miércoles, 30 de noviembre de 2011

Las etiquetas de la ignorancia

Por Jorge Rachid

“El peronismo es el hecho maldito del país burgués” J.W.Cooke

La incomprensión de los procesos populares latinoamericanos, en especial del peronismo, hace que aquellos pensadores e intelectuales que construyen su pensamiento desde miradas eurocéntricas o sobre los debates económicos sociales del siglo XlX al calor de la Revolución Industrial, tengan poca comprensión e incluso ignorancia en el acontecer de su tiempo. Deviene dicha incomprensión de aquella época en que Carlos Marx caracterizaba al Libertador Simón Bolivar de caudillo salvaje, expresión auténtica de la barbarie. Términos demasiados conocidos desde entonces por los argentinos a través de la historia.
Hoy frente a los procesos políticos que desde el año 2003 se desarrollan en la Argentina, desde el peronismo, primero con Néstor Kirchner y luego con la Presidenta Cristina Fernández, recuperando lo doctrinario y simbólico del peronismo abandonado en el tráfico ideológico de los 90, desde los Derechos Humanos con verdad, memoria y justicia hasta la reparación de los derechos laborales y sociales plenos, con una fuerte impronta de obra pública, ampliación del empleo y empuje a la industrialización, integración del UNASUR, entre otros avances, aquellos sectores que vuelven a creer en el Movimiento Nacional, bienvenido que así sea, comienzan a plantear su visión de traje a su medida, para que los fundamentos epistemológicos que desarrollaron a lo largo de sus vidas, que lejos de adherir a los movimientos populares caracterizaban a estos, en especial al peronismo, como populismo, no se vean afectados. Como si fuese una mala palabra, el populismo era la denominación peyorativa de lo popular, lo sigue siendo. Era casi una minimización en el mejor de los casos, cuando no una denostación, de sus posibilidades como movimiento de dar respuestas a las demandas políticas y sociales a futuro, ya que no entraba en los análisis del materialismo histórico, ni comprendía el análisis científico de la construcción dialéctica. No entraba en su traje filosófico. De ahí que esta nueva situación en nuestro país comenzó a ser denominada por los nuevos habitantes del universo nacional y popular “ pos peronismo”, “populismo científico”, “kirchnerismo puro” u otras denominaciones, como la caracterización ahistórica de “izquierdas y derechas” que inunda los análisis más superficiales.
El ninguneo histórico se asemeja al olvido que durante el desarrollo de la historia oficial se intentó con los pueblos originarios. Casi no existieron, desaparecidos de la historia, como lo son los trabajadores, protagonistas de las páginas heroicas de nuestro país que a la hora de los análisis sobre los procesos de liberación nacional durante las dictaduras o en la construcción de los modelos sociales a futuro, no figuran ni están presentes. Esa concepción que remeda vanguardismos intelectuales montados sobre los acontecimientos de la hora actual del panorama político de nuestro país, no aporta al proceso transformador que vivimos, si no lo hace desde una comprensión plena de las contradicciones lógicas y las necesarias nuevas síntesis que requiere la marcha del movimiento nacional y popular, que integre la totalidad de las fuerzas coaligadas, en un desafío al cual estamos todos convocados.
De ahí que los términos derechas e izquierdas siempre enarbolados, suenen antiguos y descontextualizados en pleno siglo XXl. Cómo caracterizar sino de izquierdas a sectores que hoy aportan a la acumulación política del gobierno, siendo gobernadores, intendentes, dirigentes diversos, desde concepciones en algunos casos neoliberales y en otros, ultramontanos y clericales. De la misma manera es fácil caracterizar de derechas a la Sociedad Rural, pero hacerlo con el Frente de la Izquierda o el Socialismo requiere un ejercicio pleno de abstracción intelectual. Como en 1945 con el Partido Comunista al lado del embajador de EEUU, o los partidos populares junto a los conservadores, que no percibieron los nuevos tiempos y etiquetaron al “aluvión zoológico” que irrumpió en la historia con agravios y caracterizaciones socialmente racistas. Las izquierdas europeas de hoy, socialdemócratas, verdadera ala izquierda del neoliberalismo, es la expresión acabada de la claudicación histórica de un pensamiento rendido al posibilismo del poder. Intentaron una pátina progresista con Antony Guidens con la Tercera Vía, bajo el amparo del premier británico laborista Tony Blair, en un congreso internacional, donde al calor de los bombardeos de la ocupación de Irak y Afganistán, de los cuales participaban, pretendieron diferenciarse del neoliberalismo dominante. Sectores del campo nacional de nuestro país participaron y participan aún hoy de esa movida, incluso sectores del peronismo. Antes, en la dictadura, sectores del peronismo adhirieron a la Fundación Rockefeler, ariete del Departamento de Estado para América Latina, otros en los 90 quisieron llevar al peronismo sucesivamente a la Democracia Cristiana europea centro del pensamiento conservador y luego al entente Reagan- Tatcher cercano al Thea Parhy de hoy. Un verdadero desatino que extraña la palabra filosa del maestro Jauretche o el Mordisquito de Enrique Santos Discépolo, en un caleidoscopio de zonceras difícil de explicar, excepto para quienes creemos que la historia la construyen los pueblos, los nuevos paradigmas también en la conciencia colectiva que se expresa en cada momento, con la mirada y la filosofía de lo nacional y popular.
Las adhesiones de sectores ajenos al peronismo, a la marcha del proceso político vigente, tienen por momentos el tinte de la provisionalidad. Esto es casi como condicionar un proceso político que desde el peronismo ha posibilitado recuperar al Estado como ordenador social y a la política como herramienta de construcción del modelo de justicia social, combatiendo enemigos en el mismo cuerpo del movimiento nacional, favoreciendo la dispersión o procurando la fragmentación, en especial en coyunturas electorales, donde el espacio propio, concepción bien neoliberal, impregna el accionar político. Esa adhesión de provisoria pasa a frágil cuando las “papas queman.” Desconocen el peronismo: primero la Patria, luego el Movimiento y por último los hombres, en realidad los nombres. Quieren un peronismo estéticamente democrático y maduro, mas parecido a Lula que a Chávez, aunque ambos comprendan al peronismo y al país, mejor que aquellos que tiñen de su pintura la realidad, desconociéndola. Escuchaban a Alan Touraine en los 90 y ahora imaginan a Paul Krugman o Stigliz como aliados incondicionales. Siempre en la búsqueda de modelos externos cuando nuestra historia reciente y lejana ofrece múltiples ejemplaridades de defensa de lo nacional.
El gobierno ha sido desde lo simbólico también un recuperador de la estética y el pensamiento peronista, desde la concepción del Bicentenario recuperando historia no oficial hasta los reconocimientos a Perón y Evita, en homenajes, esculturas, representaciones, cuidadosamente evitadas con el neoliberalismo dominante. Los íconos culturales también juegan la historia a futuro como hecho cultural de identidad, por lo cual es necesario salir al ruedo a reafirmar lo doctrinariamente peronista de la etapa, frente al facilismo de los intelectuales que decretan comienzos o finalizaciones de procesos históricos.
Uno aún se pregunta que hubiese sido de la vida de Eva Duarte sin un Perón, o de Ramón Carrillo sin el líder y no deja de preguntarse cómo es posible un movimiento nacional como el peronismo con casi 70 años de vigencia desde 1943, sólo explicable por su fortaleza doctrinaria, concepción del mundo, filosofía de vida e identidad nacional, que interpretó cabalmente desde un liderazgo, la memoria colectiva de un pueblo.
El debate está abierto y bienvenido sea, ya que así se construye la memoria, sin exclusiones ni discursos únicos de los propietarios de la verdad. Estamos en un momento dinámico, único de una Latinoamérica enmarcada en la defensa de los intereses comunes de los pueblos, de crisis global del capitalismo financiero, de defensa del patrimonio nacional, saliendo de una crisis terminal y con muchas demandas pendientes, pero ese debate saludado y necesario, no puede poner en juego los desafíos estratégicos de quien conduce, casi un perogrullo de manual de Conducción Política. Quien conduce y lidera, hoy Cristina, escucha, promueve, zarandea, provoca, pero su obligación no es pelear, es vencer, por lo cual el sistema de alianzas necesaria, los tiempos de concreción política y el apuntalamiento de la acumulación los decide la conducción. El Movimiento Nacional es una herramienta de liberación y sus objetivos trascienden generaciones, crean cultura y forjan identidad. Toda otra pelea supone mediocridad o ignorancia, pero nunca será un aporte a la consolidación del peronismo como eje nacional y popular.

CABA, 6 de octubre de 2011

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