Alberto Buela
A Paul Piccone, in
memoriam
[Resumen: La intención de este artículo no es reducir el
tema del disenso a la teoría del conflicto al estilo de Marx o Engels, tema que
dejamos al marxismo y sus estudiosos, tampoco tratarlo desde la polemología,
asunto que ha recibido desde los años 70 un tratamiento pormenorizado y casi
definitivo por parte de Julien Freund y Gastón Bouthoul. La intención es
analizar el disenso desde la posibilidad de constitución de teoría crítica.
Sabemos que no es fácil, se necesita un trabajo interdisciplinario, aun cuando
hay algunos pocos pensadores (Cacciari, Siena, Douguin, Wagner de Reyna)
meditando el tema.
Este pequeño trabajo viene a completar los Ensayos de
Disenso, próximos a aparecer en su versión argentina. Pretendemos, con las
limitaciones del caso, responder a la Escuela de Frankfurt, pues como se sabe
desde hace unos treinta años se impuso en las democracias occidentales la
teoría del consenso, que tiene su origen ideológico en dicha escuela
neomarxista con el filósofo Jüngen Habermas a la cabeza. Esto dio por
resultado que "el consenso o acuerdo de los grandes partidos
políticos" se transformara en el fundamento moral de nuestras menguadas
democracias. Reemplazándose así la genuina representación democrática,
transformando al sufragio universal y secreto en una verdadera farsa. Porque
viene a justificar las decisiones ya tomadas de antemano por el acuerdo de los
grandes partidos. Nuestra propuesta del disenso como verdadera causa agente de
la teoría crítica postmoderna, intenta abrir espacios, pliegues, al verdadero
pluralismo social en el seno de un sistema democrático procedimental y por ende
vaciado de contenido.
Al consenso de los grandes partidos debemos agregar las múltiples
y variadas “mesas de consenso social” patrocinadas por los grandes lobbies e
instituciones de la sociedad civil, para que cambiando algo, nada cambie.]
El disidente no aspira a cargos oficiales
ni busca votos.
No trata de agradar al público,
no ofrece nada ni promete nada.
Puede ofrecer, en todo caso, sólo su pellejo”.
Valclav Havel
Este trabajo cierra un periplo de veinte años sobre la
meditación y práctica del disenso que comenzó allá por 1984 con una conferencia
en el Palacio de los Congresos de Versailles(Francia) junto a los pensadores
como Julien Freund, Alain de Benoist, Guillaume Faye y Pierre Vial, titulada
L´Amérique hispanique contre l´Occident, y siguió luego a través de la
experiencia, durante un lustro (1994–1999), con la revista de metapolítica
Disenso, para concluir ahora, en este ensayo.
Nuestra tesis es que el disenso, sobre todo desde las
sociedades dependientes como la nuestra, es lo que permite crear teoría
crítica, tanto en ciencias sociales como en filosofía. Y hoy, la mediocridad de
ambas disciplinas radica en esta incapacidad de pensar críticamente. O lo que
es lo mismo, explica la vigencia de un pensamiento único que tiene su
proyección política en lo políticamente correcto, sea a través del progresismo
socialdemócrata, sea en el neoliberalismo conservador. Son estos, los dos
brazos de la tenaza político–ideológica que aprisiona al mundo que comienza en
el siglo XXI.
Naturaleza del disenso
El acceso etimológico que nos permite el término disenso es
el siguiente: Proviene del verbo latino dissero: examinar, discutir una
materia, que se vuelca en el sustantivo dissensus que significa otro sentido.
El sufijo dis, que proviene del adverbio griego δις y que en
latín se tradujo por bis=(dos veces), significa oposición, enfrentamiento,
contrario, otra cosa. Así tenemos por ejemplo los vocablos disputar que
originalmente significa pensar distinto, o displacer que equivale a desagrado,
o disyuntivo que es no estar junto, estar separado.
Disenso significa, antes que nada, otro sentido,
divergencia, contrario parecer, desacuerdo. Existe muy poca literatura acerca
del disenso[i] y la poca que existe, viene desde el pensamiento
institucionalmente aceptado, con lo cual el disenso está caracterizado:
negativamente. “El disenso es negativo porque siempre está referido a un
consenso previo” y vinculado a las minorías: “una de las características de
toda minoría es una actitud de disenso”.
Es obvio que no compartimos para nada esta clasificación
interesada y parcial del disenso. Pues, disentir, no es sólo negar un acuerdo
sino que es, sobre todo, pretender otro sentido al que actualmente poseen las
cosas y las acciones de los hombres y el mundo que nos rodea. Disentir es una
actitud libre, personal o colectiva, de afirmar otra cosa a la propuesta.
Psicológicamente es la primera actitud del hombre, al
reconocerse como otro distinto del padre, para convertirse en adulto. El
disenso enriquece el obrar humano y consolida una sociedad plural, al mismo
tiempo que invalida cualquier intento homogeneizador o totalitario.
Muchos vinculan el disenso con la discrepancia entendida
como negar el consentimiento a algo o alguien. Por el contrario, para nosotros
el disenso no se agota en el afirmar lo que no se quiere (en la negación) sino
que logra su plenitud en el pensamiento (teoría alternativa) y la actitud
(práctica) no conformista a la
dada. Es el origen del pensamiento y la conducta alternativa
al orden o la normalidad constituida.
Es que el consenso, lo hemos visto hasta el hartazgo, a
pesar de la opinión de los progresistas ilustrados, no puede servir como
fundamento de la legitimidad política de la democracia porque siempre es el
resultado de un acuerdo de partes con poder en la sociedad (racionalidad
estratégica, que viene a responder a la pregunta de Lenín: ¿Qué hacer?) que
puede conducir, y de hecho ha ocurrido infinidad de veces en la historia del
mundo, a resultados aberrantes.
A contrario sensu, surge entonces el disenso en su función
ético–política por antonomasia, como origen de la legitimidad política de la
democracia pluralista y participativa, y no ya democracia acuerdista, de pactos
o logias, que se caracterizan por tomar las decisiones antes de la deliberación. Esto
es, transforman a la deliberación de las partes en un simulacro pour la
galerie.
“En todo disenso”, afirma el filósofo Wagner de Reyna, “hay
un enfrentamiento, una contradicción insalvable, y así resulta lo contrario de
la dialéctica, que anticipa la síntesis que vislumbra –complacida y anhelante–
en el horizonte. [...] Detrás del contenido lógico del disenso siempre hay una
necesidad –axiológicamente fundada en lo insobornable– de hacer vencer la verdad. Nada más
lejos de él, que el parloteo –hablar por hablar y discutir por discutir– y que
la jovial disposición a un compromiso que no compromete a nada. Tal suele ser
el tan celebrado consenso”[ii].
La dialéctica tanto en Hegel como en Marx es un producto de
la modernidad, en su base está la vieja idea de progreso del Abad de Saint
Pierre. Hablando filosóficamente la estructura de la aufhebung sein , es un
suprimir que conserva para superar y no la simpleza intelectual a que nos
tienen acostumbrados los manuales de filosofía de explicarla por la sucesión de
la tesis, antítesis y síntesis, conceptos por otra parte, que Hegel jamás
utilizó.
En cuanto a su calidad ética, el disenso no depende sólo de
lo negado, vgr. Los ciudadanos norteamericanos disienten con el envío de tropas
a Iraq, sino que depende también, y fundamentalmente, del contenido de la
propuesta realizada por el disidente o no conformista, pero como los ciudadanos
del ejemplo no tienen una propuesta alternativa, se quedan en la negación, su
actitud se encuadra más bien en lo que sería una oposición o una rebelión y no
una disidencia.
Esto es importantísimo para comprender el por qué de la
crítica desde la izquierda a la teoría del disenso en el sentido que éste no
tiene en cuenta la dialéctica, o peor aún, afirman que es contrario a la
dialéctica porque se queda en la negación y no pasa a la negación de la
negación, núcleo y sentido del método dialéctico.
El disenso para ellos es reducido a una infinidad de
sucesiones dicotómicas de negación donde no está pensada la superación de las
mismas secuencias. Pero repetimos, que el disenso no se agota en la negación
sino que exige, tal como nosotros lo planteamos y entendemos, la creación de
otro sentido al dado, al del statu quo reinante o vigente.
En el disenso la superación de la negación no se da como en
el recetario marxista, porque las leyes mismas del movimiento del mundo real se
expresan en la dialéctica, sino porque el disidente cuando disiente ofrece su
pellejo, según la cita de Havel. La superación de la negación es existencial. Cuando
se disiente es porque de facto ya se está plantado en otra realidad distinta
que la vigente. El
disenso no se agota como batalla ideológica–cultural sino que al nacer de un
pensamiento situado exige tanto una práctica política como una práctica personal.