lunes, 29 de julio de 2013

Presentación nuevo libro de Aritz Recalde





PRÓLOGO a PENSAMIENTO NACIONAL Y CULTURA por Iciar Recalde

“La historia grande de Latinoamérica, de la que formamos parte, exige a los argentinos que vuelvan ya los ojos a su patria, que dejen de solicitar servilmente la aprobación del europeo cada vez que se crea una obra de arte o se concibe una teoría.” Juan Domingo Perón   

Juan José Hernández Arregui estableció que los pensadores nacionales no hacen más que interpretar los estados latentes de las masas y, en este sentido, Pensamiento nacional y cultura aparece en circunstancias profundamente auspiciosas para la vida política del país y de la región. Momento en que las organizaciones libres del pueblo se encuentran en un período de avance, de restauración de derechos y de recomposición del tejido social, respaldado en una fuerte organización del movimiento obrero que retoma la senda abierta por Juan Domingo Perón el glorioso 17 de octubre de 1945. La asunción de Néstor Kirchner el 25 de mayo del 2003, y las gestiones de gobierno de la actual presidenta Cristina Fernández, permitieron la reapertura del debate acerca de la nación y de su destino histórico en el contexto de la geopolítica mundial y de la división internacional del trabajo, interrumpido por décadas de políticas tuteladas por el extranjero en consonancia con los vendepatria de tierra adentro. El libro de Recalde no escapa a este propósito cuando da cuenta de manera pormenorizada de que imperialismo y colonialismo son fases del mismo fenómeno y que el imperialismo económico acarrea el cultural a través de todo un enorme aparato de justificación del coloniaje. Sin reparos ni medias tintas, advierte que la lucha política por la liberación nacional es simultáneamente lucha cultural contra la dominación extranjera. Por tanto, la asunción del estatus dependiente del país, a diferencia de lo que la intelligentzia estipula para las ciencias sociales, deberá guiar los análisis de la cultura y no a la inversa. La dependencia, explica pormenorizadamente Recalde, es un fenómeno estructural, visceral de los países periféricos expresado en sus dimensiones económica, política, social, tecnológica, científica, etc., y así como habla a través de las estadísticas de mortalidad infantil del continente, tiene un alma: la cultura de la dependencia, que permite que el proyecto del colonizador entre en el modo de ser social del pueblo dominado hiriéndolo en lo más profundo: su ser nacional. La cultura en un país dependiente es un parto doloroso: extraviada de sus rasgos propios, nace tullida, mutilada, enajenada al servicio del armazón ideológico que justifica la dominación. Esta desfiguración de la mirada autóctona coexiste con todo el conjunto de elementos que integran el sostén de la deshumanización en el Tercer Mundo, porque sólo es posible mantener a un pueblo en situación semicolonial, si su conciencia nacional se imagina previamente partícipe de los valores del amo imperial, de sus objetivos y de su historia. En este sentido, Recalde revela que la cultura en la periferia se internaliza por medio de un complejo proceso de colonización cultural tendiente a legitimar y sostener en el tiempo el dominio económico sobre nuestro país. La ficción jurídica de la independencia política, que Arturo Jauretche describió lúcidamente a través del concepto de estatuto legal del coloniaje, ha jugado un rol sobresaliente en la devastación espiritual de la Argentina a través de la incorporación de modos de ver y experimentar lo social y la nación en su conjunto ligados a cosmovisiones e intereses foráneos. Y en este contexto,  las oligarquías, amas y señoras de los aparatos de la cultura en el país en complicidad con los intereses del capital transnacional, llevaron a cabo una labor ininterrumpida de azonzamiento de generaciones intelectuales que aprendieron a pensar en francés, a comerciar en inglés y a renegar profundamente de lo propio. De espaldas al pueblo mestizo y pobre, sentaron las bases del extranjerismo mental, del universalismo de la cultura extranjera y la constante negación de sus orígenes americanos. Doctrinarios, doctores, funcionarios y escribas a sueldo del extranjero, imaginaron la construcción de Europa en su propio suelo y ejecutaron la entrega del patrimonio nacional, el genocidio de sus habitantes y la desarticulación social cobijada en el mito de la blanquitud nacional como justificación científica de la inferioridad del hombre americano. Entregaron la patria sin miramientos, amparados en la moral del librecambio y del progreso. Y así emergió lo de civilizados y bárbaros que coadyuvó a la formación de una pedagogía colonialista con la que se falsificó la historia del país y se asentó una política de la historia que impidió cualquier vislumbre de elaboración de un pensamiento propio. La dupla civilización o barbarie conformó un cuerpo de ideas poderosísimo para legitimar las acciones de exterminio que la oligarquía argentina ejecutó sobre aquellos sectores ligados al federalismo que entorpecían su proyecto de país agroexportador dependiente. Civilizar en Argentina consistió en desnacionalizar: pensar lo propio como hecho anticultural (la barbarie englobaba toda la herencia hispano-indígena, mestiza, religiosa y pobre) y lo extranjero como hecho cultural por excelencia (la civilización era la Europa blanca, laica rica y culta). La servidumbre cultural de nuestros intelectuales sería recompensada con cargos públicos, rentas, el manejo de las instituciones de la cultura, la prensa y todo el aparato de construcción de prestigios al servicio del coloniaje cultural, proceso examinado por Recalde, entre otros aspectos, a través del devenir de la Universidad argentina y del rol antinacional de los medios de comunicación. Y en su reverso, a través del rescate de figuras y de experiencias políticas ligadas al nacionalismo, silenciadas por haberse atrevido, lisa y llanamente, a amar a la patria antes que a las rentas y al crédito personal, defendiendo la soberanía cultural como tarea obligada del intelectual en la periferia y cuestionando la superioridad europea a través del vislumbre de su funcionalidad colonial. La misión de la producción intelectual fiel a su pueblo, advierte Recalde, ha rehuido siempre los oportunismos tras la certeza de que su labor de recuperación de la cultura del continente sepultada por las oligarquías debía desenterrar además, el proyecto de la Patria Grande, de Iberoamérica como única nación frustrada por los intereses imperiales, que fraguaron su desmembramiento en múltiples naciones sin soberanía real. Porque del mismo modo en que el imperialismo estructura las sociedades dependientes naturalizando la opresión a través de la colonización cultural, la cultura ha sido instrumento de la emancipación nacional de los pueblos sometidos. La cultura de la opresión y la cultura de la liberación atraviesan en su enfrentamiento toda la historia de la Argentina y en este punto, el libro de Recalde permite percibir a las claras la disputa entre dos tradiciones culturales diferenciadas que tienen su origen en los debates y en las luchas políticas del siglo XIX y que se reactualizan en el presente. La disputa circunscripta en las figuras de Juan Manuel de Rosas, el Federalismo y las montoneras y Mitre, el Unitarismo y la oligarquía argentina, cuya traducción en términos culturales se describe a través del enfrentamiento entre un proyecto cultural oligárquico/liberal (europeísta, elitista, racista, de civilización y ligado al mito de la blanquitud nacional) y un proyecto cultural nacional, popular y antiimperialista (vinculado a proyectos libertarios, centrado en la mirada realista sobre la situación del país, distributivo y democrático). El siglo XX, encuentra la expresión de esta batalla cultural en el enfrentamiento político que motorizan las figuras de Yrigoyen, Perón y las masas populares, en disputa con la oligarquía y sus voceros intelectuales (vastos sectores de las clases medias, los partidos de izquierda tradicional, entre los principales). Esta batalla continúa vigente en el siglo XXI, momento en que Argentina e Iberoamérica caminan hacia el futuro con el convencimiento de que la política son los pueblos que hacen su historia y que nuestro único norte es el Sur. Recalde sabe que el antiimperialismo, que el nacionalismo de los pueblos oprimidos, no surge de los libros sino del hambre, la ignorancia y el castigo infringido sobre sus hombres. Pero sabe al mismo tiempo, que en tiempos como estos, la fingida neutralidad ideológica es cobardía imperdonable: esa es la razón de estas páginas, herramientas para el combate, que escriben el derrotero de todos esos hombres que sueñan y luchan a lo largo y ancho del continente. Prologar este volumen, además de lo antedicho, significa un honor porque además de los lazos filiales que nos unen, su autor continúa siendo para muchos de los que compartimos su labor militante, una enorme guía intelectual y afectiva para cumplir el destino de la Argentina, de Iberoamérica y del Tercer Mundo en su conjunto: la independencia.

Para leer el libro completo pulse aquí: https://docs.google.com/file/d/0BxwV-iLfwIDPVWRlZ19mSXJmNlk/edit?pli=1

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