Dr. Gonzalo Pedano
“Nuestra política es mala, porque toda
la conformación del país está corroída en sus fuentes por el capitalismo
extranjero, inglés ante todo” (Scalabrini Ortiz, “Política
Británica en el Río de la Plata”)[i].
Pocos
escritores como él han alentado tanto la “superstición por lo argentino” a lo
largo de toda una trayectoria sin caer en desvíos ni pausas, herencia elegida
voluntariamente de un tal Macedonio Fernández, su maestro y amigo. La pluma de
Scalabrini es incuestionable: se inicia con su libro de cuentos “La Manga”
(1923), posteriormente fue colaborador de “La Nación” alrededor de los años ’30,
director del Diario “Reconquista” en el año 1939, autor de numerosos artículos
que se convirtieron en la base de dos libros fundamentales: “Política Británica
en el Río de la Plata” (1936) e “Historia de los Ferrocarriles Argentinos”
(1940). Sin dejar de hacer referencia a la obligada cita de “El Hombre que está
sólo y espera” (1930) en Corrientes y Esmeralda, entre muchas otras obras.
Digamos
que no es un autor estudiado en las
academias universitarias argentinas, sobre todo en aquellas tan dispuestas
a discutir sobre los exactos términos de las últimas doctrinas elaboradas en
otra parte del globo. Salvo en los casos de algunas academias que son honrosas
excepciones a la regla. Sus ideas y conceptos, sin embargo, son aportes más que
válidos en disciplinas varias como la Economía, la Historia o la Filosofía. Nació
el 14 de febrero de 1898, en Corrientes, hijo del inmigrante italiano y
naturalista Pedro Scalabrini, quien fuera director del Museo de Historia
Natural de Corrientes y docente del Colegio Nacional de Paraná. Falleció un 30
de mayo de 1959 y la llama que encendió con su prédica nacional continúa
iluminando.
La economía y la realidad americana
Para
Scalabrini la economía, como disciplina, es indispensable en tanto facilita “un
método de auscultación de los pueblos” para no sólo calcular la producción de
alimentos y materias primas, comparar niveles de vida y capacidad adquisitiva,
determinar la capacidad productiva e identificar potenciales mercados, sino
también –y fundamentalmente- conocer los componentes más intrínsecos y propios
de todo un pueblo. Con sus estudios económicos
avanzó sobre el imperativo de comprender la compleja realidad argentina y americana
que, allá por 1936, pasaba ignorada, sin relatores, sin intérpretes y “todavía
menos conductores instruidos en los problemas que debían encarar”.
Para
cumplir con ese imperativo tuvo que comenzar a resarcir la traición de la
“inteligencia argentina” preocupada en importar las últimas doctrinas europeas
para pensar lo propio y a denunciar los ministerios públicos ocupados por los
abogados de capitales foráneos. Su interés por los “grandes números” en los que
“la existencia colectiva se concreta”, le permitió demostrar que el librecambio, como política económica del
capital extranjero, tuvo una fuerza activa equivalente a un hecho bélico porque
actuó en nuestro país como en tierra conquistada, convirtiendo a la
Argentina en “base y arma del abastecimiento británico”.
Sin embargo, fue su creencia en nuestras
posibilidades nacionales, en el “espíritu de la tierra”, lo que mantuvo en vilo
su pensamiento y escritura, y lo que sustentó su interés de participar en FORJA (Fuerza de
Orientación Radical de la Joven Argentina), de la que fue uno de los más
destacados integrantes. Frente al librecambio, hizo surgir y delineó los trazos
de un incipiente nacionalismo económico no reaccionario. Su combate, entonces,
fue a dos puntas: contra el liberalismo, por un lado, y contra el nacionalismo
antipopular, por otro.
El imperialismo británico en Argentina
Scalabrini
es tajante: “A partir de 1853 la historia argentina es la historia de la
penetración económica inglesa”. Mientras su “graciosa majestad” británica
enviaba, a comienzos del siglo XX, a sus diplomáticos ahora convertidos en
antropólogos para hacer trabajo de campo en sus diferentes colonias y dominios,
Scalabrini demostraba la red de dependencia económica que ligaba nuestro país
con Inglaterra.
Destacando
inclusive el rol central que cumplió, en esa red, la diplomacia británica como instrumento ejecutivo de la voluntad de
expansión y dominio de Inglaterra a lo largo de nuestra historia. Donde hay un
interés británico “la diplomacia inglesa tiende redes invisibles de
conocimiento, de sondeo, de preparación o de incautación”. Su pensamiento
continúa vigente y la realidad americana no se comprende sin tener presente sus
conclusiones fundamentales referidas al imperialismo británico. Veamos un
ejemplo reciente.
El
día 13 de septiembre de 2016 la entonces canciller Susana Malcorra y el
ministro de Estado para América Latina de la Secretaría de Relaciones
Exteriores y Commonwealth británica, Alan Duncan, firmaron una declaración
conjunta, que en relación al Atlántico Sur, estableció:
“En
un espíritu positivo, ambas Partes acordaron establecer un diálogo para mejorar
la cooperación en todos los asuntos del Atlántico Sur de interés recíproco.
Ambos Gobiernos acordaron que la fórmula de soberanía del párrafo 2 de la
Declaración Conjunta del 19 de octubre de 1989, se aplica a este Comunicado
Conjunto y a todas sus consecuencias. En este contexto se acordó adoptar las
medidas apropiadas para remover todos los obstáculos que limitan el crecimiento
económico y el desarrollo sustentable de las Islas Malvinas, incluyendo
comercio, pesca, navegación e hidrocarburos. Ambas Partes enfatizaron los
beneficios de la cooperación y de un compromiso positivo de todos los
involucrados”.[ii]
El
mencionado párrafo 2 de la Declaración
Conjunta realizada en Madrid durante el mes de octubre de 1989 describe
nada menos que el establecimiento de la cooperación bilateral con el Reino
Unido bajo el denominado “paraguas de soberanía”, es decir, realizar acuerdos
sin discutir la soberanía sobre los territorios marítimos y terrestres. Cuando
se firmó dicha Declaración de Madrid, la Cancillería era comandada por Domingo
Cavallo y el acuerdo permitió en los hechos que el Reino Unido avanzara con el
otorgamiento de permisos de pesca y de exploración de hidrocarburos
(profundizada con la Declaración Conjunta del 27 de septiembre de 1995, luego
derogada en marzo de 2007 por Néstor Kirchner). En la misma línea, la Corona
Británica continuó y expandió el proceso de militarización de esta zona del
Océano Atlántico.
El
camino de cooperar sin poner en discusión el tema de nuestra legítima soberanía
sobre las Islas y sus espacios marítimos adyacentes ha sido un claro éxito
favorable a Inglaterra. La estrategia del “paraguas de soberanía” fue
explicitada casi 40 años atrás por el gobierno Británico en momentos en que
negociaba con la dictadura argentina, durante la sesión de la Cámara de los
Comunes del 2 de febrero de 1977. En su exposición, el entonces Secretario de
Estado británico para Asuntos Exteriores, Anthony Crosland, expresó lo
siguiente:
“Para
un mayor desarrollo de la economía de las islas, especialmente en aquél
relacionado con los recursos del mar, la cooperación con la Argentina –y aún la
participación– debe asegurarse dentro de lo posible. Por tales causas, el
gobierno ha decidido que llegó el momento de conversar, tanto con los isleños,
como con el gobierno argentino sobre si existe un amplio campo de posibilidades
referentes al futuro de las islas y a la eventual cooperación entre Gran
Bretaña y la Argentina en la región del Atlántico Sudoccidental. (…) En esta
clase de discusión surgirán inevitablemente cuestiones fundamentales sobre las
relaciones entre las islas, Gran Bretaña y la Argentina, las que tendrán lugar
bajo el paraguas de nuestra soberanía; esto es, el gobierno de Su Majestad
mantendrá totalmente su posición respecto de la soberanía, que por ninguna
causa podrá ser afectada”.[iii]
Queda
claro que la estrategia de la cooperación entre los países fue funcional a los
intereses británicos. En este sentido, con la excusa de generar un “diálogo
abierto y sustantivo” fue la propia Cancillería Argentina la que explicó por
qué se postergaba la discusión central por la soberanía de nuestro país sobre
las Islas.
“Desde
el año 2016 el Gobierno argentino ha impulsado una relación constructiva con el
Reino Unido que nos ha permitido avanzar en áreas de interés mutuo en el
Atlántico Sur, lo que refleja nuestra plena disposición a un diálogo abierto y
sustantivo que incluya todos los temas. Estamos convencidos que este clima de
diálogo también generará un marco para reanudar las negociaciones sobre
soberanía, en los términos establecidos por resoluciones de Naciones Unidas y
su Comité Especial de Descolonización”.[iv]
Claramente
las negociaciones sobre nuestra soberanía nunca se retomaron. En definitiva, lo
comentado es un episodio más de una política británica que actúa a largo plazo,
caracterizada y estudiada ampliamente por Scalabrini en lo que podríamos llamar
un “Anuario de la infamia y la entrega”.
Desafíos actuales
Es
claro y necesario impulsar una nueva política nacional como sostiene el punto
número 10 del Programa “Los 12 puntos para la unidad nacional y la
reconstrucción de la Argentina” del Centro de Estudios Hernández Arregui:
“10.
Malvinas es una causa nacional e Iberoamericana. Afirmamos la soberanía
argentina sobre las Islas y recuperamos como estandarte los acompañamientos y
el apoyo por parte del MERCOSUR, la UNASUR, la CELAC, la OEA y de otros Estados
del mundo. Los casi dos siglos de luchas y la acción patriótica de nuestros
Héroes de Guerra, está siendo humillada con la política de CAMBIEMOS centrada
en renunciar a los reclamos de soberanía para priorizar los negocios de las
empresas extranjeras. Argentina tiene que desplegar su proyección bicontinental
y bioceánica tendiendo al control de los recursos alimentarios, científicos y
energéticos. La Recuperación de las Malvinas y el ejercicio pleno de nuestros
derechos sobre la Antártida son una causa nacional y sudamericana irrenunciable”
(Programa del CEHA).
Pero teniendo presente que, como lo demostró Scalabrini,
los tentáculos del imperialismo británico actúan en diversos frentes al mismo
tiempo y con objetivos de largo plazo. ¿Seremos capaces de estar a la altura
del desafío?
[i] Todas las citas del presente artículo
fueron extraídas de SACLABRINI ORTIZ, R. (2001): Política Británica en el Río
de la Plata, Ed. Plus Ultra, Barcelona.
[ii] https://www.cancilleria.gob.ar/es/actualidad/comunicados/comunicado-conjunto-9
Última consulta: 24-09-19
[iii] http://gestar.org.ar/nota/ver/id/1255
Última consulta: 24-09-19