DICIEMBRE DE 2015
DECLARACIÓN
Como siempre, en esta última instancia
electoral hemos militado sin escatimar esfuerzos la candidatura de Daniel
Scioli, convencidos de la necesidad de continuar las tareas iniciadas en 2003 y
de impedir el acceso al poder de una fuerza que conocemos desde los albores de
la vida nacional: el frente oligárquico y cipayo de los importadores, los
exportadores y los financistas.
La naturaleza de las dos opciones electorales
que llegaron a la segunda vuelta ha confirmado una vez más la persistencia de los
dos bloques antagónicos que desde el surgimiento mismo de la Patria disputan la
conducción del destino argentino.
Por una diferencia mínima, el bloque
antinacional se impuso en las urnas y, a poco andar, comenzó a mostrar lo que
ya sabíamos y apenas estaba oculto tras la cáscara superficial del marketing y el discurso hueco del odio
irracional: el gobierno de Mauricio Macri es el gobierno de la oligarquía, las
multinacionales y sus aliados. No sólo eso: una observación rápida del gabinete
que se ha conformado habilita a pensar también que estamos ante un desembarco
masivo de los servicios de inteligencia extranjeros.
Sin embargo, el escaso margen de nuestra
derrota electoral permite pensar en una rápida recomposición del campo nacional
y popular, siempre que se actúe con pericia y patriotismo. La situación actual
difiere de otros momentos de retroceso histórico: contamos con una extensa
organización popular y una amplia porción de sectores esclarecidos y concientes
acerca de la problemática central de nuestro país; es decir, la contradicción
principal entre imperialismo y nación; una conciencia que ha resistido el
embate permanente y creciente, durante doce años, de los medios concentrados de
comunicación, los poderes económicos, el Poder Judicial y hasta los servicios
de inteligencia extranjeros y locales.
Este activo social nos obliga a una doble
tarea: por un lado, a redoblar nuestro esfuerzo para sostener la participación
política, sumar militancia y encuadrarla con efectividad, formándola y
empoderándola, impulsando su desarrollo político; por otro, a consolidar una
periferia no orgánica pero convencida, informada y contenida, incluso
conducida, si fuera posible, pero sobre todo comunicada con nuestros cuadros de
base, para romper definitivamente con el aislamiento en que caímos a veces en
estos años, por motivos que deberemos analizar con honestidad intelectual, pero
en el que mucho tuvo que ver seguramente la necesidad de reconstruir un
movimiento que había sido desarticulado en la larga noche de la dictadura, el
neoliberalismo y la traición.
El último tramo de la campaña electoral
demostró que existe una masa de hombres y mujeres que, “sueltos” respecto de
las organizaciones políticas y sociales, conforman la savia vital de nuestro
gran movimiento.
Así mismo, debe quedar claro que una
porción sustancial del electorado de Mauricio Macri ha sido engañada en su
buena fe, gracias a una sistemática campaña de ocultamiento,
tergiversación y sensibilización para la
“crispación” inducida desde los medios de comunicación concentrados y destinada,
primero, a la desestabilización permanente y, finalmente, a lograr el triunfo
del bloque antinacional, que, sin embargo, es minoritario, como pronto se verá
y surge de una lectura detenida de los sucesivos resultados electorales.
Esto no obsta a que reconozcamos que en
nuestro país hace falta reconstruir y ampliar la solidaridad social para que
rija definitivamente la máxima que enseña que “la Patria es el Otro”, único
modo de desprendernos definitivamente de la cultura liberal, consumista y
opresiva auspiciada por el centro del poder mundial, que nada tiene para
ofrecer a la periferia, como no sea hambre, miseria y explotación.
La derrota electoral obliga a repensar
los términos de la “batalla cultural”, que no puede agotarse en la tarea de
desmantelar las mentiras mediáticas, sino que precisa de una teorización de
nuestra realidad, continuando en este siglo XXI la tarea de los grandes
pensadores del campo nacional: Juan Perón, Jauretche, Hernández Arregui, Rosa,
Ramos, etc., etc., para revitalizar la rica tradición que nos precede, que además
hay que continuar difundiendo. Pero también es necesaria revertir la
dependencia simbólica y fortalecer una cultura nacional y popular, autocentrada
para poder ser, si se quiere, universales: trayendo a José Hernández, a Homero
Manzi y a tantos otros hacia nosotros, pero también, y sobre todo, impulsando a
quienes hoy producen esa cultura que no ha perdido su raigambre y carece de los
canales de expresión necesaria. Esa doble tarea es ineludible si queremos
liberar definitivamente a la Patria y construir una cultura humanista para
abolir el predominio del capital sobre los pueblos.
Si ningún análisis político puede
prescindir del punto de partida que significa una derrota por escasísimo
margen, tampoco será conducente si no toma en cuenta la impresionante e inédita
movilización popular del 9 de diciembre, cuando cientos de miles de
manifestantes expresaron su agradecimiento a la conductora del Movimiento
Nacional en su último día como Presidenta de la Nación.
Éste es el dato central de toda acción
política para la construcción de una oposición efectiva al Gobierno entrante y
no pasa desapercibido para nadie, aunque se intente imponer mediáticamente la
noción falsa del “fin del kirchnerismo”, reiterando la estrategia intentada
durante 12 años: separar artificialmente kirchnerismo y Peronismo, para
facilitar el triunfo de la reacción.
En esa estrategia se embarcaron algunos
dirigentes desgajados del tronco peronista y entregaron en bandeja el país –a
pesar de nuestros esfuerzos y también, seguramente, a raíz de los errores que
hayamos cometido– al antiperonismo más rancio, a los enemigos históricos del
pueblo argentino, a los servidores internos del colonialismo, forzándonos
primero a ir a segunda vuelta y trabajando en ella contra la candidatura del
Frente para la Victoria, la herramienta electoral frentista vertebrada por el
Peronismo, en la línea de su mejor tradición histórica.
El stablishment
y el macrismo, casi lo mismo, pagan ahora los servicios prestados creando la
fábula del surgimiento de un “peronismo republicano” (mientras se nombran
ministros de la Corte y se anulan leyes por decreto) supuestamente apto para la
vida democrática.
Un gobierno que más temprano que tarde
empieza a mostrar su profunda raíz antipopular, generando una crisis que, igual
que en 1955, pretende “predatar”, responsabilizando de ella a la gestión de
Cristina Fernández de Kirchner, precisa la construcción de una alternancia que
garantice las directrices principales asignadas por el imperialismo a nuestro
país: el sometimiento al anarco-capitalismo financiero, el alineamiento
internacional de la Argentina en el eje EEUU-Europa, el reencauzamiento de
nuestra política regional hacia la Alianza del Pacífico y el ingreso en nuestro
país de los servicios de inteligencia extranjeros (tan desplegados hoy por todo
el mundo), en general, y de la DEA, en particular, con el eufemismo de la
“lucha contra el narcotráfico”; es decir, el ingreso definitivo del propio
narcotráfico a nuestro país, lo que permitiría no sólo establecer un estado policial
sino, también, generar una inestabilidad permanente, nuevo método para el
control de las naciones “díscolas”.
Naturalmente, en el plano interno, se
busca garantizar también los intereses de los exportadores y los importadores,
así como del alto empresariado, cuyo destino no está atado al desarrollo y
consolidación del mercado interno.
La consolidación brusca de la
concentración mediática facilita esta tarea pues no sólo invisibiliza a la
fuerza política más dinámica y extendida del país, la que conduce Cristina,
sino también intenta disciplinar con la amenaza de la “muerte civil”, la
desaparición en los medios de comunicación, a aquellos que se opongan a esta
estrategia de re-domesticación del justicialismo.
Advertida la estrategia del bloque
cipayo, del campo antinacional y antipopular, y establecido el punto de partida
de nuestra propia fuerza, queda explicitar las líneas principales de acción
para el campo nacional y popular.
- En primer lugar, la Organización
Peronismo Militante ratifica que, desde el mismo 10 de
diciembre de 2015, se constituye –junto al a las organizaciones políticas y
sociales consecuentes con nuestra historia de lucha y leales al Proyecto
Nacional y Popular– como parte indisoluble de la oposición política lisa y
llana al nuevo gobierno nacional, representativo de los más oscuros intereses.
- Esta Organización reivindica ahora y
siempre los más de 12 años transcurridos desde el 25 de mayo de 2003, cuando se
comenzó a gobernar nuevamente para el Pueblo y la Nación, que son indisolubles,
en la línea histórica del Peronismo del ’45 y todas las formas que asumió el
Movimiento Nacional desde San Martín hasta hoy.
- El Peronismo, lo hemos dicho en
reiteradas oportunidades, es la columna vertebral del gran frente político que
reconstruyó la Patria tras el fracaso (siempre inevitable) del liberalismo y su
modelo de sumisión nacional y exclusión social. Aun más: es su cabeza, pues
aporta el marco conceptual para la liberación nacional y social y una
cosmovisión todavía no sustituida, plenamente vigente para la realidad actual,
más allá de algunas particularidades epocales.
- Nuestra Organización abocará sus
esfuerzos a garantizar que el Peronismo continúe en la senda de la liberación
nacional y social. Para ello, no deberá cerrarse sobre sí mismo sino honrar la
tradición frentista señalada por su fundador, Juan Domingo Perón, y retomada
consecuentemente por Néstor y Cristina.
- El frentismo peronista se expresa hoy
en el Frente para la
Victoria. El Peronismo Militante bregará para que el Partido
Justicialista, una vez renovadas sus autoridades, ratifique su compromiso con
esa herramienta electoral, a la cual vertebra, y que posibilitó el reencuentro
nacional entre quienes, desde diferentes tradiciones políticas, anhelamos la
construcción de la justicia y la independencia y nos comprometimos a recorrer
juntos ese camino hacia un futuro de felicidad y grandeza.
- El Partido Justicialista, que irá a
elecciones internas el próximo año, debe delimitar claramente el campo de la traición. Los que
facilitaron el triunfo del antiperonismo, de los cipayos y la oligarquía ya se
fueron del Peronismo. Nada tiene que hacer entre nosotros. Pertenecen al campo
antinacional, y allí deben quedar los Massa y los De la Sota, donde los reciben
gustosos, como puede verse fácilmente.
- El Partido Justicialista es, sin
embargo, una fuerza heterogénea y esa es una riqueza que nunca debe perderse.
Pero sólo es leal a sí mismo si lucha por la Justicia Social , la Independencia Económica
y la
Soberanía Política. Quienes renegaron de esos principios, ya
se fueron. Son los que se aliaron al poder concentrado mediático y económico.
Son los que militaron primero contra la presidencia de Cristina y últimamente
contra la candidatura de Daniel Scioli.
- La interna del Partido Justicialista
deberá ser amplia y limpia. Para ello es necesaria la depuración de sus
padrones electorales y, también, la reapertura de la afiliación masiva, libre y
sin trabas burocráticas, para posibilitar el ingreso a la vida partidaria de
las nuevas generaciones de peronistas, que ya garantizan los próximos nuevos 50
años de Peronismo.
- El Peronismo Militante reafirma una vez
más la necesidad de la Unidad Latinoamericana y el Nacionalismo
Cultural, en un pie de igualdad con las Tres banderas históricas del
Justicialismo.
- La conductora estratégica del partido
Justicialista, del Peronismo y del Frente para la Victoria es Cristina Fernández de Kirchner.
- No es posible construir una oposición
coherente al gobierno liberal sin reivindicar la “Década Ganada ”. No
es posible consolidar una fuerza que rápidamente ponga a la nación a resguardo
de los ataques que ya sufre en manos del nuevo gobierno si no defendemos a
rajatabla los 12 años de conquistas, en general, y a Cristina en particular. Por
eso ella es el blanco preferido en la tarea sistemática de desprestigio que los
medios, el stablishment, el Gobierno
y los traidores han emprendido.
- No es posible recuperar el centro de la
escena política sin ese sustento vital que se manifiesta en cada rincón de la
Patria, sin esa base con la que hoy cuenta nuestro movimiento, evidenciada en
aquella plaza del 9 de diciembre: se ha producido un vínculo amoroso
indisoluble entre Cristina y nosotros, el Pueblo. Como Perón y Evita, Néstor y
Cristina han ingresado para siempre al corazón de nuestro Pueblo.
Al ritmo de ese corazón late el Peronismo
Militante.
Patria sí. Colonia no.
Extario de: http://www.profesionalespm.com.ar/?p=626