domingo, 17 de marzo de 2024

Debates del presente para construir un mejor futuro

 POR ALDO DUZDEVICH, para Agencia Paco Urondo 


15 Marzo 2024

 

Hace varios meses deje de escribir. Porque en este tiempo, la cuasi-obligación de quien opina de este lado, es dedicarse a analizar críticamente las políticas del mileismo. Y, en esa misión, hay muchos que lo hacen muy bien. Yo siento que lo hice antes y durante la batalla electoral advirtiendo sobre quien era Milei y cuál iba a ser su política.

Pero además, me ocupe de debatir internamente con quienes primero jugaban a “destrozar al Alberto”, y luego a esmerilar a Massa para que no gane, o gane por poco. Nunca pensé en dar la vida por Alberto, ni por Massa, pero si veía claramente, que jugar a destruir nuestro gobierno y luego esmerilar nuestro candidato, nos llevaba al inexorable desastre de un gobierno de la Pato o lo que nunca pensamos, un Milei presidente.

 

EL AJUSTE RÁPIDO Y BRUTAL

El 20 de noviembre del 2023, antes que asuma Milei publique una nota en AGENCIA PACO URONDO donde decía entre otras cosas: “Las principales víctimas de las derrotas del campo popular no somos los militantes como muchos creen. Las víctimas son el pueblo de a pie, en especial los sectores más humildes, muchos de quienes votaron a Milei”.

Por ese ombliguismo tan típico de nuestros sectores progres porteños, escuchamos voces muy preocupadas por el ESI, el predio de la ESMA, el matrimonio igualitario, los derechos de las diversidades. Todos temas que seguramente serán bombardeados por el gobierno libertario, pero la realidad es que las primeras víctimas que se va a cobrar Milei son los siete millones de jubilados, y parte los obreros de la construcción”.

No hace falta ser economista de Harvard para interpretar que lo que propone Milei de bajar el gasto público en forma de 'shock sin gradualismo', solo se puede lograr, en primer lugar bajando jubilaciones y pensiones que representan casi el 50% del gasto público nacional.”

“Además de reducir los sueldos estatales, paralizar la obra pública, eliminar subsidios de luz, gas y transporte, y reducir las transferencias a las provincias.”

“Las jubilaciones y los sueldos públicos ni siquiera es necesario recortarlos. Es suficiente con postergar su pago, y congelarlos en simultaneo con devaluación e inflación de por medio”

“Piensa también, producir un aumento de tarifas que supere a los indices de inflación y restringir las transferencias a las provincias para obligarlas a compartir las medidas de ajuste.”

“Ese discurso de Milei que 'esta vez el ajuste lo va a pagar la política' es saraza para la tribuna. Es posible bajar a cero, los sueldos de diputados, senadores y todos los empleados del Congreso Nacional, eso representa apenas el 0,4 % del presupuesto nacional .”

“Y aquí volvemos a la frase 'lo mejor suele ser enemigo de lo bueno'. Todas las críticas con razón que se le puedan hacer a nuestro gobierno, y al plan que pensaba implementar Sergio Massa no tienen punto de comparación con lo que vamos a enfrentar dentro de pocos días.”

Y lamentablemente es lo que paso y estamos viviendo.

 

LA BATALLA CULTURAL QUE PERDIMOS

Desde hace unos diez años, me metí en esta tarea de estudiar y escribir sobre la historia del peronismo. Lo hice siempre en tono de disputa política-cultural, por recuperar para el presente la figura de Juan Perón, sus enseñanzas y su pensamiento y obra.

Una batalla, que sabía perdida de antemano, ante el aparato cultural cobijado por nuestros gobiernos, que presentó la versión montonera y de la izquierda, como la historia oficial de los años setenta. Un relato en el cual Perón, termina siendo en el mejor de los casos, un viejo “lelo” manipulado por su entorno, o peor como un líder “fascista y contra revolucionario.”

Esa pelea estaba pérdida de arranque contra los intelectuales oficiales como Verbistky, Bonasso, y otros tantos, que los repetían desde todos los medios oficialistas.

Muchos no entendieron por qué era importante esta discusión histórica. Siempre sostuve que los setenta mal contados, el peronismo mal contado, impactaban directamente en las políticas del presente.

Fue así que el progresismo, con sus usinas intelectuales y sus difusores en las universidades y medios de prensa, le fue ganando la batalla cultural y política al viejo peronismo, al peronismo originario cambiándole su esencia.

Pero, ese progresismo, al cual muchos tuvimos que adherir con desgano, para no “sacar los pies del plato”, se fue agotando en su imposibilidad de dar respuestas a la sociedad. Y un día apareció la nueva derecha, que no es nueva en su esencia, sino en sus formas de presentar el debate, y le ganó la batalla cultural al progresismo. Y algunos viejos peronistas, entramos en desconcierto, si salir a defender las consignas y políticas progresistas, que nunca sentimos como propias, u opinar, con el riesgo que aparecer convalidando alguna decisión del anarco-libertario. Entonces nos llamamos a un prudente silencio.

 

YA ES TIEMPO DE INICIAR LOS DEBATES

Bueno, hoy creo que está siendo tiempo de romper ese silencio, e intentar a dar los debates internos, que los que estamos de este lado de la grieta venimos postergando.

Porque siempre hay una buena y atendible razón para evitar los debates. Cuando gobernamos porque “no hay que darle pasto a la oposición”; cuando estamos en campaña “porque es momento de sumar a todos”; y cuando somos oposición “porque es tiempo de lucha para resistir y voltear al que esta”.

Pero, en el mientras tanto aquellos que conducen nuestro espacio, y sus voceros mediáticos siguen manteniendo sus relatos, discursos, propuestas y acciones con las cuales muchos no coincidimos, pero callamos respetuosamente, porque tenemos ese gen peronista de acompañar y empujar hacia delante.

La derrota del 19 de noviembre del 2023 no significó solamente un castigo electoral por cuatro años de gobierno desafortunados . Quienes festejaron esa noche, no fueron solo los chetos de Barrio Norte, como vimos en 2015 con Macri. Esa noche festejaron las chicas que trabajan de servicio doméstico, en las casas de mis amigos y compañeros. Festejaron los del Rapi, los que hacen changas, los obreros de la construcción, los jóvenes trabajadores de fábricas cuyos patrones les explicaron días antes que había que votar a Massa. Algo nuevo y profundo había pasado en el seno de nuestro pueblo.

Las respuestas apuradas fueron: la gente no soportó la inflación y caída del poder adquisitivo del salario, y en parte es cierto. Pero llevamos tres meses de Milei y la situación económica empeoró y sin embargo sus niveles de aceptación siguen siendo los del balotaje. Y, su pose de loco que dispara dardos sin parar contra la casta, los gobernadores, los políticos, le sigue dando rating.

No es mi intención dedicarme al análisis de las medidas de gobierno y las acciones de resistencia y/o oposición que llevan adelante los nuestros, junto algunos aliados hasta ayer impensados.

Si creo necesario, comenzar un debate de ideas interno para analizar que nos paso, y que propuestas y banderas vamos a enarbolar para volver a enamorar a un amplio sector de la sociedad que nos dio la espalda.

 

 

¿SE CAE MILEI? ¿PARA DÓNDE?

Yo francamente no veo que Milei se deprima y renuncie en dos o tres meses como afirma el amigo Moreno. Ni tampoco, que la CGT declare la huelga general revolucionaria por tiempo indeterminado, con pide el cineasta Aristarain. Pero supongamos que alguna hipótesis de crisis y salida es posible. ¿Para qué lado se cae?. La más probable y lógica es que asuma Villarruel con Macri detrás. Otros, ven la salida para el lado de un Pichetto apoyado por gobernadores del PRO y algunos PJ.

En cualquier caso, nadie piensa que sea el kirchnerismo-peronismo quien se haga cargo del gobierno ante la caída de Milei.

 

SIN CONDUCCIÓN Y SIN PROPUESTA

Por ahora, no se visualiza un liderazgo con posibilidad de conducir al conjunto. La referencia inevitable es Axel Kicillof, pero a mi juicio, arrastra tres condicionantes importantes. Primero las dificultades financieras de su provincia, que promueve Milei cortándole los recursos. Segundo, la competencia interna de Máximo y La Campora que cuestionan su liderazgo. Tercero que ser “el candidato de Cristina” pareciera que no alcanza.

Pero, el déficit más grave de nuestro espacio político, llamase peronismo, kirchnerismo, UP, o lo que sea, es la falta de una propuesta política nueva, que pueda dar respuesta a aquellos sectores de la sociedad, en especial los jóvenes de los sectores más humildes, que nos rechazaron y adhirieron al discurso libertario.

Yo siento aversión por esos discursos que le bajan la condición mental y/o moral a la sociedad cuando no nos vota. Tampoco creo a pie juntillas la frase “el pueblo nunca se equivoca”. Pero si creo que quienes nos equivocamos, y bastante seguido, somos la dirigencia y militancia política que nos alejamos de la realidad de la gente, y un domingo de elección a la noche, descubrimos que la realidad de la gente nos abandonó a nosotros.

ABRIR EL DEBATE SOBRE NUEVAS PROPUESTAS

Repito palabras del intelectual peronista Aritz Recalde: “Hicimos campaña defendiendo el Estado cuando lo gestionamos mal. La gente le cobró al oficialismo los problemas de la educación, de la salud y de la seguridad pública que arrastran décadas.”

“A los problemas económicos, sociales y políticos le sumamos la decisión de querer imponerle al país una identidad cultural progresista de clase media, bien típica de la Ciudad de Buenos Aires. El pueblo federal no entendió, ni adhirió a ese mensaje. Por el contrario, lo consideró negativo, irritativo y distante a su realidad cotidiana y a su forma de vida familiar.”

“Perdimos la batalla semántica y de sentido. El progresismo sostuvo que la agenda de seguridad es de la derecha. Que el valor del sacrificio del trabajador es de la derecha. Que el esfuerzo de la clase media y su orgullo meritocratico son de la derecha. Que la gestión eficiente del Estado, que la honestidad y la transparencia son de la derecha. Se sostuvo que las religiones y los cultos son identidades de la derecha y que debíamos modernizar al país en una dicotomía de civilización y barbarie.”

Estos breves párrafos sintetizan gran parte de los temas a discutir. Tenemos que discutir la calidad de la educación pública, y no exclusivamente como hasta hoy, el salario docente. Discutir si a la inseguridad, le vamos a seguir dando respuesta desde lo discursivo o vamos a intentar una justicia y policía que funcionen desde un sólido poder del estado. Si vamos a seguir alimentado un estado gordo y bobo, que cobije amigos y militantes, o vamos a redefinir un estado eficiente que de respuestas a la sociedad en su conjunto. Si vamos a seguir mirando para otro lado cuando los actos de corrupción los cometen los nuestros. Si vamos a entender o no, que para generar producción y empleo, es necesario convocar al capital privado, y no seguir viendo al capital como el enemigo a combatir.

En fin… todos temas revulsivos que ponerlos en debate me va a costar el disgusto, decepción, y enojo de más de un amigo y compañero. Pero la verdad muchachos, a nuestra generación se le agota el tiempo biológico, y deberíamos hacer un esfuerzo por debatir estos temas y desbrozar-le un poco el camino a los que vienen detrás.

 

HASTA CRISTINA PLANTEA DEBATIR ESTOS TEMAS

Yo no soy devoto de “la Jefa”, pero como todos, reconozco que su nivel intelectual está muy por encima de toda la dirigencia nuestra. Hace unos días dio a conocer un largo documento, donde al final expone algunas cosas que, aun dichas tibiamente, chocan directo con el discurso progresista que predomina en el espacio ultra K.

Dice Cristina al final de su documento de 30 páginas: “Estamos de acuerdo en que la Argentina debe revisar la eficiencia del Estado, y que no basta con la consigna del “Estado presente” para resolver los problemas del país, que son demasiados. Se debe analizar y controlar la correcta asignación de recursos para poder corregirla, en caso de ser necesario.”

“Resulta ineludible discutir seriamente un plan de actualización laboral que brinde respuestas a las nuevas formas de relaciones laborales(...) las formas de contratación laboral ya incluidas en nuestro sistema legal también deben ser revisadas, mediante la actualización de los convenios colectivos de trabajo (…) Estas actualizaciones deben respetar los derechos conquistados por los trabajadores, pero también deben realizarse bajo el concepto de que una vez consagrados, los derechos acarrean obligaciones que deben cumplirse. De lo contrario, el ejercicio de un derecho sin el cumplimiento de sus obligaciones correlativas, no es más ni menos que un privilegio.”

“Debemos pensar cuál es la razón, por la que, parte de los sectores medios, y medios bajos hacen un esfuerzo para enviar a sus hijos a escuelas de gestión privada para que tengan clases todos los días.”

 

“También queremos discutir la integración de la empresas del estado tanto por vía de la participación del capital privado como de las provincias, en el caso de que sus recursos estén afectados a la explotación económica de aquellas, como así su cotización en bolsa para agregar valor y eficiencia bajo la forma de una asociación pública y privada virtuosa.”

“Estamos dispuestos a discutir un régimen de incentivo a las grandes inversiones pero que agreguen valor y transfieran tecnología.”

“En materia de seguridad debemos abandonar el consignismo. Con la desigualdad social por un lado o el gatillo fácil por el otro, no puede elaborarse ningún plan de seguridad.”

Cristina cada tanto suele hacer este tipo de planteos, que en su tropa no caen del todo simpáticos y se ocupan de minimizarlos y olvidarlos rápidamente para seguir con el tachin tachin del discurso progre.

Bueno, hasta aquí el enunciado de mis intenciones al retomar mis notas en AGENCIA PACO URONDO, que con mucha generosidad peronista permiten esta diversidad de ideas.

La experiencia libertaria, el vanguardismo iluminado, los apresurados y algunas enseñanzas de Perón

 *Por Juan Godoy para AGN prensa 


 Resulta evidente que asistimos a un política de ajuste feroz por parte de una administración de gobierno que pretende no solamente “atrasar” el reloj de la historia, volviendo a una Argentina pre peronista del orden del país en que “las vacas tenían más atención por parte del estado que los trabajadores”, la Argentina desigual que cristalizó el Informe Bialet Massé, el país en que en algunas partes de la región cuyana se hacía un guiso de uvas y carne canina como certificó Pedro Escudero, incluso hacia una nación pre-moderna sin Estado, al fin y al cabo pre-capitalista, sino también un avance hacia lo desconocido: no se trata solo del clásico liberalismo que piensa al individuo sobre lo colectivo, más bien es un “experimento” que imagina una geografía (que no necesariamente implica nuestra nación tal cual la conocemos), de individuos absolutamente aislados que se vinculan entre sí en búsqueda de la maximización del beneficio, sin lugar a ningún tipo de organización colectiva.

El gobierno en general y el presidente en particular expresa la antítesis de lo que construimos como nación a lo largo de estos siglos. Nuestras tradiciones, identidad y conciencia nacional no sólo no se encuentran en la programática libertaria, sino que son bastardeadas y vapuleadas día a día. De esta forma también se mina la autoestima de nuestro pueblo.

Queda claro que destruyendo el “ser nacional” no quedan barreras defensivas a este experimento, a la defensa de lo nacional. Transitamos una cornisa que “los nacionales” vienen advirtiendo hace tiempo pero que se ha acelerado a partir de la irrupción libertaria, la posible balcanización de nuestro país y la disgregación nacional.

En tiempos de relativismo cultural, insistimos y enfatizamos en que todo no puede dar lo mismo. Perón advertía los riesgos en torno a la nacionalidad cuando no median factores de unión y de cohesión, resultando imperdonable el intento de destruir el “alma nacional”.

¿Cómo enfrentar este “experimento” que si bien tiene muchas cuestiones que ya conocemos, también tiene algunas particularidades novedosas? Resulta primordial, como decía Sun Tzu conocerse a uno mismo y también al adversario. Vale decir, muy someramente ya que en estos meses varios artículos apuntaron cuestiones muy interesantes al respecto, y destacar no solo el origen democrático del gobierno, sino también apuntar que en esa expresión hay varias respuestas al interrogante acerca de cómo llegamos hasta aquí.

La advertencia entre “compañeros” del campo nacional a lo largo de estos años resultaba recurrente, lo podríamos definir en una frase que se escuchó reiteradamente en los últimos años: “esto termina mal…” .

En este punto, queremos significar que en el diagnóstico libertario que constituyó parte de su campaña que lo catapultó (más allá de otras “ayudas” de los “magos de la política” que pensaban y piensan siempre que “la tienen atada” subestimando al pueblo), al gobierno hay muchas verdades y mayormente “medias verdades”, las más difíciles de desandar.

Será por eso que decía Jauretche que los pueblos primero “aprenden” lo que no quieren y luego queda construir el camino hacia el proyecto de nación que pueda arbitrar soluciones a las problemáticas nacionales. Apuntamos muy rápidamente que, desde ya, hubo un impacto de la economía pero no es la única arista de análisis que hay que buscar, sobre todo por la elección de una expresión tan virulenta.

El gobierno es expresión nuevamente del “que se vayan todos”, un voto lógico desde esa óptica, claro está. Milei probablemente sea hijo de la pandemia y de la política aplicada sobre la misma en esos largos meses (y de ciertos acontecimientos que sucedieron: léase por ejemplo la justificación que algún funcionario accediera antes a la vacuna porque él es más importante que los “ciudadanos de a pie”) , como también (y acá hay un punto nodal) de la política cultural de los últimos años, de la discursividad progresista y sus diversas agendas ligadas mayormente a las minorías con poca raigambre en las necesidades de nuestro pueblo (y muchas muy ligadas a las de los intereses extranjeros), la sobre-ideologización.

Otra cuestión central en el análisis es lo que alguien (lo he leído en varias notas, no sé de quién es la idea original) denominó certeramente como un Estado que hace mímica (más allá de algunas cuestiones importantes y maravillosas, podemos observar esto claramente en la salud o en la educación -fundamentalmente en “los conurbanos”-, la política de seguridad y su justificación “clasista”), como asimismo pregonar un conjunto de ideas pero no practicarlas, es decir no ser coherente entre lo que se dice y lo, que se hace, no seguir lo que Francisco puntualiza como central en la construcción política de los dirigentes: pregonar con el ejemplo (no se sigue a los líderes por lo que dicen, sino por lo que hacen).

Ponemos de relevancia también la falta de un proyecto nacional, atado a la imposibilidad del desarrollo. Un discurso que deja de lado el trabajo (no sabemos bien en base a qué estudio o solamente es repetir una zoncera), rompiendo la máxima de Perón en torno a que “cada uno debe producir, al menos, lo que consume”. Esa carencia o desorientación se observa en el discurso anti-sindicalista, y/o anti-militarista abstracto, cuando no en contra de la fe que profesa en mayoría casi absoluta nuestro pueblo.

Queremos apuntar también la problemática de la construcción de un discurso absolutamente soberbio que divide la sociedad en buenos o malos. En que nosotros somos todo lo bueno, y los demás los malos. Una suerte de superioridad moral. Vale destacar también una dirigencia divorciada de las problemáticas del pueblo, sumada a la balcanización del gobierno, y a que a la “grieta” externa se le sumó una “grieta” interna, lo cual también dificultó mucho más el desempeño del gobierno.

 

 

Una política realizada por uno “nuestro” es buena, mientras que la misma política realizada por uno “de ellos” es mala. Sectores dentro del gobierno que preferían que no funcione o tiroteaban si “la cosa” iba bien. “Dirigentes” auto-proclamados que no dirigen a nadie. Por último, anotamos una cuestión preocupante: la tendencia a la “desaparición” de la militancia política entendida como una actividad realizada para otros, con “la formación” como elemento central, y los espacios territoriales de anclaje. Dejado de lado eso nos quedan un conjunto de tecnócratas preocupados por ellos mismos y sus bolsillos, una “política” vacía, un “cuerpo si alma”.

No casualmente Francisco en su exhortación apostólica de octubre de 2023 Laudate Deum dedica especial atención al paradigma tecnocrático. Volvemos más concretamente al interrogante en torno a cómo enfrentar estas políticas y fundamentalmente algunas problemáticas que observamos al respecto.

Hay una anécdota de Perón conocida ya que la contó en sus clases en la Escuela Superior Peronista, luego compiladas en Conducción Política. El General refiere allí a que cuando era Secretario de Trabajo y Previsión Social algunos sectores fubistas y de la Unión Democrática tenían una fuerte presencia en la calle, a lo que varios trabajadores le reclamaban a Perón e insistían en la idea de “ganar la calle”. Perón respondía con prudencia con el principio de “economía de fuerzas” que “hay que ganar la calle en un momento y en un lugar decisivo. Pretender tener siempre la calle es gastar la fuerza y no ser nunca fuerte”.

Esto anécdota vale en tanto hay sectores que piensan y “presionan” (desde diciembre mismo), para “salir a la calle”, “ganarla”, “paro general por tiempo indeterminado”, “caceroleros” de nula o dudosa trayectoria política erigidos en “revolucionarios” que critican a la CGT, etc. etc. Esos sectores se auto-proclaman como los “más revolucionarios”, y tildan a todos los demás (cuando no “la burocracia sindical”) de conservadores.

Se piensa a priori que esa es la única forma de “ganar” políticamente, cuando es probable que se termine debilitando el “campo nacional” y fortaleciendo el gobierno que se pretende debilitar. Nos preguntamos por qué pretenden tener más mérito que dirigentes sindicales elegidos por sus bases, representativos, y cuando no refrendados varias veces.

Esto último nos recuerda a Bassil Liddel Hart que en su libro más conocido nos dice que “en la estrategia, el camino más largo es con frecuencia la manera más rápida de llegar a casa”. Diseñar una estrategia en la cual se apoya la táctica entonces resulta esencial. En este sentido también el “gran estratega” debe descubrir los puntos de apoyo de quién se enfrenta, apuntando a debilitarlos, descubrir el tendón de Aquiles, se trata de una lucha política. Vale remarcar que fortalecer “nuestra posición” es también debilitar la del adversario.

Vale también recordar aquí otra “enseñanza” de Perón para los movimientos revolucionarios, pero que resulta adecuada también para reflexionar sobre este punto que mencionamos. Afirmaba Perón que había tres enfoques: “el de los apresurados, que creen que todo anda despacio porque no se rompen cosas ni se mata gente. El otro sector está formado por los retardatarios, esos que no quieren que se haga nada, y hacen todo lo posible para que esa revolución no se realice. Entre esos dos extremos perniciosos existe uno que es el del equilibrio, y que conforma la acción de una política que es el arte de hacer lo posible, no ir más allá ni quedarse más acá. Pero hacer lo posible en beneficio de las masas, que son las que más merecen y por las cual tenemos que trabajar los argentinos”.

Hay una cuestión que aparece reiteradamente en sectores vinculados en mayor o menor medida al “campo nacional” que es una postura soberbia que, como sabemos, no es buena consejera en política. Una postura que, a partir de su auto-proclamación como gran analista político, pretende “explicarle” al pueblo cómo debe “pensar”.

Es una postura que en muchas ocasiones denigra al “otro”. En lugar de prestar más oído y construir una agenda política ligada a las problemáticas de nuestro pueblo, adopta una postura iluminista que lo que termina haciendo es alejando a los sectores populares de nuestro lado. Hay también un umbral bajo de tolerancia a quien “piensa diferente”.

Se cortan en gran medida los vasos comunicantes, gran problema, hemos llegado a un punto en que gran parte del pueblo “no los quiere escuchar”, cuando no les guarda un profundo desprecio. Muchas veces se prefiere “tener razón” a tener éxito siendo persuasivo.

Perón también contaba que cuando llegó a la Presidencia e ingresó en su despacho, cuando le preguntaron qué era lo primero que iba a hacer, contestó: “tirar al General por la ventana”, con lo que quería significar la necesaria transformación y re- semantización política necesaria al pasar de “lo militar” a “lo político”, cuestión que también desarrolla en las clases de Conducción Política cuando explica que la base eran los “Apuntes de historia militar” que había escrito en los años 30, entendiendo por ejemplo que en lo militar se conduce mandando, y por el contrario en la política se lo hace persuadiendo.

Lo que tenemos es una postura que ha sido muy perniciosa a lo largo de nuestra historia. Un sector que se erige en “vanguardia iluminada”, sobre la que nada ni nadie puede estar. El mismo está más bien ligado a un esquema de pensamiento colonial que lo lleva a pensar en divorciado de las necesidades nacionales, al fin y al cabo piensan en términos de “civilización y barbarie”.

Se trata de quienes “la tienen clara”, “bajan al territorio”, “hablan en códigos para ‘entendidos’”, se erigen en “vara moral”, llegando a “putear” al que no piensa como ellos, a denigrarlo, al tratarlos de conservadores o “que atrasan”, a caricaturizarlos como dinosaurios, a burlarse de sus creencias, etc.

No hay que ser un pensador audaz para dar cuenta que desde ahí es muy difícil construir política. Decía Hernández Arregui sobre estos sectores medios que: “la clase media, convencida de su independencia, justamente porque carece de ella, se cree depositaría de valores universales, sin comprender que detrás de ellos están los intereses particulares de la burguesía. El pequeño-burgués –y el intelectual no escapa a esta regla– piensa siempre en términos absolutos (…) Su minúscula situación social le hace perorar con frases de gigantes”.

Ciertos sectores progresistas de hoy, algunos que pregonan su pertenencia al campo popular, se creen más que los trabajadores organizados a los cuáles llenan de adjetivaciones, al fin y al cabo parecen tener sobre los trabajadores el mismo odio que los gorilas profesaban sobre los “cabecitas negras” en los 40/50 o que muchos de sus hijos (y otros) en los 60/70 tenían sobre lo que consideraban “sindicalismo burocratizado” blanco predilecto de sus atentados.

Mucho de esto se vio en los últimos años, pero como decía el General “la única verdad es la realidad”, y esa realidad indica que en los últimos años el movimiento obrero organizado se ha sostenido como bastión central de la resistencia del movimiento nacional a las diversas políticas sobre nuestro pueblo.

Su larga tradición de lucha se vio claramente estos últimos años en el macrismo a través de la realización de cinco paros generales entre otras medidas contribuyendo a que esa administración dure tan solo un mandato constitucional, y también en estos primeros meses de experiencia libertaria, se vio concretamente en logros contra su política principalmente en lo referente al trabajo.

Al fin y cabo se trata de luchar, de ser inteligentes, de persuadir, tener fe en nuestro pueblo que sabe de gestas épicas, al mismo tiempo que construir una agenda política que parta de nuestra realidad y las necesidades de nuestro pueblo, partir de abajo hacia arriba, y elaborar un proyecto nacional de emancipación.

En este punto, se revela esencial entender que, como dice Francisco, “el todo es superior a la parte”, “el tiempo es superior al espacio”, “la unidad prevalece sobre el conflicto” y “la realidad es más importante que la idea”.

Apuntar desde ahí a la construcción de una unidad nacional, y esa unidad no es entre los que pensamos lo mismo, sino es con el que se tiene un conflicto, con el que piensa diferente, entendiendo que la misma no anula a las partes sino que en la síntesis se sostienen las identidades de cada uno. Por un momento, al menos, y sinceramente hay que valorar la posición del “otro”, acercar posiciones, construir puentes (no muros), que nos lleven a la unidad en virtud de la grandeza nacional y la felicidad de nuestro pueblo.

martes, 20 de febrero de 2024

Carlos Marx, Javier Milei y el Justicialismo

 Aritz Recalde

Publicada en el Aviòn Negro 

 

En el artículo me voy a referir brevemente a algunos puntos de encuentro y de desencuentro conceptuales en temas de economía y cultura entre el liberal Javier Milei y el izquierdista Carlos Marx. Tomaré como base de mi planteo solamente el discurso del mandatario argentino realizado en Davos y el Manifiesto Comunista del pensador alemán.

A modo de cierre, voy a hacer un resumen de los planteos Justicialistas sobre los temas tratados.

 

El capitalista es un revolucionario

Para liberales y marxistas el egoísmo materialista es el principio que reúne a los hombres y que mueve la historia. Para los primeros, el egoísta perfecto es el individuo capitalista produciendo y comerciando en un mercado funcionando en base a un conjunto reducido de reglas de juego. Para los segundos, el sujeto materialista ideal es una clase obrera en constante lucha por apropiarse, inicialmente, del excedente productivo y finalmente de la propiedad burguesa.

 

La condición revolucionaria de los empresarios

En su discurso en Davos, Milei sostuvo que el capitalista es un benefactor social que, lejos de apropiarse de la riqueza ajena, contribuye al bienestar general. En definitiva, un empresario exitoso es un héroe”. En su punto de vista, el empresario es el gran motor de la historia, es un actor revolucionario cargado de heroicidad y sobre la capacidad de desenvolver su ambición benefactora recae la posibilidad de progreso de las naciones.  

A partir de esta ideología, Milei sostiene que la libertad de comercio y de acción del capitalista es la razón principal y prácticamente única del desarrollo. El libre comercio es el gran organizador humano, al punto de que el mandatario resume la historia económica, política y social de las naciones sosteniendo que “aquellos países que son más libres son 8 veces más ricos que los reprimidos”.

Remarcando el carácter benefactor del capitalismo, en su discurso en Davos presentó números de la economía mundial antes y después del año 1800 y concluyó que “el capitalismo generó una explosión de riqueza” y “sacó de la pobreza al 90 por ciento de la población mundial”.

Carlos Marx comparte con Milei el atributo transformador del capitalista. El pensador alemán sostuvo que “la burguesía ha desempeñado en la historia un papel altamente revolucionario”.

Marx destacó el acelerado desenvolvimiento económico que trajo el capitalismo. En su punto de vista la burguesía “ha creado fuerzas productivas más abundantes y más grandiosas que todas las generaciones pasadas juntas”.  

Marx vio en el capitalista occidental un sujeto histórico liberador y profetizó que su programa  económico, político y cultural sería universal e inevitable para todos los pueblos del mundo. El pensador comunista destacó como un hecho positivo que “la burguesía arrastra a la corriente de la civilización a todas las naciones, hasta las más bárbaras, los más bajos precios de sus mercancías constituyen la artillería pesada que derrumba todas las murallas de China y hace capitular a los bárbaros más fanáticamente hostiles a los extranjeros”. La industrialización capitalista estaba terminando con las formas de vida de los “barbaros” y con lo que consideraba era el “idiotismo de la vida rural”.

De manera similar a los liberales, Marx pensó que el desenvolvimiento económico capitalista refundaría la cultura y la existencia humana y “todo lo sagrado es profanado, y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencia”. En Europa la industria capitalista despojó al proletariado de su cultura anterior, al punto de que “las leyes, la moral, la religión, son para él meros perjuicios burgueses, detrás de los cuales se ocultan otros tantos intereses de la burguesía”.

La nueva acumulación económica determinaría la mutación de las religiones y en su punto de vista “las ideas de libertad religiosa y de libertad de conciencia no hicieron más que reflejar el reinado de la libre concurrencia en el dominio del saber”.

El planteo economicista de Milei cuestiona la legitimidad de los principios fundamentales de la nacionalidad. Para él, el ser de los países y sus comunidades es lo que sus regulaciones económicas determinan y el mundo no se diferencia sobre las diversas formas de vida y culturas nacionales, sino meramente entre economías libres y colectivistas. En su visión extremadamente reduccionista del hombre y de la historia, meramente las externalidades propias de las desregulaciones económicas derivaron en que “los ciudadanos de los países libres viven un 25% más que los ciudadanos de los países reprimidos”. 

Marx, en sintonía con el economicismo propio del liberalismo, también creía que el sistema mundo en su totalidad se refundaría a partir del reordenamiento económico capitalista, de la racionalidad moderna y de las nuevas tecnologías. Los pueblos serían desculturizados y despojados de su identidad, su historia, su religión y de los valores nacionales. Es en este sentido, en que Marx remarcó que desde el surgimiento del industrialismo “los obreros no tienen patria”.

 

¿Se puede controlar la fuerza del capitalismo?

Milei consideró al mercado mundial capitalista como una organización económica y civilizacional perfecta, como “un proceso de descubrimiento en el cual el capitalista encuentra sobre la marcha el rumbo correcto”. En esta perspectiva, si se “descubre” un nuevo nicho de rentabilidad, la injerencia estatal o la posibilidad de regularlo es una forma de anularlo y de perjudicarlo. Para Milei “El mercado es un mecanismo de cooperación social donde se intercambian voluntariamente. Por lo tanto, dada esa definición, el fallo del mercado es un oxímoron. No existe fallo de mercado”.

Tal cual adelantamos, Marx vio en la dinámica capitalista la organización de una nueva forma económica destinada a refundar las instituciones y la cultura occidental que pasaría a ser universal. El pensador socialista consideraba que el capitalismo derivaría en la cooperación social de mercado y en la abolición de todas las regulaciones estatales. La diferencia sustancial con los liberales, es que para alcanzar este modelo ideal de egoístas perfectos que fundan un paraíso en la tierra, era necesario eliminar previamente al capitalista. Marx proponía anular el antagonismo de clases a partir de una dictadura que elimine la clase burguesa y de esta violencia fundacional “surgirá una asociación en que el desenvolvimiento de cada uno será la condición del libre desenvolvimiento de todos”.  

Marx a diferencia de Milei, remarcó que el capitalismo arrastraba deficiencias de funcionamiento o como decía Milei, había “fallos de mercado”. El pensador alemán sostuvo que el capital no podía “dominar las potencias infernales que ha desencadenado”. Las crisis comerciales y la producción descontrolada de grandes excedentes conducían a los capitalistas a una despiadada competencia y a la búsqueda de nuevos mercados, sin por ello poder evitar nuevas y más profundas crisis. Tal cual ya comentamos, la solución a la incapacidad burguesa de regular los ciclos económicos, estaría dada por la intervención estatal violenta. Ésta última sería catalizadora  de una nueva revolución productiva, antecedente de la sociedad comunista de hombres libres sin Estado.  

En Davos Milei sostuvo que el capitalismo terminó con la pobreza extrema en el planeta y auspició un orden social y político de hombres libres asociados en base a un individualismo benefactor. En los países que tal situación no ocurrió fue a causa del colectivismo, que en el caso argentino habría sido iniciado ya desde la época de Hipólito Yrigoyen y de la UCR. El colectivismo se impuso como ideología de las elites y también de la masa que asimiló la negativa y perversa noción de la “justicia social”, que en sus palabras “es una idea intrínsecamente injusta, porque es violenta. Es injusta porque el Estado se financia a través de impuestos”.

Los principales defensores de la justicia social serían la casta política, los trabajadores a los que se les impuso esa ideología para controlarlos y el “feminismo radical” financiado con “mayor intervención del Estado para entorpecer el proceso económico, darle trabajo a burócratas que no le aportan nada a la sociedad, sea en formato de ministerios de la mujer u organismos internacionales”.

A los factores distorsivos del libre mercado ya mencionados, el mandatario le sumó a los ambientalistas a los que caracterizó de “socialistas” que postulan el conflicto “del hombre contra la naturaleza”. Milei destacó que en nombre de esa causa,  se proponen implementar mecanismos para frenar el crecimiento demográfico, promoviendo el  control poblacional” y “la agenda sangrienta del aborto”.

Queda claro por lo que venimos diciendo, que para Milei el capitalismo de libre mercado es una doctrina económica y también es una doctrina de salvación y nadie se libera si no es por intermedio de ella. Las “fuerzas del cielo” dividieron a la humanidad en una lucha entre la libertad y el colectivismo y el mandatario es una especie de profeta y de mensajero de salvación libertario.

Marx cuestionó la explotación que traía aparejado el capitalismo de libre mercado, que si bien aportaba civilización en las sociedades bárbaras, acarreaba el sacrificio exacerbado de los obreros occidentales que se tornaban “esclavos de la maquina” y del burgués. El pensador alemán sostuvo críticamente que el egoísmo desenfrenado del empresario convirtió en mercancía a los menores y a las mujeres. Paradójicamente para los principios liberales, Marx destacó que el capitalismo había abolido el derecho a la propiedad privada “para las nueve décimas partes de sus miembros”. En su óptica, la burguesía ya no era capaz de ser clase dominante, ya que no podía “asegurar a su esclavo la existencia dentro del marco de la esclavitud (…) la burguesía produce, ante todo, sus propios sepultureros”. A partir de ahora, la clase obrera tenía la misión histórica de reorganizar la economía y de conducir los destinos del planeta.

 

La visión Justicialista de la economía, de la sociedad y del Estado

El Justicialismo nació como una expresión histórica distante del liberalismo capitalista y del marxismo comunista. En este movimiento político el sujeto de la revolución no son el individuo egoísta, ni la voluntad del Estado de clase materialista, sino que lo es el conjunto de las organizaciones libres del pueblo mancomunadas a partir de un sistema de valores compartidos, de un principio de solidaridad social y de una unidad de destino.

A diferencia del planteo del materialismo liberal y marxista, el Justicialismo no consideró a la cultura como un reflejo determinado por la economía. El mercado no construye sociedad y tampoco nacionalidad, sino meramente distribuye bienes y el sistema liberal lo hace de manera sumamente desigual internamente y entre los distintos Estados. Asimismo, hay sobradas evidencias históricas de sociedades que pueden modernizar la producción apropiándose de los desarrollos científicos occidentales, sin por ello perder sus valores, sus tradiciones y sus formas de vida milenarias que son las que las mantienen unidas.

En realidad, lo que amalgama y une a los pueblos son cultura y los valores que son formulados y trasmitidos a las futuras elites dirigenciales en las organizaciones libres como la familia, la iglesia, los sindicatos, las asociaciones barriales, culturales y políticas, entre otras. El ideal justicialista es el de una comunidad organizada en la cual las personas actúan no meramente buscando ganancias, sino a partir del sentido moral del deber con el conjunto.

El Estado Nacional moderno reorganizó la cultura y centralizó la educación que anteriormente manejaba la iglesia. Lo realizó con el fin de formar a las nuevas elites y de dotar de una base cultural unificada a la masa popular. El estatismo educativo fue impulsado por los liberales y le permitió debilitar a la nobleza terrateniente y a la monarquía. Luego ese esquema fue propugnado por los comunistas con el fin de imponer la ideología oficial anti burguesa. El Justicialismo no es estatista en temas de producción y circulación de la cultura y en la Constitución de 1949 sostuvo que “La educación y la instrucción corresponden a la familia y a los establecimientos particulares y oficiales que colaboren con ella”.  La familia y el pueblo libre tenían la tarea de edificar la cultura rectora de la comunidad. Con la finalidad de apoyar este proceso, el Estado crearía establecimientos culturales gratuitos en todos los niveles que difundirían la ciencia moderna, los valores históricos, federales y nacionales del pueblo argentino, contribuyendo a la elevación de la cultura universal.

En Davos Milei destacó que “Occidente está en peligro” por causa del colectivismo que no permite el libre mercado y que impone la agenda de la justicia social, del cuidado del medio ambiente y de la reducción de la población. El Justicialismo también se inscribió en la cultura occidental y tampoco acompañó al comunismo al que Milei le atribuyó el asesinato de 100 millones de personas. A diferencia del liberalismo clásico, el Justicialismo se consideró parte de la tradición de la democracia social y cristiana occidental. Tomando distancia de la enorme simplificación economicista del planteo del mandatario de la Libertad Avanza, el peronismo conceptuó a Occidente como parte de una tradición cultural y no meramente económica. En el Congreso de Filosofía del año 1949, el líder justicialista reivindicó los valores occidentales encarnados en la virtud de vivir armónicamente en sociedad que promovió la filosofía antigua, en la igualdad de todos los hombres propugnada por el cristianismo en la Edad Media y en las instituciones y principios de las nacionalidades propia de la modernidad.

Considerándose parte de Occidente, el Justicialismo impulsó en las relaciones exteriores un esquema de Tercera Posición que respetó el derecho de cada nación a forjar su propio sistema de vida y bregó por la evolución de un universalismo asentado en las diferencias culturales y políticas de las comunidades.

Para el Justicialismo el Estado no es la representación política de una clase social, sino que es la voluntad histórica de realización de entidades de poder fundadas en sistemas de vida y de cultura. El Estado en tanto representación de la colectividad nacional no tiene que desaparecer. En la tradición justicialista el ente público se articula directamente con las organizaciones libres del pueblo y no es Estado gendarme (liberal), ni Estado totalitario (comunista). Los alcances del mismo lo definen los intereses de la comunidad y de la nación en cada momento histórico.  No se puede fundar un Estado meramente con una racionalidad de fines de lucro empresarial de corto plazo, sino que se requiere una perspectiva nacional y social estratégica de mediano y de largo alcance. 

Milei identificó como el sujeto de proceso político al empresario. No considera que los  trabajadores, las capas intelectuales y las organizaciones libres sean posibles motores del desarrollo. El Justicialismo no caracterizó al capitalista ni como héroe, ni como un villano por su condición originaria de clase, sino que lo juzgó por sus aportes realizados a la comunidad. Asimismo y a diferencia del liberalismo, promovió la democracia social que está caracterizada por la intervención activa y concertada de los sindicatos a los que definió como la columna vertebral del Movimiento. Además, fomentó la intervención en la formulación de las políticas públicas de las cámaras empresarias y las demás organizaciones sociales y culturales de la comunidad.

El liberalismo y el comunismo son ideologías sacrificiales. En nombre de la libertad, el liberalismo fomentó la ganancia sin límites de los capitalistas, exigiendo al trabajador sangre, sudor y lágrimas como paso previo al mundo feliz y perfecto. El comunismo propone como camino al paraíso terrenal, la despiadada lucha de clases y exige en esa marcha la entrega de la libertad individual a un Estado dictatorial. El Justicialismo enarbola la felicidad del pueblo y descree que se pueda edificar un país sobre la explotación ejercida por el capital o por el Estado de clase. Propone en su lugar, la unidad nacional y el método político de la concertación social que es un medio de distribuir ganancias, sacrificios y esfuerzos entre todas las clases y sectores del país.

Tomando distancia del marxismo, el Justicialismo no propugna la lucha de clases, ni la supresión del capitalismo de mercado. Fomenta la concertación social entre sindicatos y empresas y defiende el valor de la dignidad del hombre argentino, buscando una armonía que permita al mismo tiempo la ganancia empresaria y la ganancia social. En esta tradición política, la producción debe desenvolverse a partir de un orden moral superior de la comunidad.  

La teoría económica de Milei no distingue por roles, por capacidades de negociación, ni por tipo de actividades productivas y especulativas. No diferencia entre economías y mercados nacionales o extranjeros y no le da importancia alguna a la disputa de intereses internacionales con actores de escalas de producción diferentes. A partir de acá, la no intervención gubernamental puede ser una manera de favorecer la explotación obrera y el poder del capital financiero que le quita incentivos a la producción y que genera serios desequilibrios al capitalismo.

Que el mandatario liberal no se proponga proteger a las empresas nacionales en nombre de un utopismo economicista dogmático y utópico, no implica que otros grupos de poder estatal o corporativo trasnacional dejen de hacerlo. Históricamente, la lucha comercial internacional incluyó acciones de dumping, apoyos a áreas estratégicas como la ciencia, el transporte o incluso la regulación de la canasta básica de los trabajadores para lograr dignidad de vida y competitividad comercial. El Justicialismo que es ante todo realista y no dogmático, interviene en la economía para garantizar que los trabajadores y los empresarios tengan condiciones de posibilidad frente a los grandes grupos locales y trasnacionales. Asimismo, lo hace para favorecer el capitalismo productivo, quitar incentivos al capital especulativo y fomentar el desarrollo. 

domingo, 11 de febrero de 2024

Individualismo libertario en la geopolítica

Francisco Cafiero para DiarioAr 


11 de febrero de 2024

 

Luego de la participación del presidente Milei en el Foro de Davos, donde retó a jefes de Estado y empresarios acusándolos de socialistas y feministas que defienden el medio ambiente, Milei llegó en visita de Estado a Israel. Esta visita se enmarca en sus anuncios e intenciones de generar el alineamiento principal que mencionó innumerables veces durante su campaña electoral.

El diseño de la política exterior puede contribuir significativamente a mejorar las condiciones económicas, a través, por ejemplo, del comercio, las exportaciones y las inversiones. Por eso resulta antojadiza, improvisada y poco efectiva la política exterior que despliega el gobierno de Milei.

Por prejuicio ideológico, el gobierno libertario decidió descuidar las relaciones con dos de nuestros tres principales socios comerciales: Brasil y China. Es con esos gobiernos donde deberían estar los esfuerzos de recomposición y generación de confianza, y a esos países debería ir el mandatario argentino y reconstruir las relaciones por el distanciamiento que generó. El error estratégico de declinar la incorporación a la membresía de los BRICS nos lleva a un escenario de desventaja frente a inversiones, acceso de crédito y mejoramiento en el intercambio comercial. A su vez, continúa la ausencia de una política prioritaria hacia la región de América Latina. Recordemos que 8 de cada 10 dólares que ingresan al país por el comercio exterior provienen de países no occidentales.

La urgencia de la Argentina hoy no está en Medio Oriente, está en su economía que atraviesa una crisis que impacta de manera directa en su pueblo y que se empeora con las medidas que toma del gobierno.

Esto no quita la realidad de que la República Argentina mantiene relaciones diplomáticas con el Estado de Israel desde 1949, cuando el entonces gobierno del presidente Juan Perón lo reconoció como Estado soberano mediante el decreto 3668. Forman parte del pueblo argentino la comunidad judía más grande de América Latina y el Caribe y, a su vez, en Israel vive un número importante de argentinos y descendientes de connacionales. Este antecedente poblacional y migratorio, junto a valores culturales, solidarios, democráticos y de respeto mutuo, forman los pilares de una relación bilateral sólida. Además, es de destacar que el Estado de Israel apoya el reclamo argentino por el ejercicio de la soberanía de las Islas Malvinas.

Las relaciones comerciales con Israel son importantes visto la condición superavitaria a favor de la Argentina, donde se destaca la exportación de carnes, pero no es un socio principal ya que representa menos del 0,5% de lo que nuestro país exporta al mundo. Vale destacar que hay un potencial para mayores intercambios en tecnología aplicada a sistemas de riego y recursos hídricos, telecomunicaciones, biotecnología, seguridad y ciberseguridad. Incluso se firmó un tratado de libre comercio entre Israel y el MERCOSUR. Una mención aparte merece la actual cooperación en la industria de la defensa, donde por ejemplo nuestro país moderniza con tecnología isrealí el Tanque Argentino Mediano (TAM 2C), y también importa de Israel gran parte de la aviónica que se utiliza en el avión de entrenamiento ligero de combate “IA-63 Pampa” producido en la Fábrica Argentina de Aviones (FADeA).

Para un país como la Argentina el alineamiento irrestricto con otra nación como lo expresa el presidente Milei es una señal de debilidad y genera una condición de dependencia, con el potencial de poner en riesgo la soberanía nacional, la seguridad y el bienestar de nuestro pueblo. La política exterior debe ser del Estado y resulta vanidoso que por la conversión del presidente Milei al judaísmo -con todo el respeto a ello y a su fe- interfiera en la política exterior del país. Las intenciones del presidente Milei de mudar la embajada argentina en Israel a la Ciudad de Jerusalén es una provocación innecesaria visto las reivindicaciones territoriales que poseen Palestina (Estado que la Argentina reconoce) e Israel, y además es una copia de la iniciativa hecha por el expresidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump, con las advertidas consecuencias que hacen colapsar el alcance de una solución negociada del conflicto.

Sobreactuar un alineamiento irrestricto con Israel, como pretende hacer el presidente, puede debilitar la credibilidad generada a partir de la cooperación y los esfuerzos que promueve la República Argentina para el mantenimiento de la paz en una región donde se registran conflictos armados y múltiples tensiones. Es de destacar que en la actualidad, bajo mandato de las Naciones Unidas, nuestro país despliega observadores militares y oficiales en los Estados Mayores en las Misiones de Mantenimiento de Paz de Medio Oriente (UNTSO); Altos del Golán (UNDOF) y en el Líbano (UNIFIL).

La paz debe ser siempre un bien a preservar. Por eso el gobierno del presidente Alberto Fernández condenó los ataques terroristas de Hamas a Israel ocurridos el 7 de octubre de 2023, y ordenó la evacuación humanitaria de argentinos en Israel mediante el operativo “Regreso Seguro”, basado en un puente aéreo entre las ciudades Tel Aviv- Roma- Buenos Aires, que permitió el retorno al país de más de mil compatriotas. El operativo fue coordinado entre la Cancillería, el Ministerio de Defensa, Aerolíneas Argentinas y ejecutado por el Comando Operacional de las Fuerzas Armadas. Asimismo, de igual manera, se condenó la ofensiva militar de Israel que violó el derecho internacional humanitario en Gaza donde miles de civiles, especialmente niños, niñas y ancianos, perdieron la vida.

Milei, en el diseño de su política exterior y su errática lectura geopolítica, busca protagonismo para constituirse en un referente mundial de la extrema derecha. Es un problema cuando la aspiración individual y personal de un dirigente se posiciona por encima de una política de Estado que incluye la historia, el presente y el futuro de una nación y de su seguridad.

miércoles, 17 de enero de 2024

La política exterior de Milei: errores estratégicos y riesgo para el interés nacional

 Por Francisco Cafiero para el DiorioAr 


Pasó poco más de un mes desde el inicio de la gestión del gobierno del presidente Javier Milei y, mientras avanzan las medidas para desregular la economía, la devaluación del 120% de la moneda, la consecuente suba generalizada de precios, la convocatoria al paro nacional -primera vez desde la vuelta de la democracia que se convoca en el mes de enero-, y los debates en el Congreso de la Nación por la Ley ómnibus, parecen haber pasado años.

Con la premisa de que toda política rectora debe tener directiva y posicionamientos estratégicos, propongo analizar algunos asuntos de la política exterior del gobierno.

Dejó de ser novedoso que el mundo transita una serie de crisis interconectadas cuyos efectos impactan significativamente en la vida cotidiana de millones de personas. Éstas crisis se manifiestan en las democracias -en sus instituciones y representantes-, en el acceso a las energías y sus costos, en las migraciones forzadas y los refugiados, en el clima, en la producción y distribución de alimentos, en la salud, en la inflación, en el multilateralismo, en los sistemas financieros y en las deudas. Es un mundo en disputa y ciertamente tensionado: en los últimos años se llegaron a registrar 32 conflictos armados inter o intraestatales de distintas intensidades en diversos puntos del globo.  

La Argentina está inserta en este mundo y nos impactan sus consecuencias. La política exterior de la nación sostiene pilares que trascienden a gobiernos de turno como la no intervención en los asuntos internos de terceros países; el reclamo por el ejercicio de la soberanía de las Islas Malvinas; el apoyo al multilateralismo; y la defensa por los derechos humanos. Incluso en algunos de estos campos ha propiciado doctrina.

Nuestro país cuenta con un sin número de capacidades concretas y potencialidades que lo hacen único. Es el octavo más grande del mundo en cuanto a su extensión territorial. Tiene recursos estratégicos como petróleo, gas, litio, capacidad para producir alimentos, reservorios de agua dulce, una hidrovía privilegiada, y una costa marítima de 5.000 kilómetros de longitud; además de características propias como su biodiversidad, distintos climas, tierras cultivables y variedad geográfica. Es una potencia media con baja densidad poblacional donde hay y se produce mucho de lo que es demandado por el resto del mundo. 

Dentro de sus principales socios comerciales se encuentran la República Federativa de Brasil, la República Popular China, los Estados Unidos de América, la República de la India, la República del Paraguay, la República de Chile y la República Socialista de Vietnam. Se estima que 8 de cada 10 dólares que ingresan al país por el comercio internacional provienen de países no occidentales. Por ello, resulta un equívoco estratégico rechazar la oportunidad de ingresar como miembro pleno al grupo de los BRICS. El mismo representa el 42% de la población mundial y el 24% del PIB global, que incrementará con los nuevos países integrantes. A dicho grupo se destina el 30% de nuestras exportaciones. Tres de nuestros principales socios comerciales integran el bloque (Brasil, China e India). Los BRICS forman parte del G-20 y, de sus miembros, sólo Brasil pertenece al continente americano. La Argentina entonces, pierde la posibilidad de constituirse en un actor de mayor relevancia y protagonismo regional y continental, afianzando su relación estratégica con Brasil que a su vez, unidos, constituyen, como históricamente han desempeñado, la garantía para la estabilidad sudamericana. La Argentina, asimismo, queda imposibilitada de acceder a créditos de su Nuevo Banco de Desarrollo.    

 

La República Popular China es uno de los países más importantes del mundo dado por sus dimensiones políticas, económicas, productivas, militares, tecnológicas, espaciales, financieras, como por su historia milenaria y riqueza cultural. Este año celebraremos 52 años de relaciones diplomáticas. Desde el 2014 sostenemos una Relación Estratégica Integral, siendo ésta una de las jerarquías más importantes de las relaciones bilaterales. Argentina adhirió en el 2022 a su iniciativa de la Franja y la Ruta, que impulsa el desarrollo de infraestructuras, el intercambio comercial, la interconectividad y la cooperación internacional con los 140 países adherentes. De ellos, 22 son de América Latina y el Caribe, lo que posibilita estrategias comunes para la región de cara al comercio, al desarrollo económico, las inversiones del gigante asíatico.

Es de público conocimiento que China históricamente ha apoyado a la Argentina en su reclamo por el ejercicio de la soberanía de las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur y sus espacios marítimos correspondientes, de igual manera que la Argentina reconoce la política de una sola China. Por lo tanto, para nuestro país, Taiwán es parte del territorio de China. Que la canciller, Diana Mondino, haya recibido a la representante comercial de Taiwán (que no cuenta con estatus diplomático), no sólo rompe con una trayectoria de la política exterior argentina, sino que representa un error diplomático y estratégico, y una provocación dirigida a un socio importante. Pensemos a la inversa ¿Qué haríamos si la cancillería china recibiera a las ilegítimas e ilegales autoridades coloniales del Reino Unido que ocupan las Islas Malvinas?. Esos gestos provocan desconfianza, y recordemos que China ha sido solidaria en tiempos difíciles para la Argentina, como por ejemplo con el acceso a vacunas en la pandemia del COVID-19 o el SWAP financiero. 

El diseño en la política exterior sin equilibrios y con fanatismos es un riesgo, por eso preocupa la definición del presidente Milei de alinearse unilateralmente de manera acrítica con los Estados Unidos de América. El año pasado (2023) la Argentina cumplió 200 años de relaciones diplomáticas con los Estados Unidos y hoy se mantienen sólidas, maduras y buenas relaciones bilaterales. Pero el giro del que habla el mandatario implica una posición innecesaria, sobreactuada e injustificada dado las propias características de nuestro país y su estructura político- institucional y comercial de inserción que tiene con el mundo. Tal vez en la idea de Milei de dolarizar la economía encuentra su sentido práctico pero, en el pasado reciente, observamos cómo tal política fracasó. Lo cierto es que las relaciones bilaterales entre países se fortalecen con confianza mutua, complementariedad y cooperación, y en eso deben estar abocados los esfuerzos.

La Argentina es un país Bicontinental, con proyección geográfica natural hacia la Antártida, con presencia ininterrumpida allí desde 1904. Firmó el Tratado Antártico en 1959, anualmente realiza campañas y cuenta con trece bases (siete permanentes y seis temporales), constituyéndose en antecedentes concretos de ejercicio de soberanía en un continente donde reclama territorio. En la Antártida radica el reservorio de agua dulce más importante del mundo y es una zona donde la disputa geopolítica crece a diario. Hay presencia Argentina gracias a una política de Estado, a la inversión pública, a la política que dicta la Cancillería, a la planificación interagencial, a la capacidad logística de los medios y hombres y mujeres de las Fuerzas Armadas, a la ciencia y sus investigadores, a la salud pública, a los docentes de la Provincia de Tierra del Fuego, a los niños y niñas que nacen en territorio antártico -somos  uno de los pocos países con ese registro en el mundo-.

Es auspicioso que el presidente Javier Milei haya viajado a la Antártida -sexto presidente en hacerlo-, a propósito del programa para la utilización de tecnología nuclear en el control de contaminación por plásticos. Sin embargo resulta contradictorio dada su prédica libertaria para el desmantelamiento del Ministerio de Ciencia y Tecnología, la propuesta de privatizar Arsat y la negación de las consecuencias del cambio climático.

Por último, veo con preocupación la ausencia de una política hacia la región. No quiero dejar de afirmar que el presente y el futuro del país necesitan del fortalecimiento de la integración regional, sea ésta a través de sus mecanismos institucionales, políticos, comerciales, económicos, sociales; como productivos, de infraestructuras, servicios y energéticos. 

“Hoy todo es política internacional, que se juega dentro o fuera de los países, influenciando la vida de las naciones y de los pueblos en forma decisiva”, afirmaba el expresidente Juan Perón. Las primeras señales de la política exterior del presidente Milei son erráticas, alejadas de los intereses nacionales y sus consecuencias van a impactar de manera negativa en el día a día del pueblo.

 

El autor es dirigente peronista, vicepresidente de la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina (COPPPAL) y ex secretario de Asuntos Internacionales para la Defensa (2019 - 2023).

 

Debates del presente para construir un mejor futuro

  POR ALDO DUZDEVICH, para Agencia Paco Urondo  15 Marzo 2024   Hace varios meses deje de escribir. Porque en este tiempo, la cuasi-ob...