lunes, 30 de agosto de 2010

La Piedra de Sísifo: Milcíades Peña y el drama histórico del trotskismo sin nación por Maximiliano Molocznik


La Piedra de Sísifo: Milcíades Peña y el drama histórico del trotskismo sin nación

Por: Maximiliano Molocznik

¿Por qué hoy, a pesar de que la explotación del capital es más salvaje que nunca, la izquierda no representa una opción de poder en la Argentina? ¿Es la izquierda hoy, en nuestro país, sólo un fenómeno cultural sin incidencia en el campo político? ¿Qué razones han llevado al desencuentro histórico, a partir de 1945, entre la izquierda y las luchas concretas de los trabajadores argentinos?
No creemos en las explicaciones genéricas, no en todos los casos la izquierda se ha mostrado dogmática e incapaz de comprender la cuestión nacional en un país semicolonial. Pero, a fuerza de ser sinceros, creemos que en el caso del trotskismo -objeto de análisis de este artículo- ha primado casi siempre una posición claramente antinacional. Analizaremos, entonces, para fundamentar esta afirmación, el periplo intelectual del que ha sido, tal vez, el exponente más brillante de esa corriente de pensamiento: Milcíades Peña.
Peña fue historiador y periodista. Su obra, aunque trunca por su extraño suicidio a los 32 años, nos deja una enorme riqueza para establecer las bases de una teoría marxista de la historia argentina. Comenzó su militancia en 1947 en el GOM (Grupo Obrero Marxista) junto a Nahuel Moreno y, aunque se desvinculó orgánicamente del grupo en 1957, se mantuvo políticamente solidario con esa corriente.
Siendo un adolescente de apenas 15 años se transformó, en 1948 -al producirse la mutación del GOM en POR (Partido Obrero Revolucionario)- en miembro del Comité Central.
Colaboró también, en 1954, con el periódico La Verdad cuando el morenismo aún formaba parte del PSRN (Partido Socialista de la Revolución Nacional). Moreno, con su habitual grandilocuencia vacua, lo definía, al parecer, como “el primer filósofo marxista de Ibero América”. Peña sólo criticaría públicamente al morenismo en un artículo póstumo, publicado cuando ya se había suicidado. Poco se sabe sobre el suicidio de Milcíades: algunos testimonios indican su desilusión política, otros insinúan un chantaje psíquico de su maestro. J.E. Spilimbergo llega a citar “el ala protectora -pero letal- de su increíble maestro”.
Su vigor y vitalidad le permitió ganar un espacio propio, contraponiéndose con su vivaz estilo a la aridez de la historiografía stalinista. A pesar de estos aspectos encomiables, no podemos dejar de destacar que toda su producción teórica estuvo signada por la idea de mostrar una continuidad permanente entre los gobiernos oligárquicos y los movimientos nacionales que los enfrentaron a lo largo de la Historia Argentina.
Al igual que otros trotskistas no pudo comprender que los movimientos populares argentinos (radicalismo y peronismo), a pesar de no ser completamente antiimperialistas o habiendo terminado postrados ante la oligarquía, expresaron en algún momento la movilización de las clases explotadas.
Estas debilidades en sus análisis lo llevaron a no poder articular teóricamente la lucha de clases y las convulsiones políticas. De tal modo tanto Urquiza, Mitre, Castillo como Yrigoyen y Perón fueron para él “agentes del imperialismo inglés”. Esperando la aparición de una clase obrera “químicamente pura” terminó menospreciando sus luchas concretas.
Vale rescatar, sin embargo, la importancia de la polémica teórica que mantuvo en 1964 con Jorge Abelardo Ramos en torno a la importancia de la burguesía industrial argentina. Peña explica que a pesar de su carácter parasitario, la burguesía argentina -impotente políticamente para emancipar a la nación- se acerca a las masas sólo por una necesidad de coyuntura. En la Revista Estrategia, que sale a la luz entre 1957 y 1958, publicó por primera vez su trabajo Rasgos biográficos de la famosa burguesía industrial argentina.
Polemizando con los autores marxistas que militaban en el ancho campo del nacionalismo revolucionario (Ramos-Puiggrós-Astesano), Peña va mucho más allá. A través de una documentada investigación, demuestra que:
A. Hay una profunda integración económica y social entre la oligarquía terrateniente y la burguesía industrial, y entre éstas y el capital imperialista.
B. Es mezquino el carácter de los reclamos de la burguesía argentina al imperialismo dado su carácter de aliada de la penetración del capital extranjero.
Su conclusión es entonces la siguiente: desde el punto de vista de la misión histórica de la nación (expulsar al imperialismo y conquistar la independencia nacional, expropiar a la oligarquía, hacer la reforma agraria, etc.) la burguesía nacional es una clase contrarrevolucionaria y antinacional. Lo cual “no significa que no tenga roces ni encontronazos con el imperialismo, llegando incluso a buscar el apoyo de las masas trabajadoras. Pero en estos casos la burguesía no se propone liquidar el imperialismo, sino llegar a un acuerdo más provechoso con él”. Peña, sin embargo, no se explaya sobre qué significan esos “choques” en que se movilizan las masas trabajadoras bajo direcciones burguesas. Tampoco explica qué significan para el conjunto de las clases sociales, o sea, no comprende la naturaleza política de los movimientos de liberación nacional.
Vale aclarar que Ramos, pese a ser invitado a polemizar en la revista Fichas de Investigación Económica y Social, que sale entre 1964 y 1966, nunca aceptó el convite. Nuestro autor fue lapidario: “con el estilo superficial y fraseador que le es característico, se erigió en defensor de la burguesía argentina en una crítica a Fichas”.El resultado de la no-polémica fue la demolición definitiva de Ramos como “teórico marxista”, a través de una serie de artículos de Peña (Una crítica a Fichas y una respuesta con fines educativos) que marcaron el punto más alto de Fichas y de Milcíades como teórico revolucionario. Sobre el “teórico del disparate” (Ramos) Peña dio una definición contundente: “el singular talento de este escritor consiste en escribir con especial desembarazo sobre cosas de las que no sabe nada…es un impostor político, que obviamente no cree ni una palabra de lo que escribe”.
Más allá de la polémica con Ramos -cultor de un nacionalismo burgués que predicaba para el socialismo una actitud de seguidismo de la burguesía industrial- debemos preguntarnos: ¿Cómo interpreta, entonces, el fenómeno peronista?
Peña parte de un esquema teórico muy sencillo: la oposición entre “industrialización” y “seudo industrialización”.
La primera significa “desarrollo de la composición técnica del capital, incremento y preponderancia de la producción de medios de producción, pero implica y supone mucho más: implica modificaciones de la estructura de la sociedad, ante todo modificaciones en las relaciones de propiedad, vale decir, expropiación de las viejas clases propietarias y ascenso de las nuevas clases al poder”.
La segunda , en cambio, “parodia o caricatura de industrialización, es aquel proceso por el cual existe crecimiento industrial, pero no modifica las relaciones de clase y propiedad, con características distintas a las del proceso de industrialización y efectos que en nada se parecen a los efectos progresivos de aquella: no aumenta la composición técnica del capital social, no se desarrollan plenamente las industrias básicas, la productividad del trabajo no aumenta mayormente, los costos son elevados , baja la eficiencia y la agricultura permanece estancada y no se tecnifica”.
Por supuesto, el peronismo practicó, según este esquema, una seudo industrialización. ¡Brillante análisis teórico!. Ahora bien ¿en qué deriva este análisis llevado al plano político? En el más cerrado antiperonismo pues este movimiento no cumple los “requisitos teóricos” de una verdadera industrialización y, por ende, de una “verdadera revolución”. Si a este planteo le sumamos su visión del papel de la burguesía industrial, tenemos un cuadro completo de los motivos de su antiperonismo.
Allí donde él ve sólo “claudicación” y “entrega”, nosotros vemos el único intento -fallido sí, pero intento real- de consolidar una economía nacional con apoyo concreto de la clase obrera. Peña no puede comprender la importancia de la realización de tareas de Liberación Nacional -en los marcos burgueses, obviamente- en un país semicolonial como etapa previa a la revolución socialista. Esta posición, lejos de homologarse con el evolucionismo etapista y pro burgués del Partido Comunista y otros sectores de la izquierda tradicional, está fundamentada en la teoría de la revolución permanente de Trotsky. Esta teoría postula que el dinamismo de una revolución que comienza por las tareas de Liberación Nacional, se transforma en su propio devenir en socialista. El trotskismo argentino sin nación, nunca pudo comprender las lecciones de su maestro.
También ha sido un temible polemista al interior de la corriente. En 1959 mantiene un sonado enfrentamiento con una figura emblemática del trotskismo argentino: Liborio Justo, a propósito del libro de este último León Trotsky y Wall Street. En esa obra, Liborio, acusa al líder de la Cuarta Internacional de haberse puesto al servicio del imperialismo yanqui en México, en una muestra palpable del aislamiento y la soberbia en la que se encontraba quién había sido una brillante figura de la intelectualidad revolucionaria.
Peña le sale, entonces, al cruce, calificándolo como un “alma en pena” y mostrando con crudeza su decadencia. Dice de Justo: “Nosotros que, sin conocerlo personalmente, aprendimos en sus folletos de divulgación el ABC del programa trotskista, tuvimos en 1955, al enterarnos de su reaparición, la esperanza de verlo ocupar un puesto de intelectual revolucionario junto a la clase trabajadora. Pero al cabo de pocos días, el propio Liborio Justo-Quebracho-se encargó de anunciarnos y demostrarnos que prefería quedarse solo…solo con los centenares de despreciables pequeños-burgueses “marxistas revolucionarios” que para no ser confundidos con el peronismo, no hicieron, ni dijeron, ayer, absolutamente nada contra la “revolución libertadora”, ni hacen hoy nada para defender el derecho de la clase obrera a elegir los dirigentes que quiera. Quebracho, el autor de Qué es y que quiere la IV Internacional ha muerto y bien sepultado está. Respetemos su memoria porque en aquellos años anteriores a 1943, en medio del triunfante ascenso mundial de la reacción, él encarnó-dado aquello de que en el país de los ciegos el tuerto es rey -lo mejor que produjo la izquierda argentina en el terreno programático-. (…) El personaje que ahora grita, patalea e insulta y firma Liborio Justo -Quebracho- es un espectro, un errante alma en pena que ojalá encuentre pronto reposo y se llame a silencio, antes de que haya que tomarla en serio y aplastarla políticamente para que no introduzca un nuevo factor de confusión en el escenario ya sobrecargado de la izquierda argentina”. ¿Se habría dado cuenta Milcíades al ver el revanchismo gorila de la “Libertadora” la errónea posición antinacional de sus compañeros y la importancia y la progresividad histórica del peronismo?.
Pese a las críticas que le hemos formulado en este trabajo recomendamos leer toda su obra historiográfica. Sus trabajos más importantes son: Antes de Mayo. Formas sociales del trasplante español al nuevo mundo (1970), El Paraíso Terrateniente-Federales y Unitarios forjan la civilización del cuero (1969) y De Mitre a Roca: Consolidación de la oligarquía anglo criolla (1968), Industria, burguesía industrial y liberación nacional (1974).
Socialista convencido, brillante intelectual, honesto luchador pero aislado de las masas, Peña, al igual que otros hombres de su misma estatura moral, ha sido víctima de la sumisión ideológica con que la clase dominante controla a la pequeña burguesía alentando sus planteos de revoluciones “abstractas” mientras el curso real de la lucha de la clase obrera se mueve por otros cauces dejándolos solos, absolutamente solos.

Fuentes:
Coggiola, Osvaldo: El trotskismo en la Argentina, BsAs, CEAL, 1986.
Tarcus, Horacio: El marxismo olvidado en la Argentina. Silvio Frondizi y Milcíades Peña, BsAs, El Cielo por Asalto, 1996.
Galasso, Norberto: Aportes críticos a la historia de la izquierda argentina, BsAs, Nuevos Tiempos, 2007.

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