por
Aritz Recalde, mayo 2015
Desde
el año 2003 a la fecha, el gobierno nacional inauguró quince Universidades
públicas a lo largo y ancho de la República Argentina. La
última década, conjuntamente al Plan Taquini de fines de los años sesenta, es
la etapa de expansión universitaria más importante de la historia del país. Varias
de las nuevas instituciones están radicadas en el Conurbano bonaerense, como es
el caso de Moreno, Avellaneda, Florencio Varela (Jauretche), José C. Paz, Merlo
(Oeste) o Hurlingham.
Otras fueron inauguradas en diversas provincias, tales como Tierra
del Fuego, San Luis (Comechingones), Río Negro, Chaco o Santa Fe (Rafaela).
Para afrontar la ampliación del sistema universitario argentino, la inversión del
Estado aumentó de $ 1.900 millones en el año 2003 a $ 39.000 millones en
2015. La misma se organiza sobre los principios del modelo universitario del
nacionalismo popular promovido por la Revolución Justicialista que ofició como
una complementación y superación del programa reformista de 1918.
Una
Universidad nacional llamada “Arturo Jauretche”
“Entre
intelectual y argentino, voto por lo segundo. Y con todo.” Arturo Jauretche
Pese
a que no fue docente o funcionario universitario, en sus libros y artículos se
refirió en diversas oportunidades a la Universidad. En su óptica, tenía que
cumplir tres funciones fundamentales. La primera, era la de conformar una ciencia
nacional capaz de resolver los problemas de los argentinos, ya que en su punto
de vista: “La incapacidad para ver el
mundo desde nosotros mismos ha sido sistemáticamente cultivada en nuestro
país.” El segundo rol fundamental de la Universidad era permitir el ascenso
social, ya que en sus palabras: “La Enseñanza Superior
cumple entre nosotros la función de resolver el problema económico de los hijos
de las minorías y parte de las clases medias y extraer, accidentalmente, algunos
elementos calificados del seno del pueblo para incorporarlos. Carece de
finalidades sociales más amplias y lógicamente, carece de finalidad nacional.” Finalmente,
postuló que la institución tenía que educar en valores, consolidando los
principios éticos de la justicia social y de la soberanía nacional y, en
consecuencia, afirmó enfáticamente que: “Es
necesario una moral nacional que es lo que se llama patriotismo.”
La
Universidad como medio de ascenso e igualación social
La
Universidad americana desde su origen fue un instrumento para perpetuar las
desigualdades étnicas (indios o negros no ingresaban), de género (las mujeres
no estudiaban), nacionales (inicialmente era para españoles) y de clase. Producida
la Independencia, los liberales profundizaron buena parte de estas concepciones
y las instituciones siguieron siendo elitistas, negando el ingreso a los grupos
de escasos recursos. Esta realidad fue modificada parcialmente por la UCR, que impulsó
que estudien los sectores medios. Recién con la Revolución Justicialista ,
la Universidad fue postulada como un medio de igualación social. En el año 1949,
el gobierno nacional suprimió los aranceles y los cursos de ingreso
universitarios y se instauraron las becas. Dos años antes, la Revolución había
sancionado la Ley de voto femenino que favoreció el ingreso de las mujeres a la
vida política y cultural. La gratuidad indujo la participación de estudiantes
latinoamericanos de países limítrofes y de la región. Desde los
años cincuenta, la Universidad argentina se caracterizó por el ingreso popular
y de estudiantes latinoamericanos e impulsó la igualdad de género. Actualmente,
la apertura de nuevas Universidades en todo el país y, en particular en el Conurbano
bonaerense, favorece dicha tendencia. Como postuló Jauretche, la Universidad
argentina, a diferencia de lo que ocurre en buena parte del mundo, continúa
siendo gratuita tendiendo a que la educación sea un medio de ascenso e
igualación social.
Los
derechos de los trabajadores docentes y técnico administrativos
La
Reforma de 1918 intervino la Universidad y expulsó a buena parte de los docentes
y funcionarios conservadores, quienes se desempeñaban laboralmente a la manera
de una “planta permanente.” En su lugar, el reformismo postuló los concursos y
los miembros de la Universidad priorizaron su condición de “científicos” antes
que de “trabajadores.” Los docentes perdieron la estabilidad en sus cargos y quedaron
sujetos a la competencia permanente de los concursos.
Tras
décadas de luchas obreras, con el Peronismo los trabajadores alcanzaron los derechos
sociales a la estabilidad laboral, la salud, el esparcimiento, la educación, la
vivienda y la jubilación. En el terreno universitario, todas las instituciones
recibieron un aumento considerable de presupuesto que se reflejó en infraestructura,
en la mejora salarial y de las condiciones de trabajo. En el año 1946, el
presupuesto universitario era de 48 millones de pesos moneda nacional y para el
año 1954 había aumentado a 400 millones. Los docentes universitarios consiguieron
que las leyes nacionales, les reconozcan los históricos derechos a la
dedicación exclusiva en el cargo y a la Carrera Docente, que permitió articular
la dimensión académica docente (formación permanente e ingreso por concurso),
con la estabilidad del derecho al trabajo (permanencia en funciones y esquema
de ascenso en el cargo).
Resultado
de las acciones del proyecto político iniciado en el año 2003, los trabajadores
docentes y técnicos administrativos gozan de los derechos conseguidos en los
años cincuenta. En el año 2005, los trabajadores técnicos y administrativos
firmaron el histórico Convenio Colectivo y desde 2009 los docentes universitarios
obtuvieron la movilidad jubilatoria del 82 %.
La
regionalización de las carreras e investigaciones
Tal
como mencionó Jauretche, para el nacionalismo popular la Universidad tiene como
función fundamental la conformación de una ciencia aplicada a la resolución de
nuestros problemas. Ello conlleva el desafío de conformar una matriz científica
y tecnológica nacional, que refuta la tendencia liberal y reformista a
reproducir las teorías y las agendas de investigación propias de EUA o de Europa.
La Revolución Justicialista regionalizó la Universidad y promovió la apertura
de carreras y la formulación de agendas de investigación tendientes a resolver
los problemas nacionales y populares. La ciencia argentina consolidó proyectos
de innovación tecnológica aplicados a la producción de autos, aviones,
medicamentos o energía atómica.
Las
nuevas Universidades están aplicando las concepciones del nacionalismo
universitario y las carreras que se abren no son mera copia o reproducción de
tendencias occidentales (carreras tradicionales), sino que surgen a partir de
la identificación de temas y problemas locales. La regionalización y
nacionalización de la ciencia argentina, permite que el Estado impulse
programas de becas a las carreras estratégicas y que financie líneas de
investigación de áreas de vacancia. Desde el año 2003, el debate sobre la
autonomía universitaria pasó a un segundo plano y actualmente las instituciones
son pilares fundamentales de los programas nacionales de desarrollo, como es el
caso de YPF o la Televisión
Digital. Como resultado de la planificación nacional de la
ciencia y de la tecnología, hoy nuestro país produce satélites, genera energía
atómica, desarrolla contenidos educativos de calidad en la TV pública y
nuestros investigadores acompañan los programas de desarrollo estratégico.
Si
el nacionalismo popular universitario se impone definitivamente en nuestro
país, la Argentina va a estar en condiciones de alcanzar la soberanía cultural
y tecnológica, base de la independencia económica y de la industrialización. Sin
soberanía científica y sin industrialización, la Argentina será dependiente políticamente,
postergando toda posibilidad de bienestar social de nuestro pueblo.