Por Julio Bárbaro - 1 de julio
de 2018
El Gobierno de Mauricio Macri
vino pleno de soberbia a terminar con el populismo y todo aquello que fuera
expresión de pasión popular. Una vieja película del genio de Federico Fellini
se titulaba Los inútiles, alguna semejanza me revivió su nombre en el recuerdo.
Un antiguo tango rezaba: "Niño bien pretencioso y engrupido, que tenés
berretín de figurar", en fin, de golpe este grupo de elegantes que venía a
fundar la modernidad se quedó sin letra y nos dejó de nuevo en la pradera de la
desesperanza. ¿Se habrán bajado de la soberbia ahora que quedó al desnudo su
carencia de talento?
El odio al peronismo y al Papa no alcanzaba para fundar una sociedad
liberal como ellos la imaginaban. Sus predecesores privatizaron los
servicios públicos y no cedieron la administración sino la recaudación,
engendraron monopolios que hoy conducen
el país con infinito mayor poder que este débil y triste Estado. Para
superar al peronismo —tarea absolutamente posible— era necesario que gobernaran
dignamente, porque con el odio no alcanza, suele convertirlos en peores que el
mismo objeto odiado.
Uno no imagina dónde van a
instalar el monumento a Jaime Durán Barba, ellos que nos hablaron de enfrentar la pobreza y solo se ocuparon de multiplicar
la deuda. Diariamente alguno me pide que apoye al Gobierno —inocencia en
estado puro. Este Gobierno no soporta que lo apoyen, son "lo nuevo",
una versión improductiva del capitalismo, un país de intermediarios, gente que
considera importante aumentar de mil dólares a tres mil las compras por internet.
Son modernos, ignoran las necesidades de los humildes, dueños de bancos y mesas
de dinero que parecen no saber manejar ni ese mecanismo por el cual se
enriquecieron.
¿Cuántos miles de millones
perdimos para que no subiera el dólar que terminó subiendo?, ¿impericia o delito? Su ejecutor merecía
compartir celda con aquellos del dólar futuro. El pueblo saqueado fue el mismo,
solo el ladrón había cambiado de partido.
Néstor Kirchner redujo la deuda que Macri se ocupó de multiplicar.
Por este camino no hay salida, no es posible recuperar la sociedad integrada
que tuvimos hasta hace tan solo 40 años. Hoy los ricos son más ricos, no
generaron riqueza, solamente se apropiaron de la ajena. Los servicios públicos
privatizados son la base de la pérdida de soberanía del Estado frente a los
grupos privados. Monopolios que nos espolian, desde el juego hasta los
aeropuertos, desde los peajes hasta la luz y el gas, monopolios que nos
vendieron con el cuento de la libre competencia. Una cosa era cederles la
administración y otra muy distinta y delictiva, cederles la recaudación. Nos dejaron un país dependiendo de esos
monopolios que Macri encima se ocupa de expandir. De Vido intentó recuperar
esos grupos, no para el Estado sino para sus amigos, así el juego, por ejemplo,
quedó en sus manos; hoy el Gobierno instaló otros testaferros. El saqueo es el
mismo.
Necesitamos apoyar nuestra estructura productiva, desde el agro hasta
la industria, impedir la concentración, los Farmacity que intentan destruir
la clase media e incrementar la dependencia del extranjero.
Hace años Mauricio Macri me
invitó a un almuerzo durante el cual, frente a cuatro testigos, me interrogó
sobre qué pedía yo para ingresar al PRO. Respondí, sin dudar: "Si cuando son gobierno devuelven el juego a
las instituciones de bien público, Caritas y el Ejército de Salvación, para
que levanten a los caídos de las privatizaciones, firmo hoy mismo". Tengo
testigos, nunca más me llamaron. Algún robo hay que devolverles a los humildes,
algún curro debe ser limitado, las telefónicas y el cable forman parte de ese
saqueo.
No tenemos capitalismo productivo, solo una caterva de ladrones y
coimeros. Pero no solo se trata de esos que están denunciados —ladrones de
gallinas que deben ser condenados—, aquí el saqueo es de las grandes empresas,
es legal. Ellos son los del "mercado" y con las recaudaciones de los
servicios vacían las arcas de la sociedad. Se llevan todo lo que producimos, y
además se roban lo que pedimos prestado y nos endeudan. Se llevan todo, nos
están destruyendo. Esta es la última etapa de un país con ricos muy ricos y
pobres muy pobres. Prometían inversiones
y hoy los grandes grupos económicos se roban más de lo que producimos, esa
es la verdadera razón de la creciente deuda.
El aborto es un entretenimiento para "la progresía" antes
de convertirla en clase baja. Nuestra sociedad como está estructurada no es
viable, el fondo es el destino que nos espera.
Tienen razón en ser ateos y odiar al Santo Padre, tienen que asegurarse
que Dios no exista, porque si llega a existir lo mal que la van a pasar, aunque
sean medio analfabetos le deben tener terror al infierno del Dante. Y ese es el
barrio cerrado donde los espera el futuro. Yo los voté, me avergüenzo de
haberlo hecho.