El reposicionamento reciente
de Brasil y la integración regional
Marcio Pochmann
(Recorte. Nota completa enREBELION.ORG)
La asunción del gobierno de
Michel Temer ha significado el abandono desde el año 2016 de una amplia
coalición de clases sociales, a favor de la opción clasista de los adinerados y
la puesta en marcha de reformas institucionales que desarman el patrón de políticas
públicas que confomaron la transición desde la dictadura militar. El ataque a
la Constitución Federal de 1988 reposiciona a Brasil interna y externamente en
relación a tres aspectos principales:
Por un lado, la realineación
con el viejo centro de la dinámica global es la que ha conducido a la pérdida
de soberanía nacional. Desde la puesta en marcha del Mercosur, sin embargo, ya
desde la segunda mitad de la década de 1980, cuando Brasil y Argentina pusieron
fin a la polarización presente entre ambos países durante mucho tiempo, la
relación entre Brasil y los Estados Unidos comenzó a verificar cambios
significativos. Aunque estos no se produjeron en forma permanente, incluyendo
retrocesos en los gobiernos neoliberales de Collor de Mello y Fernando Henrique
Cardoso, los cambios más sustanciales se llevaron a cabo en los años 2000, con
reafirmación de la soberanía nacional.
La política exterior llevada adelante por los gobiernos liderados por
el Partido de los Trabajadores volvió a colocar a Brasil en una base menos
pasiva y subordinada al viejo centro dinámico del capitalismo global. De
allí, la centralidad de las relaciones Sur-Sur, la promoción de Unasur, las
articulaciones de los BRICS con otros países de América del Sur, la política de
contenido nacional y de apoyo a la internacionalización de las grandes empresas
brasileñas, el nuevo sistema de defensa fuera de la esfera de Estados Unidos
fueros decisivos, entre otros, para enfrentar la segunda ola de la
globalización capitalista.
Este redireccionamiento no
contó -como era de esperar- con el apoyo de Estados Unidos. En cierta forma, y
debiendo ello considerarse con las necesarias diferencias, Brasil volvió a
conectarse con las experiencias de crisis en el centro de la dinámica del
capitalismo mundial, tales como las que se produjeron en los años 1880
(Inglaterra) y 1930 (Estados Unidos), para andar su propio camino.
Las fuerzas internas del
golpismo de Estado desde 2016 no parecen encontrarse solas. Por el contrario, y
sin oposición de Estados Unidos, las
reformas del gobierno Temer se alinean en forma pasiva y subordinada a las
fuerzas externas presentes en la actual ola de globalización capitalista.
De allí, la rápida
desarticulación de la orgullosa y activa política exterior anterior. El
reacercamiento a los Estados Unidos conduce al abandono del Mercosur y las
articulaciones sudamericanas con los BRICS, así como a la defensa mercantilista
de los acuerdos de libre comercio promoviendo una pauta reprimarizadora de las
exportaciones y de pérdida de relevancia o secundarización de las manufacturas.
Con la misma tónica, fueron abandonadas las políticas tanto de defensa
nacional como la de promoción de la internacionalización de las grandes
empresas brasileñas con el apoyo de BNDES (Banco Nacional de Desarrollo).
Acompaña en cierto sentido, el movimiento impulsado por la “Operación Lava a
Jato” que ha llevado a la destrucción de empresas brasileñas
internacionalizadas, entre otros sectores, en la construcción, el petróleo y el
gas, la construcción naval.
Además de la privatización impulsada de lo que queda
del parque industrial nacional, se ha incorporado también la liberalización de
la venta de las tierras a
extranjeros. De tal forma, también actividades económicas exitosas como las de
los agronegocios en tierras tropicales han pasado a ser expuestas al capital
monopolista de grandes corporaciones transnacionales.
En el camino de las cadenas de
valor globales, el gobierno Temer derrocha toda posibilidad de defensa de los
intereses y de la soberanía nacional, a excepción de aquellos pasibles de
incorporarse a la segunda ola de la globalización capitalista. En este sentido,
la entrega que está en curso de los
recursos naturales y la promoción de la exportación de productos primarios
parece un retorno a la época colonial, impulsando a convertir los activos
públicos en sustento de un largo ciclo de las ganancias de la financiarización
de la riqueza.
Por otro lado, la estructuración de una nueva hegemonía
política interna permitió el retorno a las reformas neoliberales y el
aplastamiento de la nación federal. (….) Al contrario de lo sucedido en
Brasil aceptando pasivamente el programa liberal en la década de 1990, otras
naciones han utilizado hasta la ola de globalización –que no significó la
uniformización del mundo -para hacer valer soberanamente todos sus intereses
nacionales. Un ejemplo de esto ocurrió en Asia, especialmente en China, cuya defensa de la política nacional
le permitió llevar adelante reformas liberalizadoras que le hicieron posible
avanzar en la industrialización y modernización de su economía y la sociedad.
En cierto modo, la experiencia
de los gobiernos dirigidos por el Partido de los Trabajadores en la década de
2000 buscaron, aun sin negar la existencia de la segunda ola de la
globalización capitalista, una conducción propia de las políticas económicas y
sociales nacionales. La unión de una base social heterogénea formada
principalmente por los estratos de la sociedad perdedores del neoliberalismo
fue suficiente para establecer políticas sociales inclusivas y económicas de
crecimiento.
Mientras el país pudo sacar
provecho de los vientos favorables de la
globalización, la mayoría política se negó al regreso del programa
neoliberal. De tal forma, los gobiernos encabezados por el PT pudieron lograr
cuatro victorias electorales sucesivas, a pesar de una oposición neoliberal
minoritaria y fragmentariamente articulada en torno a alianzas políticas
internas y externas.
Desde la gran crisis que se inició en 2008, la
globalización capitalista ha mostrado cambios significativos en relación al
comportamiento que se había observado desde la década de 1980. Por una parte, a
pesar del bajo dinamismo económico de todos los países, el comercio exterior
pasó a expandirse a una tasa menor que el PBI mundial (estimándose para 2016 un
crecimiento del 1,7% del comercio mundial en comparación con un 3,1% de
crecimiento del PBI) y una disminución de la significación de la
internacionalización de las finanzas (cayó del 20,6% del PIB mundial en 2007 a
2,6% en 2015), mientras que la presencia de importados en la producción
importada de diversos países se redujo (del 71% al 65% en China y del 44% a 38%
en Estados Unidos entre 2007 y 2015).
Por otro lado, se ha
verificado el apoyo creciente en muchos países, especialmente los del centro
dinámico global, para el regreso de las políticas proteccionistas y la
expansión de los gastos militares. La desarticulación de la Unión Europea, tal como lo demuestra tanto
la victoria del Brexit inglés como el ascenso de las fuerzas nacionalistas,
se ha sumado el triunfo electoral de Trump en los Estados Unidos con un
programa económico y militar distinto al llevado adelante hasta entonces por
republicanos (Reagan, Bush padre e hijo) y demócratas (Clinton y Obama).
(…) Resulta claro que del dinamismo económico
que se observó durante el ciclo político de la denominada Nueva República
estuvo basado en el proceso de industrialización nacional. Por ejemplo, en el
período 1985-2015, la economía nacional creció sólo un 2,9% en promedio anual,
mientras que en el período de la industrialización que se produjo entre los
años 1930 y 1970, el producto interno bruto registró un crecimiento promedio
anual de 6,5%. En tanto, la
participación de Brasil en el producto mundial que alcanzó el 4% en 1985,
disminuyó al 2,9% en 2015. Incluso con un menor dinamismo económico, la carga
tributaria bruta del Estado brasileño aumentó en el mismo período del 24,1% al
32,7%, lo que representa un incremento acumulado del 35,7% o del 1% como
promedio anual.
La carga tributaria tuvo un
mayor crecimiento para los segmentos de la población de ingreso intermedio,
tales como la clase media asalariada y los trabajadores organizados. (…)
Además de la mayor presión
fiscal para sectores sociales bajos y medios de la población, la distribución
de los fondos recaudados por el Estado durante el ciclo político de la Nueva
República fueron dirigidos principalmente hacia dos sectores. Por un lado, el
más alto de la pirámide distributiva que se benefició por las ganancias en el
mercado financiero por el aumento de los gastos de la deuda pública, pasando de
un equivalente al 1,8% del PBI por año al final de la dictadura militar a un 8%
del PBI anual entre los años 1990 y 2000.
Por otra parte, la base de la pirámide social fue
beneficiada por las políticas universales de acceso a la educación básica, la
salud pública y otros programas de transferencia de ingresos. Entre 1985 y
2014, por ejemplo, el gasto social en el país aumentó del 13,5% al 22,5% del
PIB, como resultado del proceso de inclusión social, siendo en particular de
mayor significación para los sectores más vulnerables de la población en los
años 2000.
(…) Ante la creciente
dificultad para elevar la presión fiscal en un marco de bajo dinamismo
económico, sobre todo a partir de la recesión que comenzó en 2015, la presión
sobre el gasto público aumentó considerablemente, con excepción de los sectores
más ricos. En función de ello, la opción
clasista de Temer fue la de reducir el gasto público destinado a la base de
la pirámide social, lo que le permitió tener a disposición una proporción
asegurada de recursos públicos para atender los gastos financieros.
Las reformas neoliberales
impulsadas actualmente tratan de proporcionar las condiciones de una dinámica
para la acumulación de capital para los próximos 20 años, sostenida en gran
medida, por transferencias del Estado brasileño hacia gastos financieros. Esto
ha sido posible incluso en un marco de bajo dinamismo económico a través del
recorte del gasto público no financiero, especialmente los costos de personal y
los sociales, y también la inversión pública, y la expansión de los ingresos
procedentes de la privatizaciones y concesiones del Estado.