lunes, 30 de agosto de 2010

San Martín y los ideales emancipatorios de Mayo por Maximiliano A Molocznik


San Martín y los ideales emancipatorios de Mayo

Por Maximiliano A Molocznik

Hoy, como hace doscientos años, vuelven a soplar en nuestra América vientos de liberación. No hace falta más que ver los rostros desencajados de periodistas e intelectuales del coloniaje frente a la irreversible derrota que el paradigma neoliberal está sufriendo en casi todos los países para acompañar esta afirmación.
Por algo el odio que sienten frente a la emergencia de movimientos nacional-populares -“populismos estatistas” como los llaman con gran desprecio- que, con diversas características según el país y en grados y matices distintos, han provocado este fin de época al que el cipayismo no se resigna.
Lejos han quedado, por suerte, los grandilocuentes discursos de posmodernos, privatizadores y tecnócratas del pensamiento único sobre el fin de la historia y el fin de las ideologías. Estamos superando, también, aquél oscuro tiempo noventista, tiempo crepuscular para la política que hoy parece reverdecer frente al espanto que sienten los comunicadores sociales de las derechas latinoamericanas. Estos cancerberos del imperio se habían acostumbrado a reducir su dimensión al mero ejercicio electoral formal, a la farandulización para el set televisivo o al debate sobre la corrupción en sede tribunalicia.
Fue en ese tiempo, glacial para todos aquellos que nos sentimos portadores de ideales igualitaristas y retóricas emancipatorias, que debimos sufrir la hegemonía de los “barones” de la historiografía liberal. Estos especialistas en monsergas vacuas se pasearon descaradamente impunes en los ámbitos académicos desideologizando la historia, desmintiendo o criticando -por falaz- la relación entre historia y política y, sobre todo, deformando, ocultando o escamoteando todos los hechos que de nuestros grandes próceres constituyeran en opciones igualitaristas y revolucionarias contundentes.
Claro, para ellos la revolución pertenecía a un museo de antigüedades. A ese mismo museo al que habían enviado -vía consenso de Washington- el resto de los conceptos más caros a la modernidad: el sujeto, la voluntad, la razón, la crítica, la totalidad, etc. Esa tarea de horadación y esmerilamiento de sus perfiles más revolucionarios fue la que realizaron con el Gral. San Martín.
El motivo de este artículo será, entonces, en el contexto de este presente angustioso pero auspicioso para nuestra América recuperar esa voz clara del gran capitán, ese legado revolucionario que nos viene del pasado para aplicarlo a la lucha política del presente. Para ello, examinaremos un tema que ha sido tabú para el mitrismo y sus modernos remozadores: la relación directa y de continuidad que hay entre la lucha de San Martín y los ideales emancipatorios de Mayo.
Los amanuenses de la historia oficial han caracterizado -desde Mitre en adelante- la Revolución de Mayo como un proceso separatista, independentista y antiespañol vinculado a la lucha por el comercio libre -con los ingleses- y cuyos actores principales fueron los cabildos y las elites que “arrastraron” como subalternas a las clases populares que, desde luego, tuvieron muy poca participación. Esta explicación tenía, sin embargo, una debilidad estructural que no se podía superar: ¿Para que había retornado San Martín? Es decir, ¿que hacía un oficial español de alta graduación luchando en una revolución antiespañola?
Tanto el liberalismo en sus distintas variantes (Mitre, Salas, Ricardo Rojas, José Cosmeli Ibáñez) como el nacionalismo reduccionista (Pepe Rosa) explican su retorno, en 1812, por el “llamado de las fuerzas telúricas”. Es decir que San Martín habría sido presa de un ataque de nostalgia en Cádiz que lo habría hecho desear el retorno al terruño abandonado cuando niño. Ridículo.
Otros investigadores como Ricardo Piccirili y Enrique de Gandía abonan las teorías conspirativas presentando el retorno como parte de su labor como agente inglés y napoleónico respectivamente. Terragno, mejor rumbeado a la hora de entender el retorno de San Martín en el marco de su lucha antiabsolutista, termina deudor del mitrismo abonando también la tesis del agente inglés. Patricia Pascuali, es decir el mitrismo más sofisticado y evolucionado, ha propuesto una explicación más elaborada: San Martín vuelve porque sabe que en España no llegará a general -por indiano e innoble-. Es decir, el padre de la patria sería, bajo esta óptica, un ambicioso individualista.
Frente a este conjunto de opiniones tan sesgadas e inverosímiles nosotros creemos –junto al viejo Alberdi, Manuel Ugarte, José León Suárez, Enrique del Valle Iberlucea, Enrique Rivera y Norberto Galasso- que San Martín retorna porque es un liberal revolucionario hispanoamericano que viene a continuar en América la lucha antiabsolutista que ya no puede dar en la España derrotada por Napoleón.
Por eso creemos que es lógico y medular presentar a San Martín en una línea de continuidad con los ideales emancipatorios de Mayo que también se proyectan continentalmente. Argumentos no faltan, a saber:
a. San Martín, vía Monteagudo y los hombres de la Sociedad Patriótica, incorpora a los morenistas a la logia Lautaro.
b. Participa activamente, con el Regimiento de Granaderos a Caballo, en el golpe de de estado del 8 de Octubre de 1812 contra el Primer Triunvirato pero no quiere tomar el poder, quiere que se exprese la voluntad popular.
c. No apoya la constitución de 1812 por la baja representación otorgada a los diputados americanos.
d. Al igual que Moreno ve en Artigas un aliado para profundizar la revolución. Critica a Alvear por rechazar a los diputados artiguistas.
e. Pese a ser un militar de carrera apoya -por su contenido popular- la guerra de guerrillas en Salta con Guemes y Pedro José Saravia y a Álvarez de Arenales en el Alto Perú.
f. Como gobernador de Cuyo realiza una gestión progresista que, en su aspecto económico, parece seguir punto por punto el Plan de Operaciones de Mariano Moreno.
g. En su gestión como protector del Perú elimina la servidumbre de los indios, declara la abolición de la esclavitud y de la Inquisición, pone fin a los castigos corporales, decreta la libertad de expresión y la instrucción pública, todo esto frente al odio de la oligarquía limeña y de la Iglesia Católica que lo acusan de déspota y expropiador.
En síntesis, a la luz de la presente celebración del Bicentenario debemos asumir la necesidad de relanzar la polémica historiográfica, debemos contar la historia de San Martín de otra manera. Puesta a la luz de los argumentos que hemos presentado creemos que todavía tiene mucho para decirnos sobre aquellas gestas de liberación continental de principios del siglo XIX cuyas metas hoy vuelven a ser las mismas: liberación continental, emancipación social y económica y justicia social.
Pero cuidado, estemos atentos. Las clases dominantes tratarán de impedir la concreción de este proyecto y para eso darán batalla en todos los frentes. Uno de esos frentes es el relato histórico. Ellas necesitan un relato legitimado del pasado para fundamentar la opresión del presente. Todo el discurso oficial sobre San Martín es el discurso del poder. Y ese discurso hegemónico es el que debemos desarticular. Haciéndolo recuperaremos -no como mero ejercicio académico o como esmerado trabajo arqueológico- la certeza de que el cambio es posible en pos de una América Latina políticamente unida y libre, económicamente emancipada y con justicia social.

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