martes, 27 de septiembre de 2016

EDITORIAL DE FERNANDA VALLEJOS

MUCHO MÁS QUE DOS
23.09.2016

El INDEC publicó esta semana los datos sobre la evolución de la economía, que intentaremos analizar y socializar porque entender cómo funciona la economía, aunque puede perecer tedioso, es importante, en última instancia, para ejercer plenamente nuestra ciudadanía, y tomar decisiones por nosotros mismos.

Veamos ¿qué dice el INDEC? En el segundo trimestre del año el PBI se derrumbó -3,4%. Es que todos los componentes de la demanda cayeron: en primer lugar la inversión. Se desplomó un -4,9%. Anotemos que el gobierno ha sostenido que la Inversión, junto con las exportaciones, constituyen los motores del crecimiento de su modelo económico. En segundo lugar cayó el consumo público, los gastos del Estado, un -2%. O sea que el Estado que antes estimulaba el crecimiento, pasó a convertirse en parte del problema. En tercer lugar cayeron las exportaciones, un -1,9%, el segundo motor del crecimiento está tan fundido como la inversión. Por último, de acuerdo a las mediciones de Todesca, también cayó el consumo de las familias, que explica el 70% del PBI, un -0,1%.

Miremos un poco adentro de esos componentes de la demanda. Dentro de la inversión, hubo una caída brutal en las construcciones, de -15,7%, mayormente obras de infraestructura vinculadas al sector agropecuario y a la actividad petrolera. El informe de ejecución del primer semestre 2016 del Ministerio de Hacienda, ratifica y explica la parálisis de la obra pública: de la partida de $174.000 millones prevista en el Presupuesto 2016, sólo se ejecutó el 46%, en términos nominales, a lo que hay que descontar la alta inflación.

¿Qué pasó con el otro motor, las exportaciones? Miremos los últimos datos publicados sobre Intercambio Comercial. En el mes de julio, primer mes del segundo semestre, las exportaciones cayeron -10,9%. Para los primeros siete meses del año la caída de las exportaciones es de -3,9%. Las únicas que crecieron fueron las de productos primarios, por el aumento de las cantidades exportadas, gracias a los beneficios concedidos por el gobierno, con la devaluación y quita de retenciones, por lo que se liquidaron los stocks que antes se retenían, lo que compensó la disminución de sus precios; en las manufacturas de origen agropecuario (MOA) el aumento de las cantidades no compensó la caída de los precios; mientras que en las manufacturas de origen indutrial (MOI) y combustibles y energía se redujeron tanto los precios como las cantidades.

Por el lado de la oferta, como ya les dije, en el primer semestre cayó el PBI un -3,4%, pero ¿saben qué? Como ya pueden anticipar, hay algo que creció: las importaciones, tuvieron una expansión de +8,7%. Si consideramos los primeros siete meses del año, el aumento en las cantidades importadas fue de 6,4%. Las importaciones de vehículos automotores de pasajeros aumentaron 30,1%, lo que significa que las ganancias garantizadas por el tarifazo ni siquiera se quedaron dentro de nuestro circuito productivo, sino que fueron a parar a una renovación de flota adquirida en el exterior. Alarmantemente aumentaron 8,3% las compras de bienes de consumo. En tanto fueron menores las importaciones de Bienes de capital, Bienes intermedios, Piezas y accesorios para bienes de capital, porque lógicamente, con una industria que se achica, en una economía que se achica, como ya vimos, también se retrae la inversión, que se queda sin estímulos, y, por lo tanto, los bienes para la producción se dejan de comprar. Hubo una caída en Combustibles y lubricantes, por la importante baja de los precios internacionales del petróleo. Sin embargo, un caso paradigmático es el de Chile, donde, mientras las exportaciones descendieron en absolutamente todos los rubros, en conjunto, -17,3%, las importaciones aumentaron 58,8%, principalmente por la decisión del ministro Aranguren de reemplazar a Bolivia como proveedor, con precios casi 130% más altos.

Es decir que los argentinos, tanto las familias, como el Estado y las empresas, consumimos e invertimos menos, pero no sólo eso, dentro de esa menor demanda de consumo y inversión, hubo una parte muy importante de bienes y servicios que no se produjeron con trabajo de los argentinos, con salarios que les pagamos a nuestros trabajadores, sino en el exterior, pagando salarios al resto del mundo, mientras se deteriora nuestra propia realidad, que ya suma, como ustedes saben, 5 millones de nuevos pobres y medio millón de desempleos nuevos, en lo que va del año.

La actividad de la construcción, con la mayor caída, tuvo una disminución de 10,2% en el primer semestre. Según los datos del Indicador Sintético de la Actividad de la Construcción (ISAC), durante el mes de julio, el índice bajó -23,1%. Por su parte, el dato del acumulado durante los primeros siete meses del año registra una disminución de -14,1%. Lo cual pone de relieve, una vez más, que el comienzo del segundo semestre, lejos de marcar un cambio de tendencia, muestra la consolidación de los pésimos resultados de una política que conduce a la economía a un callejón sin salida.

La industria manufacturera registró una baja de -7,9% en el primer semestre. De acuerdo con datos del Estimador Mensual Industrial (EMI), la actividad industrial en julio volvió a caer -7,9%.

El sector agropecuario, de caza y silvicultura también disminuyó, en conjunto, -7,9%. El sector pesca, cayó -15,7%. La minería disminuyó -5,5%.

El sector comercio mayorista y minorista y reparaciones tuvo una caída de -2,1%. También cayeron el sector de actividades inmobiliarias, empresariales y de alquiler un -0,9%, los sectores de servicios comunitarios, sociales, personales un -0,8%, o los servicios de hogares privados que contratan servicio doméstico un -1,3%.

Los resultados son, lisa y llanamente, desastrosos por donde se los mire. Los motores del crecimiento del modelo macrista están fundidos y la economía va marcha atrás desde hace nueve meses.

Siguiendo el informe de ejecución del primer semestre 2016 del Ministerio de Hacienda, el gobierno no está en condiciones de exhibir números razonables ni siquiera en materia de cuentas públicas: el déficit primario (antes del pago de la deuda), fue de U$s14.000 millones, un 40% superior al de igual periodo de 2015, a pesar de los 20.000 empleos públicos destruidos, la parálisis de la obra pública y el tarifazo -supuestamente fundado en el recorte de subsidios- que, en la práctica, no implicó menores transferencias, ya que éstas se expandieron 31%, garantizando super-ganancias a las empresas energéticas y de transporte, cuyos precios se incrementaron exponencialmente, contribuyendo a fogonear el proceso inflacionario y la transferencia regresiva de ingresos.

Por la menor recaudación por derechos de exportación (por eliminación de retenciones y disminución de la alícuota de la soja), del IVA e impuestos internos (por menor nivel de actividad), y el acrecentamiento de los gastos corrientes, el déficit equivale al 26,2% del gasto primario. Descartado el “blanqueo” -hasta el momento marginal- como fuente de financiamiento, sólo queda el mayor endeudamiento que acumula, hasta agosto, 38.159 millones de dólares.

El gobierno no está en condiciones de exhibir números razonables ni siquiera en materia de cuentas públicas: el déficit primario (antes del pago de la deuda), fue un 40% superior al de igual periodo de 2015. Por la menor recaudación y el acrecentamiento de los gastos corrientes, el déficit equivale al 26,2% del gasto primario. Descartado el “blanqueo” -hasta el momento marginal- como fuente de financiamiento, sólo queda el mayor endeudamiento.

Con estos resultados uno podría esperar rectificaciones en la política. Pero el proyecto de Presupuesto 2017 muestra que el gobierno insiste con la misma receta.

La presión tributaria estimada para 2017 es 25,97% del PBI, casi 3 puntos menos que en 2015, o sea que el Estado tendrá menos recursos para afrontar los consumos, transferencias e inversiones. Hay, de hecho, una reducción del gasto primario que descenderá al 22,18% este año y al 21,71% del PIB en 2017, casi 2 puntos menos que en 2015. Es importante destacar que el crecimiento de 35,2% de los compromisos en materia de Seguridad Social, es superior al incremento esperado de los recursos previsionales de 23,5%, ya que el Estado debe afrontar los pagos de jubilaciones de privilegio de la ley llamada de “reparación histórica”, con lo que el déficit previsional para 2017 alcanza al 58,8% de los recursos, lo que plantea serias dudas sobre la sustentabilidad de la reforma, y alimenta el riesgo de venta de títulos y acciones del Fondo de la ANSeS.

La presión tributaria estimada para 2017 es 25,97% del PBI, casi 3 puntos menos que en 2015, o sea que el Estado tendrá aun menos recursos. Hay, de hecho, una reducción del gasto primario que descenderá al 22,18% este año y al 21,71% del PIB en 2017, casi 2 puntos menos que en 2015.
Por su parte, hay un sensible crecimiento de los intereses de la deuda que representarán el 2,36% del PIB este año y el 2,53% en 2017, casi un punto más que en 2015, consecuencia del vertiginoso endeudamiento externo. En términos nominales, el pago de los intereses de la deuda se incrementa, en 2017, un 32,3% con respecto a 2016 (donde a su vez se observa un escalofriante crecimiento de 93% en relación con 2015), llegando a U$s13.763 millones en 2017. En cuanto a la inversión en Infraestructura, en 2017 será de sólo el 2,21% del PIB (menos que el 2,53% comprometido para el pago de los intereses de la deuda).

El endeudamiento público del próximo año será, al tipo de cambio promedio esperado de $ 17,92, de U$s96.380 millones. De ese total, se amortizará deuda (se cambiarán títulos de deuda vieja por nuevos) por U$s58.175 millones, por lo que el gobierno se debe endeudar en U$s38.205 millones para cubrir el déficit fiscal y cancelar la deuda que no puede renovar. De ese total, el gobierno de Macri incrementaría la deuda con el sector privado en U$s 18.500 millones, colocando U$s 10.000 millones en el exterior.

Crecen los intereses de la deuda: representarán el 2,36% del PIB este año y el 2,53% en 2017, casi un punto más que en 2015. En términos nominales, el pago de intereses se incrementa, en 2017, un 32,3% con respecto a 2016 (donde el escalofriante crecimiento es de 93% en relación con 2015). El endeudamiento público del próximo año será de U$s96.380 millones. El gobierno se debe endeudar en U$s38.205 millones para cubrir el déficit fiscal y cancelar la deuda que no puede renovar. La deuda con el sector privado crecerá en U$s 18.500 millones.

En síntesis, el gobierno cierra con un elevado déficit fiscal, supuesto justificativo para el ajuste brutal que viene implementado, tanto este año como el próximo, para lo que debe profundizar la política de sobreendeudamiento, avanzando por un peligroso sendero de insolvencia. Mientras el mismo gobierno estima que la economía operará con déficit comercial (importaciones superiores a las exportaciones) todos los años: U$s 1.866 millones en 2017, U$s 3.800 millones en 2018, y U$s 4.929 millones en 2019. Por lo que no habrá, en ningún año de la gestión Macri, generación de divisas genuinas en la economía argentina.

Evidentemente, la fiesta no era antes, es ahora: una fiesta de deuda e importaciones, donde festejan los de afuera que se quedan con el fruto del esfuerzo de los argentinos que deberemos seguir sacrificando consumo, producción e inversión y resignándonos a la extinción de un Estado equilibrador. O sea, una fiesta a la que ninguno de nosotros estamos invitados, aunque seguramente deberemos pagar, como en el 2001, los platos rotos cuando se agote la posibilidad de seguir financiando de prestado las enormes transferencias al poder económico global.


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