jueves, 20 de enero de 2011

Conduciendo el desarrollo nacional


Aritz Recalde

Enero 2011

Hay tres aspectos fundamentales que deben tenerse en cuenta para promover y organizar el desarrollo nacional. Ellos son la administración, cumplimiento y el ejercicio de la FUERZA; la organización y la promoción de prácticas centradas en valores y CONVICCIONES; y la administración del INTERÉS PRIVADO. Los modelos de desarrollo nacional aplicados en el país han ejecutado e implementado alguno de estos tres elementos y acciones fundamentales.
La aplicación de la fuerza se ejerce a partir de la capacidad de los gobiernos de dar cumplimiento efectivo a las leyes o de monopolizar y controlar el ejercicio de la violencia, etc. No se puede promover el desarrollo nacional sin el ejercicio y el cumplimento por parte del Estado, de las normas y los patrones de acción colectiva de los sujetos. La fuga de recursos al extranjero, la corrupción, el delito violento o los problemas de orden público, son elementos fundamentales de cuya regulación y control depende la viabilidad o no, del desarrollo. Tal cual adelantamos, un factor fundamental para movilizar una comunidad detrás de un proyecto nacional, se refiere a la promoción y la divulgación de valores que guíen y que fomenten las acciones de los individuos tras una causa. Dichos valores pueden ser de clase, nacionales, religiosos o políticos en sus diversas acepciones. Un tercer elemento fundamental se refiere a la administración y la regulación del interés privado como motor que impulsa las acciones de las personas o las organizaciones.
En este marco, le cabe al ESTADO la responsabilidad indelegable de ser el ámbito político que regula, promueve y da consistencia a las tres variables mencionadas. El Estado sanciona, ejerce e institucionaliza la fuerza y las leyes. Además, el Estado en el tercer mundo promueve y organiza la cultura nacional, dando contenido y divulgación a un conjunto de patrones de conducta y de valores que hacen a la movilización de la comunidad para permitir la subsistencia de las organizaciones libres del pueblo. Finalmente, el Estado permite, regula y fija los límites y los contrapesos al interés individual. De la administración social y regulada del interés privado por parte del Estado, depende la viabilidad de dichos intereses. Al Estado le corresponde poner límites a los intereses de otras naciones y disponer de los topes a las desigualdades internas. La regulación de dichos factores es un elemento irremplazable para la acumulación y producción de riqueza en el mediano y largo plazo en un país. La comunidad se realiza, si sus partes que la componen se desenvuelven organizando e institucionalizando topes y limitaciones a la acumulación de riqueza y de poder de los actores intervinientes. Dicha acción incluye la participación del Estado en la administración y regulación de las principales variables que organizan la vida social (Crédito, infraestructura, servicios, educación, salud, etc.-). La no intervención del Estado en la regulación de los intereses individuales en el tercer mundo, permite el sometimiento del país a las metrópolis y a los factores de poder foráneos.
Los modelos de desarrollo que no articulan las tres variables principales, suelen fracasar. Un caso emblemático es el del socialismo cubano. Actualmente, Cuba está promoviendo cambios en su patrón de desarrollo que están descriptos en el “Proyecto de Lineamientos de la Política Económica y Social”. Entre otras cuestiones, el gobierno busca permitir que los intereses individuales se desenvuelvan y contribuyan al crecimiento del país. Dicho modelo socialista se organizó y particularmente, a partir de el ejercicio de la fuerza y de la promoción de los valores –hombre nuevo-. Quedó demostrado que y pese a los logros en sociales y educativos, el sistema encuentra grandes limitaciones para su desarrollo económico y político. Todo parece indicar, que Cuba aplicaría un modelo societario similar al de China que emplea la fuerza en el marco de un sistema de partido único y desde finales de los años setenta, promueve la actividad privada como factor de desarrollo nacional. Éste último país, permite y promueve la acción privada y la acumulación individual y para eso, administra importantes recursos nacionales en áreas como los bancos, los servicios y el comercio exterior.
En nuestro país los proyectos liberales centraron sus políticas en la promoción del interés privado como motor de desarrollo y en la aplicación de la fuerza y la violencia sobre los opositores y adversarios. El desarrollo del interés individual de la oligarquía y el imperialismo y la decisión de no fijar los límites a las grandes desigualdades, dejó como resultado un patrón de desarrollo dependiente del extranjero y que estuvo sujeto a frecuentes crisis políticas, sociales y económicas. El éxito de los modelos de desarrollo de Juan D. Perón y de Néstor y de Cristina F. de Kirchner se relaciona a su decisión de articular las tres variables mencionadas. Por un lado, dichos gobiernos recuperaron la legitimidad de la acción pública y el ejercicio de las leyes, luego de las crisis de sistema originadas por la oligarquía en los años 1930 y el capital financiero en los años noventa[1]. Ambos gobiernos promovieron un nuevo orden centrado en la industrialización, la soberanía política y la distribución de la riqueza social y sobre dichas bases, recuperaron la legitimidad del Estado en la regulación del sistema. Dichos procesos regularon los intereses individuales y pusieron límites a la acumulación desproporcionada de la riqueza y del poder social, sin por ello impedir el desenvolvimiento económico y la formación capitalista. Quedó demostrado que al regular y planificar el funcionamiento de la economía, generaron las condiciones para el desenvolvimiento de la industria y los intereses privados y colectivos nacionales. La administración del interés privado en el tercer mundo requiere del control por parte del Estado, de las acciones de los factores de poder concentrado, tanto externos como internos. Asimismo y cuestión central, tanto Perón como Kirchner promovieron una acción centrada en valores. En ambas experiencias, la práctica de los individuos se encausó en un proceso de construcción nacional con fuerte participación y compromiso popular.
La última crisis mundial y los efectos nocivos del neoliberalismo en América Latina, demostraron la inviabilidad del desarrollo nacional si no se regula, se pone límite y se planifica el interés privado. En especial, si no se establecen límites a los procesos de acumulación de poder de las metrópolis, el capital financiero y las multinacionales. Asimismo, los hechos demuestran que los grandes cambios sociales y políticos se organizan a partir de la movilización centrada en convicciones y valores y que el mero interés privado, no puede apuntalar el desarrollo de una nación. El agotamiento del denominado socialismo real, pone en serias dudas la posibilidad de garantizar el desarrollo con el sólo empleo de los valores y de la fuerza.



[1] La década infame culminó en 1943. El neoliberalismo derivó en la crisis de 2001. Ambas fechas, fueron momentos cruciales en la crisis de liberalismo y en el nacimiento de nuevos modelos de desarrollo nacional.

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