Ana Jaramillo, agosto 2020
fabrique su realidad”. José Ortega y Gasset
“El objeto de la educación moral es educar
la voluntad”. John Stuart Mill
Muchas veces leemos a intelectuales y académicos a través de reflexiones sobre la decadencia o la crisis de la sociedad occidental o del mundo entero, de opiniones y deseos vacuos que desearían otra sociedad, otro mundo o simplemente otro país o sociedad.
Para ello, aparte de las reflexiones, se
hacen estadísticas sobre la pobreza e índices sobre la desigualdad y grandes
textos sobre la injusticia.
Pero
también leemos a quienes nos enseñan la razón crítica y la voluntad o la razón decidida
para transformar la realidad.
Sin embargo a veces nos parece que hablan de
los seres humanos como sujetos pensantes exclusivamente racionales, sin
emociones, sentimientos y sin voluntad. Como si existiera un demiurgo que
cambiara el mundo y que resolviera nuestros problemas. Ese demiurgo en el lenguaje cotidiano se llama SE DEBE o HAY QUE. Viene
de “se debería” o “hay que hacer” o “habría que”…Lo que nosotros llamamos
sujeto anónimo
No sabremos quien creó el mundo pero sabemos
que a este mundo lo tenemos que cambiar las personas de carne y hueso, con
sentimientos, pasiones, pensantes y volentes, o con voluntad, si ponemos en
cuestión el mundo que recibimos en el que nacimos, es hora de poner manos a la
obra y dejar la queja y las lamentaciones para transformarlo.
No
estamos proponiendo una laborterapia, ni el emprenderorismo, estamos
proponiendo una razón decidida, no sólo la razón crítica. Porque tampoco somos seres solamente racionales.
Somos seres emocionales, sentimentales, racionales, pasionales y con voluntad.
Si queremos de verdad es porque sentimos y debemos decidir y poner nuestra Voluntad.
Por eso, coincidimos con Ortega y Gasset cuando sostiene en La Misión
de la Universidad que las posibilidades no se realizan por sí mismas, en forma
automática. Y eso implica que queramos hacer todo aquello que sea necesario
para lograrla, incluyendo “dotarnos nosotros mismos de las cualidades
imprescindibles para la empresa”
Una de las canciones folclóricas de nuestra
América Latina recita “Ojalá que llueva café en el campo”. Pues bien, sabemos
que el café no llueve, que hay que sembrarlo, cultivarlo y cosecharlo, así como
esperar el tiempo preciso y oportuno para realizar la cosecha. De eso se trata
la cultura. De cultivar. Y ello implica
la voluntad de cumplimentar todos los pasos necesarios para llegar a realizar
lo que queremos y buscamos, ya que no existen realizaciones mágicas.
Cualquier creación o construcción necesita de
un emprendimiento con secuencias, pasos, tiempos, riesgos, aciertos y errores,
retrocesos y avances, así como la aceptación de la crítica del Otro, que no
existen en la mera contemplación o el mero deseo. Es el desafío del hacer y
tiene como prerrequisito la voluntad de querer realizar lo que se desea. Es el compromiso
con la transformación de una realidad que nos duele y no con la cómoda crítica de
la misma, de los errores de antaño o de los protagonistas del hoy.
Ortega y Gasset profundizando aún más, nos
explica que muchas veces usamos como sinónimos
el desear y el querer, pero se diferencian en que el querer es siempre
querer la realidad, en cambio desear, significa lo que generalmente denominamos
“mero deseo”, que implica el darse cuenta de que lo que deseamos es “relativa o
absolutamente imposible”.
En el niño esta diferencia entre lo que es
posible o imposible es posterior a su volición o deseo, por eso sostiene Ortega
que desde que nacemos hasta que morimos existe una lucha permanente entre
nuestras voliciones y nuestros deseos, confundiendo muchas veces nuestro mero
desear con un querer o nuestro querer con un mero desear. El deseo entonces es
un querer fracasado pero que nutre la volición y la incita permanentemente a continuar
ensayando diversas posibilidades.
Coincide con Hegel en que todo lo importante que se ha hecho en la historia “se ha
hecho con pasión (...) fría”. Para Ortega y Gasset, la simple pasión,
frenesí o calentura, no sirve para nada, es estéril. La pasión creadora, por el
contrario, implica reflexión y voluntad. Para el autor, esta pasión creadora es
un querer resuelto, clarividente y total. Es lo que en otro momento hemos
también definido como “razón decidida”. Implica la voluntad de realizar. Sin
ella, coincidimos con Ortega en que cualquier reforma universitaria o cualquier
construcción o creación son imposibles, ya que toda reforma implica creación de
usos nuevos y, en el caso de la reforma universitaria, ésta debe necesariamente
anclar en la acertada y auténtica decisión sobre su misión y compromiso. Ésta
no puede ser otra que servir al pueblo y a la Nación que sustenta la educación
pública.
Hace mucho tiempo que en otras latitudes se
ha definido la necesidad de transformar las universidades, cuyo objetivo
primordial en el siglo XXI debe ser
conducir la investigación hacia los problemas acuciantes de la sociedad,
promover la aplicación del conocimiento a los problemas sociales y preparar a
los estudiantes a fin de que sirvan a su sociedad. Es asumir la misión
colectiva de la universidad pública para el presente y el futuro del país. Es, no
sólo desear, sino querer una sociedad más justa. Y para ello, hace falta
comprometerse, porque como sostiene
Dewey “No hay que huir de las condiciones y hechos reales y tampoco hay que
aceptarlos pasivamente, es preciso utilizarlos y dirigirlos. O bien son
obstáculos para nuestras finalidades, o de lo contrario son medios para su
realización”.
José Rodó en su libro sobre el liberalismo y
el jacobinismo, diferencia como lo haría después Ortega y Gasset entre formular
ideas y propagar sentimientos, exponer una verdad y entrañarla en la conciencia
de los hombres para que tome forma real y activa.
Las revoluciones
morales no se realizan sólo con revelar y propagar ideas, tienen como condición
esencialísima “suscitar un entusiasmo, una fe, que cundiendo en el contagio
psíquico de la simpatía y, manteniéndose triunfalmente en el tiempo, concluya
con fijarse y consolidarse en hábitos y renueve así la fisonomía moral de las
generaciones”.
La idea, para que se haga carne en la
acción, debe trascender al sentimiento que es el resorte de la voluntad. Sin el
sentimiento, para Rodó, la idea quedará aislada e inactiva en la mente.
Concluye que los grandes reformadores morales “son creadores de
sentimientos y no divulgadores de ideas”.
Para ello, es necesario que el reformador transforme primero en sí mismo
la idea en sentimiento, “que se apasione y exalte por su idea, con la
pasión que arrostra las persecuciones y el martirio; y además que demuestre la
constancia de ese amor por medio de sus actos, haciendo de su vida la imagen
animada, el arquetipo viviente, de su palabra y su doctrina”… “El verdadero
inventor de una idea con relación al mundo moral, es el que la transforma en
sentimiento, la realiza en conducta y la propaga en ejemplo”.
Ahora bien, creemos que se han realizado
muchas más “historias de las ideas”, “historia de los intelectuales” de cada
país, latinoamericanas o universales, que historias de las creencias, que
podrían derivar en pasiones, o al decir de Bourricaud de las pasiones generales
y dominantes en cada época y lugar.
En la economía o la sociedad hipersimbólica y virtual, el desafío docente es aún más grande
para
lograr lo que Rousseau sostenía en el “Emilio” que implica transformar toda la información en conocimiento, es
preparar a los jóvenes para la vida. El cuerpo docente se debe dirigir hacia
“los puestos más avanzados del peligro que constituye la incertidumbre”, sostenía
Heidegger. Y en estos tiempos significa la incertidumbre cognitiva y la incertidumbre
histórica.
Debemos
aprender y enseñar a dialogar con la incertidumbre, con esperanza y con
decisión
para
luchar contra el escepticismo y la anomia.
Gadamer
considera que debemos distinguir entre desear y elegir. El deseo tiene siempre necesidad de estar
en relación a una acción posible. Cree asentir con Ortega y Gasset cuando dice
que la técnica entrará en ruinas por carencia de fantasía y de intensidad en el
deseo. Desear, para él no es querer, no es praxis. La praxis implica una
elección, una decisión en pro o en contra de algo sobre lo cual se ejerce una
reflexión práctica. La conclusión del silogismo de la reflexión práctica es la
decisión. Concluye entonces, que la praxis es estar y actuar en la solidaridad.
Por lo cual la solidaridad es la condición determinante y el fundamento de toda
razón social.
Durante
mucho tiempo se ha intentado escindir la razón de la decisión. Sin embargo, la razón no deja fuera de sí
el momento de la decisión. En la actualidad la razón y la teoría se aísla aún
más de la realización de valores, de nuestra intención, de nuestro querer.
Cuánto más descansa el desarrollo de las fuerzas productivas y la organización
social en la razón científico técnica, ésta más se autonomiza de su intrínseca
misión humanizadora, de sus “para qué”, de sus “por qué” y se dedica
fundamentalmente a su carácter instrumental para el dominio y manipulación, ya
no de la naturaleza sino de la realidad social. Ya no se aspira desde la
racionalidad, a un consenso de los ciudadanos acerca del dominio práctico sobre
sus destinos.
Al decir de Habermas, “la teoría socialmente eficaz ya no se dirige a la conciencia
de hombres que conviven y hablan entre sí, sino a la conducta de hombres
volcados hacia la manipulación. La dificultad específica entre teoría y
praxis no surge ciertamente de esta nueva función de la ciencia, convertida en
poder técnico, sino del hecho de que ya no podemos distinguir entre poder
técnico y poder práctico. La ilustración positivista ha reducido la razón a una
potencia cognitiva que ha perdido, junto a su aguijón crítico su carácter de
razón decidida, separándose de la decisión, como de un aspecto extraño a sí misma”.
Continúa diciendo que “La espontaneidad de
la esperanza, los actos de toma de posición y sobre todo la experiencia de la
relevancia o indiferencia, la sensibilidad hacia el sufrimiento y la opresión,
la pasión por la autonomía, la voluntad de emancipación y la felicidad de la identidad
hallada, son ahora desligados para siempre del interés vinculante de la razón”.
Esta
razón técnica desinfectada, despojada de pasión, de voluntad y decisión deja a
ésta y
a
toda cuestión práctica o valorativa en manos de la arbitrariedad subjetiva
posterior. La
razón no se ocupará de las cuestiones
prácticas y morales y éstas quedarán a merced de la
arbitrariedad, de la irracionalidad o el
azar ya que no entrarán en el campo racional y moral.
El corolario de semejante despojo de la
racionalidad es que la racionalidad tecnológica se constituye a sí misma como
sistema de valores y supuestamente los hombres dirigirán sus destinos y su
historia de acuerdo al grado de control cibernético de la utilización de
técnicas
sociales.
Sin embargo, siempre se caracterizó la razón
crítica, y ésta se identificaba con la vocación de autonomía y con la
sensibilidad hacia los males del mundo. En
el combate contra el dogmatismo, ella tenía entre sus propósitos el interés por
la justicia, el bienestar y la paz.
La razón crítica no es especulación, debe
alcanzar su realidad mediante la praxis.
Después de los filósofos de la antigüedad como Aristóteles o medievales
como San Agustín que analizaban la voluntad, muchos intelectuales y filósofos
contemporáneos nos hablan de la voluntad y de la duda y la elección o la duda,
la decisión y la acción. Así podemos citar a Norberto Bobbio en su libro de
La duda y la elección, pero antes de Bobbio, Nietzsche escribió La voluntad de
poder, Heidegger en su libro Nietzsche, o más adelante una discípula del mismo,
Hannah Arendt en su libro La vida del espíritu, analizando la voluntad, o Agnes
Heller en su libro Teoría de los sentimientos, o Paul Ricoeur en su filosofía
de la voluntad en El proyecto y la motivación y otros textos.
Paul Ricoeur escribía en 1950 en Paris su
libro traducido en castellano como El proyecto y la motivación17. En dicho
libro sostenía que el estudio de las relaciones entre lo voluntario y lo
involuntario sería la primera parte de una obra más vasta que tendría el título
de Filosofía de la voluntad y que buscaba describir y comprender que sólo
cuando se retire la abstracción para elaborarla, tendría sentido.
Ricoeur no llegó a realizar su Filosofía de
la Voluntad pero podemos comprender su filosofía
que demuestra una y otra vez en sus textos.
Antes
de Ricouer, nosotros estudiamos lo que dijo Benedetto Croce sobre la voluntad.
La
filosofía
se propuso no como un sistema “abstracto, cerrado y abstruso” al decir de Croce,
sino como instrumento de transformación de
la sociedad y definición de su morfología. Su utopía no se refería a un mundo
abstracto sin topos o territorio, sino a un mundo posible,
con
la pasión de lo posible, al decir de Ricoeur, con la filosofía de la voluntad.
Por eso, creemos como Croce, que en la
historia, la moralidad para realizarse prácticamente, “se hace pasión, voluntad
y utilidad y piensa como el filósofo, plasma
como el artista, trabaja con el agricultor,
ejerce la política, etc.”.
Es interesante ver que el libro de Croce
llamado La historia como Pensamiento y como acción (La storia come pensiero e
come azione) fue traducido al castellano como La historia como hazaña de la
libertad, ya que los verdaderos filósofos de Nuestra América no pensaron la
libertad en sí y para sí, como un abstracto metafísico spinoziano, sino que debían
acompañar con el pensamiento las aspiraciones de un pueblo para alcanzar su libertad
y su independencia, en una hazaña a construir, en un preámbulo de una acción concreta.
Para entender la histórica mala
interpretación de la filosofía latinoamericana de la acción,
así como de sus modelos sociales, no podemos
soslayar ni el dominio económico, ni el dominio de las categorías de las
ciencias sociales europeas, pretendidamente universales.
Para comprender la filosofía de la acción, o
la semántica correspondiente a una realidad
histórica concreta y no abstracta, es
necesario acudir a la hermenéutica, ya que hemos visto que el “racionalismo” no
es una metodología pertinente para comprender la historia.
Es necesario adentrarse en la cultura y en
el tiempo en que se desarrolla la acción, para poder interpretar su lenguaje o
su textura semántica a veces explícita y otra no, pero siempre imbricada en
situaciones concretas, motivaciones y pasiones, relaciones sociales y posibilidades
también concretas para desplegar la voluntad.
En síntesis, para comprender el sentido, la pasión por lo posible y la voluntad de
una acción histórica, no alcanza la traducción lingüística abstracta y
universal, que pretende incorporarla a algún tipo ideal construido, sino la
comprensión de la cultura del pueblo en su lucha por realizar sus deseos, sus
sueños y ambiciones donde siempre busca resolver la aporía entre la
libertad y la necesidad, o al decir de Ricoeur, lo voluntario y lo
involuntario.
Deberíamos entonces comprender la filosofía de la acción latinoamericana
subyacente en las políticas adoptadas a lo largo de su historia, que intentaron
emanciparse de las filosofías especulativas de la historia europea, así como
abocarse a la búsqueda de su propio modelo de sociedad de acuerdo a sus
ambiciones y deseos.
La filosofía latinoamericana propone así la
búsqueda de la armonía entre el pensamiento y
su propia realidad para emanciparse de los
criterios universales ético políticos reconociendo la “persistencia en su
contenido de determinados núcleos dinámicos, como son la estructura
acción/pasión, la conexión agente/acción y la pasión por lo posible” como los
rasgos fundamentales que señala Alfredo Martínez Sánchez al analizar la filosofía
de la acción de Paul Ricoeur.
El
campo de la acción asociado, como la motivación, la decisión, la búsqueda de la
justicia
social, está enmarcado en el problema
libertad/necesidad, así como en el poder hacer. Así
como se analiza la hermenéutica textual,
debemos pasar a la hermenéutica social para analizar la filosofía de la
voluntad en el marco práctico del poder o poder-hacer. En ese sentido, en la
concepción de la realidad como mundo de la acción, la acción cobra una significación
ontológica, como nos dice Ricoeur.
LA
VOLUNTAD FRENTE AL PASADO, AL YA FUE
La voluntad es incapaz de “querer hacia
atrás” nos dijo Nietzsche, o sea que la voluntad no puede modificar el pasado
porque es la fuente de la acción aunque todos tenemos heridas, pérdidas o
reclamos hacia nuestro pasado de donde surge también la melancolía.
Pero según Hannah Arendt “la voluntad
siempre quiere hacer algo y por ello desprecia el pensamiento puro, cuya entera
actividad depende de “no hacer nada. Para la autora, entre los filósofos y
teólogos, sólo Duns Escoto Y Nietzsche entendieron a la Voluntad como un tipo
de poder y el yo volente se deleita consigo mismo ya que el “yo-quiero anticipa
un yo- puedo; el yo-quiero-y-puedo es el deleite de la voluntad”.
Para la filósofa Arendt, el yo volente mira
hacia adelante, nunca para atrás. Si
bien la Voluntad es poder y querer se caracteriza por la tensión porque su
cumplimiento no es seguro pues hay otros factores externos que pueden
intervenir para que no lo logre.
Cita a Hegel en sus Lecciones sobre la
filosofía de la historia, donde identifica el reino espiritual con el reino de
la voluntad. Pero para ella que considera que la filosofía debe apaciguar el
conflicto entre el yo pensante y el yo volente, Hegel fracasó en la reconciliación
entre las dos actividades espirituales, entre el pensamiento y la voluntad.
En
sus conclusiones, la filósofa sostiene que la insistencia de la voluntad en el
futuro “obliga al hombre al olvido del pasado y priva al pensamiento de su
principal actividad, el recuerdo”
Para Nietzsche, la voluntad de poder es la
única salida a la falta de sentido de la vida y el mundo. Heidegger nos enseña
en su libro Nietzche, que “en el querer nos acogemos a nosotros mismos como lo
que propiamente somos. De ahí que “querer, de acuerdo con su esencia propia,
es: querer a sí mismo”.
Analizando la destructividad de la Voluntad,
sostiene Heidegger que la destructividad se manifiesta en la obsesión con el
futuro que fuerza a los hombres al olvido. Concluye que “para querer el futuro,
en el sentido de ser el dueño del futuro los hombres han de olvidar y, en el
último extremo, destruir el pasado”.
Si bien el “fue” resiste la volición de la
Voluntad y es rebelde y contrario a la voluntad…el rechazo de la Voluntad
contra todo “fue” toma la forma de la voluntad de hacer que todo pase… para pasar
de su origen y luego un subsistir”…
El filósofo del Ser y el tiempo, el que nos
habló de la autenticidad sostiene que “Querer significa siempre llevar a uno
mismo a la mismidad de sí mismo (…) al realizar una volición, nos encontramos
nosotros mismos como quienes somos auténticamente.
También coincidimos con Arendt cuando
sostiene que la libertad política es posible sólo en la pluralidad o sea un
Nosotros y la acción, “en la cual un Nosotros está siempre ocupado en cambiar
nuestro mundo común, está en agudo contraste con los solitarios asuntos del
pensamiento que siempre opera en un diálogo entre yo y yo mismo”.
Quienes
investigamos la melancolía, sabemos que también dialoga consigo misma y que
puede no querer hacer.
Desde Aristóteles sabemos como nos dijo en el Problema XXX, "Todos los
hombres que fueron excepcionales en filosofía, política, poesía o artes eran
manifiestamente melancólicos."
Pero salir de la desilusión, remediar la
melancolía y no quejarse, no se logra solamente con la inteligencia ni sabiendo
lo que debemos hacer para sentirnos bien. No nos olvidamos como decía el propio
Nietzsche, de esa verdad terrible, que jamás se ha podido explicar cómo pasar
de la inteligencia al acto, puesto que lo que podemos saber de él, no basta jamás
para efectuarlo. ¿Cómo entonces ir más lejos y reconstruir moralmente la
sociedad toda, como sugería Durkheim para disminuir esta corriente de tristeza
colectiva?
Cuando
venían los ingleses a saquear nuestros recursos, traían toneladas de lastre
para que
no
desesquilibrara el barco.
Nuestra voluntad que es la que da órdenes, debe tratar el YA FUE como el lastre
que nos dejaban para llevarse toneladas de cereales o carne. Ya sabemos que
nuestra voluntad es incapaz de modificar el pasado, aunque sean toneladas de
pesares. Pero la voluntad puede evitar que el YA FUE nos saquee los valores e
ideales del NO TODAVÍA.
El mismo que en 1957 escribió La política Británica en el Río de la Plata, Raúl
Scalabrini Ortiz,
nos
dijo que “Hay un país que nos está esperando, hay una esperanza que está
requiriendo una acción. Hay una acción que está vacante y desde la que se hace
historia”.
Quizás encontramos el remedio para
melancólicos y por eso concluimos que el futuro se construye entre todos y
todas. Para eso tenemos un NOSOTROS con
la voluntad de poder querer para transformar la realidad, y realizar el NO
TODAVÍA que algunos llaman utopía o pasión por lo posible. Quizás como dice la socióloga
y psicoanalista Francoise Davone, nos hace falta ese escudo de Don Quijote para
combatir la melancolía y hacer historia como nos enseñó Scalabrini Ortiz.
