martes, 27 de febrero de 2018

LA REFORMA UNIVERSITARIA, LA LIBERTAD CREADORA NACIONAL Y EL ANHELO DE JUSTICIA SOCIAL


Ana Jaramillo, febrero 2018 

Hemos anunciado el advenimiento de un intensa cultura ética y estética, genuinamente argentina, ennoblecida por el anhelo de la justicia social y destinada a superar, sin desmedro para la ciencia, la época intelectualista y utilitaria. Complace ver a la juventud, aunque sea por distintos rumbos, buscar la luz de nuevos ideales.
Si queremos un mundo mejor, lo crearemos.
                                                                                                                               Alejandro Korn       
          
EXISTO, LUEGO PIENSO
En el centenario de la reforma universitaria, debemos recordar las palabras de Korn, protagonista e ideólogo de la misma, cuando sostiene: No voy a recomendar ni el modelo de las universidades germánicas, ni el ejemplo de las norteamericanas, no pienso inspirarme en la organización de los institutos franceses o italianos. Porque a esto se reduce entre nosotros el debate de los asuntos universitarios: a ponderar como eximio, como único, algún trasunto extraño. No podemos renunciar a la propensión simiesca de la imitación tan desarrollada en el espíritu argentino”[1].
 Parecería que la reforma universitaria debía responder a los problemas y necesidades de nuestro país para crear una universidad que colabore a resolverlos, a buscar soluciones propias a problemas propios. Como sostuve varias veces, debemos encontrar el “logaritmo” nacional conociendo la base y la potencia, descubrir el camino que nos lleve ese destino, que no es matemático y tampoco es universal como tampoco las universidades surgen en las mismas culturas. Pretensión vana del positivismo que insiste en homogeneizar y cuantificar la realidad con postulados cientificistas desconociendo la cultura, las creencias, los valores y la historia de los pueblos.
Alejandro Korn era un acérrimo enemigo no solo del positivismo sino también la escolástica. Para él, “La reforma universitaria no es una obra artificial. No ha nacido en la mente pedantesca de un pedagogo, no es el programa fugaz de un ministro, ni, como propalan los despechados y los desalojados, la trama insidiosa de espíritus aviesos. Es la obra colectiva de nuestra juventud, movida por impulsos tan vehementes y espontáneos como no habían vuelto a germinar desde los días de la asociación de mayo, cuando el verbo romántico de Echeverría despertó las conciencias a nueva vida.[2]..
“La exigencia de plantear nuestros problemas como propios y resolverlos dentro de las características de nuestra evolución histórica no importa incurrir en una necia patriotería. Nada tengo en común con quienes al decir patria la identifican con menguadas concupiscencias y la celebran en vulgares frases. Parte integrante de la humanidad también somos nosotros y sus angustias, sus luchas y sus esperanzas también las vivimos nosotros”...
“Luego la reforma es libertad. Es la emancipación de trabas y tutelajes que constreñían el estudio y sofocaban toda espontaneidad. Inspirados por concepciones mecanicistas, los métodos pedagógicos deprimían la personalidad humana al nivel de una cosa susceptible de ser catalogada, medida y clasificada. La libertad universitaria supone en el estudiante, como correlativo ineludible, el sentimiento de la dignidad y de la responsabilidad, los fueros de una personalidad consciente, regida por su propia disciplina ética”.
Concluía Korn que “Sobre esta presunción reposa el porvenir de la reforma. Todavía no ha llegado la hora de juzgarla y exigirle frutos. Mucho ha hecho con desbrozar el camino. La reforma será fecunda si halla una generación que la sepa merecer. Abriguemos la esperanza de que quienes conquistaron la libertad universitaria, la afirmarán, no como licencia demoledora, sino como acción creadora”.
En el centenario podríamos juzgarla y ver sus frutos, pero sería injusto juzgarla en forma contra fáctica cien años después, ya que su impronta recorrió toda Nuestra América, proclamó la necesidad de que la universidad fuera una protagonista clave de la cultura y de la emancipación de nuestros pueblos con el anhelo de justicia social.
Hubo que esperar treinta y un años para que el 22 de noviembre de  1949 a través del decreto 29.337, el Presidente Perón, eliminara los aranceles universitarios justamente para establecer la justicia social anhelada por los reformistas planteando en los fundamentos del decreto que  “es función del Estado amparar la enseñanza universitaria a fin de que los jóvenes capaces y meritorios encaucen sus actividades siguiendo los impulsos de sus naturales aptitudes en su propio beneficio y en el de la Nación misma” . Se quería una universidad “señera y señora” que no sólo fuera autónoma de la teocracia escolástica sino que fuera autónoma del Estado. La gratuidad de la enseñanza universitaria pasaba a ser un derecho social a partir de ese momento y constitucionalizada con la sanción de la Constitución de 1949. En los fundamentos de dicho decreto también se planteaba que “ el engrandecimiento y auténtico progreso de un Pueblo estriba en gran parte en el grado de cultura que alcance cada uno de los miembros que lo componen y sería una preocupación primordial del Estado disponer de los medios a su alcance para cimentar las bases del saber, fomentando las ciencias, las artes y la técnica en todas sus manifestaciones”.
Parecería que Alejandro Korn no estaría de acuerdo, como muchos de nosotros, con la filosofía cartesiana que sostiene la famosa frase, Pienso luego existo. Sabemos que la cultura es diversa, que los problemas son diversos en cada época y en cada lugar y por lo tanto nuestro pensamiento está siempre situado en una realidad y en una época y de esas realidades debe surgir, si no queremos ser simiescos, si no queremos copiar y calcar pensamientos exóticos a nuestra realidad. Descartes, asumió como tarea la validez racionalista de la existencia de Dios e inauguraba la filosofía moderna, pero sometida a la verdad teocrática.
La sociología del conocimiento,  años después, nos explica que la realidad está muy lejos de construirse desde la racionalidad. Se construye con creencias, con voluntad, con intereses contrapuestos, con afán de lucro o de poder, o con utopías de libertad e igualdad. Por aquellos intereses y por esas llamadas utopías batalló la humanidad y murieron millones de personas en la historia.
Lamentablemente, muchas de nuestras casas de altos estudios se organizan según modelos europeos o anglosajones, se siguen dando cátedras de pensamientos exógenos sin  reparar en nuestra historia nacional y latinoamericana cuyos pensamientos de esa realidad surgieron y siguen buscando soluciones a nuestros problemas. Quizás por ello a Korn se lo denomina como el primero en hablar de una filosofía argentina.

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