Ernesto Jauretche
No nos han vencido ni nos vencerán.
Somos el batallón
argentino de un ejército invencible: el de los humildes de América, el de los
trabajadores de todo el mundo.
Somos los hombres y
mujeres más fogueados de esta tierra en experiencia de lucha.
Provenimos de una
larga marcha; más de 400 años sin descansos ni fatigas.
Las banderas que hoy
tienen su completa vigencia las elaboramos desde el llano a partir de 1955. ¡O
se olvidan, compañeros, que en estos últimos 60 años sólo hemos sido
oficialistas unos pocos 15 o 16; en la epopeya de 1973 y en los últimos 13 de
construcción kirchnerista? Nos sobrepusimos a 18 años de represión y
proscripciones y al intento de aniquilarnos en 1976. Comparando, poca cosa es
lo que nos exige el presente, aunque será crucial y determinante.
¡Nuestra vida política
se forja en la batalla! Y ese camino de combatir al capital está jalonado de
tristes infortunios y alegres premios. Somos hijos de aquel Perón que nos marcó
un sentido heroico de la vida; y de la inmortal Evita, la del amor y la
igualdad.
Somos los que llevamos
la carga de hacer realidad lo que viene, una verdad de a puño: los mejores días
de los argentinos fueron, son y serán peronistas.
Apenas hemos puesto
las bases de una democracia de iguales y de la efectiva justicia social. Queda
mucho por hacer. ¡No permitamos que nos roben el futuro!
¡A defender lo
conquistado! ¡Que no se detenga el reloj de la historia que está forjando
nuestro pueblo íntegro! Como antes, como siempre, la autonomía y el genio popular
pasarán por encima de los mariscales de la murmuración y el engaño; no faltará
el tiempo de pedir cuentas.
¡Ahora, manos a la
obra!
Otra vez nos alcanza
el relámpago de la resistencia, la ocasión de disponer en acto la imaginación y
la sabiduría para plantarnos erguidos, de pie ¡urgente! y recuperar la senda ganadora
antes que sea tarde.
Tenemos las aptitudes
y responsabilidades de la estirpe triunfadora de una Argentina que se destaca
en el planeta por su inteligencia y audacia, por su lugar de líderes continentales,
providencia de hermanos a quienes no sólo hemos ofrecido las extensas riquezas
de nuestro suelo: los negros ojos de 400 millones de suramericanos nos suplican
ingenio y coraje para que no se detenga el viaje hacia la Patria Grande. En la saga
del continentalismo que señaló Perón, maduramos el objetivo de ganar el pleito
con el Imperio haciendo realidad los sueños de San Martín, Bolívar y Artigas.
¡Ni un paso atrás!
Contribuimos a ello
con lo nuestro: el grito de ¡Patria sí,
Colonia no! ¡Viva Perón, carajo!
¡Viva Perón! es, en
cada coyuntura política, una manera de expresar conformidad, desprecio, rechazo
o, simple y popularmente, el placer de los pobres, la euforia del vino.
Esa consigna es
exclamación, grito de libertad, exaltación de lo nuestro, voz de lealtad y
declaración de guerra; contiene tanta pasión como demanda de fidelidad a las
convicciones y principios de ese contexto ético y político que es la doctrina
peronista.
¡Viva Perón! es la
pauta, es el ingenio, es el paradigma de un estilo, una práctica, una ideología
y una forma de pensarnos como argentinos.
¡VIVA PERON es, de última, como decir ¡VIVA LA
PATRIA!
Hoy, decir ¡Viva Perón!, es decir:
¡SCIOLI PRESIDENTE!