Por Eduardo J. Vior para Inforbaires24
3 de noviembre de 2020
Indudablemente, el resultado de la competencia por la Casa Blanca decidirá sobre el modo y los tiempos de la decadencia de la mayor superpotencia y merece un análisis pormenorizado. Sin embargo, como las noticias sobre los dimes y diretes entre Donald Trump y Joe Biden han acaparado las primeras planas de todos los medios, la opinión pública internacional ha perdido de vista la información sobre las trascendentales resoluciones que ha tomado la reunión del Comité Central (CC) del Partido Comunista de China (PCCh) que se reunió en Beijing entre el lunes 26 y el jueves 29 de octubre pasados. Sus decisiones dan cuenta de la gravedad de la situación mundial y tienen implicaciones aun para escenarios geográficamente muy alejados de Asia Oriental. Por su relevancia, excepcionalmente, Infobaires24 ha desdoblado la columna semanal sobre política mundial y hoy informa sobre China.
Al concluir la Quinta Sesión plenaria del 19º Comité Central
(elegido en el Congreso del PCCh celebrado en octubre de 2018), se emitió un comunicado
que fija los objetivos del 14º Plan
Quinquenal 2021-25 y la visión a mediano plazo, para llevar a cabo la
“modernización socialista” hasta 2035. Ambos planes parten declaradamente
de la lucha contra la pandemia de coronavirus y de la resistencia a las
sanciones impuestas por Estados Unidos. A ambos desafíos China respondió
exitosamente. No solo pudo superar rápidamente la pandemia con un mínimo de
contagios y de muertes, sino que a partir del tercer trimestre retomó el crecimiento económico y se estima
que terminará el año con una tasa de incremento del PBI del 1,9%. Es
lógico, entonces, que el liderazgo del país festeje ambos logros como prueba de
la capacidad de adaptación que tiene el modelo chino.
Los 198 miembros
permanentes y 126 alternos del Comité Central que
se reunieron en Beijing aprobaron el Plan Quinquenal y la perspectiva de
desarrollo a mediano plazo que serán presentados en marzo a la reunión de
primavera del Congreso Nacional del
Pueblo, el máximo órgano legislativo del país. ¿Por qué una perspectiva a
quince años? Porque en 2035 la potencia oriental habrá recorrido la mitad del
camino hacia 2049, cuando se cumplan los 100 años de la República Popular y
haya alcanzado el estatuto de “nación socialista desarrollada”.
Este año termina el 13º Plan Quinquenal y se espera que el PBI
supere los 15 billones de dólares (aproximadamente 35 veces el PBI argentino).
Al haber sacado de la pobreza extrema a
casi 56 millones de pobladores rurales en los últimos cinco años, el país
cumplió con un decenio de antelación la meta fijada para 2030 en la Agenda de
Desarrollo Sostenible de la ONU. Si el 13º Plan realizó la transición del
“crecimiento de alta velocidad” al “crecimiento de alta calidad”, el 14º debe
asegurar, en palabras de Xi Jinping, la “doble circulación”, para que las
relaciones económicas externas y la economía interna se retroalimenten
recíprocamente.
El corte de las cadenas de suministro al comienzo de la pandemia y
las sanciones norteamericanas enseñaron a los líderes chinos que deben asegurar
dentro del país la realización del ciclo productivo de los principales sectores
económicos. Por esta razón el 14º Plan
se propone cerrar el ciclo de las biotecnologías, asegurar localmente la
producción de semiconductores, el desarrollo de los grandes bancos de datos, la
robótica y las telecomunicaciones, así como el pasaje de las energías fósiles a
las renovables y disminuir la brecha de ingresos entre los sectores urbanos y
los rurales.
Como un modo de subrayar la transición de un crecimiento
cuantitativo a uno cualitativo, el comunicado publicado tras el pleno del CC no
menciona metas numéricas para el 14º Plan Quinquenal. Por el contrario, junto a
los objetivos materiales el texto pone el acento en la “felicidad del pueblo”, que para la mayoría de la población
significa disminuir las desigualdades y alcanzar un desarrollo inclusivo, sobre
todo difundiendo el acceso a servicios públicos de calidad.
La mayor parte de la sociedad china está convencida de que la
presidencia de Donald Trump ha paralizado a largo plazo las relaciones
sino-norteamericanas. En las redes chinas Trump tiene el apelativo «Chuan
Jianguo», que literalmente quiere decir «Trump construye China». Si bien la
ironía tiene el trasfondo desesperanzador de que China ya no podrá contar en el
futuro con la cooperación norteamericana, tiene un núcleo de verdad: las sanciones estadounidenses obligaron a
la potencia asiática a cerrar los circuitos de producción, distribución y
consumo dentro del propio país o, al menos, dentro del propio espacio económico
euroasiático.
La certeza de que los Estados Unidos nunca van a admitir la
independencia y el desarrollo de China no sólo obliga a ésta a sostenerse en su
propio esfuerzo, sino que la fuerza a incrementar drásticamente su esfuerzo
para la defensa nacional. Así, junto al Plan Quinquenal se anunció que para 2027, cuando se cumplan los 100 años de la
fundación del Ejército Popular de Liberación (ELP), China va a modernizar
radicalmente sus fuerzas armadas, mecanizando, automatizando, aplicando la
inteligencia artificial y preparándose para defenderse a la vez en el
Himalaya, en el Mar Meridional y en el Mar Amarillo, mientras protege la Nueva
Ruta de la Seda y la Franja y sus rutas mundiales de abastecimiento. Claro que
alcanzar este objetivo va a implicar duplicar
el gasto actual en Defensa (el 1,3% del PBI) y llevarlo a la media mundial de
2,6%.
Las relaciones internacionales están entrando en un período
peligroso. Estados Unidos no va a admitir su decadencia ni a ceder sin pelear
el primer puesto mundial. La única diferencia entre futuros gobiernos de Trump
o Biden puede residir en los blancos que ataquen o en los tiempos de su
agresión. La decisión china de basarse casi exclusivamente en las propias
fuerzas deviene de una apreciación descarnada de la realidad y va a provocar un
cierre hacia afuera del espacio euroasiático que Beijing y Moscú vienen
construyendo. También los socios más importantes de China en otros continentes
sufrirán la presión para optar entre uno y otro bloque.
Probablemente este martes 3 no sepamos si Donald Trump mantendrá la
Presidencia de los Estados Unidos o si lo remplazará Joe Biden, pero sí sabemos
que el mundo se adentra en un período de máxima tensión que nos involucra a
todos. Basarse en las propias fuerzas no es una consigna exclusivamente china.