Por Pablo Tonelli, febrero 2015
La semana pasada
culminó el Foro Económico Mundial en Davos,
Suiza, donde líderes políticos, representantes de la gran banca, las
empresas multinacionales y los economistas del mainstream, realizaron su habitual ejercicio de auto celebración
anual del mundo globalizado, sus obras y sus pompas.
El tema central del
Foro tuvo que ver con el impacto de las nuevas tecnologías vinculadas a la
robótica y la inteligencia artificial en la forma de producción del capitalismo,
aunque la baja inflación internacional, el hundimiento del
precio del petróleo (antes de los recortes a la producción propuestos por
Arabia Saudita) la disminución de la cotización de las materias primas, la crisis
de refugiados europea y la expansión del terrorismo tuvieron un importante
espacio.
La emergencia de una
nueva recesión mundial se coló tangencialmente entre los temas discutidos, a
pesar de que este tema constituye, a mi juicio, el principal interrogante que
afronta la economía global.
China constituyó la
primera alarma de la crisis. La caída de
la Bolsa de Shanghái desespera a los fondos de inversión, bancos e
instituciones del mercado de capitales, que ven en el horizonte una fuerte
devaluación del yuan y la casi implosión del gigante asiático. Temen que una caída de China arrastre a los
demás bolsas del mundo, profundizando la tendencia bajista que mostraron
durante el curso de enero. Los capitales internacionales y de su propia
nacionalidad huyen de China. Estamos entonces frente a un colapso inminente de
las finanzas globales?
Michael Roberts, un
economista de formación marxista que analiza diariamente el comportamiento de
los mercados accionarios y de capitales internacionales, responde negativamente
a esa pregunta. A pesar de su crecimiento en las tres últimas décadas, China no
ocupa el centro del mercado mundial globalizado, lugar que aún pertenece a los
EEUU. La crisis del gigante asiático afectará seriamente a las bolsas, influirá
sobre el destino de los flujos de capital internacionales y la cotización de las monedas internacionales
(aunque debe tenerse en cuenta que el yuan no es todavía una divisa mundial
plena). China acentuará la volatilidad de todos los mercados, incluidos los de bienes
y los commodities, pero no puede aún ser el motor y causa de un derrumbe. Una crisis global al estilo 2008 debe tener
su epicentro en los EEUU, algo que constituye una probabilidad y que voy a desarrollar después de analizar
brevemente la economía China actual
Qué ocurre en el
gigante asiático hoy?
La economía China se
encuentra en problemas, en primer lugar su crecimiento se ha desacelerado. 2010
fue el último año en que su PBI creció a un nivel de dos dígitos (10,3 %), A
partir de allí su comportamiento arroja niveles cada vez menores hasta el
anunciado 7 % del 2015, con la expectativa que en 2016 no supere el 4 % y no el
6,3 % oficialmente anunciado.
La crisis de 2008 (sigo
el análisis de Michael Lewis en general) alertó a la dirigencia china sobre un
escenario de fuerte caída de la demanda mundial de su producción exportable. En
ese sentido reorientó fuertemente su inversión hacia su mercado interno. En
particular la infraestructura vial, ferroviaria e inmobiliaria (con la creación
y construcción de nuevas y enormes ciudades). El Banco Popular de China bajó la
tasa de interés y alentó el endeudamiento de ciudades y municipios. Esto
produjo un boom crediticio. Los gobiernos locales se endeudaban con bancos
chinos y otras instituciones, creaban fideicomisos financieros con la garantía
inmobiliaria de las viviendas construidas y a la vez se permitió que estos mismos gobiernos utilizaran los
créditos otorgados y securitizados como colaterales (garantía) de nuevos
prèstamos del Banco Popular de China. En un momento se produjo una burbuja
financiera hipotecaria, demasiadas propiedades valorizadas en el proceso para
una demanda de la población china acotada, como resultado el precio de las
propiedades y la tierra cayó, mientras que la deuda global de China se
cuadriplicó desde 2007 a la actualidad. Alcanzando un monto equivalente a dos
veces el PBI de los EEUU (Fuente Mckinsey Global Institute citado en
investigación de Rolando Astarita).
Siguiendo en este punto
el análisis de la fuente anterior, el Gobierno Chino alentó en paralelo la inversión en la Bolsa. Se incentivó a la población con ingresos excedentes a
comprar acciones y lo mismo se hizo con
los bancos estatales. Estas compras, a su vez, se realizaron con
apalancamiento, es decir tomando crédito bancario o del mercado de capitales,
en un porcentaje de alrededor del 40 % del total de las compras
efectuadas. Se generó otra burbuja, en
este caso bursátil, ya que las empresas
cotizantes en la Bolsa de Shanghái, incrementaron
sus precios varias veces por encima
de su capacidad de ganancia por acción (que
surge de los Balances y constituye su sustento real de valorización). Como ocurre en todas las historias conocidas
de los mercados accionarios capitalistas, al frenesí alcista, a la creación de
riqueza ficticia, le sigue la caída. Más estrepitoso el crash cuando mayor el
boom. El índice bursátil de Shanghái
cayó un 40 % desde mediados del año pasado.
China fue clave para
que la crisis del 2008 no se agravara aún más. Al volcar la inversión hacia el
mercado interno e incentivar el uso del crédito sostuvo el precio de las
materias primas y llevo sus precios a nuevos picos (2011), los que coinciden
con el inicio de la declinación de su nivel de actividad económica.
Las autoridades chinas
también intentaron mejorar la competitividad de su sector externo a través de
las devaluaciones ocurridas en 2015 sin resultados decisivos para su economía. Aparece
claro que se ha agotado el ciclo actual y existe sobrecapacidad en las
industrias, con caída consecuente de la rentabilidad del capital. A su vez, el
boom inmobiliario y de inversión en infraestructura ha dejado ciudades fantasma
y faraónicos emprendimientos detenidos y una masa de deuda que opera como
obstáculo adicional al proceso de acumulación. Los inversores extranjeros y los
chinos que atesoran riqueza están vendiendo sus posiciones y activos,
convirtiendo sus yuanes en dólares y huyendo a posiciones en títulos del Tesoro
americano. Michael Roberts agrega un dato alarmante, si el nivel de salida de
capitales de China continúa al ritmo actual de 1 billón de dólares mensuales
las Reservas internacionales de China que alcanzan los 33 billones de dólares
podrían verse comprometidas. La mitad de esas reservas se utiliza para el pago
de importaciones y los ingresos por exportaciones sufren el creciente peso de
la caída internacional de la actividad económica, debilitándose.
China está enfrentando
su primera crisis al estilo capitalista con todas la de la ley. Su gobierno
intentará reducir controladamente el
nivel de actividad y concentrarse en la expansión del consumo interno, bajando su
nivel de inversión en infraestructura y vivienda y con ello sus importaciones
de aluminio, zinc, cobre, hierro, etc., lo que afectará seriamente los precios
de los mercados de estas materias primas (entre otras) pues la demanda china
equivale a la mitad de la demanda mundial de las mencionadas. La soja y los
commodities agrícolas no seguirán en opinión de analistas como Miguel Bein el
mismo camino que las commodities industriales, ya que los chinos buscarán
sostener y ampliar el consumo interno en alimentos de su población.
El enigma es si la
crisis lleva a un aterrizaje forzoso y brusco de la economía china o sus
autoridades, que hasta el momento no han logrado enfrentarla adecuadamente,
logran monitorear la desaceleración en curso sin colisionar.
En el inicio de la nota
había sostenido que la magnitud de la crisis china puede afectar severamente a
todo el planeta pero no provocar en sí misma su colapso.
Roberts sostiene
que llamar “larga depresión” al estado
de situación de los EEUU y la economía global obedece a que ésta no retorna a
la tasa de crecimiento anterior con posterioridad a la recuperación de una
caída. Eso se debería a que la rentabilidad del capital no se recupera y la
deuda tanto pública como del sector corporativo se mantiene en un nivel históricamente
alto que debilita (porque insume cuantiosos recursos) la inversión en
tecnología, fuente de la productividad y
el crecimiento. A partir del 2008 las
políticas de inyección monetaria (QE en su sigla sajona), de tasas cero y de
estímulos al gasto no consiguieron en los EEUU ni en la Unión Europea una
recuperación sustentable. El comportamiento de la economía norteamericana
durante el segundo trimestre del 2015 (un alza del 3,7 %) provocó una ola de
entusiasmo y estuvo en el origen de la decisión de FED de subir la tasa de
interés por primera vez en muchos años. Ahora bien, en noviembre la producción
industrial de los EEUU mostró su peor caída desde diciembre de 2009 y el crecimiento global del PBI norteamericano en
el cuarto trimestre del 2015 se ubicó en apenas un 0,70 %. Los bajísimos
niveles de crecimiento son una constante año a año en la UE y Japón no logra
salir de su largo estancamiento.
Siguiendo el análisis
de Roberts, El BIS (Banco de Basilea), una asociación que nuclea a los Bancos
Centrales sostiene con dureza que se deben abandonar las políticas de estímulo
monetario (QE vigente en la UE) y elevar la tasa de interés internacional mucho
más radicalmente que lo hecho por la FED
para limpiar el sistema del crédito excesivo y la inversión
improductiva. “Destrucción creativa” llamaba Joseph Schumpeter a este proceso
en su análisis del comportamiento del capitalismo. Una crisis como la del
treinta para decirlo claro.
En mi opinión sea que
la FED suba nuevamente la tasa de interés durante 2016 o no, el comportamiento
errático y bajista de las bolsas del mundo parecen mostrar que los precios de
mercado de las acciones de las corporaciones están lejos y muy por encima, en
términos generales, de sus rendimientos, lo que prefigura una crisis. Una
política adoptada por los CEO`S de muchas compañías ha sido recurrir al
endeudamiento para distribuir dividendos en efectivo o recomprar acciones de la
propia empresa. Este último mecanismo “maquilla” los balances, ya que divide la
utilidad del período por un capital societario menor, incrementando
ficticiamente las “ganancias por acción”. Esta realidad incuba una implosión de
precios. Por supuesto un comportamiento de suba sostenida de la tasa de interés
inducida por la FED, en línea con lo
sugerido por el BIS, aceleraría el proceso. Este escenario está en movimiento y
por eso sostengo que una crisis global con epicentro en los EEUU es una
probabilidad creciente.
No estamos actualmente
en esa crisis global, pero sí existe una
complicación del escenario externo de nuestro país y un enfoque del comercio
internacional diametralmente opuesto en la Argentina actual al seguido durante
los últimos doce años. El FMI continúa proyectando a la baja el crecimiento global para 2016 y proyecta una
caída del 0,3 % para Latino América y el Caribe, con Brasil cayendo un 3%. Los
canales de transmisión de la desaceleración de la economía mundial son dos: El
comercial y el financiero.
El costado comercial indica
que Argentina tendrá más posibilidades de colocar su producción primaria,
centrada en los granos, sin bruscas caídas en los precios que los productores
de commodities industriales, dadas las particularidades descriptas de la
situación China. El escenario actual para las exportaciones industriales, en
cambio, ya es grave, en primer lugar por la caída de la actividad en Brasil,
destino del 46 % de nuestras exportaciones de MOI (Manufacturas de origen
industrial) Las exportaciones a Brasil ya reflejaban una caída cercana al 30 %
en 2015. Esta situación es particularmente visible en el sector automotriz,
dado su enorme peso relativo en el sector y que exporta el 80 % de su
producción al país vecino. Una noticia preocupante es la decisión brasileña de
proponer la liberalización total de la industria automotriz que se rige
actualmente por el Acuerdo que dio origen al Mercosur, que propone un índice
llamado “flex” ,por cada U$S 150 de exportaciones al vecino se pueden importar
U$S 100 sin aranceles. Qué ocurrirá sin acuerdos y total liberalización
comercial frente a una industria brasileña varias veces mayor y con
sobrecapacidad? Los peligros para el
sector autopartista local parecen evidentes.
Ignacio de Mendiguren,
dirigente de la UIA y del Frente Renovador advertía: “Hoy el mundo está en
vendedor. La industria brasileña decrece un 10 %. En ese escenario hay stock
que está dando vuelta por el mundo que no tiene costo, que se va a colocar al
precio que se lo compre. Los países serios tratan de no importar la crisis de
otros, no importar empleo ajeno cuando usted tiene problemas de empleo”
El canal de trasmisión
financiero encuentra a la Argentina fuertemente desendeuda en dólares en
relación a su PBI. El gobierno planea una rápida solución del conflicto con los
Buitres y recurrir al mercado internacional de capitales de modo agresivo. En
el contexto actual ese endeudamiento es factible y compensa la falta de dólares
comerciales, pero si los flujos internacionales vuelven agresivamente hacia los
EEUU y la depresión se acentúa las condiciones del endeudamiento pueden tornase
mucho más duras. (Lo hemos vivido en la Argentina).
Por último: En el
epicentro de crisis, en el año 2009, el Gobierno destino 3,3 % del PBI en
políticas anti cíclicas, para sostener el
trabajo y el mercado interno y aún así no pudo evitar que el empleo
cayera dos puntos. Qué ocurriría hoy? Sin una crisis desatada en Occidente,
pero si grave en Brasil, el Gobierno acepta liberalizar el mercado automotriz y
abrir las importaciones para contener precios internos desbocados, consecuencia
de la devaluación, se abre el mercado al stock predatorio que existe y
sobreoferta el mercado mundial. Esta situación recién empieza. Sus riesgos en
términos de actividad y empleo son enormes.