martes, 1 de septiembre de 2020

AL PUEBLO DE LA PROVINCIA DE BUENOS AYRES LE HAN CASTRADO SU IDENTIDAD PROVINCIANA

 Luis Gotte desde la Pequeña Trinchera. 


Argentina, 31 de agosto 2020. 

Nos perciben como una provincia rica que genera el 40% del PBI, tenemos el 41,5% de la población del país y, sin embargo, el 36,5% de la población es pobre y la mayoría de nuestras urbes carecen de infraestructura básica. Hemos sufrido una creciente disminución de nuestros recursos tributarios y un menoscabo en nuestra tradición federal, provocando un retroceso en nuestro papel protagónico en el escenario argentino, la historia refleja con fidelidad este papel. Es urgente comenzar a generar nuestro modelo y códigos de cultura política, para que nos permita restaurar un sano compromiso de convivencia entre bonaerenses, a partir del orgullo que significa vivir en una provincia que fue parte de los hechos más importantes de la historia de nuestra patria y cuna de sus mejores hombres, cuando éramos la locomotora que impulsaba el desarrollo nacional. Construir y cimentar la identidad bonaerense es inaplazable, como imperioso, para lograr unidad y organización como pueblo. Fundarse en Comunidad Organizada.

Nuestra geografía de sierras, pampa y mar nos fue dando un rostro propio, alma y cuerpo. Con historias increíbles de lucha permanente contra el hostil desierto y el bravo indio, contra la frontera eterna y una naturaleza que no da tregua, y nadie pedía. De trabajo y esfuerzo individual, desde que el Sol asoma hasta cuando enciende el lucero. Donde se relatan las andanzas de Calfulcurá, el napoleón de las pampas, de Juan Moreira y los versos del Martín Fierro; donde el “chifle” con ginebra los convierte en hermanos y, si la garganta estaba muy sedienta, acudían a la pulpería, mojón civilizador. Donde el mate amigo, el guiso, la carbonada, una mazamorra bien pisada o la carne con cuero nunca se le negaba al viajero casual; donde una partida de truco, una carrera de caballos o sortija y el duelo criollo, para salvar el honor, son parte de este gran pueblo que va expandiéndose, a medida que Gran Bretaña requería de más materia prima. Y es, tal vez, la única de todas las provincias argentinas, que no tiene una conciencia bonaerense bien definida. O si la tuvo, ya no parece reconocerse en ella.

Los primeros asentamientos se fueron realizando de modos distintos, con pequeños poblados que surgen al calor de las capillas, postas, fortines, estaciones de ferrocarril, colonias agrícolas; y desde las grandes estancial, de enormes extensiones destinadas a la explotación de la tierra, que se fraccionarán para fundar nuevos pueblos.

El habitante predominante será el gaucho, que se irán asentando con su compañera o estará “arrimado” con esa mujer de la tierra nativa. Surgirá una estirpe nueva, pueblos originarios de mestizos o criollos. Nuestros paisanos. Será el brazo armado de las empalizadas remedo de fortificaciones, la mano llagada que empuña el arado en la tierra, la peonada arriando el ganado, el que construye su rancho en la soledad de la pampa. El lugareño de los primeros poblados que, con la llegada del ferrocarril y el telégrafo, se convertirán en ciudades cabeceras de los nuevos Partidos-municipios. Se configura, así, una provincia que se diferenciará notablemente del resto de sus hermanas Argentina.

Este enorme territorio será testigo de una herencia cultural a la que denomino “surera”, por su conjunto de saberes, artes, comida regional, tradiciones y conocimiento que tienen como referente a este trabajador de la pampa nuestra. Dando lugar a estilos y formas de expresiones muy definidas tanto en la literatura, el teatro y, principalmente, la música.

Esa música surera, o canto surero, será un conjunto de talentes conformadas por la milonga pampeana o campera, el malambo, la payada, la huella, el triunfo. Tanto sus letras como su música surgen de la experiencia misma de la vida del campo, de la vida rural de llanura, de la relación con el caballo, la guitarra, el mate, la carne vacuna, así como los valores que transmiten la solidaridad, la lealtad, la hospitalidad, la valentía y el empeño de la palabra dada. Señor del canto y el pensamiento.

Estas cuestiones serán determinantes para la ilustración de una nueva identidad, que no solo quedará impresa en la vestimenta, en la arquitectura o credos, también en los procesos políticos, económicos, culturales y sociales que se vayan generando, asumirán esa impronta surera-campera. Sin embargo, las cosas no se fueron dando como debieron ser, existiendo una “mano invisible”, o no tanto,  que nos quiere con la voluntad quebrada.

A fines del S.XIX comenzará a darse una serie de circunstancias concomitantes que se conjuran contra la formación de esa identidad propia. Así, la decisión política de cederle la designación de “Buenos Ayres” a la nueva capital del Estado Argentino nos dejará desprovistos de nombre, somos la Provincia sin Buenos Ayres.  Resultó ser un tremendo error histórico, porque terminó confundiéndonos, y un pueblo que no tenga en claro su identidad, tampoco tendrá claro cuál es su destino.

Los bonaerenses, y aún más nuestros hermanos provincianos, no tendrán  en claro cuál es nuestra identidad. Somos la más importante de todas las provincias, motor del trabajo y la producción, que le ha dado todo a la Nación…la que solo nos reintegra ingratitud.

También fuimos, hasta 1995, la última provincia en darle una bandera a nuestro pueblo, desde nuestra fundación en 1820 no contábamos con un pabellón que nos identificase; aún nos falta un himno provincial; a lo que debe sumarse que la impronta local (platenses, matanceros, marplatenses, balcarceños…) es más fuerte que la idea de reconocerse bonaerenses; carecemos de ese orgullo de pertenencia que ostentan salteños, cordobeses, entrerrianos, pampeanos, necesario para defender sus intereses regionales. Cada una tiene su propio héroe, así nos encontramos a Güemes en Salta, Ramírez en Entre Ríos, López en Santa Fé, Quiroga en La Rioja; y en nuestra Provincia el nombre de Juan Manuel de Rosas nos sigue siendo negado. 

Más aún, estamos expuestos, como ninguna otra provincia, a las intromisiones del gobierno nacional en nuestra política interna, porque nuestros gobernadores son digitados desde Casa Rosada, peor aún, son nacidos, han crecido o pasado gran parte de su vida, en otra jurisdicción. El candidato a gobernador se define desde el escritorio presidencial con la orden de que “baje” a la Provincia, por una cuestión de la propia lógica de la política actual. 

Desde las últimas elecciones se va dando con más frecuencia que, las listas de candidatos a los distritos con mayor población de votantes se arman también desde el poder central. Los Intendentes parecen figuras del decorado institucional. No solo eso, nuestros tres senadores nacionales, que representan a la Provincia, son puestos de acuerdo a su obediencia al poder político -desnaturalizando su verdadera función, representar a su comunidad toda- y, además, ninguno de nuestros paisanos conoce sus nombres, en otra muestra de nuestra endeble identidad provincial.

La Provincia de Buenos Ayres pareciera el patio trasero de esa cuasi-provincia que es la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Somos lo que está detrás de la Avenida General Paz, ellos son la real Buenos Ayres. Es más, hasta el Conurbano es una extensión de la misma Capital, se identifican más con ésta que con la propia provincia. Estamos desmembrándonos.

La historia que se enseña en los colegios es referente a la ciudad portuaria, orgullo de la Corona Imperial Británica, nosotros pasamos desapercibidos en los libros y manuales de enseñanzas. Nuestros provincianos terminan identificándonos como porteños, un término para ellos ofensivo y de peores recuerdos.

Por ello, es un buen momento, en esta búsqueda de nuestra identidad, para generar un proceso de INSUBORDINACIÓN FUNDANTE, una actitud de independencia ante el pensamiento centralista de esta época, para lograr alcanzar un “umbral de poder” necesario para convertirnos en actores principales en defensa de la filosofía federalista y de un municipalismo con plena autonomía. Es una cuestión de estricta justicia social provincial como de dignidad para nuestro pueblo. Es tiempo de buscar un nuevo nombre, que nos permita reconstruirnos a partir de lo nuestro.

El pueblo de la Provincia Bonaerense ha sido protagonista fundamental en la vida federal argentina, apostando fuertemente al trabajo y al esfuerzo de los bonaerenses y a la riqueza de su tierra, legado que se nos ha tornado en un gran desafío. Tenemos la responsabilidad de planificar un destino común, en compromiso con los derechos de todos y el bienestar general. Si logramos darnos una IDENTIDAD BONAERENSE, la misma podrá ser el pilar a partir del cual construir un Modelo Argentino para el Proyecto Nacional.

LA MUERTE DE UN PATRIOTA: Miguel Ángel Espeche Gil.

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