jueves, 8 de marzo de 2018

Fragmento de Carta del Padre Benítez a Juan Perón



14 de abril de 1957
Para una epopeya del momento actual
El país, en las vísperas de la reacción proletaria que se alumbra, reviste -a mi entender- las siguientes características espirituales. Las materiales son archisabidas. Mientras mejor cobremos conciencia de estas características espirituales, mejor orientaremos nuestra acción.
1. Pérdida de todo prestigio de los partidos políticos. Sus dirigentes no sólo están horros de pueblo sino enconados contra el pueblo, precisamente por el desprecio en que el pueblo los envuelve. En las elecciones internas los demócratas de la Capital sumaron sólo tres mil votos. Los radicales, diez mil. Cualquier club de barrio decupla el número. No hablemos de las elecciones gremiales. Las concentraciones políticas en Constitución y Once recuerdan las reuniones dominicales de los evangelistas. Sólo falta la rubia del armonium. Si yo fuera presidente - ¡absit! - bregaba porque en las Cámaras ocuparan bancas los delegados de los clubes y de los gremios. Estos representan sectores reales de pueblo. No los políticos. Aun el peronismo como fuerza política nunca, ni en sus mejores tiempos, valió gran cosa. Se impuso como fuerza social. Las unidades básicas y sus dirigentes le hacían más mal que bien. Ahuyentaban la gente más que atraerla. Creaban problemas en vez de solventarlos. Por eso los dirigentes han brillado por su ausencia en la borrasca. A no pocos se los ve ahora buscando acomodo en los partidos opositores. Frondizi y los azuliblancos trabajan afanosos por dar a sus campañas contenido social. Agitan las mismas banderas del peronismo. Hablan el mismo idioma. Claro que el amor del pueblo no se conquista sólo con palabras. Obras son amores. Y los maricones sociales son más repelentes que los maricones sexuales. El oligarca que se presenta vestido de overol no engaña a nadie. Menos, al pueblo. Este huele a mil leguas de su inversión social. ¡Qué no darían Frondizi y los nacionalistas por raer de la memoria del pueblo sus pasados insultos al peronismo y sus alianzas con la oligarquía!
2. Fracaso de las elites. En el libro que le envié ya cargué las tintas sobre varios aspectos de este fracaso. Pero estos meses de heroica resistencia popular a los invasores han descubierto otras caras. En los doce años del justicialismo intelectual y peronista parecían términos irreconciliables. Mis colegas de la Universidad, muchos de ellos por lo menos, decían que no podían ser peronistas que más no fuera "por estética". Los habituales de la "intelligentzia" todos eran opositores. Hasta las costureras cuando querían darse pistos de cultas se hacían las opositoras por fuera, aunque por dentro les saltara a chorros un rabioso peronismo. Hoy, no. Hoy todo argentino con un poquito de amor a su patria y un poquito de vergüenza entre la "tiranía" de ayer o la "libertad" de hoy se queda con la primera. Ha dejado de ser una vergüenza para el intelectual ser peronista. Y está siendo cada vez más una vergüenza para el intelectual no serlo. La juventud sana de los partidos políticos opositores envidia la suerte de los peronistas. Cada día se inclina más a nosotros. Busca una entrada decorosa. Y para esto trata de estrechar amistad con alguna de las principales figuras del peronismo. No faltan viejos y tenaces políticos opositores, los que, aunque tarde, reconocen ahora su error. Envidian nuestra posición. Es todo una gloria para nosotros ser perseguidos y proscriptos por los entregadores de la patria. ¡Qué no darían por pertenecer a nuestro bando! Damonte Taborda, Martínez Estrada y otros libelistas, ¡oh si pudieran hacer desaparecer sus alocados brulotes! Se lo dicen a quienes les quieran oír. Con esta "libertadora" el papelón de los políticos y de los "intelectuales" ha sido soberano. No les queda otra salida -¡lo ven clarito!- que desaparecer amortajados con un sudario de ignominia.
"La Nación" publicó el 6 de Enero un número extraordinario dedicado a exaltar el alto nivel cultural alcanzado por la "libertadora" en el campo de la cultura. No contenta con falsificar, como acostumbra, la historia del pasado trata de fraguar piezas documentales para falsificar la historia del futuro. Quiero decir: la que se haga en lo futuro sobre el momento presente. Pero basta con no ser ciegos para ver que el país se ha ido culturalmente barranca abajo. El espectáculo dado por los carcamales en las universidades es deplorable. Más de tres mil artistas no tiene trabajo. Mi Facultad ha sido literalmente asaltada por tres o cuatro familias. Las de los Romero, Ghioldi, Mantovani. Cobran hasta 18 y 20 mil pesos. Ningún profesor antes llegaba a los cuatro mil. Ahora 20 mil por gangosear vulgacherías de escuela primaria. Por cincuenta publicaciones que sacábamos nosotros, nuestros adversarios no han sacado ni cinco. Las academias son un muestrario de memez. Ud., desde lejos, no puede darse ni idea de esto. Los discursos de Freire eran ingenuos pero sabían a lo nuestro. Las payasadas de Palacios, Bergalli, el Capitán Gangi no saben nada más que a estupidez sin atenuantes. En estos instantes apesta en las calles la basura amontonada por la huelga de los municipales, pero apesta más la literatura farragosa del Intendente que aprovecha la bolada para declamar ditirambos a la democracia y a la libertad. Es un tipo de chaleco. Yo me pregunto ¿qué dirán a solas los Borges, Mallea, Victoria Ocampo y toda esa crema de craneocúmenos que asqueaba del peronismo "siquiera sea por estética" ante esta suelta de locos y este desenfreno de botarates? ¡Triste el espectáculo de nuestras elites en esta hora de liquidación de un pasado al que el triunfo episódico de la reacción le ha permitido asomarse al escenario para dar su canto de cisne, pero a precio de dejar ver toda su podredumbre y vaciedad!
3. Necesidad de severa autocrítica dentro del justicialismo. La falta de libertad de prensa durante el peronismo, no permitió la menor autocrítica pero permitió a los jerarcas del régimen aburguesarse y adormilarse en sus cargos dando un tristísimo espécimen de incompetencia y mediocridad. Los ministros corrían todos tras la pelota como chicos de arrabal. Carecían de personalidad. No daban un paso sin consultar al "papi", como incapaces. Y el día entero se los veía atrás de Perón o de Evita como huérfanos de orfanatorio. Ello no implica el reconocimiento de autocrítica en tiempos de la oligarquía. Ya hemos dicho que ésta puso en práctica el más cruel totalitarismo. Ningún diario poseía libertad para atacar los grandes consorcios y desenmascarar los negociados porque los trusts financieros compraban los diarios que más no fuera con los grandes avisos y los suprimían quitándoselos. Quede esto claro.
La autocrítica fue imposible en los años peronistas, sobre todo en los últimos, por el exceso de "sectarismo" que ahogó el idealismo revolucionario fosilizando al justicialismo. Todo el movimiento cuenta con: sectarios, idealistas y oportunistas. Los primeros se niegan a reconocer error alguno. Son enemigos de la autocrítica. Dicen que ésta confunde a la masa. Culpan a los idealistas de heterodoxos si no ya de opositores. No les interesa para nada los principios ni la doctrina. Les interesa enquistarse en las posiciones alcanzadas, conservar el puesto y cobrar el sueldo o los sueldos. Desconfían de los idealistas, que son siempre revolucionarios, porque éstos pueden patearles el nido y desplazarlos de sus puestos por inoperantes. Los sectarios arbolan la bandera de su fanatismo peronista creyendo hacer patria cuando en realidad no hacen sino egoísmo.



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