martes, 26 de mayo de 2009

LA GRAN PRENSA Y EL NEOCOLONIALISMO


Sonia Aristimuño
Área de Comunicación C.E.H.A
Mayo de 2009


“Es un deber, no mero sentimiento de justicia, denunciar inexorablemente a los enemigos del país”. Juan José Hernández Arregui[1]

En la actualidad, es innegable la enorme injerencia que tienen los medios de comunicación audiovisuales y gráficos para intervenir sobre la construcción y reproducción de la cultura. Sobre el particular, debe resaltarse la importancia que adquieren en relación a otras instituciones de la cultura, tales como son la escuela, los gremios, los partidos políticos o la universidad, en la medida en que ocupan el rol educativo que en otro período cumplían las mencionadas instituciones. Frente a este panorama, sostenemos que una de las funciones primordiales de los medios de comunicación en el país, es la de contribuir a la reproducción de nuestra condición dependiente. En este artículo vamos a reflexionar sobre la relación existente entre los medios y el neocolonialismo a través del rescate de las opiniones de algunos intelectuales argentinos. Sobre la condición colonial de nuestra prensa y como punto de partida, surgen dos cuestiones a desarrollar:
Primero: ¿Por qué decimos que son parte de la colonización cultural argentina?
Segundo: ¿Qué relación existe entre la emisión de los medios y la cultura nacional?
Al referirnos a ésta última categoría hacemos referencia a los valores y prácticas de nuestro pueblo, expresadas como conciencia nacional y como conciencia histórica que dan marco al proceso de autoorganización y de autorrealización de la comunidad nacional en el teatro de la división internacional del trabajo. El reverso de la conciencia nacional es el fenómeno de la dependencia política, económica, social y cultural, que aplicada al plano de la cultura se denomina “neocolonialismo” y cuyos principales efectos suponen la internalización de los valores importados de las metrópolis que reproducen la dependencia, como si fueran valores nacionales para impedir que el pueblo tome conciencia del programa expoliador del cual es víctima.

Medios y dependencia

Partimos de la siguiente hipótesis: los medios de comunicación son un instrumento central de legitimización de la dependencia económica y política del país a través de la cultura: esta característica los convierte en uno de los aparatos más importantes de la colonización cultural en la historia. La prensa concentrada en los países periféricos, tiene como finalidad prioritaria apuntalar los negocios de las empresas trasnacionales y sus socios internos, las oligarquías nativas. El capital extranjero monopoliza y controla las principales actividades económicas de explotación ligadas a los recursos naturales, financieros y humanos de las periferias. Hay una ley de hierro de la economía política mundial que establece que los Estados que no alcanzaron la nacionalidad, están condenados a ser la mano de obra externa y el granero del imperio y las metrópolis. El Tercer Mundo es víctima del vaciamiento permanente de sus recursos humanos y naturales que engrandecen a las metrópolis y frente a ello, los medios de comunicación cumplen la tarea primordial de ocultarlo o mostrarlo como un factor natural. Sostenemos que:
a- La prensa concentrada, primordialmente, tiene como objetivo principal hacer rentables los negocios de las empresas trasnacionales en la periferias promocionando, distorsionando, construyendo modelos de consumo, etc. cuya finalidad es destruir la empresa nacional y la industria privada y pública;
b- La prensa concentrada, objetivamente, por su función cumplida frente a los factores de poder, es enemiga estructural de los regímenes políticos nacionalistas y populares que defienden el patrimonio del Tercer Mundo frente al saqueo extranjero;
c- No existe la prensa “independiente o libre” en un país dependiente;
d- La prensa libre demanda, previamente, la consolidación del proyecto nacional sin el cual está condenada a la frustración permanente o a reproducir su condición neocolonial de satélite de las empresas extranjeras;

Intelectuales como Arturo Jauretche y Juan José Hernández Arregui, denunciaron décadas atrás la función antinacional que jugaba la gran prensa de nuestro país, y por eso consideramos que su pensamiento nos permite analizar el comportamiento actual de los monopolios y oligopolios mediáticos y su rol en el campo político como “deformadores” de opinión.


Medios y sistema social

La prensa concentrada enfrenta el desarrollo industrial del país con la finalidad de consolidar y perpetuar la condición agrícola pastoril y la extranjerización de las empresas y servicios públicos argentinos. A su vez, la prensa es enemiga declarada de los proyectos populares y de las organizaciones libres del pueblo. Hay un cálculo casi matemático que puede ser aplicado al comportamiento de la prensa argentina: a mayor nivel de apoyo popular a un gobierno, mayor es el enfrentamiento y la adversidad de la prensa a dicho dirigente o expresión política. La prensa neocolonial odia al pueblo y por eso desvirtúa y miente sobre su práctica y principalmente, enfrenta a sus representantes: caudillos, barbarie, subversión, terrorismo, autoritarismo o fascismo son las denominaciones de la prensa realizadas sobre los líderes del pueblo.
Los medios construyen diferentes modelos de emisión de las noticias que responden a una estratificación social determinada. Asimismo, y a su vez, educan en un conjunto de patrones de consumo y de conducta política uniformes para el conjunto social. El Primer Mundo produce manufacturas que generan necesidades artificiales en América Latina para construir un mercado de consumo, conformando sectores sociales que se representan en los modos de vida de las metrópolis.
En el contexto de una sociedad estratificada y dividida por el fenómeno de la dependencia, los distintos factores de poder producen y distribuyen modelos de cultura para perpetuar su condición dominante en las mentes de los grupos postergados. En este sentido señala Arregui: “En un país colonial hay dos patrones culturales: 1) la cultura de la oligarquía de la tierra, transmitida en particular a la clase media y cuyos valores, difundidos a través de la escuela, diarios, revistas, televisión, etc., son las máscaras de la dependencia económica (…) 2) Frente a esta cultura colonial, late en el pueblo oscuro la cultura nacional.”[2] Esta afirmación sigue estando absolutamente vigente y es fácilmente verificable si nos remitimos al conflicto que generó la sanción de la Resolución 125 que establecía la movilidad de las retenciones a las exportaciones de soja, a su tratamiento mediático y a la opinión de buena parte de los habitantes de la ciudad de Buenos Aires, que quizá, poco o casi nada tienen que ver con los problemas del denominado genéricamente “campo”. Continuando con las palabras de Arregui observamos que: “A pesar que la Argentina industrial, ha desplazado a la oligarquía agropecuaria del poder político directo, la cultura de la clase ganadera, impregna todavía la espiritualidad de la nación”[3]. Esta cultura, expresada a través de los medios al servicio del sistema dependiente construye categorías que vertebran mitos sociales a la manera de: “vivimos del campo”, “somos el granero del mundo”, “la patria es el campo”. Estos conceptos, al ser contrastados con la realidad carecen de consistencia, lo cual nos permite denominarlos como “mitos” o “zonceras”, que actualmente y en la historia, continúan solventando los discursos de muchos argentinos que creen que la esencia de nuestra nacionalidad es simplemente aquello que nos ofrece la naturaleza y la división internacional del trabajo y la cultura: tierras fértiles donde sembrar cereales y criar vacas para abastecer a las metrópolis. Para sostener la falacia de que nuestro único crecimiento posible es el desarrollo económico en base a divisas se construye el imaginario que nos incita a pensar que somos un país destinado a los vaivenes de unas pocas provincias, de las veinticuatro jurisdicciones que constituyen la Argentina, que se dedican a las tareas agropecuarias. En este momento histórico, los grandes medios de comunicación, primordialmente, son los que hacen circular este imaginario cuya génesis no está en ellos mismos sino que es planificada por las usinas de pensamiento de las grandes corporaciones del estilo Dreyfus, Monsanto o Nidera.

Medios y organización política

El neocolonialismo opera a partir de la acción de mistificación, enfrentamiento y destrucción sistemática de las organizaciones libres del pueblo, únicas instituciones cuyos actores y prácticas son capaces de enfrentar el discurso único: los gremios, partidos o las instituciones antiimperialistas, son ocultadas por la prensa, sus líderes son perseguidos por el aparato judicial liberal e incluso, en épocas de alta conflictividad, son asesinados sus miembros en dictaduras o comandos paraestatales. La prensa extranjera y concentrada abonó la opinión pública para el desembarco de las dictaduras y posteriormente de los Ministros de economía educados en las metrópolis.
Frente a esta acción de destrucción de la organización política del país, el pueblo se distancia de los partidos políticos, las organizaciones sociales y culturales o los gremios: desde su casa, el trabajador con el televisor prendido es interpelado por la oligarquía que opera con el aparato de la colonización cultural que tiene alrededor de 10 millones de televisores, Radio Mitre, Radio 10, y más de 250.000 ejemplares diarios de Clarín y alrededor de 160 mil ejemplares diarios de La Nación, cada uno, militante jornada completa del programa de vaciamiento económico que llevan a cabo las corporaciones trasnacionales.

Concentración mediática

Sobre el particular, debemos tener en cuenta lo que ya bien señaló Arturo Jauretche acerca de la naturaleza comercial de la prensa: “Los medios de difusión de ideas están gobernados, como los precios en el mercado y son también mercaderías”[4]. Si agregamos a esto, el hecho de la concentración mediática en pocas manos que hace que un grupo económico sea propietario del diario que leemos a la mañana, de la radio que escuchamos en el trabajo y del noticiero que miramos por la noche cuando regresamos a casa, el panorama se torna mucho más fructífero para que las ideas de las coaliciones de la antipatria impidan el florecimiento del otro patrón cultural presente en nuestro pueblo: la cultura nacional, que como señala Arregui, es colectiva e implica que llevemos a cabo una lucha cultural para revitalizarla[5].
El panorama se tornó mucho peor durante la década del ’90, cuando se permitió a través de sucesivas modificaciones al marco legal de la radiodifusión, el ingreso de capitales extranjeros profundizando un proceso inaugurado en el año 1955, los cuales pasan a tener porcentajes accionarios importantes en las empresas de medios de comunicación. Los capitales extranjeros diversifican sus áreas de negocios y ya no sólo son dueños de diversas empresas en nuestro país que fugan el dinero de los argentinos a sus países de origen, sino que además invierten en el rentable negocio de la cultura. De esta manera, cualquier medida que tome un gobierno contra empresas extranjeras hará eco en la prensa argentina y tendrá en ella una defensora acérrima de sus intereses económicos[6], teniendo en cuenta además, que también condicionan a través de la pauta publicitaria que le tributan a los medios y que es la principal fuente de financiamiento que éstos tienen. Así, tomar una medida que perjudique a las exportadoras trasnacionales significa enemistarse con el Grupo Clarín, o con el diario La Nación, ya denunciado por Arregui: “como portavoz de los intereses y la mentalidad política de la clase ganadera argentina y sus mandantes foráneos”[7]. Para estas empresas, los intereses particulares están delante de los intereses del país al punto de que no les tiembla el pulso a la hora de apoyar dictaduras militares o promover la subasta del patrimonio nacional para apagar su sed de negocios. [8]

Medios de comunicación y cultura nacional

La cultura nacional latente en la historia y en la práctica diaria de las organizaciones libres del pueblo, tiene que resurgir y dar batalla al programa neocolonial que nos sumerge en la dependencia. Esta tarea implica:


a- Difundir la cultura de nuestro pueblo;
Un camino imprescindible en este proceso, es el de construir y promover contenidos comunicacionales comprometidos con los valores, la historia, las necesidades y las prácticas de nuestro pueblo. En este marco, la difusión mediática de las prácticas vinculadas con la lucha política del pueblo, con la defensa de nuestro arte, folclore, cine y literatura o con el crecimiento de las acciones de las organizaciones populares, forman parte del sustrato del ser nacional, identidad que es sinónimo de lucha anticolonialista. Esta tarea implica promover:
1- Las agencias de noticias locales, nacionales, regionales y mundiales que reconstruyen y difunden nuestra práctica;
2- La obligatoriedad de establecer pautas de producción y emisión del arte nacional;
3- La producción publica y la entrega de subsidios a los artistas argentinos (música, literatura, cine, televisión, radio, etc.);

b- Decodificar el programa neocolonial que produce la prensa;
El enfrentamiento de los grupos económicos contra el país, desarrollado desde los medios de comunicación nos obliga a comprender, decodificar y discutir el sentido de la información emitida por los aparatos de la colonización mental.


c- Construir nuestros medios;
Una tarea trascendente tiene que ver con la necesidad de producir información, planificar e implementar un esquema de comunicación nacional y popular. Dicha tarea implica tres temas:
1- Construir, mejorar y defender los medios públicos de comunicación que garantizan una programación no comercial, de producción argentina y con llegada a casi todo el país.
2- Promover, interconectar en redes y activar la prensa de las organizaciones libres del pueblo a nivel local, provincial, nacional y regional: Partidos políticos; gremios, ONG, etc.-
3- Articular la acción nacional con los procesos políticos y comunicacionales de América Latina;

Consideraciones finales

“La historia se hace a pesar de esto. A pesar de todo esto, y aunque desmedrados, somos un gran país; a pesar de todo esto tenemos una conciencia nacional cada día más clara”. Arturo Jauretche[9]

Si bien el panorama descripto resulta bastante desalentador, no hay que dejarse atrapar por el pesimismo. Ya en otros momentos históricos el pueblo argentino ha ascendido en su lucha emancipadora a pesar de tener a la tribuna de propagandistas en contra.
Cuanto más crezca la organización y la participación popular, cuánto más importancia adquiera la política entre nuestros compatriotas, cuanto más se expanda el legado de lucha de aquellos compañeros y compañeras que dieron su vida por la construcción de un país más justo, menos influencia tendrán los ideólogos de la antipatria que dirigen la gran prensa neocolonial.


[1] Hernández Arregui, J. J en Nacionalismo y Liberación (Metrópolis y colonias en la era del imperialismo), Editorial Contrapunto, Buenos Aires, 1969
[2]Palabras de Hernández Arregui, Juan José en Primera Plana, 9/5/72. En Galasso, Norberto, J.J. Hernández Arregui: del peronismo al socialismo, Ediciones del Pensamiento Nacional, 1986
[3] Hernández Arregui, J. J, Nacionalismo y Liberación (Metrópolis y colonias en la era del imperialismo), Editorial Contrapunto, Buenos Aires, 1969
[4] Jauretche, Arturo, Los profetas del odio y la yapa, Corregidor, Buenos Aires, 2004
[5] Galasso Norberto, en J.J. Hernández Arregui: del peronismo al socialismo, Ediciones del Pensamiento Nacional, Buenos Aires, 1986
[6] Recalde, Aritz, Cultura, comunicación y lucha social en Argentina, Ediciones del Instituto Movilizador de fondos cooperativos, Buenos Aires, 2005
[7] Ídem 1
[8] Así, elegir una norma para la televisión digital terrestre en nuestro país significa lidiar con el lobby de Clarín, que puja por la norma estadounidense, ya que entre otras cuestiones, el 18% es del Grupo norteamericano Goldman Sachs. La empresa Telefónica brega por la norma europea inscribiendo su decisión en su nacionalidad de origen: es una empresa española. Este lobby es ejercido por las empresas, pero también directamente por medio de los embajadores de los países centrales, quienes no dudan ante cada conflicto con empresas de su país en intervenir a favor de sus ciudadanos- empresarios. Y si el conflicto llegara a tornarse irresoluble, amenazan con llevar el caso a las cortes y organismos internacionales, que ellos mismos crearon porque creen en la justicia, para los suyos, obviamente.
[9] Jauretche, Arturo, Los profetas del odio y la yapa, Corregidor, Buenos Aires, 2004

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