Entre la crisis existencial y el Plan ALBA
Por Kintto Lucas
La Cumbre de las Américas se realiza en un momento que se
evidencia claramente la crisis hegemónica de Estados Unidos en América Latina y
a nivel mundial.
Hasta hace algunos años, a pesar de su pérdida creciente de
hegemonía, Estados Unidos lograba disfrazarla manteniendo un círculo de
influencias en algunas regiones y en la Organización de Naciones Unidas (ONU).
La ONU, gobernada a través del Consejo de Seguridad, le
ofrecía las garantías necesarias para enmascarar acciones de injerencia o
intervención directa, como ocurrió en Libia.
América Latina, su “patio trasero”, aparecía como una región
un tanto “díscola” pero todavía manejable, por lo que no era necesaria una
intervención más directa. En ese sentido, opto por dos vías: realizar un
trabajo para ganarse esos gobiernos “díscolos” o llevarlos a un desgaste
paulatino hasta que los sectores de oposición lograran la fuerza necesaria para
asaltar el gobierno en un tiempo prudencial.
La burocrática y decadente Organización de Estados
Americanos (OEA), todavía le representaba un ámbito de sumisión de buena parte
de América Latina.
Pero esa realidad, hasta cierto punto dócil, fue cambiando
rápidamente. El Consejo de Seguridad de la ONU, considerado todavía un lugar
confortable hasta la invasión de Libia, comenzó a no serlo tanto cuando la
intervención en Siria. La decadencia de ese organismo y la posición
contra-hegemónica de Rusia han jugado un papel fundamental en ese cambio.
La recuperación del “patio trasero” se tornó demasiado
difícil por la consolidación de políticas soberanas y latinoamericanistas en
algunos países y la construcción de fuertes lazos integradores en lo político a
partir de la acción estratégica de Hugo Chávez.
La OEA, de Ministerio de Colonias se transformó en una Casa
de Fantasmas en la que dejaron de creer hasta sus más grandes defensores,
incluido Estados Unidos.
El surgimiento de la Unión de Estados Suramericanos
(UNASUR), la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), la Alianza Para los
Pueblos de Nuestra América (ALBA), la renovación del MERCOSUR (Mercado Común
del Sur), posiciones firmes de algunos países y su propia realidad ayudaron a
esa conversión del organismo.
Ese contexto llevó a que Estados Unidos intentara nuevas
estrategias, sin dejar de lado las viejas, y buscara diversas formas de
reposicionamiento para no perder totalmente su hegemonía, y que la crisis
hegemónica no se transforme en crisis existencial.
Impulso de la Alianza del Pacífico sin mostrarse que estaba
detrás, fortalecimiento de acciones encubiertas contra el proceso integrador de
América Latina, apoyo más directo y unificación de objetivos comunes en los
sectores de oposición a los gobiernos “díscolos”, intento de incidencia en
sectores de esos gobiernos, políticas de ablande y desgaste y apoyo a intentos
de golpe, fueron algunas estrategias.
Sin embargo, aunque obtuvo algunos logros y avances, la
recuperación hegemónica se ha tornado cuesta arriba. Eso le hizo recurrir
nuevamente a la injerencia directa como en Venezuela y acelerar un nuevo plan
conjunto de la reacción en todos los países al mismo tiempo. Sin dejar de lado
el garrote y la zanahoria.
Días después de iniciar el diálogo con Cuba y mostrar una
imagen relativamente autocrítica y conciliadora, arremete más fuerte contra
Venezuela. Ahora ante la necesidad de que la Cumbre de las Américas no sea un
fracaso total intenta apaciguar la reacción general de América Latina señalando
que Venezuela no es una amenaza, aunque no deroga el Decreto y se fomenta a
sectores reaccionarios para que participen en la Cumbre.
En estos momentos se evidencia un “Plan ALBA” que busca
golpear en forma conjunta en varios países de América Latina y el Caribe, con
acciones coordinadas desde los social, económico, político e incluso militar,
que se podrá ver más claramente en los próximos meses y años.
El “Plan ALBA” tiene un objetivo estratégico claro: primero
aislar la ALBA y luego destruirla. Con eso no solo se busca terminar la Alianza
como tal si no su influencia real y simbólica. Como todos los planes de Estados
Unidos hacia América Latina y El Caribe, incluidos el Plan Cóndor y el Plan
Colombia, el objetivo final es consolidar su hegemonía sobre la región.
Para eso están en marcha políticas de incidencia en los
países que integran la ALBA, dirigida hacia adentro y hacia afuera de los
gobiernos, y que se complementan con acciones en los otros países. El golpe por
país solo fue exitoso en el caso de Honduras, por lo tanto se inició una nueva
etapa que busca una incidencia colectiva al mismo tiempo.
Sin necesidad de recurrir a la historia de Estados Unidos
con respecto a la región, sus acciones actuales llevan a que en varios países
de América Latina y El Caribe, exista una desconfianza hacia ese país difícil
de superar y que la Cumbre se trasforme en un foro para demostrar esa
desconfianza.
Además de la crisis hegemónica, hay una crisis de confianza
desde América Latina hacia Estados Unidos. Mientras ese país empieza a vivir
una crisis existencial, que es también en parte una crisis de identidad, por su
pérdida de hegemonía, América Latina y El Caribe han ido asumiendo con más
fuerza su propia existencia
Es el momento de ensayar desde los nuevos organismos de
integración, otro tipo de instancias más serias de diálogo entre América Latina
y Estados Unidos, para que, tal vez un día, se pueda superar esa desconfianza.
Ni la OEA ni la Cumbre de las Américas se pueden transformar
en un espacio de confluencia. Una y otra representan un momento histórico
diferente al que vivimos. Una y otra son la imagen de un pasado impuesto, por
lo tanto no tienen futuro.