Por Aldo Duzdevich para LM Neuquén
A mediados de
febrero del 2024 visité el Cementerio de Darwin donde yacen 232 combatientes
argentinos caídos en Malvinas. Nuestro guía chileno (ya con nacionalidad
británica) nos repitió el libreto que tiene para los turistas: “acá vienen
muchos ex-combatientes y cuentan que la primera ducha y la primera comida
caliente fue cuando los tomaron prisioneros los ingleses "Pasaron hambre,
frío, estaban mal armados, ni botas tenían". Léase, el mejor momento de
“los chicos de la guerra” fue cuando se rindieron y los tomaron prisioneros.
En el acceso a
la Catedral Anglicana de Puerto Argentino un monumento hecho con huesos de
ballena azul lleva una inscripción sobre piedra que dice “en conmemoración del
centenario de posesión británica de las Falkland Islands 1833-1933”. Creo que
es lo más infame que se puede ver en Malvinas. Una muestra de la obscenidad
colonial.
Inglaterra no puede asumir que está en un
territorio ocupado por la fuerza y convertido en su colonia. Por lo tanto, no
admite que su legítimo dueño, la Nación Argentina, intente recuperar lo que
ellos tomaron por la fuerza.
El relato inglés es bastante simple: En
1982, el dictador borracho de una republiqueta, tuvo la mala idea de desafiar a
su Real Majestad, invadiendo una colonia que le pertenece desde hace mas de 150
años. La invasión se hizo con un grupo de chiquillos mal armados, enviados a
combatir contra la Royal Navy y el mejor ejército de occidente.
El discurso de
la prensa y diplomacia inglesa es que la recuperación de Malvinas fue un
absoluto disparate, producto de la mente afiebrada de los militares, que
mandaron a morir a sus jóvenes soldados, mal armados y mal alimentados, convirtiéndolos
en nuevas víctimas de la dictadura.
Supuestamente,
la dictadura argentina con la recuperación violó los derechos humanos de los kelpers, y también de los soldados argentinos
que envió a las islas a una muerte segura. De ese modo, los responsables
del hundimiento del Belgrano y de los muertos en Malvinas no fueron las balas
inglesas, sino la dictadura, que tuvo la mala idea de desafiar a su Real
Majestad.
LOS TESTIMONIOS DE LOS VETERANOS DE
MALVINAS
En estos días
escuché en una radio el testimonio de un veterano de Malvinas diciendo casi las
mismas palabras que nuestro guía chileno, pero mejor ilustradas. Incluyendo que
el viaje al continente como prisionero de los británicos lo hicieron en un
crucero de turismo que tenía todas las comodidades típicas de esos barcos.
Narró el maltrato de los oficiales, el
hambre, los castigos por robar comida. Cuando la joven periodista lo indujo que
cuente si sufrieron torturas, igual que los detenidos en los campos de
concentración de la dictadura, el veterano relató que el 25 de mayo con vientos
huracanados y 20 grados bajo cero, a un teniente se le ocurrió hacerlos salir
del pozo a cantar el himno muertos de frio, y luego algunos recibieron el
clásico “baile” de tirarse y arrastrarse por el suelo mojado y congelado. Sin
dudas una crueldad innecesaria. Pero absolutamente diferente al secuestro,
tortura por días de picana eléctrica, para finalmente ser arrojados al mar que
sufrieron los desaparecidos en los campos de concentración.
Luego vi el
video de un reportaje a Oscar Ledesma,
quien con sólo 19 años y una escasa preparación militar, participó en la
batalla de Pradera del Ganso y abatió al militar inglés de mayor rango en
las islas, el teniente coronel Herbert Jones, jefe de los paracaidistas y toda
una leyenda dentro de las tropas británicas.
“En Malvinas
nuestra misión era defender el istmo de Darwin, un punto estratégico de la isla
Soledad. El primer ataque duró entre 4 y 6 horas, yo estaba a cargo de la única
ametralladora Mag que estaba en funcionamiento. El coronel Jones fue uno de los
que comandó el ataque. Lo vi venir corriendo a unos 35 metros, le disparé una
ráfaga y cayó. Aún así intentó tomar una granada, me levanté y disparé una
segunda ráfaga que acabó con su vida. Los
conscriptos fuimos el aporte popular a Malvinas. Y puedo decir que soy un
orgulloso soldado conscripto sin hacer apología del gobierno de facto, ni
tampoco entrar en la miseria de la victimización”, dijo.
Ambos veteranos estuvieron en Malvinas y
mantienen enfoques muy diferentes. El primero recuerda el maltrato que le
infringieron los oficiales y suboficiales a cargo; el segundo se siente
orgulloso protagonista de una gesta histórica.
Quienes
trabajamos en desentrañar la historia y estamos acostumbrados a escuchar
testimonios de hechos producidos hace 40 o 50 años atrás, sabemos que en cada
caso hay que ubicar al testigo en el contexto y circunstancia. Y, cuando muchos
participan de un hecho colectivo en espacios y momentos diferentes, cada uno
puede relatar lo que vio a su alrededor y la circunstancias que le toco vivir.
Sin dudas en
Malvinas hubo oficiales que actuaron correctamente y otros que, acostumbrados a
maltratar a los “colimbas” en los cuarteles, mantuvieron esa misma actitud
estúpidamente en una situación de guerra. El rigor y el abuso de poder de los
mandos a sus subordinados es una enfermedad que sufren todas las organizaciones
militares del mundo, incluyendo las romantizadas organizaciones guerrilleras.
Además de los
testimonios, la historia indaga en diversidad fuentes y datos para aproximarnos
a la realidad de los hechos. Uno
importante es el número de bajas. Las argentinas en Malvinas (excluyendo a los
323 muertos del crucero Gral Belgrano) fueron 327 (incluyendo aviadores y
varios marinos). Gran Bretaña declaro oficialmente 255 muertos, aunque hay
presunción que fueron muchos más.
Si en los combates en tierra ellos tuvieron
255 bajas y los argentinos 327, no fue un paseo, ni una paliza, sino la guerra
más importante que enfrentó Inglaterra después de la Segunda Guerra Mundial.
LOS TESTIMONIOS DE LOS OFICIALES BRITÁNICOS
Las memorias del
general de división Julian Thompson (al mando de la 3° Brigada de Comandos de
Infantería de Marina) y del almirante John Forster “Sandy” Woodward (comandante
de la flota británica), dan una versión muy diferente a la que se creó en el
imaginario social, desmintiendo incluso a la versión de su gobierno. ¿Por qué
lo hacen? Supongo, en parte, por ese perfil profesionalista de militar inglés,
y en parte porque si tienen que explicar la paridad de bajas están obligados a
reconocer que no vinieron de paseo.
Para el
almirante Woodward, la batalla naval
contra la Argentina fue “una de las más terribles. Y los argentinos podrían
haberla ganado”, incluso en el transcurso de la guerra afirmó en su diario
que en el enfrentamiento entre la flota británica
y la aviación argentina ésta última “iba ganando”. Ya en el cuarto día de
combate, Woodward sentenció que “la Royal Navy no había vivido un conflicto en
el agua de esta magnitud desde la Segunda Guerra Mundial”.
A la vez,
recuerda que casi la mitad de las bombas lanzadas por aviones argentinos, al
menos en catorce ocasiones, no estallaron. Por ello, Woodward aseguró que si
“hubiesen explotado nos hubiesen derrotado. Si las espoletas de las bombas
hubiesen sido correctamente armadas, no me cabe ninguna duda de que hubiésemos
perdido”.
Respecto el
armamento, dice Thompson: “Tenían más
cañones, un transporte en helicóptero por lo menos tan bueno como el nuestro”
y, por ejemplo, “en la batalla de la colina de Darwin el 28 de mayo, todos los
soldados [ingleses] armados con metralletas Sterling las arrojaban para recoger
los SRL de los que estaban fuera de combate o, mejor aún, se apoderaban de los
FAL argentinos que disparaban ráfagas y suministraban así más poder de fuego.”
Sobre la batalla
de Monte Longdon, en la que se llevó a cabo un largo y encarnizado combate
cuerpo a cuerpo y a bayoneta calada, Thompson señaló: “Estuve a punto de sacar
a mis muchachos de ahí. No podía creer que esos adolescentes disfrazados de
soldados nos estuvieran causando tantas bajas”.
MALVINAS EN CLAVE DE LIBERACIÓN O
DEPENDENCIA
Hace 43 años la
mayoría de los jóvenes militantes peronistas, incluyendo a los de la casi
extinta organización Montoneros, la dirigencia
sindical encabezada por Ubaldini que el 30 de marzo había realizado una enorme
marcha de protesta y habían sido
reprimidos, más la dirigencia del PJ, UCR, DC, FIP y otros partidos, apoyaron
la recuperación de Malvinas. Incluso una delegación encabezada por Ubaldini,
Triacca, Bittel del PJ y Contin de la UCR viajaron a las islas a manifestar el
apoyo del pueblo argentino a nuestros soldados.
Releyendo las
declaraciones, que muchos expresamos hace más de cuarenta años, hoy, en otro
contexto, y ya con el diario del lunes, no podríamos suscribir cada una de
nuestras palabras. Pero, en lo esencial, Malvinas significó un quiebre político
cultural dentro de las Fuerzas Armadas y el fin del proceso militar.
Las Fuerzas
Armadas desde 1955 en adelante se habían alineado con EEUU en la llamada Guerra
Fría, y en términos ideológicos habían comprado el catecismo liberal de
"da lo mismo producir acero que caramelos”, como sostenía Alejandro
Estrada, secretario de Comercio de José Alfredo Martínez de Hoz, para bajarle
el precio a la industria pesada.
Galtieri, que había sido catalogado como un
general majestuoso por la prensa norteamericana, descubrió de golpe que, entre
el majestuoso y sus amigos ingleses, Reagan obviamente dio su apoyo político y
logístico a los ingleses. El Canciller argentino Costa Méndez descubrió que
existía la solidaridad latinoamericana y de los países del Tercer Mundo. Y
terminó abrazando a Fidel Castro y recibiendo misiles de Muammar el Gadafi.
Y los militares
argentinos que habían renegado de la herencia industrialista de Savio, Mosconi
y el Brigadier San Martin, descubrieron que la soberanía militar se asienta
sobre la independencia económica, sobre el desarrollo tecnológico e industrial nacional,
y que a las fragatas inglesas no le podían tirar caramelos, sino que
necesitaban acero y pólvora argentina.
Para los militantes del campo nacional esas
consignas y propuestas no eran novedad. Las habíamos defendido toda la vida:
unidad latinoamericana, lucha contra las potencias imperiales, desarrollo
científico e industrial nacional. Eran banderas nuestras que, por obra de su
error e improvisación, los militares argentinos descubrían pagando con su
sangre en el campo de batalla.
La batalla de Malvinas
,aunque mal calculada y mal dirigida política y militarmente, condensaba las
mismas banderas que habíamos levantado desde la Vuelta de Obligado: liberación o dependencia.
EL CEMENTERIO ARGENTINO EN DARWIN
Históricamente,
los ingleses han enterrado a sus muertos en el lugar en el que cayeron. Esto
explica por qué, en casi todos los continentes hay cementerios con bandera
británica. El poeta británico Rudyard Kipling escribió: “Esto serviría para
recordarles a las poblaciones locales, y a las futuras generaciones la firme voluntad del Imperio Británico, y
que por allí pasaron y combatieron sus súbditos y que, por lo tanto, algún día
podrían regresar.”
Está claro que
el Reino Unido no reconoce el mismo derecho para quienes los enfrentaron. El
potente peso simbólico que expresan las tumbas de soldados argentinos
enterrados en Malvinas no podía ser admitido, por lo cual, el Foreign Office, desde 1982 hizo repetidos intentos de “repatriar” al
continente los restos de los soldados argentinos. La mayoría de los familiares
de los caídos se negaron con la convicción de que "no hay nada que
repatriar, porque están en su patria".
El cementerio
queda a 80 km de Puerto Argentino, en
medio de la nada y en un lugar apartado del camino principal, porque los
kelpers no ven con agrado su existencia. Es parte del sitio Pradera del
Ganso, donde tuvo lugar la batalla en la que murieron 47 argentinos.
En 2009, y luego
de largas negociaciones, el cementerio se remodeló incorporándole un cenotafio,
una gran cruz, y una ermita de la Virgen de Lujan. Las tumbas están señaladas
con cruces blancas y en placas de granito negro figura el nombre de cada
soldado. Por decisión británica no
pueden aludir a su condición militar. Solo dos tumbas quedan con la frase
“Soldado argentino solo conocido por Dios”. Además están prohibidos los
símbolos patrios.
El cementerio
luce muy cuidado. El diseño aprobado por la Comisión de Familiares de los Caídos fue construido y financiado por el
empresario argentino Eduardo Eurnekian, quien, además, tiene contratado a
una persona de forma permanente, para su mantenimiento.
Es difícil
describir la emoción que se siente al caminar en medio del fuerte y persistente
viento, recorriendo los senderos de cruces blancas y reconocer algunos nombres
de combatientes que alguna vez escuchamos.
LA VIDA EN LA COLONIA FALKLAND
En Malvinas habitan unos 2.400 civiles, la
mayoría en la pequeña villa de Puerto Argentino y en las distintas estancias
dedicadas a la cría de lanares. Según comentario de nuestro guía, hay
muchos chilenos, uruguayos, peruanos e incluso senegaleses que llegan en busca
de trabajo. La vida allí es muy dura, el paisaje y el clima son poco amigables,
sobre todo para los niños y los jóvenes.
El abastecimiento de alimentos y otros
víveres viene en barco desde Montevideo o Gran Bretaña. Antes lo recibían
de Punta Arenas Chile, pero se cortó por las restricciones de paso por el
Beagle que impone Argentina. Un solo vuelo semanal desde Punta Arenas los
conecta con el continente.
A 45 km de
Puerto Argentino por camino pavimentado esta la base militar Mount Pleasant (Monte Agradable) que incluye una base
naval, una base aérea y una base de lanzamiento de misiles, además del centro
de comunicaciones y monitoreo. Es el
centro militar más importante de toda América Latina e integra el dispositivo
de seguridad global montado por la OTAN . Hay mas de 1.500 soldados en forma
permanente que rotan cada seis meses.
LA CAUSA DE MALVINAS
En estos días
que esta tan sensible el debate sobre dictadura y derechos humanos, es fácil
entrar en la trampa del discurso binario, buenos y malos, blanco o negro. Y
pretender analizar Malvinas desde la perspectiva de derechos humanos o desde la
de género que está muy en boga. Es desdibujar y perder de vista que Malvinas
expresa claramente nuestra contradicción histórica principal que es liberación
o dependencia.
Los que nos autodefinimos nacionales y
populares debemos definir qué queremos hacer de con nuestras Fuerzas Armadas.
Tuvimos 16 años de gobierno para reformarlas o cerrarlas como quieren algunos.
El general más viejo, el Jefe de Ejercito Carlos A Presti tiene 59 años. En
el 76 tenía diez. La mayoría de cuadros y voluntarios ronda los 40 años,
durante la dictadura ni siquiera habían nacido. ¿Les vamos a seguir gritando en
la cara milicos asesinos a gente que eligió la carrera militar por vocación o
necesidad, y que vivió y creció en democracia?
Si queremos que
nuestras Fuerzas Armadas recuperen un
pensamiento nacional, nada más importante que reivindiquen su rol combatiente
en Malvinas y hagan honor a sus héroes enterrados en Darwin, parafraseando
a Kipling para recordarles a las poblaciones locales, y a las futuras
generaciones, la firme voluntad del pueblo argentino que por allí pasaron y
combatieron sus jóvenes soldados y que, por lo tanto, algún día podrían
regresar.
Para cerrar cito
a Rubén Pablos, ex combatiente de Rio
Negro: “Nosotros, la gran mayoría de los Veteranos de Guerra de Malvinas no nos
sentimos víctimas de la dictadura, por el contrario, estamos orgullosos de
haber ido a defender a la Patria. Fuimos a Malvinas por mandato popular con
el uniforme de San Martín a defender la Bandera de Belgrano. No fuimos pensando
en Galtieri, y fuimos a combatir contra un enemigo externo, el imperio y su
aliado.”
*Autor de “La
Lealtad- Los montoneros que se quedaron con Perón” y “Salvados por Francisco”