Por Juan Godoy*
En tiempos de entrega ignominiosa de
la Patria a los intereses extranjeros por parte del “nuevo gobierno”
oligárquico, nos proponemos rescatar una pequeña historia de vida de un criollo
que luchó largos años por la nación, los humildes, contra la oligarquía, las
potencias extranjeras, y por la soberanía nacional.
En
los países que se encuentran a “medio camino” de su independencia económica,
que tienen una cuestión nacional irresuelta, los que luchan por la patria,
contra la oligarquía y el imperialismo son olvidados (demonizados, vaciados de
contenido, o tergiversado su accionar), y los que la entregan tienen calles y
monumentos.
En este caso, al no tener una
presencia que no se pudiera ocultar se optó por echar un manto de olvido sobre
nuestro personaje. Se trata de un federal ninguneado por la historiografía
oficial, hablamos de Alejandro Marín. Mayormente debemos el rescate del olvido
a Ricardo Caballero quien en un libro sobre Yrigoyen y la conspiración de 1905,
donde muestra los antecedentes federales del yrigoyenismo, le dedica varias
páginas.[1]
Todavía resuenan en los corazones
patriotas las palabras que pronunciara Mansilla al defender la soberanía
nacional en la Vuelta de Obligado: “¡Vedlos,
camaradas, allí los tenéis! Considerad el tamaño del insulto que vienen
haciendo a la soberanía de nuestra Patria, al navegar las aguas de un río que
corre por el territorio de nuestra República, sin más título que la fuerza con
que se creen poderosos. ¡Pero se engañan esos miserables, aquí no lo serán!
Tremole el pabellón azul y blanco y muramos todos antes que verlo bajar de
donde flamea”. (Cit. en Rosa, 1967:45-46) Del bando patriótico luchando contra
las potencias coloniales, cruzando las cadenas en el Paraná y cañoneando a los
invasores estaba Alejandro Marín. Es su ingreso en la historia grande de las
luchas populares.
En
1854 la prepotente Buenos Aires se termina separando del resto de la
Confederación con tal de no repartir la Renta de la Aduana. El mitrismo
pretendía haciendo eje en Buenos Aires construir un país de cara al Atlántico, de espaldas a
las provincias interiores, y dependiente de Gran Bretaña haciendo eje en Buenos
Aires. En 1861 estalla la Batalla de Pavón, del lado de la Confederación lucha
Marín en la columna liderada por Ricardo López Jordán sobre el ala izquierda
del ejército, y cuando el retiro de Urquiza (teniendo la lucha ganada), del
campo de batalla éste se niega a retirarse, quiere seguir combatiendo, entiende
que “perder” en Pavón es dejarle el camino libre a Mitre para que haga de
nuestro país una semi-colonia británica. En ese momento, junto con él está Vera
quien según recuerda el mismo Marín responde a la orden de retiro diciendo “¡el movimiento que se nos ordena es de
retirada, cuando no tenemos enemigos al frente! ¿Qué significa esto? ¡Yo no
obedezco!”[2].
(Caballero, 1951: 52)
Dos
meses más tarde de la Batalla de Pavón, se produce la masacre de Cañada de
Gómez. Allí las fuerzas mitristas al mando de Venancio Flores pasan a degüello
a 400 federales. Masacre olvidada por la historiografía oficial al igual que la
de Villamayor[3] (1856),
mientras los principales responsables son recordados con calles y monumentos. José
Luis Busaniche califica Cañada de Gómez como “una de las carnicerías más repugnantes que se registran en las páginas
de toda la historia argentina”. (Busaniche, 1984: 713) A la división entre
los partidarios de Urquiza y López Jordán después de Pavón, Marín se contará
entre los últimos[4].
Tres
años llevaba Mitre en el Gobierno, ya había diezmado el Noroeste Argentino,
derrocado a través de Venancio Flores al Partido Blanco Uruguayo, y ahora iba
por la experiencia autónoma e industrialista de los López en el Paraguay[5].
Mitre había dicho “en 24 horas en los
cuarteles, en quince días en Corrientes, en tres meses en Asunción”. (Rosa,
1979: 131) No obstante, la resistencia heroica del pueblo paraguayo, sumada a
la resistencia del interior argentino[6]
harán que Mitre al terminar su presidencia (1868), todavía no pueda terminar la
guerra, faltarán dos años más para que el Mariscal López en Cerro Corá “muera
con su patria”.
En
esa resistencia en el interior del país a la impopular guerra (al menos en esa
región)[7],
que Alberdi llamó de la “triple infamia”, es que aparece Alejandro Marín
nuevamente. Esta vez en la zona del Litoral, luego de “coquetear” con López,
finalmente Urquiza se decide por traicionar una vez más la causa de las
provincias. Vale recordar las palabras de López Jordán, de quien Marín era compañero,
acerca del pedido de Urquiza en relación a combatir en la guerra: “usted nos llama para combatir al Paraguay.
Nunca, general, ese pueblo es nuestro amigo. Llámenos para pelear a porteños y
brasileños. Estamos prontos. Esos son nuestros enemigos. Oímos todavía los
cañones de Paysandú. Estoy seguro del verdadero sentimiento del pueblo
entrerriano”. (Galasso, 2010: 65)
Así
en Basualdo y Toledo, una noche se produce la desbandada de los ejércitos que
se habían juntado para ir hacia el país hermano, anota León Pomer: “tan formidable desobediencia colectiva no
tiene precedentes en el país”. (Pomer, 2011: 238) Marín es parte de esta
sublevación contra la Guerra del Paraguay que pretende llevar adelante la
oligarquía. En Basualdo son aproximadamente 3 mil gauchos que se sublevan
lanzando gritos de muerte contra Mitre. Galasso (2010), sostiene que se ha
culpado a López Jordán y a Felipe Varela[8]
de fomentar la sublevación, pero no se ha podido comprobar. La cuestión es que,
como analizó Alberdi: “son guerras civiles
en el fondo, bajo la forma de guerras internacionales, como la presente”. (Alberdi,
2001:154)
Marín
acompaña a Ricardo López Jordán en sus levantamientos, por eso pagará con
destierros en Uruguay y Brasil. Estando en el país Oriental, se acercará al Partido
Blanco, y específicamente a la figura del legendario Timoteo Aparicio
(1814-1882), que hace sus primeras armas con Oribe, y luego lucha con Berro,
contra las arremetidas de Venancio Flores, y es quien encabeza (luego de su
exilio forzado en Entre Ríos ante las persecuciones contra los militantes del
Partido Blanco), en 1870 la “Revolución de las lanzas”[9].
(Pelfort, 2011) Cuenta Caballero que Marín se conmovía al recordar la ejecución
a los 98 años del Indio General Anacleto Medina[10]
luego de la derrota de la Batalla de Los Manantiales (1871).
En
los últimos años de su vida, al igual que muchos de los restos del federalismo
más consecuente, Don Alejandro abraza La
Causa yrigoyenista contra El Régimen
oprobioso, falaz y descreído. La explicación sencilla que daba para justificar
la adhesión a la construcción del que iba a ser el primer gran movimiento
nacional del siglo XX era que lo hacía para seguir “la línea de sus ideas”.
*Lic.
en sociología (UBA)
Bibliografía
-
Alberdi, Juan Bautista.
(2001). La Guerra del Paraguay.
Buenos Aires: intercontinental editora.
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Busaniche, José Luis.
(1984). Historia Argentina. Buenos
Aires: Solar.
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Caballero, Ricardo.
(1951). Yrigoyen. La conspiración civil y militar del 4 de febrero de 1905.
Buenos Aires: Raigal.
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Galasso, Norberto.
(2010). Felipe Varela y la lucha por la
unión Latinoamericana. Buenos Aires:
Colihue.
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Galasso, Norberto.
(2011). Historia de la Argentina, desde
los pueblos originarios hasta el tiempo de los Kirchner. Buenos Aires:
Colihue.
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Godoy, Juan. (2013). La revolución de los colorados. Una historia
de Montoneros. Disponible en sociologiayliberacion.blogspot.com.ar
-
Jara, Juan Carlos.
(2008). Ricardo Caballero (1876-1963). En Galasso, Norberto (comp.). Los Malditos. Hombres y mujeres excluidos de
la historia oficial de los argentinos. Tomo III. Buenos Aires: Ediciones
Madres de Plaza de Mayo.
-
Pelfort, Jorge. (2011). Timoteo Aparicio. Disponible en http://jorgepelfort.blogspot.com.ar/
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Pomer, León. (1971). El soldado criollo. Buenos Aires: CEAL.
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Pomer, León. (2011). La Guerra del Paraguay. Estado, política y
negocios. Buenos Aires: Colihue.
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Rosa, José María. (1967).
Estudios revisionistas. Buenos Aires:
Sudestada.
-
Rosa, José María. (1979).
Historia Argentina. La oligarquía
(1862-1878). Tomo VII. Buenos Aires: Oriente.
[1] Caballero escuchó de boca de Alejandro Marín los relatos de su
historia. También conoció personalmente a su hijo: Federico, a través del mismo
conoce a Yrigoyen. Para un abordaje de la figura de Caballero véase: Jara, Juan
Carlos. (2008). Ricardo Caballero
(1876-1963). En Galasso, Norberto (comp.). Los Malditos. Hombres y mujeres excluidos de la historia oficial de los
argentinos. Tomo III. Buenos Aires: Ediciones Madres de Plaza de Mayo.
[2] Cuenta también Caballero que unos días más tarde Espíndola quien
también estaba en el ala izquierda del ejército de Urquiza es invitado por el
hijo de Don Justo, Waldino a tomar algo a lo que le responde “andá a la p…
traidor como tu padre”. Cuando en 1870 lo matan a Urquiza, el Palacio San José
era custodiado por Vera, quien se dice facilitó el ingreso de la partida que
termina con la vida de entrerriano.
[3] En Villamayor las fuerzas mitristas apresan y asesinan a 115
federales. Gelly y Obes sostiene al respecto que “esto es la segunda edición de Villamayor, aumentada y corregida”. (cit.
en Galasso, 2011: 360 )
[4] Cuenta asimismo Caballero que la familia de parte de la esposa de
Marín, Dolores Jiménez, también eran jordanistas, su cuñado: Guillermo Jiménez
era muy allegado al caudillo.
[5] Paraguay venía de casi 60 años de desarrollo autónomo, desde el
gobierno de José Gaspar Rodríguez de Francia como bien lo muestra Richard Alan
White (2014), y con los gobiernos de los López. Así había llegado a ser el país
más desarrollado del Cono Sur, tenía entre otros avances el primer telégrafo,
la primera línea de ferrocarril, una industria metalúrgica próspera, la
educación primaria obligatoria desde 1828, hornos de fundición, la mayor parte
del suelo en manos del estado, etc. todo sin contraer empréstitos. Véase: White,
Richard Alan. La primera Revolución Popular en América. Paraguay 1810-1840.
Buenos Aires: Punto de Encuentro. Asimismo: Pomer, León. (2011). La Guerra del Paraguay. Estado, política y
negocios. Buenos Aires: Colihue.
[6] Una de las más serias resistencias es la Revolución de los Colorados.
Tratamos el tema en: Godoy, Juan. (2013). La
revolución de los colorados. Una historia de Montoneros. Disponible en sociologiayliberacion.blogspot.com.ar
[7] Para ver la repulsa del pueblo a la guerra, véase el estudio de Pomer
(2011), ya referido, sobre todo las páginas 237-239.
[8] Recordemos que Felipe Varela es el principal personaje que se
posiciona en contra de la guerra.
[9] Cuando cruza el Río Uruguay se dice que fue con “cinco viejos fusiles de fulminante, algunas lanzas fabricadas con
tijeras de esquilar, algunas pistolas, facones y boleadoras, un clarín y un
anteojo de larga vista”. (Cit. en Pelfort, 2011)
[10] Acerca de Anacleto Medina León Pomer rescata unos versos de Lugones en
Romances del Río Seco que dicen: “Quien así pudo sacar, campo afuera a la
Delfina, fue el coronel de dragones, don Anacleto Medina, natural de las
Misiones, raza pura de indio fuerte”. Completa Pomer “el episodio alude a la muerte de Pancho Ramírez, el caudillo
entrerriano, y a la salvación de su compañera por obra del bravo indio”.
(Pomer, 1971: 90)