Emmanuel
Bonforti para MOVIMIENTO
La pandemia fue
un elemento de creación para intelectuales del hemisferio norte, como también
para hombres y mujeres de las ciencias sociales locales. En esa avalancha
informativa se observó en el hemisferio sur un déficit de conocimiento propio
en relación al suceso. El presente artículo tiene objetivo general analizar el
fenómeno desde un enfoque nacional y, como objetivo secundario, desarrollar la
relación entre pandemia y guerra.
Si bien fueron
muchos los intelectuales de renombre que se expresaron en relación al
Coronavirus, algunos adquirieron mayor notoriedad. Entre ellos Giorgio Agamben, quien critica el límite
que imponen los Estados Nacionales en relación a las libertades individuales.
De acuerdo al italiano, en nombre de la seguridad se avanza contra la libertad.
Otro de los filósofos que ha tenido
repercusión fue Byung Chul-Han, quien cuestiona la utilización de la tecnología
en el control poblacional. Identificamos cierta sintonía con Agamben, en el
sentido que el Estado se involucraría cada vez más en la esfera privada. El
autor sostiene su posición basada en una biopolítica del uso de big data y
encuentra como interlocutor al esloveno Slavoj
Zizek, para quien la pandemia es la posibilidad de pensar una sociedad
alternativa más allá del Estado Nación. El surcoreano ofrece un diagnóstico
negativo en relación a las consecuencias del COVID-19, restándole capacidad de
cambio al virus, el cual no genera condiciones subjetivas ni objetivas para la
modificación del sistema mundo.
En estos filósofos se advierte una mirada centrada
en las libertades individuales, las consecuencias regresivas en relación a los
derechos civiles, prerrogativas coercitivas del Estado de excepción y un panóptico
digital desplegado en los países orientales. La libertad aparece como un valor
universal capaz de homologarse en cualquier región del mundo.
En la pléyade de
intelectuales locales aparece la figura de
Maristella Svampa, quien trabaja con la categoría de Leviatán sanitario.
Los Estados Nacionales retoman una centralidad perdida durante la
globalización: es el renacimiento de los gobiernos fuertes. Svampa es crítica
del uso de la metáfora bélica por parte de líderes mundiales: Macron, Trump, Xi
Jinping. El propio presidente Alberto Fernández también se refirió a la
pandemia como la lucha contra un enemigo invisible. Svampa analiza el discurso
bélico a través de dos líneas: en primer lugar, la guerra es una consecuencia
directa del capitalismo. En este punto es posible identificar una conexión con
Lenin en su tesis del imperialismo como fase superior del capitalismo, donde la
dinámica comercial y geopolítica del imperialismo condujo inevitablemente a la
Primera Guerra Mundial. La otra línea de análisis es la morfología de la guerra
y su inercia por bloquear los mecanismos de solidaridad a través de un discurso
basado en el miedo.
La salida a la
pandemia se piensa como una refundación
del Plan Marshall, o un New Deal de la globalización. Una fuga de la crisis
con categorías y reformulaciones del hemisferio norte. El ingrediente autóctono
lo otorgan los movimientos de resistencia local y los espacios de autonomistas
ambientales. En la crítica queda vacante la discusión sobre las relaciones de
dependencia y de dominación entre hemisferios y el componente histórico de las
nacionalidades. Así, la revalorización de los movimientos autonomistas como
poseedores de una verdad universal y ecológica social bloquea el análisis
particularizado por regiones.
¿CÓMO APORTAR AL ANÁLISIS DEL COVID-19 CON
NUESTRA MIRADA?
El primer paso
de este ejercicio es desaprender, criticar la información procedente de los
centros de estudios europeos e incluso nacionales que funcionan en espejo. Arturo Jauretche, en Forja y la Década
Infame, de forma autobiográfica cuenta el ejercicio de aprendizaje que dieron
los miembros de FORJA para “comprender” la realidad, poner la conciencia
nacional en marcha. Renunciar a todas las doctrinas y a soluciones de
bibliotecas extranjeras, para pensar la realidad local.
En esa línea, Raúl Scalabrini Ortiz decía en Política
Británica en el Río de La Plata que volver a la realidad se convierte en un
imperativo inexcusable, pero para esto es necesario exigirse una virginidad
mental. En tiempos de COVID-19 quizás sea un momento para congelar la
concepción prestada de la realidad universal y pensar en clave local un
problema de proyección mundial.
Una vez aclarada
esta cuestión, es necesario definir de qué hablamos cuando decimos Estado Nación, concepto atacado y omitido por la
intelligentzia globalizadora. Más allá de la definición weberiana como
monopolio de la violencia legítima, el Estado pone en juego a las instituciones
con el fin de garantizar el orden.
En este punto
aparece la distinción entre nacionalismos, como un elemento de análisis
inexistente en los autores trabajados anteriormente. En primer lugar, existe
una característica propia de aquellas naciones con sed de conquista
territorial: este nacionalismo es de tendencia ofensiva y para él la guerra
implica necesariamente la dominación. En paralelo aparece un nacionalismo
defensivo de vocación emancipatoria, con una tradición histórica de lucha
nacional que busca el reconocimiento de igualdad en el escenario internacional.
El COVID-19 es
una posibilidad para ampliar el espacio de participación comunitaria en las
decisiones nacionales y romper con la inercia liberal de la ayuda voluntaria.
Puede ser visto como una nueva fase disruptiva donde la solidaridad individual
se convierta en solidaridad colectiva e institucionalizada en las
organizaciones libres del pueblo.
Será momento de pensar a la Nación como
sustantivo de la estatalidad. El COVID-19 podría llegar a ser la
oportunidad para reconocerse como parte de una misma comunidad de ideas, cultural
e histórica. Al miedo de la individualidad exacerbada se le deberá imponer
desde el espíritu nacional la conformación de un significado de Estado Nación
diferente. El Estado Nación debe ser quien coordine y dirija la economía en
momentos en que la mayor parte de nuestros compatriotas se encuentran en
amenaza. Por tal motivo es el tiempo propicio para impulsar una economía
centralizada desde el Estado Nación. Pensar en clave nacional la administración
significa que el Estado Nación sea quien organiza la economía de acuerdo a sus
necesidades y a sus recursos.
Por último, y
advirtiendo un escenario mundial cada vez menos globalizador, el COVID-19 abre
la puerta a otra variable que los nacionales siempre guardan en su biblioteca: la nacionalización de la banca y del
comercio exterior.
¿Y si la receta
se encuentra en Casa? Trump y Macron acuden a la metáfora bélica como discurso
cohesionador, porque existe un ADN que guarda el recuerdo de la guerra. Pero
también es una señal, una muestra de que son ellos quienes conocen cómo
transitar una guerra. Sin embargo, nuestro país también guarda recuerdos de
guerra, de épica y de planificación. Por más que les pese a los líderes
mundiales, aquí hay recorrido transitado y un ADN basado en la resistencia
periférica.
La experiencia
de mayor organización moderna en momentos de guerra fue la propuesta por Juan Perón en su primer gobierno y en sus
intervenciones políticas en los primeros años de la década del 40. El
pensamiento de Perón guarda la esencia de una tradición nacional en tiempos de
guerra y su formación militar abona esa tradición. Político realista y
conocedor de la situación de la Argentina ante el mundo, para él la guerra
atraviesa todas las relaciones internacionales y a cualquier organización
social. Ser un político realista lo aleja de posiciones y discusiones
utopistas.
Perón considera
que la guerra se encuentra en las cosas comunes de la vida, en el diseño de un
camino, en la confección de un barrio, de un hospital. Ingredientes teóricos
suficientes que invitarían a pensar y planificar en tiempos de COVID-19. En
Apuntes de Historia Militar considera que las naciones se preparan para un tipo
de guerra: la lucha por la defensa de los recursos para realización de la
población. Un punto a mencionar es que el interés económico cobra un
protagonismo central en las guerras modernas: los Estados Nación se ven en la
necesidad de centralizar y conducir la economía.
Durante la
guerra es necesario apuntalar a las fuerzas morales. A tal fin, se debe
convocar al sentir de la nacionalidad, que es la única forma de cimentar la
unidad de un pueblo, tal como lo expresa Perón en el discurso sobre Significado
de la Defensa Nacional desde el punto de vista militar. La guerra demuestra
también las limitaciones del capital extranjero y la revalorización del
capitalismo nacional en colaboración con el Estado Nación. Fue durante la
guerra cuando comenzó el proceso de sustitución de importaciones favoreciendo a
la industria local. Las épocas bélicas movilizan recursos, reconocen al
técnico, al profesional y al obrero, y ponen en valor la producción local en
pos de la defensa nacional.
Quienes escriben
bajo el paradigma de la universalidad advierten sobre el temor al uso de la
metáfora militar y aparecen como portadores de un infantilismo utópico, ante un
mundo cada vez más sacudido por sus diferencias y por un sistema en
descomposición.
Partir de
problemas nacionales es discutir la globalización, la cual no toma en cuenta
las desigualdades regionales: parcializa lecturas clasistas, sin incorporar las
dimensiones de dependencia. Los ciudadanos del hemisferio norte casi no parecen
atravesados por el ADN de la guerra que quieren enarbolar Macron o Trump en sus
diferentes matices. La globalización generó la sensación de que la guerra forma
parte del oriente lejano. La decadencia europea derivó en un burocratismo
universal. Debemos acudir a la importancia de lo nacional, sabiendo que la
solución se encuentra en el reconocimiento de pasado común que nos hace sentir
parte de un mismo Estado Nación, el cual se cimienta en una comunidad de
destino.