martes, 1 de octubre de 2019

Raúl Scalabrini Ortiz y el imperialismo británico: desafíos actuales


Dr. Gonzalo Pedano
“Nuestra política es mala, porque toda la conformación del país está corroída en sus fuentes por el capitalismo extranjero, inglés ante todo” (Scalabrini Ortiz, “Política Británica en el Río de la Plata”)[i].


Pocos escritores como él han alentado tanto la “superstición por lo argentino” a lo largo de toda una trayectoria sin caer en desvíos ni pausas, herencia elegida voluntariamente de un tal Macedonio Fernández, su maestro y amigo. La pluma de Scalabrini es incuestionable: se inicia con su libro de cuentos “La Manga” (1923), posteriormente fue colaborador de “La Nación” alrededor de los años ’30, director del Diario “Reconquista” en el año 1939, autor de numerosos artículos que se convirtieron en la base de dos libros fundamentales: “Política Británica en el Río de la Plata” (1936) e “Historia de los Ferrocarriles Argentinos” (1940). Sin dejar de hacer referencia a la obligada cita de “El Hombre que está sólo y espera” (1930) en Corrientes y Esmeralda, entre muchas otras obras.
  Digamos que no es un autor estudiado en las academias universitarias argentinas, sobre todo en aquellas tan dispuestas a discutir sobre los exactos términos de las últimas doctrinas elaboradas en otra parte del globo. Salvo en los casos de algunas academias que son honrosas excepciones a la regla. Sus ideas y conceptos, sin embargo, son aportes más que válidos en disciplinas varias como la Economía, la Historia o la Filosofía. Nació el 14 de febrero de 1898, en Corrientes, hijo del inmigrante italiano y naturalista Pedro Scalabrini, quien fuera director del Museo de Historia Natural de Corrientes y docente del Colegio Nacional de Paraná. Falleció un 30 de mayo de 1959 y la llama que encendió con su prédica nacional continúa iluminando.
La economía y la realidad americana
Para Scalabrini la economía, como disciplina, es indispensable en tanto facilita “un método de auscultación de los pueblos” para no sólo calcular la producción de alimentos y materias primas, comparar niveles de vida y capacidad adquisitiva, determinar la capacidad productiva e identificar potenciales mercados, sino también –y fundamentalmente- conocer los componentes más intrínsecos y propios de todo un pueblo. Con sus estudios económicos avanzó sobre el imperativo de comprender la compleja realidad argentina y americana que, allá por 1936, pasaba ignorada, sin relatores, sin intérpretes y “todavía menos conductores instruidos en los problemas que debían encarar”.
Para cumplir con ese imperativo tuvo que comenzar a resarcir la traición de la “inteligencia argentina” preocupada en importar las últimas doctrinas europeas para pensar lo propio y a denunciar los ministerios públicos ocupados por los abogados de capitales foráneos. Su interés por los “grandes números” en los que “la existencia colectiva se concreta”, le permitió demostrar que el librecambio, como política económica del capital extranjero, tuvo una fuerza activa equivalente a un hecho bélico porque actuó en nuestro país como en tierra conquistada, convirtiendo a la Argentina en “base y arma del abastecimiento británico”.
 Sin embargo, fue su creencia en nuestras posibilidades nacionales, en el “espíritu de la tierra”, lo que mantuvo en vilo su pensamiento y escritura, y lo que sustentó su interés de participar en FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina), de la que fue uno de los más destacados integrantes. Frente al librecambio, hizo surgir y delineó los trazos de un incipiente nacionalismo económico no reaccionario. Su combate, entonces, fue a dos puntas: contra el liberalismo, por un lado, y contra el nacionalismo antipopular, por otro.

El imperialismo británico en Argentina
Scalabrini es tajante: “A partir de 1853 la historia argentina es la historia de la penetración económica inglesa”. Mientras su “graciosa majestad” británica enviaba, a comienzos del siglo XX, a sus diplomáticos ahora convertidos en antropólogos para hacer trabajo de campo en sus diferentes colonias y dominios, Scalabrini demostraba la red de dependencia económica que ligaba nuestro país con Inglaterra.
Destacando inclusive el rol central que cumplió, en esa red, la diplomacia británica como instrumento ejecutivo de la voluntad de expansión y dominio de Inglaterra a lo largo de nuestra historia. Donde hay un interés británico “la diplomacia inglesa tiende redes invisibles de conocimiento, de sondeo, de preparación o de incautación”. Su pensamiento continúa vigente y la realidad americana no se comprende sin tener presente sus conclusiones fundamentales referidas al imperialismo británico. Veamos un ejemplo reciente.
El día 13 de septiembre de 2016 la entonces canciller Susana Malcorra y el ministro de Estado para América Latina de la Secretaría de Relaciones Exteriores y Commonwealth británica, Alan Duncan, firmaron una declaración conjunta, que en relación al Atlántico Sur, estableció:
“En un espíritu positivo, ambas Partes acordaron establecer un diálogo para mejorar la cooperación en todos los asuntos del Atlántico Sur de interés recíproco. Ambos Gobiernos acordaron que la fórmula de soberanía del párrafo 2 de la Declaración Conjunta del 19 de octubre de 1989, se aplica a este Comunicado Conjunto y a todas sus consecuencias. En este contexto se acordó adoptar las medidas apropiadas para remover todos los obstáculos que limitan el crecimiento económico y el desarrollo sustentable de las Islas Malvinas, incluyendo comercio, pesca, navegación e hidrocarburos. Ambas Partes enfatizaron los beneficios de la cooperación y de un compromiso positivo de todos los involucrados”.[ii]

El mencionado párrafo 2 de la Declaración Conjunta realizada en Madrid durante el mes de octubre de 1989 describe nada menos que el establecimiento de la cooperación bilateral con el Reino Unido bajo el denominado “paraguas de soberanía”, es decir, realizar acuerdos sin discutir la soberanía sobre los territorios marítimos y terrestres. Cuando se firmó dicha Declaración de Madrid, la Cancillería era comandada por Domingo Cavallo y el acuerdo permitió en los hechos que el Reino Unido avanzara con el otorgamiento de permisos de pesca y de exploración de hidrocarburos (profundizada con la Declaración Conjunta del 27 de septiembre de 1995, luego derogada en marzo de 2007 por Néstor Kirchner). En la misma línea, la Corona Británica continuó y expandió el proceso de militarización de esta zona del Océano Atlántico.
El camino de cooperar sin poner en discusión el tema de nuestra legítima soberanía sobre las Islas y sus espacios marítimos adyacentes ha sido un claro éxito favorable a Inglaterra. La estrategia del “paraguas de soberanía” fue explicitada casi 40 años atrás por el gobierno Británico en momentos en que negociaba con la dictadura argentina, durante la sesión de la Cámara de los Comunes del 2 de febrero de 1977. En su exposición, el entonces Secretario de Estado británico para Asuntos Exteriores, Anthony Crosland, expresó lo siguiente:
“Para un mayor desarrollo de la economía de las islas, especialmente en aquél relacionado con los recursos del mar, la cooperación con la Argentina –y aún la participación– debe asegurarse dentro de lo posible. Por tales causas, el gobierno ha decidido que llegó el momento de conversar, tanto con los isleños, como con el gobierno argentino sobre si existe un amplio campo de posibilidades referentes al futuro de las islas y a la eventual cooperación entre Gran Bretaña y la Argentina en la región del Atlántico Sudoccidental. (…) En esta clase de discusión surgirán inevitablemente cuestiones fundamentales sobre las relaciones entre las islas, Gran Bretaña y la Argentina, las que tendrán lugar bajo el paraguas de nuestra soberanía; esto es, el gobierno de Su Majestad mantendrá totalmente su posición respecto de la soberanía, que por ninguna causa podrá ser afectada”.[iii]
Queda claro que la estrategia de la cooperación entre los países fue funcional a los intereses británicos. En este sentido, con la excusa de generar un “diálogo abierto y sustantivo” fue la propia Cancillería Argentina la que explicó por qué se postergaba la discusión central por la soberanía de nuestro país sobre las Islas.
“Desde el año 2016 el Gobierno argentino ha impulsado una relación constructiva con el Reino Unido que nos ha permitido avanzar en áreas de interés mutuo en el Atlántico Sur, lo que refleja nuestra plena disposición a un diálogo abierto y sustantivo que incluya todos los temas. Estamos convencidos que este clima de diálogo también generará un marco para reanudar las negociaciones sobre soberanía, en los términos establecidos por resoluciones de Naciones Unidas y su Comité Especial de Descolonización”.[iv]
Claramente las negociaciones sobre nuestra soberanía nunca se retomaron. En definitiva, lo comentado es un episodio más de una política británica que actúa a largo plazo, caracterizada y estudiada ampliamente por Scalabrini en lo que podríamos llamar un “Anuario de la infamia y la entrega”.
Desafíos actuales
Es claro y necesario impulsar una nueva política nacional como sostiene el punto número 10 del Programa “Los 12 puntos para la unidad nacional y la reconstrucción de la Argentina” del Centro de Estudios Hernández Arregui:
“10. Malvinas es una causa nacional e Iberoamericana. Afirmamos la soberanía argentina sobre las Islas y recuperamos como estandarte los acompañamientos y el apoyo por parte del MERCOSUR, la UNASUR, la CELAC, la OEA y de otros Estados del mundo. Los casi dos siglos de luchas y la acción patriótica de nuestros Héroes de Guerra, está siendo humillada con la política de CAMBIEMOS centrada en renunciar a los reclamos de soberanía para priorizar los negocios de las empresas extranjeras. Argentina tiene que desplegar su proyección bicontinental y bioceánica tendiendo al control de los recursos alimentarios, científicos y energéticos. La Recuperación de las Malvinas y el ejercicio pleno de nuestros derechos sobre la Antártida son una causa nacional y sudamericana irrenunciable” (Programa del CEHA).
            Pero teniendo presente que, como lo demostró Scalabrini, los tentáculos del imperialismo británico actúan en diversos frentes al mismo tiempo y con objetivos de largo plazo. ¿Seremos capaces de estar a la altura del desafío?



[i] Todas las citas del presente artículo fueron extraídas de SACLABRINI ORTIZ, R. (2001): Política Británica en el Río de la Plata, Ed. Plus Ultra, Barcelona.
[iii] http://gestar.org.ar/nota/ver/id/1255 Última consulta: 24-09-19

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