Queremos destacar acá los condicionamientos que ha
sufrido la idea de cultura en su origen.
Los mundos antiguo, medieval y moderno ignoran la idea de
cultura, pues es recién con los filósofos alemanes Johann Herder (1744-1803) y
Juan Teófilo Fichte (1762-1814) que aparece.
En 1766 Herder proponía la liberación de la literatura
alemana de las influencias extranjeras. Bajo la influencia de su maestro Hegel
y su “Espíritu del pueblo” sostenía que el arte no es un producto individual
sino una creación de dicho Espíritu (Volkgeist), pues cada cultura tiene
su justificación en ella misma.
A su vez Fichte, quien sostenía, en su tesis original,
que la consciencia no necesita más fundamento que ella misma, por lo cual el
conocimiento no forma ya parte del fenómeno (como en Kant) sino del sujeto que
es el que dota de sentido el proceso cognitivo. Él nos va hablar del Estado
racional (Vernunstaat) o Estado de cultura (Kulturstaat) que debe
reglamentar toda la actividad de la sociedad, desde la económica con su
propuesta del “Estado comercial cerrado” hasta la cultural, donde cultura es
todo.
Esta acepción de la idea de cultura vino a reemplazar,
como ha hecho notar ese buen filósofo español Gustavo Bueno, al “Reino de la gracia”,
que estuvo vigente hasta el comienzo de la desacralización del mundo con el
Idealismo alemán, que al llenar todo lo que es y existe de Espíritu terminó
bastardeándolo y desnaturalizándolo. Pues si todo es Espíritu nada es Espíritu.
Hasta incluido Godofredo Leibniz (1646-1716) se pensaba
en términos como “el orden natural” y el “orden sobrenatural” o “el reino de la
naturaleza” y “el reino de la gracia”. Reino, este último, donde intervenía
Dios y el hombre como el único ser donde inhabitaba el Espíritu Santo.
Por lo tanto, la idea de cultura viene a desplazar, en definitiva, al Espíritu
Santo. Sobre el cual los teólogos clásicos atribuían tres funciones: la de
elevante, por la cual elevaba al hombre por sobre el animal, la de medicinal,
por la cual curaba los pecados y corregía los errores, y santificante, por la
cual nos hacía semejantes a Dios.
La idea de cultura viene a reemplazar todo ello. Y así,
si leemos mucho nos hacemos cultos, si estudiamos mucho podemos cuidar mejor
nuestros cuerpos y si tenemos capacidad ociosa podemos gozar del mundo como
nuestra creación y “realizar el destino
superior de los individuos” (Fichte).
De modo tal, que el condicionamiento metapolítico de la
cultura- gran categoría o concepto, que incide grandemente en el accionar
político, se encuentra en el reemplazo contemporáneo del antiguo orden
sobrenatural.