además alerta sobre la asimilación de modelos y conceptos que obedecen a razones ideológicas, disfrazadas de “ciencia” o “pensamientos únicos”.
Asimismo, verificamos al menos cuatro grandes contradicciones no resueltas en la forma como hoy están, en general, organizadas las sociedades y economías llamadas modernas: a) entre la oferta y la demanda: gran demanda potencial insatisfecha vs. gran producción de bienes y servicios; b) entre crecimiento económico y bienestar social: no necesariamente van juntos: c) entre capital productivo y capital financiero-especulativo: preeminencia de las finanzas sobre la economía con enorme transferencia de recursos: d) entre el crecimiento económico y la sustentabilidad social y ambiental: está cuestionado el modelo de acumulación que excluye parte de la sociedad y que afecta la supervivencia global.”
Como señala Cattani (2007) este aumento de la acumulación, de la concentración de la riqueza, y de los riesgos de supervivencia física del planeta obliga a pensar en “otra economía” que redefina el trabajo, busque alternativas prácticas verdaderas, y se ubique en estándares sociales, políticos, culturales y tecnológicos, que permitan superar al capitalismo tradicional”
Hay en general, desde el Sur, el consenso en que crecimiento no es lo mismo que desarrollo. Se adopta cada vez más la definición de A Sen que concibe al desarrollo como la expansión de las capacidades de las personas en la sociedad, en un contexto de equidad y de expansión de las fuerzas materiales, en los valores que cada sociedad elija. Conceptos recogidos en el paradigma de Desarrollo Humano que la ONU operativiza a través de los Objetivos de desarrollo del Milenio. Novedosos y sorprendentes los enfoques que realizan otras miradas sobre la reestructuración de las sociedades. Por ejemplo, Z Baumann (2002) nos explica que la nueva división social nos la explica más pensar en términos de “los que se mueven por el tiempo y los fijados al espacio” que los “viejos” conceptos de la economía o la sociología.
Es Guy Standing (2004), experto en Seguridad Social, el que sistematiza la nueva estratificación social en ocho categorías: a) La élite; b) Los “proficians” (calificados); c) Los “salariat” (asalariados); d) Los “core workers” (trabajadores propiamente dichos); e) Los “flexiworkers” (trabajadores flexibilizados); f) Los desempleados; y g) Los excluidos. Lo grave es el acrecentamiento cuali-cantitativo de las personas incluidas en esta última categoría
Por otro lado, el cambio de paradigma productivo que implica la masiva incorporación de la informática, las telecomunicaciones y la biotecnología a los procesos productivos y de distribución, colabora a que cada vez se produzca más. Al decir de P Drucker (1999) al menos, en la economía industrial la producción se separó del empleo. El Siglo XXI se caracteriza, además, por una separación entre la producción y la generación de empleo en todas las ramas. Esto es con el nuevo paradigma productivo, hoy se produce más con menos gente. Dicho de otra forma, el crecimiento del Producto Bruto Interno no garantiza la generación de empleo suficiente para la cantidad de personas que intentan incorporarse al sistema. De ahí que esa vieja cuestión de que una cosa es el empleo y otra es el trabajo, se hace más visible y relevante, demandando nuevas respuestas e instituciones. Por otra parte, las mediciones que se realizan en el mundo entero, con la metodología recomendada por la Organización Internacional del Trabajo (OIT),particularmente la “Resolución sobre estadísticas de la población económicamente activa, del empleo, del desempleo y del subempleo, adoptada por la decimotercera Conferencia Internacional de Estadígrafos del Trabajo (octubre de 1982)”, contienen una caracterización del empleo que nos obliga más a estudiar las cifras de “subempleo demandante” y las categorías de cuentapropistas (como lo realizan la mayoría de los expertos en mercado laboral), para tener una idea de la magnitud del desempleo involuntario. Obvia consecuencia de la incapacidad del sistema productivo formal para la total incorporación de las personas que procuran un empleo formal. . (Roitman y Carbonetto 2006)
Este tema ha sido largamente caracterizado tanto como por los que proclaman el fin del trabajo (ej. Rifkin), como por estudiosos de la Economía Social desde el Sur (ej, Razzeto, Coraggio)
La aparición de numerosas formas de “ganarse la vida” nos invade, y con ella la necesidad de recuperar un destino colectivo. O sea: los proyectos individuales de miles de pequeños emprendedores, logran un nuevo sentido (y mayor eficiencia) si son ensamblados de manera asociativa. Este es también el rol de la Economía Social. A los tradicionales roles de prever el fututo (jubilaciones, pensiones, mutualismo de salud, seguros de invalidez, sepelio, etc.) frente a los cuales surgieron las mutuales; y formas cooperativas de enfrentar el consumo, la producción, el empleo, la vivienda, el crédito, etc.; se le suman estos ``nuevos” desafíos que tienen que ver con el asociativismo, el microcrédito, el voluntariado, la economía de los cuidados, los clubes de trueque, el comercio justo, la moneda social, por mencionar algunos del universo de soluciones de las que hacen a que los hombres seamos parte del mismo proyecto colectivo: una sociedad que nos contenga a todos. La economía social es mucho más que su nave insignia de las cooperativas y mutuales, ponderando adecuadamente el importante rol que instituciones de esta naturaleza cumplen en el tejido económico y social de nuestros países y de nuestras regiones. Como muestra de esa importancia, simplemente veamos el Sector de las Cooperativas en Argentina con datos cuya proporción se ha por lo menos mantenido a nuestros días (Cfr Elgue, Mario 2006),


COOPERATIVISMO AGROPECUARIO: (Datos Censo Nacional Agropecuario 2003) Participación en la comercialización de los principales productos: 22% Granos; 20% Arroz; 14% Algodón; 7,5% Lana; 25% Yerba; 45% Té; 35% Lácteos; 20% Miel; 16% Vino; 45% Tabaco.


COOPERATIVISMO DE SERVICIOS PUBLICOS: (Datos Secretaría de Energía de la Nación - Año 2002) 590 Cooperativas Eléctricas (15 % del total nacional en KW, 1.850.000 usuarios); 311 Cooperativas Telefónicas (401.000 líneas, 5,3% del total nacional); 639 Cooperativas de provisión de Agua Potable (10 % de la población); 60 Cooperativas de provisión de servicios cloacales (atienden a 1.200.000 personas)
Mientras que en el Sector Vitivinícola (emblemático de Mendoza) las Cooperativas Vitivinícolas son 53 entidades con autorización para funcionar, de las que más de un tercio tienen más de 40 años de antigüedad; suman más de 20.000 has. de viñedos, son más de 3.000 asociados, cosechan el 20 % de la uva mendocina (o sea, aprox 3,5 millones de Quintales), obtienen más del 18 % del vino de Mendoza y del 14 % del jugo de uva concentrado. Representan el 18 % de la industria vitivinícola. Cfr Moyano, Fabián (2010)
Algunos estudiosos recomiendan que para caracterizar a una Institución como integrante del sector de la Economía Social, se debe atender al cumplimiento o no de los objetivos declarados para su constitución, así como a la vigencia efectiva en su seno de relaciones democráticas y participativas; mucho más que a las formalidades jurídicas, o sea su declamado propósito. Esto es porque a veces encontramos entidades que bajo formas de economía social, disfrazan otro tipo de relaciones. Elgue (2006) señala que deben considerarse empresas sociales a las organizaciones civiles sin fin de lucro, a organizaciones comerciales sin fin de lucro (cooperativas), mutuales, empresas asociativas, sindicatos, autoempleo, Organizaciones no Gubernamentales no empresariales, Sociedades y Asociaciones de Fomento, Cooperadoras, Fundaciones, Voluntariado, emprendedores solidarios, Consorcios Asociativos, Agrupaciones de colaboración empresaria, Redes y asociaciones de microempresas, Consorcios intermunicipales con integración de privados, . Todas formas que coexisten con el Mercado y el Estado. Sean de autoproducción, de subsistencia o capitalizada, pero siempre basadas en relaciones no salariales e igualitarias entre los trabajadores y/o productores, quienes como propietarios del capital, del producto que realizan y de los beneficios que obtienen de su trabajo, establecen en el interior de la organización mecanismos participativos para la toma de decisiones; conforme lo caracterizado por el Consejo Valón de Economía Social, y luego adoptado por la Unión Europea (De Fourney). Se trata siempre de una economía que construye sociedad y abarca formas tan diversas (y no excluyentes) como: diferentes modalidades asociativas, cadenas productivas solidarias, cooperación internacional, microfinanzas / finanzas solidarias, comercio justo, economía del trabajo, moneda social (clubes de trueque), ahorro popular y previsión . Desde estas miradas, también se refuerzan la ideas del “desarrollo local y regional” como procesos inducidos, y donde las distintas manifestaciones de la Economía Social desempeñan un rol central, no solo económico y laboral, sino fundamentalmente cultural, político y social.


La “nueva cuestión social” y la economía social


Por supuesto que toda economía es social, y que toda sociedad tiene su manera de organizar la obtención y distribución de bienes para la provisión de sus necesidades. Toda economía es social, pero el mercado no crea sociedad. Desde el nacimiento de la moderna economía se la denominó economía política (Smith, Ricardo, Mills, entre otros), pensando que la política reglaba las relaciones de los hombres conviviendo en una sociedad, y la economía era una parte de la misma. Con el transcurso del tiempo se fue escamoteando la obvia incrustación del mercado en una sociedad, y se nos trató de formar en la idea de que las relaciones de competencia y no las de colaboración, eran las “normales” y “permanentes” entre los seres humanos, priorizando objetivos individuales sobre los colectivos, lógica que se trasladó a la esfera pública. En Argentina, como en casi todo el mundo, coexisten tres subsistemas en la provisión y distribución de bienes o servicios: el Mercado, el Estado, y el de la Economía Social. Estos tienen tres lógicas diferentes. En el subsistema orientado por el mercado la lógica que prevalece es la del afán de lucro y la acumulación de capital. En el estatal, la lógica es la construcción de legitimidad y el incremento del poder político. En el sector de la economía social lo que se propone es asegurar el nivel y calidad de vida ampliada para sus miembros. Si bien los tres subsistemas coexisten en el espacio y en el tiempo, y tienen fluidas relaciones entre ellos; la dinámica de cada uno es totalmente diferente.
El vigoroso resurgimiento de la economía social en la agenda pública no sólo es reflejo de la falta de respuestas para toda la sociedad de los otros dos subsistemas, sino de su crecimiento real y teórico verificado en la cotidianeidad. Por lo menos, esto es lo que pensamos los que nos alineamos en que la regla para no equivocarse es que el capital debe estar al servicio de la economía, y la economía debe estar al servicio del hombre. La articulación público-privada en la concepción, elaboración, ejecución y control de las políticas públicas las torna más eficaces y eficientes. En un planteo que apunta a contribuir positivamente a lo que Robert Castel plantea como la nueva cuestión social: esa aporía fundamental en la cual una sociedad experimenta el enigma de su cohesión y trata de conjurar el riesgo de su fractura. Es un desafío que interroga, que pone en cuestión la capacidad de una sociedad para existir como un conjunto vinculado por relaciones de inter- dependencia” (RCastel, 1997). Recordemos siempre que “La pobreza debe concebirse como la privación de las capacidades básicas que tiene una persona para llevar adelante el tipo de vida que tiene razones para valorar (no meramente falta de ingresos)” Amartya Sen (2000). Desde el Sur, Bonilla-Molina y El Troudi (2004) ponen el énfasis en la educación en Economía Social para la derrota de la pobreza y la exclusión. Con una visión transdisciplinaria relacionan economía social con democracia participativa, como herramienta de lucha contra la pobreza cultural, política, ideológica, no sólo restringida a niveles de ingresos o NBI. Por ello definen las tareas de primer orden para el impulso de la Economía Social, que” consisten en la derrota de : a) el determinismo capitalista liberal: b)el fracaso del reduccionismo del socialismo real: c) el desconocimiento de los saberes que emergen de las experiencias históricas de cambio, y el carácter nacional y popular de cualquier transformación: d) la conceptualización de la pobreza limitada a la esfera económica; e) la perspectiva tecnicista que desconoce el saber popular inherente a formas de sobrevivencia social; f) la aproximación ahistórica que pretende declarar la inamovilidad de las perspectivas disciplinarias, en particular, la economía; g) la concepción unidimensional de los procesos sociales que niega la especificidad nacional y local a la actual dinámica de cambios.” Emerge el paradigma de Desarrollo Local con diversas respuestas a los procesos globalizadores, con su implicancia en los cambios la incumbencia de los Estados Nacionales, y su proceso de retiro y descentralización, muchas de cuyas funciones son asumidas desde los territorios. Frente a la uniformación global, lo local aparece como resistencia, más adaptativa o confrontativa, pero como voluntad de los habitantes de un territorio de forjar su destino colectivo. Con diversas características: es un proceso, lo que destaca la importancia de la conducción; trata de ser de abajo/ arriba; poner en valor el territorio y la diversidad frente a la uniformidad (denominaciones de origen); revalorización de la cultura local; prioriza la pequeñas y medianas empresas por su generación de empleo, la residencia de los propietarios del capital y su impacto en la democracia y el tejido social. (De Mattos, Gallichio, Borja y Castells, Guerrero, et alt)
Preconiza la concepción del territorio no como un mero soporte de las actividades económicas, sino una como construcción social: el hombre y su medio ambiente en el centro de la actividad territorial. Supone e implica la articulación de los protagonistas (público-privados) en el lugar donde ocurre la vida: el territorio. En la Argentina, desde el gobierno nacional y los distintos gobiernos locales se están últimamente ejecutando políticas sociales que coadyuven a incluir al conjunto de la población. También son importantes los esfuerzos nacidos en el seno de la sociedad. Pero es de destacar que nuestro país aún tiene no sólo tasas altas de desempleo, sino graves índices de informalidad laboral, que afectan a más de un tercio de la PEA.
Más allá de continuar la promoción de formas tradicionales como cooperativas y mutuales, se destacan la Ley de Promoción del microcrédito para el desarrollo productivo (primera ley en la Región que fomenta el acceso al crédito de micro emprendedores fuera del sistema formal y además subsidia a las entidades de la sociedad civil que ejecutan concretamente las políticas, para no caer en la frecuente paradoja que sean los mismos pobres quienes paguen por su incorporación), la incorporación del Monotributo Social, la promoción del asociativismo, incentivos mediante la creación de mercados, ganancia de competitividad en encadenamientos productivos, apoyo a empresas en crisis recuperadas por sus trabajadores, intentos de vinculación del ahorro local con el crédito local (renacen las Cajas de Crédito Cooperativas), entre otras. Es en el territorio, con su lógica ordenadora, donde confluyen y se potencian las miradas y acciones del desarrollo local y la economía social. La medida de su impacto en la transformación de las relaciones sociales es parte del debate actual.


Mirando desde América Latina


En el Informe Regional sobre Desarrollo Humano para América Latina y el Caribe 2010, titulado “Actuar sobre el futuro: romper la transmisión intergeneracional de la desigualdad” del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), se propone un enfoque más integral de política pública. “Las estrategias de redistribución deben llegar a aquellos para quienes fueron diseñadas, deben considerar no solamente cada restricción por separado sino tomar en cuenta que las restricciones que enfrentan los hogares son múltiples y en ocasiones se refuerzan unas con otras. Además, los objetivos de la política pública deben incorporarse al imaginario de los beneficiarios, quienes deben ser sujetos activos de su propio desarrollo”
Allí se recomienda “la nueva política integral y específica que se propone para reducir la desigualdad en la región debe incidir sobre las condiciones objetivas de los hogares y las restricciones que enfrentan, sobre aspectos subjetivos que determinan autonomía y aspiraciones de movilidad y, finalmente, sobre la calidad y eficacia de la representación política y la capacidad redistributiva del Estado”
Dado que “Las explicaciones para la persistencia de la desigualdad no se encuentran solamente a nivel del hogar. El proceso político también responde de manera diferenciada a las necesidades de distintos grupos. La reducción sostenible de la desigualdad asume actuar sobre la baja calidad de la representación política, la debilidad institucional, el acceso diferenciado a la influencia sobre políticas concretas, y sobre fallas institucionales que derivan en corrupción y captura del Estado por grupos minoritarios.”
Mientras, la COMISION ECONOMICA PARA AMERICA LATINA (CEPAL) propone en su informe de Noviembre de 2010: "Esta es y no otra, la hora de la igualdad", Resaltando que: La igualdad se basa en la titularidad de derechos y no solamente en acceso; las brechas sociales no cerrarán en tanto no se cierren las brechas productivas; hay que igualar para crecer y crecer para igualar; y la calidad de la política es central para el desarrollo con igualdad”
Sin políticas públicas que expresen concretamente la voluntad de incorporar al conjunto de la población, y la adecuada articulación con las diversas organizaciones que la sociedad ha venido construyendo, no hay posibilidades de que todos seamos parte de un mismo destino.
Nos preguntamos, con Baumann (2008), que “si la libertad ha sido conquistada, cómo es posible que la capacidad humana de imaginar un mundo mejor y hacer algo para mejorarla no haya formado parte de esa victoria”, pues no dejamos de tener presente que la libertad individual sólo puede ser conseguida y garantizada colectivamente.

Bibliografía

BAUMAN, Zygmunt, “Consecuencias humanas de la globalización”, Paidós, 2003
BAUMAN, Zygmunt, “En busca de la política”, Sudamericana, Bs. As. 2008
BOISSIER, Sergio: ¿Y si el desarrollo fuera una emergencia sistémica”, Revista del CLAD, Reforma y Democracia Nº 27 ct 2003) Caracas
BONILLA-MOLINA, Luis y EL TROUDI, Haiman, •Educación en Economía Social”, mimeo, Venezuela, 2004
CASTEL, Robert, Metamorfosis de la cuestión social. Una crónica del asalariado, Bs As, Paidos, 1997
CASTEL, Robert, “Las transformaciones del trabajo, de la producción social y de los riesgos en un período de incertidumbre” Cátedra UNESCO, (Siglo XXI, Bs As, 2010)
CATTANI, David, “La otra economía”, Cuadernos de Economía Social, UNGS, Altamira, OSDE, 2005
CEPAL, COMISION ECONOMICA PARA AMERICA LATINA Informe Noviembre de 2010.
DRUCKER, Peter, “La sociedad postcapitalista”, Ed. Sudamericana, 1999
ELGUE, Mario, “El sentido del desarrollo y la economía social”, Mimeo, Creso, Buenos Aires, 2007,
ENGUITA, Mariano F, “Economía y Sociología”, CIS,-Siglo XXI, España, 1998
KLIKSBERG, Bernardo, “Capital social y cultural: claves esenciales del desarrollo”, Revista de la CEPAL, Dic 1999
KRUGMAN, Paul,” Los ciclos en las ideas dominantes con relación al desarrollo económico,”, Revista Desarrollo Económico, Nº 143, Buenos Aires, 1996
MOYANO, Fabián, “El cooperativismo en la vitivinicultura de Mendoza”, Revista Árbol, Órgano de la Dirección de Coop y Mutuales de Pcia. Mza. 2009
ORGANIZACIÓN INTERNACIONAL DEL TRABAJO, Resolución sobre estadísticas de la población económicamente activa, del empleo, del desempleo y del subempleo, adoptada por la decimotercera Conferencia Internacional de Estadígrafos del Trabajo (octubre de 1982)
PNUD, Informe Regional sobre Desarrollo Humano para América Latina y el Caribe 2010
ROITMAN, Roberto D y CARBONETTO, Sergio, “El microcrédito: sólo o acompañado”, 2 Congreso de Políticas sociales, Buenos Aires
ROITMAN, Roberto D, “Qué es la Economía Social?”, Revista Árbol, Órgano de la Dirección de Coop y Mutuales de Pcia. Mza. 2009
SEN, Amartya, “Desarrollo y libertad”, Barcelona, Ed. Planeta, 2000
STANDING, Guy, “Globalización: las ocho crisis de la protección social”, en “Política social y economía social, debates fundamentales”, UNGS/Altamira/OSDE, 2004.
VILAS, Carlos M, “Seis hipótesis falsas sobre la globalización”, Mimeo, Fac Cs Polit. y Sociales, 2002

(Roitman es Director del Centro de Estudios de Economía Social de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, Argentina)

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Apuntes para la militancia nacional y popular – N° 1 –

Gonzalo Pedano

Córdoba, 27/04/11


Introducción


El análisis de los acontecimientos sociales y políticos que suceden en la actualidad, se constituye en una herramienta clave en ese “taller de forja” que es la militancia. La consideración de los fenómenos en términos de perspectivas históricas permite ubicarlos en una línea de tiempo que hace referencia a procesos sociales, políticos, económicos y culturales en el marco de los cuales, los militantes estamos inmersos. En este sentido, estos “Apuntes para la militancia Nacional y Popular”, pretenden ser una herramienta de trabajo más en el avance de nuestras propias conciencias hacia la comprensión de la realidad que estamos transformando. El proceso nacional y popular está en marcha, ser plenamente conscientes de sus aciertos y sus errores es una tarea central si lo que se pretende es continuar con el mismo y profundizarlo aún más.
El título de estas consideraciones no es casual. Pretende retomar aquél trabajo iniciado por John William Cooke para difundir la lucha de los compañeros, elaborar críticamente datos de la realidad actual, presentar conclusiones que aclaren su sentido y generalizar las enseñanzas conquistadas por la acción colectiva para perfeccionar las formas organizativas y de combate. Con una fuerte apuesta a ese enriquecimiento recíproco, orientamos el sentido de estas páginas. “Para saber cuáles son nuestras fallas y llegar a sus causas hay que tener una visión global de la Argentina, de las fuerzas que chocan en su seno, de las características que revisten esos conflictos”. Y dentro de ese contexto general examinar el significado del kirchnerismo, las fuerzas que lo componen, aquellas tendencias con las que resulta irreductiblemente antagónico, para avanzar así en la elaboración de una especie de tratado de anatomía política del proyecto nacional.
En los capítulos especiales de ese tratado, no se dejará de analizar la situación de la provincia de Córdoba y de la localidad de Bell Ville, lugar específico donde militamos. Sólo una articulación entre lo táctico y lo estratégico, va a permitir elaborar un diagnóstico acertado del estado del paciente. Sucede que las estructuras dirigentes del Partido Justicialista provincial se movilizaron en contra del proyecto nacional, realizando una alianza con el adversario histórico del peronismo y de todo proyecto nacional y popular: la oligarquía agro - exportadora representada en la Mesa de Enlace Rural. En este sentido, la realidad política de Córdoba requiere de un análisis detenido de las fuerzas políticas existentes en su territorio que han oficiado de obstáculo para el desarrollo de una Córdoba en el Proyecto Nacional y Popular. Por supuesto, no han sido sólo las alianzas de los opositores, sino también las propias limitaciones del kirchnerismo cordobés las que han impedido convertir a nuestra provincia en un pilar del proyecto nacional.
La muerte del ex – presidente Nestor Kirchner, conductor estratégico del proyecto nacional y popular, plantea nuevos escenarios y desafíos que pretenden ser abordados aquí para mantener viva su memoria de lucha, compromiso y confrontación con los sectores concentrados por más poder que detenten. El kirchnerismo tiene que ser tratado como un objeto de estudio, seguirlo de cerca, marcar sus pasos y giros, detallar sus errores y desaciertos, destacar sus características más específicas pero también aquellas que lo unen con otras fuerzas de América Latina. He aquí el desafío, la apuesta, una aventura.



El kirchnerismo es el hecho maldito del país neoliberal


Consideramos acertada la afirmación realizada por Norberto Galasso: “Un balance riguroso de lo acontecido desde el 2003 a la actualidad nos permite señalar que las presidencias de los Kirchner han sido lo mejor que gobernó al país desde el punto de vista de los sectores populares, desde la muerte de Perón. Podríamos calificarlo como ‘la primavera kirchnerista’ que interrumpió los sucesivos inviernos de frustraciones y claudicaciones que cubren ese lapso de tres décadas”. Desde el golpe militar del año 1955, realizado contra el gobierno popular de Juan Domingo Perón, una serie de políticas neoliberales fueron aplicadas en nuestro país por diferentes gobiernos militares y “democráticos”, gorilas o cripto – gorilas como decía Cooke.
Esas políticas neoliberales implicaron el crecimiento de la deuda externa del país, desocupación, disminución del salario, proscripción del peronismo, desindustrialización, explotación de los recursos naturales por parte de monopolios extranjeros, desaparición y exterminio físico de militantes políticos, apropiación de menores, concentración de la riqueza, aumento de la pobreza y la indigencia, reducción del presupuesto en salud y educación, relaciones ‘carnales’ con EUA y países Europeos, distribución regresiva del ingreso, especulación financiera con dependencia de la banca mundial. Después de la última dictadura militar en nuestro país, el neoliberalismo selló profundamente la alianza entre el peronismo menemista y el establishment agrícola – ganadero, el establishment empresarial y financiero y las grandes corporaciones trasnacionales. Un largo proceso de esta envergadura que data desde 1955 no puede ser revertido de un día para el otro. La correlación de fuerzas lo impide. Los sectores concentrados que en nuestro país llevaron adelante estas políticas neoliberales todavía poseen una vasta influencia política y económica.
A pesar de esa influencia y poder, el kirchnerismo es el hecho maldito del país neoliberal. Un fenómeno político que ha edificado un conjunto de líneas estratégicas claves que marcan el comienzo de un proyecto nacional y popular: la política integral de Derechos Humanos, el proceso de integración de América Latina, la depuración de la Corte Suprema de Justicia y del poder judicial, nacionalización de los aportes jubilatorios, desarrollo de un modelo económico productivo – industrializador, democratización de los medios de comunicación, recuperación del rol del Estado (Correo Argentino, Aerolíneas Argentinas, Fábrica Militar de Aviones), política de redistribución del ingreso (Asignación Universal y Resolución 125), aumento del presupuesto educativo, políticas multiculturales (Ley de Matrimonio Igualitario), participación de la Juventud como actor político, abandono de la represión policial para la resolución de conflictos.
Como sostuvo Lenin: “No hay milagros en la naturaleza o en la historia, pero cada abrupto giro en la historia, y esto se aplica a toda revolución, presenta tal riqueza de contenidos, despliega tan inesperadas y específicas combinaciones de luchas y alineamientos de fuerzas opuestas, que para la mente profana hay mucho que debe aparecer como milagroso […]”. En este sentido, sería imposible comprender cabalmente la importancia del giro político operado por el kirchnerismo sin tener presentes las fuerzas que logró alinear y aquellas otras con las que resulta indefectiblemente antagónico. Es así que una de las características distintivas de la fuerza política en consideración es la de haberse convertido en una instancia material concreta –con aciertos y desaciertos- de resistencia y contraofensiva para las fuerzas neoliberales que dominaron el país desde 1955. El status político del kirchnerismo es el de representar una nueva posibilidad histórica en nuestro país, como alternativa real al modelo neoliberal imperante. Vemos ahí, pues, al hecho maldito de los sectores neoliberales imperantes desde 1955.


El kirchnerismo como pasión juvenil


Con el kirchnerismo los jóvenes empiezan a creer que la política puede ser una herramienta de transformación social y no el vehículo de intereses corporativos y antinacionales. En otros términos, el kirchnerismo ha permitido que los jóvenes revaloricen la política, como espacio con potenciales de cambio social y no sólo como lugar de corrupción y envilecimiento. El neoliberalismo tuvo como uno de sus ejes claves no estimular la participación juvenil y el de convertir a la política y lo vinculado con ella en un ámbito de “corrupción” y “enriquecimiento ilícito”. Como jóvenes es imprescindible nuestro aporte para profundizar e incrementar esta vertiente abierta en pleno desarrollo. Como sostuvo Clausewitz: “las generaciones no existen para observar el mundo; al luchar constantemente por lograr objetivos racionales constituyen el mundo […]. El tiempo os pertenece; lo que llegue a ser, llegará a serlo a través de vosotros”. Las organizaciones del campo popular requieren de la juventud como agente estratégico para la continuación de sus históricas luchas y la serie de conquistas en proceso de consolidación brindan más ganas, sin duda, de tirarnos al agua y nadar a favor de esta correntada.
En Agosto del 2010, se realizó en la localidad de Embalse de Río III el 2° Encuentro Nacional “Argentina Soberana y Popular” organizado por la Dirección Nacional de la Juventud del Ministerio de Desarrollo de la Nación, encabezado por la ministra Alicia Kirchner. Cerca de 3000 jóvenes militantes de diferentes organizaciones políticas, sociales y sindicales de todo el país, se dieron cita para la elaboración de una agenda política generacional en el marco de la tarea estratégica de profundizar el actual modelo nacional y popular. El debate y las exposiciones de ministros, senadores, funcionarios e intelectuales giraron en torno a distintos ejes temáticos: salud como derecho, trabajo y pleno empleo, educación inclusiva, justicia democrática, integración latinoamericana, comunicación y nueva ley de medios, independencia económica, fueron algunos de los temas tratados y discutidos en comisiones.
Este segundo Encuentro superó ampliamente en número al primer Encuentro realizado en mayo de este mismo año, en la localidad de Chapadmalal, provincia de Buenos Aires. Jóvenes de Bell Ville participamos en ambos encuentros con la pretensión de aportar a la construcción de herramientas de transformación social y económica. Es el Estado el que ahora brinda a la juventud en cuanto tal un espacio para discutir su propia agenda estratégica, definir sus problemáticas centrales y detallar las propuestas concretas para su solución. Es por ello que se creó el Consejo Federal de la Juventud, organismo cuyo fin es el de colaborar con el diseño y coordinación de políticas públicas de la juventud y promover espacios participativos de jóvenes en todo el país. Este Encuentro es uno más de esos espacios generados.
Esta participación juvenil tiene como desafío principal el de la disputa por la conducción política de los partidos y organizaciones con sentido nacional y popular. Si los jóvenes, como actores sociales con potenciales transformadores, no se organizan, si no elaboran una estrategia de construcción de poder y aplican las herramientas territoriales necesarias para materializar esa organización y su estrategia, entonces los puestos claves van a seguir quedando en manos de conducciones burocráticas y anquilosadas. En este sentido se expresaba Néstor cuando manifestaba: “a los jóvenes les digo, sean transgresores, opinen, la juventud tiene que ser el punto de inflexión del nuevo tiempo”. Para llegar a ello, hay que saber crear las herramientas de trabajo necesarias.
En el proceso de creación de estas herramientas de trabajo territorial, los jóvenes nos vemos enfrentados a un doble desafío teórico – práctico. Teórico porque nuestra realidad nacional demanda nuevos esquemas y conceptos para ser pensada y práctico porque esa demanda se vincula con la solución efectiva de problemáticas sociales, culturales y económicas concretas. Como sostuvo Jauretche: “en largos años de lucha al servicio de la idea de emancipación nacional, me fue dado conocer la mentalidad de los hombres que se designan como ‘intelectuales’, y su absoluto divorcio con la realidad del país, así como los obstáculos que ellos crean a la inteligencia argentina cuando busca su camino”. Estos ‘intelectuales’ aislados de la realidad nacional proyectan uniformemente sus generalizaciones con esquemas extraños pretendiendo adecuar los hechos nacionales a los cuadros sinópticos confeccionados sobre hechos foráneos, difundiendo los slogans de la propaganda internacional. No será posible responder a necesidades propias a partir de esquemas extraños. En nuestra cotidiana militancia tenemos que dar respuesta a este doble desafío. Esa pasión juvenil despertada por el proyecto nacional y popular requiere ser complementada con una reflexión sustantiva sobre nuestros desafíos y las herramientas para hacerlos realidades efectivas.
El kirchnerismo es la sustancia material con la que hoy se desarrolla el proyecto nacional y popular
Urge la necesidad de someter al hecho maldito a una reflexión severa y constante, para seguirlo de cerca y precisar sus errores y limitaciones. El kirchnerismo se está convirtiendo en un gran relato, esto es, un proyecto que trae algo nuevo en qué creer, una historia que entrega a los hechos históricos un sentido que carecen por sí mismos. Este relato épico tiene en su haber batallas ganadas y perdidas, victorias y derrotas, todas ellas son parte de esa narración. Es clave para el desarrollo del proyecto nacional y popular retomar y fijar su línea histórica en continuidad con diferentes fuerzas populares que existieron en nuestro país y en América Latina. El Kirchnerismo se ha convertido en la sustancia material por medio de la cual se desarrolla hoy en nuestro país un proyecto nacional y popular de antigua data. Es un episodio más en el desarrollo de un proceso que, en términos de Abelardo Ramos, se caracteriza por la oposición fundamental entre la revolución y la contrarrevolución en América Latina. Como sostenía el mencionado autor: “Las corrientes políticas de hoy no son sino prolongaciones renovadas de grandes fuerzas que arrancan desde nuestros orígenes”.
El conocimiento transformador es aquél que resulta de la experiencia directa de esta lucha por el crecimiento del proyecto nacional, que se enriquece a su vez con un pensamiento crítico que reflexiona desde y para esa lucha. Esta narración épica, este nuevo gran relato tiene la tarea de conectar y mostrar los vínculos de las luchas parciales con una estrategia global de poder, evitando que dicho conocimiento termine siendo el patrimonio de una minoría de elegidos sino que se convierta en una herramienta más de las organizaciones del campo popular. Como sostuvo Jauretche: “A la estructura material de un país dependiente corresponde una superestructura cultural destinada a impedir el conocimiento de esa dependencia, para que el pensamiento de los nativos ignore la naturaleza de su drama y no pueda arbitrar sus propias soluciones, imposibles mientras no conozca los elementos sobre los que debe operar, y los procedimientos que corresponden, conforme a sus propias circunstancias de tiempo y lugar”. Los sectores intelectuales con sentido nacional que se suman al proyecto tendrán aquí sus tareas más importantes para cumplir. El kirchnerismo nos impele a pensar la realidad argentina de manera acabada y profunda y a difundir y socializar esos análisis.
Poseedora de instrumentos de intimidación masiva y de los grandes medios de comunicación, la oligarquía argentina tiende una cortina de humo ante los ojos de los argentinos hablando de los “ataques a la libertad de prensa”. Contra esa cortina de humo, el kirchnerismo representa la posibilidad de un nuevo pensamiento revolucionario nutrido en la realidad argentina y latinoamericana. Insistimos en que ese pensamiento revolucionario es una posibilidad, no es todavía un hecho. La tarea de la juventud argentina con sentido nacional y popular, independiente del partido o agrupación en la que se participe, es la de colaborar como el actor más dinámico y transformador a crear ese hecho. El kirchnerismo no tiene otros valores que los que va creando con su acción y debe irse superando para estar a la altura de la misión histórica que recae sobre él y sobre los actores que lo integran. Superar sus limitaciones como fuerza política es, creemos, una de las tareas más importantes, como garantía de continuidad de desarrollo en nuestro país de un modelo alternativo al modelo neoliberal hegemónico desde 1955.

lunes, 25 de abril de 2011

Actualidad de la Constitución del año 1949

Por Aritz Recalde
Abril de 2011





Durante los últimos doscientos años de historia argentina, coexisten y se enfrentan dos grandes tradiciones políticas acerca del tipo de modelo de desarrollo para aplicar en el país. Una tradición, es la liberal exportadora y la otra, es la proteccionista e industrialista. En el marco de la primera, se ubican el programa agroexportador iniciado en 1853 o el proyecto financiero aplicado a partir de la gestión del Ministro de Economía Martínez de Hoz y de la dictadura de 1976. Entre las segundas y con sus matices y diferencias, se sitúan el modelo nacionalista y el desarrollista, cuyas máximas figuras en el siglo XX y XXI son Juan Perón, Arturo Frondizi, Néstor Kirchner y Cristina Fernández. Sin desconocer que existen puntos de coexistencia entre ambos, la historia reciente muestra que los dos modelos de país se enfrentaron y su disputa se desenvolvió en el plano político, económico, cultural, militar y también, en el terreno institucional. Una de las manifestaciones del enfrentamiento entre los modelos de país, se dio en el plano del Derecho, las instituciones y tema que nos interesa, se expresó a nivel de las Constituciones. Los políticos de la tradición liberal y agroexportadora sancionaron en 1853 y en 1994 dos de los textos constitucionales con mayor permanencia en la historia del país. En realidad, el esqueleto del texto de 1853 es el principio rector del orden institucional que introdujo la Constitución de 1994. El documento fundamental de la tradición nacionalista, es la Constitución del año 1949.
En nuestro país, el derecho liberal tiene entre sus ideólogos locales a Bernardino Rivadavia y a sus seguidores. Dicho dirigente, desarrolló una importante tarea de promoción y de sanción de leyes, en su mayoría, reproducidas del sistema institucional europeo. En su opinión, había que copiar las leyes de la civilización y junto a ellas, se estarían importando las costumbres, las prácticas y los valores del extranjero. Una de las finalidades de la importación del derecho extranjero, era la de educar a la barbarie interna para organizar a la nación. Para civilizar a los nativos del continente, se deberían importar de Europa manufacturas, personas, costumbres y leyes. A partir de aquí, Rivadavia promovió una noción típica de los ideólogos del derecho liberal, que supone que los textos normativos ofician como un pacto político en sí mismo, que puede remplazar o subestimar, los factores culturales, sociales y los patrones de conducta históricos de los pueblos. El reemplazo natural y por evolución de un sujeto histórico por otro y pese a los supuestos rivadavianos, reconoció una férrea resistencia por parte de los pueblos destinados a desaparecer frente al avance de la civilización. A partir de aquí, la tarea de imposición del liberalismo y sus leyes, se organizó en dos etapas. Por un lado, educando a una la elite destinada, entre otras cuestiones, a escribir las leyes y que asimiló para ello, la ideología europea y que conformó un sujeto cultural diferenciado de los pueblos. El otro mecanismo para imponer sus instituciones, su economía, sus inmigrantes o sus leyes, fue el asesinato y la persecución de sus adversarios. En este cuadro, los intelectuales liberales buscaron reemplazar un país por otro y con dicha intención, importaron las leyes extranjeras e intentaron amoldar el país a ellas. El supuesto de que el Derecho y las Constituciones pueden organizar a una nación, se mostró falso y la sanción de los textos liberales lejos de unir al país, contribuyó a desorganizarlo y a acentuar las guerras civiles y el enfrentamiento entre sectores. Por ejemplo y yendo a los años posteriores a la independencia, se observa que la propuesta de Constitución de 1819 que tenía un contenido centralista y aristocrático que cercenaba el federalismo y los derechos de las provincias[1], cayó en el vacío en el marco de la oposición política del interior contra los intereses unitarios. Lejos de ser una prenda para la unidad nacional, el programa político y su Constitución derivaron en la batalla de Cañada de Cepeda. Mientras los intelectuales liberales debatían y sancionaban textos legales para organizar el Estado, los referentes populares movilizaban sus tropas para enfrentar al agresor externo y garantizar la soberanía. El texto, por perfecto que fuera en términos del formalismo europeísta, era inútil e inaplicable políticamente frente a las tareas pendientes de la organización nacional. En dicho contexto “constituyente”, Gervasio de Artigas luchaba contra la ocupación del imperio del Brasil y San Martín reunía su tropa para resistir el potencial desembarco de 20 mil españoles y para continuar la obra libertaria en Perú. La contracara de los patriotas, eran los liberales porteños que sancionaban normas inaplicables y que pedían, por ejemplo, que San Martín abandone la guerra de liberación contra el colonialismo y que reprima las montoneras federales. El texto constitucional de 1819 cayó en desgracia y hubo que esperar hasta el año 1826, para que Bernardino Rivadavia y los liberales porteños, sancionaran un nuevo modelo para la organización institucional y política del país. Este texto y de forma similar al de 1819, no unificó la nación sino que por el contrario, contribuyó a la guerra civil. El debate de la Constitución de 1826 es interesante ya que entre otras cuestiones, encontró la intervención de Manuel Dorrego contra la propuesta de los liberales de aplicar el voto calificado y de prohibir la participación política de los “domésticos a sueldo, jornaleros o soldados”[2]. El sistema de gobierno que introdujo la Constitución en la Sección III, no mencionó el sistema federal y en su lugar introdujo “la forma representativa, republicana, consolidada en unidad de régimen”. El texto que ataba la representación política a la tenencia de capital o de una profesión o que permitía al presidente nombrar a los gobernadores, fue rechazado por los representantes políticos del interior. Era el segundo texto constitucional que demostraba claramente, la falacia del supuesto de que las leyes organizan los Estados. Asimismo, la caída del gobierno y de la Constitución, mostró la inviabilidad de la aplicación del liberalismo racista y europeísta porteño en el país. Las organizaciones libres del pueblo no se ajustarían a los patrones de conducta y a las formas de organización social, supuestamente implícitas, en las leyes copiadas de Europa.
Tras el rotundo fracaso liberal que condujo el país a la guerra civil y a la disgregación nacional, Juan Manuel de Rosas avanzó hacia la conformación de un pacto político y social de carácter constituyente. El Pacto Federal de 1831 fue rubricado inicialmente por Buenos Aires, Entre Ríos, Santa Fe y luego por Corrientes e implicó un acuerdo fundacional que sentó las bases de la organización nacional. La Constitución en el pensamiento de Rosas y tomando distancia de la tradición liberal europeísta y dependiente de muchos intelectuales, debería ser el resultado de un acuerdo político, social, económico y cultural previo, entre los representantes de las provincias y las naciones del continente y el mundo. El texto además, debería ser la culminación de un proceso de organización nacional previo y nunca podía ser su causante. Mientras Rosas combatía al imperialismo más poderoso del mundo en 1838 o en 1845, los intelectuales al servicio del extranjero construyeron el mito de que la organización y la soberanía nacional eran y fundamentalmente, un tema de Constituciones. Tal cual lo adelantó el mandatario, había que sancionar y restaurar leyes, pero dicha noción implicaba recuperar los patrones culturales, políticos y de conducta del pueblo y no podía tratarse de una mera copia del extranjero. Los antecedentes fallidos de 1819 y de 1826, seguramente fueron un llamado de atención a Rosas. El restaurador de leyes, estableció que si no se construían previamente los lazos políticos y organizativos necesarios y si no se sancionaba una norma que superara el modelo iluminista de los intelectuales, el proyecto derivaría en una nueva frustración. Ese fue el mensaje de Rosas a Quiroga en la Carta de la Hacienda de Figueroa. Por por su actitud, fue acusado de retrogrado, de feudal y de bárbaro, por los intelectuales europeístas que entregaron el patrimonio y la soberanía al extranjero. Más allá de las acusaciones, sus palabras fueron proféticas y luego de la batalla de Caseros se sancionó la Constitución de 1853 que no detuvo la guerra civil, no impidió la secesión de Buenos Aires en 1854 y no fue un estorbo para la separación y balcanización definitiva de la Banda Orienta, el Alto Perú y el Paraguay. El cuerpo del texto de 1853 fue redactado en su mayoría por Alberdi y tanto si se estudian los comentarios que hace en Las Bases sobre los antecedentes normativos en el continente o si se lee la propia Constitución, quedan evidenciados el racismo y la subestimación de esos intelectuales sobre el contenido de las leyes y las costumbres americanas.
En este caso, como en 1819 o 1826, la primacía de la política se abría paso frente al planteo fundacional mítico de los intelectuales liberales. Fueron la política y la guerra y no el texto importado, los que unieron al país y dicha organización nacional, se implementó una vez que los liberales porteños estuvieron al mando del poder. La barbarie de los salvajes unitarios fue la ley real que impusieron los porteños y las menciones de la Constitución a la división de poderes, a los derechos individuales o a la libertad de prensa, fueron consignas vacías para el pueblo que fue despojado de garantías y de derechos. La fraseología y el entramado normativo liberal, sirvieron a la oligarquía para ocultar bajo el manto de la filosofía jurídica extranjera, sus actos de violencia política, sus redes de poder y la profunda fragmentación social con la que gobernaron nuestro país.

La tradición proteccionista e industrialista y luego de décadas de construcción política, económica, social y cultural, consolidó las bases para modificar el sistema institucional argentino heredado del liberalismo. En el año 1949, se sancionó un nuevo pacto institucional que refundó los pilares del Estado y que promovió una nueva interpretación sobre los alcances de la democracia. El texto implicó un cambio en las concepciones acerca de la propiedad privada y sobre los alcances de la soberanía política, que implicaba desde ahora, entre otras cuestiones, la administración de los recursos económicos y estratégicos por parte del Estado. En este marco y en su Preámbulo, se estableció el objetivo de promover la cultura nacional y la irrevocable decisión de los argentinos de construir una nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana. La Constitución de 1949 y a diferencia de la de 1819 o la de 1826, era la institucionalización de un proceso social, político, económico y cultural previo y no su inverso y es a partir de la realidad efectiva de la norma, que no hizo falta asesinar argentinos para imponerla. Los derechos del trabajador, de la familia, de la ancianidad y de la educación y la cultura introducidos en el Capítulo III, eran una realidad papable en cientos de miles de casas, de escuelas, de hospitales, de centros deportivos o de universidades construidas en el período. La función social de la propiedad privada (artículo 38) y el mandato de que el capital debía estar al servicio de la economía (artículo 39), tenían una clara vigencia, expresable y por ejemplo, en la planificación colectiva del desarrollo nacional en los Planes Quinquenales o en la participación concreta en la riqueza por parte de la clase obrera. La mención al monopolio que debía ejercer el Estado nacional sobre el comercio exterior, sobre los servicios o los recursos naturales (artículo 40) eran el marco institucional para el funcionamiento de los ya existentes IAPI, YPF, IAME, Fabricaciones Militares o para los ferrocarriles nacionalizados. No se trató de copiar un texto de Europa para que la realidad se ajuste a él, sino que por el contrario, se buscó institucionalizar el avance de las organizaciones libres del pueblo y la nación, en la construcción de sus decisiones. La vigencia y la actualidad del texto, se hicieron sentir, por ejemplo, en la resistencia de las organizaciones libres del pueblo frente al liberalismo neocolonial inaugurado en el año 1955, que la derogó y que intentó revertir el modelo de país para regresar a la colonia pastoril. La fuerte defensa de sus derechos ejercida por los trabajadores frente a la revancha de la oligarquía, fueron una muestra cabal de la existencia y la supervivencia de muchos de los principios del texto de 1949.
Para derribar al modelo nacionalista y los principios rectores introducidos por su Constitución, el gobierno neoliberal de 1976 aplicó la violencia y el asesinato de miles de dirigentes políticos y de intelectuales. Una vez disciplinada la sociedad por la vía militar, se dio paso a la etapa política de destrucción de la Argentina con Carlos Menem y con Fernando De la Rúa. El primero, sancionó una nueva Constitución en el año 1994 y dicho pacto fundacional, recuperó el núcleo liberal fundamental de 1853. El texto y lo mismo que en el siglo XIX, buscó traducir los anhelos de la oligarquía interna y del interés trasnacional. No por casualidad, en el texto neoliberal de 1994 sólo se puede leer en el preámbulo las menciones abstractas al bienestar general o a la libertad: lejos está de buscar la independencia económica o la soberanía política del país como se estableció en el año 1949.
El poder económico en convivencia con el político, favoreció la destrucción y el debilitamiento del Estado nacional. En este cuadro, se feudalizó el país al provincializar la administración de los recursos naturales y se estableció que las riquezas son “de dominio originario de las provincias” (artículo 124). El artículo 125 facultó a las provincias para promover la importación de capitales extranjeros y favoreció en ese contexto, la venta y el descalabro del patrimonio del país que fue transferido al extranjero. El racista y neocolonial artículo 25, mantuvo el objetivo de fomentar la “inmigración europea” y no así, la latinoamericana o la tercermundista que y por ejemplo, nos apoyó en Malvinas contra las agresiones de la OTAN y las naciones “civilizadas” que mataron y torturaron soldados argentinos. Los dirigentes de las metrópolis aprobaron la posibilidad de que los Tratados con las naciones extranjeras, tengan carácter de ley suprema (artículo 31), favoreciendo el hecho de que las potencias puedan sentar al banquillo de los acusados a los gobernantes dispuestos a recuperar nuestro patrimonio. En el marco del programa neoliberal, se buscó transferir la soberanía desde la nación, hacia los tribunales y los ámbitos institucionales controlados por las potencias[3]. El país fue vendido a las naciones extranjeras y la Constitución no fue un impedimento, sino por el contrario, ofició como uno de sus instrumentos. De la misma forma que en 1853, el documento de 1994 sancionó una batería de derechos y de instrumentos liberales de nula o escasa aplicación. En la década de mayor corrupción y decadencia moral del país, la Constitución estableció entre los nuevos derechos y garantías el “grave delito doloso contra el Estado que conlleve enriquecimiento, quedando inhabilitado por el tiempo que las leyes determinen para ocupar cargos o empleos públicos” (artículo 36). La norma introdujo un concepto liberal economicista de la participación política y entre los nuevos derechos y garantías, hizo referencia a los del consumidor y el usuario (artículo 42). Entre el texto y la realidad hay un abismo, ya que estas abstractas menciones contrastaron con la concentración monopólica de la economía por parte del capital extranjero, con el aumento oneroso de las tarifas de servicios públicos, con la descapitalización de gran parte de las sociedades privatizadas, con los abusos permanente de las grandes empresas contra los usuarios, con los escándalos de corrupción o con la conformación de oligopolios contrarios al interés nacional y el posible cumplimiento real de los derechos individuales. En la etapa de vaciamiento de los partidos políticos o de escisión profunda entre las acciones del gobierno y el pueblo, se introdujeron los nunca aplicados mecanismos de democracia semidirecta como la iniciativa (artículo 39) o la consulta popular (artículo 40). Pese a los anhelos de los constituyentes liberales, el pueblo no canalizó sus demandas en ONG o en institutos de democracia semidirecta, sino que lo realizó en piquetes, asambleas, sindicatos y en partidos políticos. La Constitución y pese a que las condiciones de vida de la mayoría fueron deterioradas como nunca en la historia del país, introdujo el escasamente útil Defensor del Pueblo. Ya no era el Estado administrando la riqueza y promoviendo la justicia social o los sindicatos movilizados en las calles y las fábricas quienes garantizaban derechos, sino que desde ahora, era el mercado y los “ciudadanos” con un Defensor o con instrumento de iniciativa, los encargados de organizar el país. La norma y siguiendo la noción elitista liberal y a diferencia de la de 1949, ató el derecho a ser senador a la demostración de una renta económica (artículo 55). En la Argentina de fines del siglo XX, los únicos privilegiados ya no eran los niños, sino los extranjeros y los ricos. Para dar mayor transparencia a la justicia y a la selección vitalicia de los primeros magistrados, se creó el Consejo de la Magistratura que y tal cual demostraron la Corte menemista, la corrupción estructural y el defalco total de los poderes públicos, poco realizó para garantizar la “independencia de poderes”. El liberalismo marcó agendas y los promotores del semiparlamentarismo como solución de los males argentinos, tuvieron la sanción y creación de la figura del Jefe de Gabinete (Capítulo cuarto) que venía a completar la batería de nuevas instituciones importadas para hacer crecer la Argentina. Pese a que los nuevos instrumentos podían ser de utilidad y atendiendo los resultados del modelo que eclipsó en 2002, es innegable que la agenda de la Constituyente lejos estuvo de abordar los problemas y las soluciones fundamentales que demandaba el país.
Los dirigentes neoliberales negociaron con el poder económico la entrega del país a cambio de prebendas que le permitieron reproducirse como clase política. La UCR y entre otras cosas, pidió la autonomía de la Ciudad de Buenos Aires (artículo 129) que le dio el mando a De la Rua y le abrió el paso para su candidatura presidenciable. Carlos Menem consiguió la reelección y varios gobernadores vieron con beneplácito la posibilidad de privatizar los recursos naturales y hacer negocios con las empresas del extranjero para hacer caja. Era el precio de una clase política que a cambio de su supervivencia frente a la estampida neoliberal, entregó los intereses nacionales. Nuevamente en la mente de los intelectuales liberales, el programa de la civilización extranjera tenía que ser la solución de los males argentinos como cuando derribaron a Rosas. También como en 1852, se planteó que el drama del país debía resolverse con propuestas foráneas del estilo del Consenso de Washington o con la importación de mecanismos institucionales de Europa. Toda la mitología y la fraseología del libre mercado y las soluciones de los abogados y tecnócratas, se fueron en helicóptero con De La Rua y nos dejaron el dramático resultado de la dependencia nacional.
Pese a la derogación de la Constitución de 1949, a los bombardeos o a los asesinatos de civiles desde 1955 en adelante y más allá del deterioro de la economía o de la tragedia social de los años noventa, el nacionalismo industrialista y popular tiene profunda actualidad. La recuperación del ANSES y la entrega de 2,5 millones de nuevas jubilaciones muestran la vigencia del artículo 37, inciso III, “de la ancianidad”, de la Constitución de 1949. El subsidio universal por hijo es una muestra del vigor del artículo 37, Incisos II y IV de 1949. La recuperación de empresas estratégicas (aerolíneas, correos, agua, etc.), pese que falta mucho por hacer, se inscriben en la tradición del artículo 40 del documento del 1949. Los anhelos de independencia económica, justicia social y soberanía política sistematizados en la Constitución de 1949, tienen y seguirán teniendo vigencia en la práctica de las organizaciones libres del pueblo y en la nación en su camino a la autodeterminación. De la misma manera que en 1829, en 1916 y en 1946, las soluciones a los desafíos del país, vendrán de la acción política de las organizaciones libres del pueblo y no de los operadores del extranjero o de las leyes escritas por los intelectuales liberales.

Notas
[1] José María Rosa (1974), Historia Argentina, Oriente, Tomo 3. P 236.
[2] Norberto Galasso (2006), Dorrego y los caudillos federales, Cuadernos Para Otra Historia. P 18.
[3] Entre las facultades del Congreso están los de aprobar o desechar Tratados (artículo 75, inc. 22). En dicho inciso se ratificaron importantes Tratados como el de Derechos Humanos que está permitiendo juzgar a los responsables de la dictadura. Pese a eso, no desconocemos la finalidad de las metrópolis de utilizar los Tratados para su usufrutuo económico y político, sometiendo a la soberanía del extranjero la administración de nuestro patrimonio económico y financiero.

Solidaridad con Norberto Galasso: Universidad Nacional de Lanús

LA FUERZA ES EL DERECHO DE LAS BESTIAS





Ante la agresión sufrida por el Profesor Norberto Galasso, la Universidad Nacional de Lanús quiere manifestar su repudio a metodologías ya conocidas por el pueblo argentino y particularmente por los defensores de los intereses nacionales y populares.

Norberto Galasso es profesor de la Universidad Nacional de Lanús precisamente en el Seminario de Pensamiento Nacional al cual asisten estudiantes, docentes y no docentes de esta Casa que han manifestado su interés por la historia no contada durante muchos años. Las investigaciones del Profesor Galasso acerca de Manuel Ugarte, Jauretche, Scalabrini Ortiz, Discépolo y tantos otros pensadores nacionales siguen siendo de lectura necesaria para que nuestra juventud conozca la verdadera historia patria.

En momentos en que se está juzgando a los represores, asesinos y apropiadores que ejercieron su bestialidad al margen de cualquier legalidad institucional y democrática, reaparecen los métodos violentos en las sombras queriendo amedrentar a quienes legítimamente defienden su postura política e ideológica.

Así comenzaron las bestias cuando finalmente lograron instalar el terrorismo de estado y la sociedad política y económica con los poderes antinacionales.

Hemos vuelto a reconquistar la democracia y la justicia. El Nunca Más incluye el nunca más el silencio de la sociedad ante la violencia.

Nuestra solidaridad con el Profesor Norberto Galasso

Ana Jaramillo

Ciencias sociales y nacionalismo

Por Aritz Recalde
Abril de 2011





“Los indios no piensan porque no están preparados para ello, y los blancos españoles habían perdido el hábito de ejercitar el cerebro como órgano (…) ¿En qué se distingue la colonización española?. En que la hizo un monopolio de su propia raza, que no salía de la edad media al trasladarse a América y que absorbió en su sangre una raza prehistórica servil. ¿Qué le queda a esta América para seguir los destinos prósperos y libres de la otra? Nivelarse; y ya lo hace con las otras razas europeas, corrigiendo la sangre indígena con las ideas modernas, acabando con la edad media. Nivelarse por la nivelación del nivel intelectual y mientras tanto no admitir en el cuerpo electoral sino a los que suponen capaces de desempeñar sus funciones (…) Seamos la América, como el mar es el Océano. Seamos Estados Unidos”. Domingo Faustino Sarmiento[i]

“La conciencia nacional es la lucha del pueblo argentino por su liberación. (…) Son el interior del país y su población autóctona los factores que han preservado nuestra idiosincrasia nacional. (…) Y es la conciencia nacional de los argentinos, fruto de un acaecer histórico, doloroso pero no gratuito, la que les anuncia a las naciones opresoras de la tierra invirtiendo el temor de Darío –poeta inmortal de nuestra América- que los hispanoamericanos no hablaremos inglés”. Juan José Hernández Arregui [ii].

Una de las características típicas de las ciencias sociales y humanas del país, es su reiterada tendencia a la imitación. Ya desde las postrimerías de la independencia, muchos intelectuales y miembros de las universidades, no buscaron las soluciones a los dramas y los desafíos del continente en nuestras potencialidades y realidades históricas. Por el contrario y como demuestra el epígrafe de Sarmiento, se tomaron como parámetro las producciones culturales y políticas de los imperios como los Estados Unidos, Inglaterra o Francia. Se trató de importar Europa a América por intermedio de copiar sus leyes, repetir sus valores, imitar su ciencia, consumir sus manufacturas y poblar nuestro suelo con la denominada raza blanca civilizada.
En general, las diversas imitaciones y copias no alcanzaron los objetivos formales que se plantearon. La reproducción de las leyes culminó en fracasos reiterados como fueron los casos de las infructíferas Constituciones de 1819 o de 1826. La negación de los patrones de conducta americanos y la promoción de los extranjeros, incitaron a nuestras clases dirigentes a organizar Estados subdesarrollados en lo económico y de profundo contenido racista en el plano político o cultural. Entre los promotores de la impostación de Europa en América, encontramos a Alberdi que sostuvo que “En América todo lo que no es europeo es bárbaro: no hay más división que ésta: 1°, el indígena, es decir, el salvaje; 2°, el europeo es decir, nosotros los que hemos nacido en América y hablamos español.” ([iii])
La definición europeísta de los intelectuales, lejos de ser un mero debate cultural, implicó la promoción de un orden político regional neocolonial y con su práctica dieron justificación a las acciones de hostigamiento a los modelos nacionalistas de desarrollo. En esta línea, Alberdi cuestionó duramente el modelo proteccionista del Paraguay y la argumentación fue claramente racista al afirmar que “Ese sistema garantiza al Paraguay la conservación de una población exclusivamente paraguaya, es decir, inepta para la industria y para la libertad. (…) Ese régimen es egoísta, escandaloso y bárbaro, de funesto ejemplo y de ningún provecho a la causa del progreso y cultura de esta parte de la América del Sud. Lejos de imitación, merece la hostilidad de todos los gobiernos patriotas de Sud América.” ([iv]). Estas ideas y los intereses políticos y económicos que se escondían detrás, culminaron en la guerra del Paraguay y en el asesinato de prácticamente la totalidad de la población masculina de ese país. Destruido Paraguay, se podría importar la raza blanca, que y supuestamente, sería apta para el comercio británico y la libertad ([v]).
Los ingleses exportaron la teoría del liberalismo económico y los franceses un modelo de filosofía jurídica política y ambos esquemas fueron utilizados como una justificación de su acción imperialista en el continente. La asimilación acrítica de dichas producciones por parte de los intelectuales del tercer mundo, los llevó a justificar la guerra y las agresiones económicas y políticas permanentes contra nuestras comunidades. Así fue como Esteban Echeverría y otros intelectuales desde Montevideo, apoyaron a Europa en la guerra contra el país, ya que en su opinión “Los jóvenes redactores del Nacional (…) creían que el género humano es una sola familia (…) por parte de la Francia estaba el derecho y la justicia; tuvieron el coraje de alzar solos la voz para abogar por la Francia y contra Rosas (…) a poco tiempo todos los emigrados argentinos adhirieron a ellas, y que el general Lavalle se embarcó el 3 de Julio de 1839 para Martín García en buques franceses.”([vi])
Luego del año 1852 y pese a la heroica resistencia popular al imperialismo en 1808, 1837, 1845 o la humillante ocupación de Malvinas en 1833, los intelectuales dependientes apoyaron la decisión de los gobiernos de que la Argentina ingrese directamente en la órbita del imperio británico. Nuestro enemigo histórico y con la aprobación de los intelectuales, organizó y manejó de manera onerosa para el interés nacional, el transporte, el comercio, la cultura, el perfil productivo, la relaciones exteriores o la política interna. Fueron los programas de gobierno de Hipólito Yrigoyen y en especial, el modelo de desarrollo industrialista iniciado en 1943, los impulsores de una profunda transformación cultural e intelectual de carácter nacionalista. El primero, lo realizó apoyando y entre otras cuestiones, la reforma universitaria de 1918 y el segundo, promoviendo la independencia y soberanía científicas y la masividad e igualdad para el acceso a la cultura. Dicho avance en la conciencia nacional de las organizaciones libres del pueblo, se demostró más avanzado que muchas concepciones dependientes y antidemocráticas encarnadas por diversos núcleos intelectuales. Un caso emblemático es el de Gino Germani y un grupo de intelectuales de la sociología argentina, que fueron promotores del golpe militar del año 1955 y de la extranjerización del país que promovió la asonada castrense. En nombre de la modernización, como en su momento se citó la palabra mágica de la civilización, se escribió una justificación “científica” para el programa represivo. En plena dictadura militar de 1956 y haciendo apología del golpe, Germani estableció que “La originalidad del peronismo consiste, por tanto, en ser un fascismo basado en el proletariado y con una oposición democrática representada por las clases medias (…) Al lema fascista de “Orden, Disciplina, Jerarquía”, sustituye el de “justicia Social” y “Derechos de los Trabajadores””([vii]). En términos objetivos e históricos, la oposición llamada “democrática de clase media” y sus aliados militares, bombardearon Buenos Aires, derogaron la Constitución Nacional, dieron por tierra con los derechos de los trabajadores, fusilaron civiles e impulsaron su modelo de sociedad con torturas y comandos civiles. El “fascismo de los trabajadores” y por el contrario, se presentó a elecciones libres y limpias y por la vía democrática tras una década de fraude electoral e impulsó un proyecto de país inclusivo y de avanzada en términos económicos, científicos o sociales. En su opinión, a partir del año 1955 se abría el desafío de la “desperonización” que tenía que incluir la organización de una nueva democracia, capaz de distanciarse de la anterior, ya que “La tragedia política argentina residió en el hecho de que la integración política de las masas populares se inició bajo el signo del totalitarismo (…) La inmensa tarea a realizar consiste en lograr esa misma experiencia, pero vinculándola de manera indisoluble a la teoría y a la práctica de la democracia y la libertad”([viii]). A partir de 1955 y bajo justificaciones emparentadas, se inició un proceso de dictaduras militares, de persecuciones y de proscripciones, que culminaron en la aplicación del golpe de 1976. Ésta última dictadura, también y comó estableció proféticamente Germani, buscó la verdadera libertad y democracia por fuera del sistema electoral y constitucional. En ambos casos, los intelectuales buscaron interpretar las prácticas políticas del pueblo con categorías extranjeras. A mediados del siglo XX, no se llamó a las organizaciones libres del pueblo la barbarie, sino que el rótulo fue el fascismo, el nazismo o la subversión. En 1955 no fueron los ingleses, como en el siglo XIX, los únicos beneficiarios directos de la violencia, sino que desde ahora eran también los norteamericanos. Más allá de la marcada tendencia al europeísmo de muchos intelectuales, el siglo XXI se caracteriza por la recuperación de nuestra conciencia histórica y por el renacer de un incipiente nacionalismo popular. La vigencia del nacionalismo se expresa en los diversos programas políticos, culturales y sociales que en Argentina, Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Brasil o Ecuador, están planificando y aplicando modelos de desarrollo endógenos, con una importante participación de las organizaciones libres del pueblo. Una de las manifestaciones del renacer nacionalista, se refleja en la promoción y en la organización de la política exterior continental. El profundo sentido americanista de las relaciones exteriores, es una de las manifestaciones de la recuperación de la conciencia histórica iberoamericana. Iberoamérica es una realidad cultural, histórica y además y cuestión trascendental, la necesidad de unidad del sur del continente es el resultante del mismo enemigo geopolítico que tenemos en común. Las clases dirigentes latinoamericanas están rompiendo el lazo dependiente en el plano cultural y político con las metrópolis y ello les permite a los pueblos iniciar procesos de desarrollo nacional aplicando sendas políticas emancipadoras. Las transformaciones políticas, sociales y culturales del continente y en muchos casos, contrastan con el marcado europeísmo de los programas de estudio y de las carreras en ciencias sociales y humanas de las universidades. Diversos intelectuales siguen atados al esquema de la generación del 37 que se expresa y por ejemplo, en el artículo 25 de la Constitución Argentina de 1994, que en pleno siglo XXI, se propone fomentar solamente la inmigración europea. En este cuadro, la tarea de la hora para los intelectuales y universitarios, es la de regresar al nacionalismo popular, desprendiéndose de los prejuicios europeístas y norteamericanos frutos del neocolonialismo que remachó en las conciencias el síndrome de inferioridad local frente a lo extranjero. Allí, nuestros intelectuales y jóvenes, van a encontrar muchas de las preguntas y las respuestas para acompañar la emancipación de las organizaciones libres del pueblo y sus naciones. La soberanía cultural del país y el continente, es y seguirá siendo una tarea original o no será nada. Se trata de teorizar los problemas y no simplemente los textos como sostiene la socióloga Ana Jaramillo y este desafío no es una mera tarea de importación y de repetición de disciplinas extranjeras. No hay que copiar la civilización europea y tampoco volver al nuevo o al viejo Marx, como repiten cátedras, periódicos e intelectuales que se sienten renovadores con ello. La tarea estratégica actual de las ciencias sociales, es la de estudiar a los grandes maestros del nacionalismo popular, entre los cuales no podemos dejar de mencionar en las figuras de José María Rosa, de Arturo Jauretche, de Norberto Galasso, de Juan José Hernández Arregui, de Fermín Chávez o de Oscar Varsavsky.

Notas

[i] Domingo Faustino Sarmiento (1915), Conflictos y Armonías de razas en América, La Cultura Argentina, Buenos Aires. Pp. 172, 449 y 456.
[ii] Juan José Hernández Arregui (2003), La formación de la conciencia nacional, Corregidor, Buenos Aires. Pp. 42, 44 y 381.
[iii] Juan Bautista Alberdi (1928), Las Bases, La Cultura Argentina, Buenos Aires. P. 83
[iv] Op.Cit. p 65.
[v] Hacia el final de sus días y al observar los resultados fatídicos de la Guerra de la Triple Alianza, Alberdi modificó su opinión sobre el Paraguay. Pese a esta posición que se puede leer en su correspondencia con el encargado de la legación paraguaya en Europa, Gregorio Benítez, ya era demasiado tarde. Se puede leer la correspondencia mencionada en David Peña (1965), Alberdi, los mitristas y la guerra de la triple alianza, Peña Lillo, Buenos Aires.
[vi] Esteban Echeverría (1953). Dogma Socialista, Editorial Jacson, Buenos Aires. Pp. 56 - 58.
[vii] Gino Germani (2006), “La integración de las masas a la vida política y el totalitarismo”, en Gino Germani: La renovación intelectual de la sociología, UNQUI, Quilmes. Pp. 208 y 211.
[viii] Op. Cit. PP 220-221.

¿Quién dirigía la Triple A?

Por Juan Gabriel Labaké





Historias de los años de plomo – I

Con el ánimo de aportar algo de luz sobre la verdadera historia de la Triple A, sus reales conductores, su íntima relación con la desestabilización del gobierno de Isabel Perón, y sus pretendidos vínculos con la ex presidente, El Espejo de la Argentina inicia hoy la publicación de una serie de notas, que corresponden a distintos fragmentos del libro en preparación Historias de los años de plomo, cuyo autoría pertenece a quien esto escribe.




Isabel y el testimonio del Cnel. Sosa Molina
Para aclarar la relación que pudo o no haber entre la ex presidente Isabel Perón y la Triple A, transcribo algunos párrafos de un reportaje que el periodista José Blas Made le hizo en 1990 (diario HOY de Mendoza) a quien fuera el jefe de Granaderos a Caballo en 1974/1975, el probo coronel Jorge Sosa Molina, testigo clave de un hecho definitorio. Dice el citado coronel en ese reportaje:
En realidad Isabel era muy influenciable, ciclotímica y depresiva. No estaba al tanto de los problemas del gobierno, ni leía los diarios, y evidentemente López Rega ejercía sobre ella un gran poder… Pero aclaro que jamás la conducta personal de Isabel mereció la menor objeción. Jamás. Su comportamiento fue siempre intachable, nunca hubo el menor comentario sobre algún desliz por parte de quienes estábamos allí. Pasaba a veces cuatro o cinco días sin salir de la cama por sus estados depresivos. (López Rega) Era medio afeminado, nunca se lo vio con una mujer. Tenía cara de lobo, con los dientes medio salidos. Andaba siempre rodeado por una banda de atorrantes y delincuentes, que en general eran exonerados de la policía. Ellos lo llamaban Daniel. Era un hombre primario. Un agente de policía. Hay que reconocer que era muy vivo, supo ir ganándose la confianza de Perón hasta ejercer sobre él una influencia muy nociva.
El coronel Sosa Molina, que con tanta crudeza define la personalidad y el estado anímico de Isabel, reconoce gallardamente que su conducta fue siempre intachable. Y el mismo militar, luego de calificar duramente a López Rega, afirma, sin embargo, que éste en la práctica fue sólo un títere de los militares en el accionar de la Triple A. He aquí sus propias palabras:
Fue lo más negativo del último gobierno peronista. Creo que también fue utilizado por los sectores más reaccionarios, porque no tenía la capacidad ni la inteligencia para hacer todo lo que hizo. Y así fue usado por aquellos poderes que yo llamo `fácticos’, que estaban muy preocupados por el avance de la izquierda radicalizada, de la guerrilla marxista o neoperonista, y que no vieron mejor solución que oponerle a esa radicalización el extremismo de derecha. (…) Un día, de vuelta de un acto oficial en Casa de Gobierno, un vehículo del regimiento tiene un desperfecto mecánico en la Av. Figueroa Alcorta. El oficial a cargo, un teniente de apellido Segura, que iba de uniforme, es auxiliado por un policía que lo invita a pasar a una casa, diciéndole que está entre amigos, compañeros de la misma causa. Cuando Segura entra a la vivienda se da cuenta de que está en un centro operativo muy importante de la Triple A. Le presentan a una secretaria del jefe, que era López Rega, y le comentan que allí trabaja personal de las fuerzas armadas y de la Policía Federal. El teniente llegó al regimiento espantado, y me comentó lo que había visto. Le pedí entonces que redactara por escrito lo que me contaba, para denunciarlo oficialmente al Comando en Jefe del Ejército. Por razones de seguridad le dije que no se identificara, que yo me hacía cargo de la denuncia. Entonces elevé, ese mismo día, el expediente a los efectos de que se investigara la posible participación de oficiales de las fuerzas armadas en la banda terrorista. Me recibió el general Rosas, jefe de Operaciones del Estado Mayor del Ejército. Cuando lo leyó me expresó que era una cosa gravísima, que seguramente iba a tener una trascendencia enorme. A los dos o tres días me llama el general [Jorge Rafael] Videla, jefe de Estado Mayor, acompañado por dos o tres generales más del organismo, entre los que estaban Suárez Mason, Menéndez y el mismo Rosas. Me dice entonces que tiene que elevar la denuncia al ministro de Defensa [Adolfo] Savino, que era hombre de López Rega, advirtiéndome que podía pasar cualquier cosa. Por supuesto, que decidí seguir adelante con la denuncia. El Comandante General, que era el general Anaya, estaba en ese momento en el extranjero. A su vuelta es citado con urgencia por el ministro, quien le reprocha duramente el tenor de mi denuncia. A los dos o tres días el general Anaya fue relevado del cargo. (…). (Al día siguiente) Me llamó López Rega a su despacho en Bienestar Social y me preguntó, poniendo detrás de mí a gente armada, por qué lo había denunciado. Casi llorando, juró ser inocente de todo, que lo único que quería era la grandeza de la patria, y que todo lo hacía con ese ideal. No pasó a mayores, pero yo había tomado mis previsiones poniendo a granaderos armados en la puerta del despacho, por lo que pudiera ocurrir. Hasta Massera me felicitó por la denuncia, porque aunque había sido anteriormente aliado con el ministro, se habían peleado. Me convertí entonces en una referencia entre los que habían sido atemorizados por la Triple A, y vinieron a verme varios periodistas y políticos con mucho miedo, y hasta el ministro [Antonio] Benítez, algo inaudito, me contó llorando que lo habían amenazado.
Recordemos que el coronel Sosa Molina fue quien, tres meses después, detuvo y entregó a los ex custodios de López Rega a la policía, permitiendo, así, que éste fuera relevado de su cargo de ministro. El hijo del coronel, que lleva su mismo nombre y es también coronel de caballería (en 2007), me ha completado el relato de su padre. Sosa Molina (h) no sabe quién hizo la denuncia judicial del “arsenal” descubierto por el teniente Segura en la avenida Figueroa Alcorta. Lo cierto es que alguien denunció el hecho y la causa quedó radicada en el Juzgado Federal Penal del doctor Teófilo Lafuente. Dicho juez requirió por oficio al Ejército que entregara todos los antecedentes del caso. El general Videla, que ya era el comandante en jefe de esa Fuerza, guardó silencio sobre el requerimiento judicial. El Dr. Lafuente se vio obligado a enviar un segundo oficio reiterando su pedido, el cual también obtuvo como respuesta la tozuda negativa de Videla a revelar la verdad. El juez cumplió su deber: envió un tercer oficio al futuro golpista conminándolo a responder bajo apercibimiento de hacerle juicio por desobediencia. Recién ahí el general Videla respondió que no daría los datos requeridos porque, se trata de una operación secreta sobre la cual debe guardarse total confidencialidad. Los comentarios huelgan. El ex jefe de Granaderos relata luego el triste epílogo de esos episodios: El 28 de agosto de 1975, la presidenta María Estela Martínez de Perón, después de una grave insubordinación de los altos mandos desconociendo al comandante general, Alberto Numa Laplane, y en consecuencia a la propia autoridad presidencial, designó al frente del Ejército al general Jorge Rafael Videla, y como jefe de Estado Mayor al general Roberto Eduardo Viola.
Inmediatamente después, el coronel Sosa Molina pidió su retiro. No quería ser cómplice de lo que él sabía que se avecinaba. Conviene remarcar que el coronel Sosa Molina no sentía simpatía por el peronismo. Su opinión sobre los golpes militares del siglo XX es definitoria y nada amable hacia ese partido. En el reportaje citado, afirma: El único pronunciamiento castrense del siglo ‘con alguna legitimidad’, fue la Revolución Libertadora, porque ‘en 1955 el gobierno era ejercido mediante prácticas autoritarias inaceptables, que impedían cualquier posibilidad de expresarse a la oposición’. Del resto de los golpes (1930, 1943, 1966, 1976) dice ‘que no son para poner orgullos a ningún militar, por fanático que sea’. Ello le da más credibilidad y valor aún a sus palabras transcriptas antes. El relato de Sosa Molina aporta algunos datos que son la clave para entender el drama que se vivió entonces:
1.- La Triple A, sin ningún lugar a dudas, fue un operativo militar, pensado y ejecutado por la cúpula del Ejército.
2.- López Rega, sin que ello disminuya su gravísima responsabilidad en esos delitos, era solo un “perejil” que les prestaba a los militares la cobertura política necesaria.
3.- El “arsenal” de la Triple A es descubierto por el teniente Segura en abril de 1975, y lo actuado por Sosa Molina abarca desde ese mes hasta junio del mismo año. López Rega es eliminado del gobierno en julio de 1975, pero con posterioridad continúan las atrocidades de la Triple A con más virulencia y frecuencia que antes, ya sin López Rega en el gobierno, lo cual prueba que esa organización macabra no era “de” López Rega, sino de otros…

Al respecto, interesa sobremanera la afirmación que hace el ex dirigente montonero y duro opositor (incluso, calumniador) de Perón, Miguel Bonasso, sobre este tema en su libro El presidente que no fue (Ed. Planeta, Buenos Aires 1997, pág.614): Tras la huida de López Rega y sus policías, la Triple A dejó de operar, pero siguieron apareciendo cadáveres ametrallados y dinamitados. Sin firma. O con el nuevo sello ‘Comando Libertadores de América’.
Está claro: mientras los cubrió López Rega, los militares golpistas actuaron como Triple A. Luego lo hicieron como Comando Libertadores de América. Ya no necesitaban el paraguas político del “brujo”, porque el poder real había pasado a sus manos desde que Videla asumió la Comandancia General del Ejército en agosto de 1975.
4.- Isabel era ajena a esos crímenes infernales porque, según afirma el coronel Sosa Molina: …jamás la conducta personal de Isabel mereció la menor objeción. Jamás. Su comportamiento fue siempre intachable…

miércoles, 13 de abril de 2011

Debates del presente para construir un mejor futuro

  POR ALDO DUZDEVICH, para Agencia Paco Urondo  15 Marzo 2024   Hace varios meses deje de escribir. Porque en este tiempo, la cuasi-ob...