MUCHO
MÁS QUE DOS
23.09.2016
El
INDEC publicó esta semana los datos sobre la evolución de la economía, que
intentaremos analizar y socializar porque entender cómo funciona la economía,
aunque puede perecer tedioso, es importante, en última instancia, para ejercer
plenamente nuestra ciudadanía, y tomar decisiones por nosotros mismos.
Veamos
¿qué dice el INDEC? En el segundo trimestre del año el PBI se derrumbó -3,4%.
Es que todos los componentes de la demanda cayeron: en primer lugar la
inversión. Se desplomó un -4,9%. Anotemos que el gobierno ha sostenido que la
Inversión, junto con las exportaciones, constituyen los motores del crecimiento
de su modelo económico. En segundo lugar cayó el consumo público, los gastos
del Estado, un -2%. O sea que el Estado que antes estimulaba el crecimiento,
pasó a convertirse en parte del problema. En tercer lugar cayeron las
exportaciones, un -1,9%, el segundo motor del crecimiento está tan fundido como
la inversión. Por último, de acuerdo a las mediciones de Todesca, también cayó
el consumo de las familias, que explica el 70% del PBI, un -0,1%.
Miremos
un poco adentro de esos componentes de la demanda. Dentro de la inversión, hubo
una caída brutal en las construcciones, de -15,7%, mayormente obras de
infraestructura vinculadas al sector agropecuario y a la actividad petrolera.
El informe de ejecución del primer semestre 2016 del Ministerio de Hacienda,
ratifica y explica la parálisis de la obra pública: de la partida de $174.000
millones prevista en el Presupuesto 2016, sólo se ejecutó el 46%, en términos
nominales, a lo que hay que descontar la alta inflación.
¿Qué
pasó con el otro motor, las exportaciones? Miremos los últimos datos publicados
sobre Intercambio Comercial. En el mes de julio, primer mes del segundo
semestre, las exportaciones cayeron -10,9%. Para los primeros siete meses del
año la caída de las exportaciones es de -3,9%. Las únicas que crecieron fueron
las de productos primarios, por el aumento de las cantidades exportadas,
gracias a los beneficios concedidos por el gobierno, con la devaluación y quita
de retenciones, por lo que se liquidaron los stocks que antes se retenían, lo
que compensó la disminución de sus precios; en las manufacturas de origen
agropecuario (MOA) el aumento de las cantidades no compensó la caída de los
precios; mientras que en las manufacturas de origen indutrial (MOI) y
combustibles y energía se redujeron tanto los precios como las cantidades.
Por
el lado de la oferta, como ya les dije, en el primer semestre cayó el PBI un
-3,4%, pero ¿saben qué? Como ya pueden anticipar, hay algo que creció: las
importaciones, tuvieron una expansión de +8,7%. Si consideramos los primeros
siete meses del año, el aumento en las cantidades importadas fue de 6,4%. Las
importaciones de vehículos automotores de pasajeros aumentaron 30,1%, lo que
significa que las ganancias garantizadas por el tarifazo ni siquiera se
quedaron dentro de nuestro circuito productivo, sino que fueron a parar a una renovación
de flota adquirida en el exterior. Alarmantemente aumentaron 8,3% las compras
de bienes de consumo. En tanto fueron menores las importaciones de Bienes de
capital, Bienes intermedios, Piezas y accesorios para bienes de capital, porque
lógicamente, con una industria que se achica, en una economía que se achica,
como ya vimos, también se retrae la inversión, que se queda sin estímulos, y,
por lo tanto, los bienes para la producción se dejan de comprar. Hubo una caída
en Combustibles y lubricantes, por la importante baja de los precios
internacionales del petróleo. Sin embargo, un caso paradigmático es el de
Chile, donde, mientras las exportaciones descendieron en absolutamente todos
los rubros, en conjunto, -17,3%, las importaciones aumentaron 58,8%, principalmente
por la decisión del ministro Aranguren de reemplazar a Bolivia como proveedor,
con precios casi 130% más altos.
Es
decir que los argentinos, tanto las familias, como el Estado y las empresas,
consumimos e invertimos menos, pero no sólo eso, dentro de esa menor demanda de
consumo y inversión, hubo una parte muy importante de bienes y servicios que no
se produjeron con trabajo de los argentinos, con salarios que les pagamos a
nuestros trabajadores, sino en el exterior, pagando salarios al resto del
mundo, mientras se deteriora nuestra propia realidad, que ya suma, como ustedes
saben, 5 millones de nuevos pobres y medio millón de desempleos nuevos, en lo
que va del año.
La
actividad de la construcción, con la mayor caída, tuvo una disminución de 10,2%
en el primer semestre. Según los datos del Indicador Sintético de la Actividad
de la Construcción (ISAC), durante el mes de julio, el índice bajó -23,1%. Por
su parte, el dato del acumulado durante los primeros siete meses del año
registra una disminución de -14,1%. Lo cual pone de relieve, una vez más, que
el comienzo del segundo semestre, lejos de marcar un cambio de tendencia,
muestra la consolidación de los pésimos resultados de una política que conduce
a la economía a un callejón sin salida.
La
industria manufacturera registró una baja de -7,9% en el primer semestre. De
acuerdo con datos del Estimador Mensual Industrial (EMI), la actividad
industrial en julio volvió a caer -7,9%.
El
sector agropecuario, de caza y silvicultura también disminuyó, en conjunto,
-7,9%. El sector pesca, cayó -15,7%. La minería disminuyó -5,5%.
El
sector comercio mayorista y minorista y reparaciones tuvo una caída de -2,1%.
También cayeron el sector de actividades inmobiliarias, empresariales y de
alquiler un -0,9%, los sectores de servicios comunitarios, sociales, personales
un -0,8%, o los servicios de hogares privados que contratan servicio doméstico
un -1,3%.
Los
resultados son, lisa y llanamente, desastrosos por donde se los mire. Los
motores del crecimiento del modelo macrista están fundidos y la economía va
marcha atrás desde hace nueve meses.
Siguiendo
el informe de ejecución del primer semestre 2016 del Ministerio de Hacienda, el
gobierno no está en condiciones de exhibir números razonables ni siquiera en
materia de cuentas públicas: el déficit primario (antes del pago de la deuda),
fue de U$s14.000 millones, un 40% superior al de igual periodo de 2015, a pesar
de los 20.000 empleos públicos destruidos, la parálisis de la obra pública y el
tarifazo -supuestamente fundado en el recorte de subsidios- que, en la
práctica, no implicó menores transferencias, ya que éstas se expandieron 31%,
garantizando super-ganancias a las empresas energéticas y de transporte, cuyos
precios se incrementaron exponencialmente, contribuyendo a fogonear el proceso
inflacionario y la transferencia regresiva de ingresos.
Por
la menor recaudación por derechos de exportación (por eliminación de
retenciones y disminución de la alícuota de la soja), del IVA e impuestos
internos (por menor nivel de actividad), y el acrecentamiento de los gastos
corrientes, el déficit equivale al 26,2% del gasto primario. Descartado el
“blanqueo” -hasta el momento marginal- como fuente de financiamiento, sólo
queda el mayor endeudamiento que acumula, hasta agosto, 38.159 millones de
dólares.
El
gobierno no está en condiciones de exhibir números razonables ni siquiera en
materia de cuentas públicas: el déficit primario (antes del pago de la deuda),
fue un 40% superior al de igual periodo de 2015. Por la menor recaudación y el
acrecentamiento de los gastos corrientes, el déficit equivale al 26,2% del
gasto primario. Descartado el “blanqueo” -hasta el momento marginal- como
fuente de financiamiento, sólo queda el mayor endeudamiento.
Con
estos resultados uno podría esperar rectificaciones en la política. Pero el
proyecto de Presupuesto 2017 muestra que el gobierno insiste con la misma
receta.
La
presión tributaria estimada para 2017 es 25,97% del PBI, casi 3 puntos menos
que en 2015, o sea que el Estado tendrá menos recursos para afrontar los
consumos, transferencias e inversiones. Hay, de hecho, una reducción del gasto
primario que descenderá al 22,18% este año y al 21,71% del PIB en 2017, casi 2
puntos menos que en 2015. Es importante destacar que el crecimiento de 35,2% de
los compromisos en materia de Seguridad Social, es superior al incremento esperado
de los recursos previsionales de 23,5%, ya que el Estado debe afrontar los
pagos de jubilaciones de privilegio de la ley llamada de “reparación
histórica”, con lo que el déficit previsional para 2017 alcanza al 58,8% de los
recursos, lo que plantea serias dudas sobre la sustentabilidad de la reforma, y
alimenta el riesgo de venta de títulos y acciones del Fondo de la ANSeS.
La
presión tributaria estimada para 2017 es 25,97% del PBI, casi 3 puntos menos
que en 2015, o sea que el Estado tendrá aun menos recursos. Hay, de hecho, una
reducción del gasto primario que descenderá al 22,18% este año y al 21,71% del
PIB en 2017, casi 2 puntos menos que en 2015.
Por
su parte, hay un sensible crecimiento de los intereses de la deuda que
representarán el 2,36% del PIB este año y el 2,53% en 2017, casi un punto más
que en 2015, consecuencia del vertiginoso endeudamiento externo. En términos
nominales, el pago de los intereses de la deuda se incrementa, en 2017, un
32,3% con respecto a 2016 (donde a su vez se observa un escalofriante
crecimiento de 93% en relación con 2015), llegando a U$s13.763 millones en
2017. En cuanto a la inversión en Infraestructura, en 2017 será de sólo el
2,21% del PIB (menos que el 2,53% comprometido para el pago de los intereses de
la deuda).
El
endeudamiento público del próximo año será, al tipo de cambio promedio esperado
de $ 17,92, de U$s96.380 millones. De ese total, se amortizará deuda (se
cambiarán títulos de deuda vieja por nuevos) por U$s58.175 millones, por lo que
el gobierno se debe endeudar en U$s38.205 millones para cubrir el déficit
fiscal y cancelar la deuda que no puede renovar. De ese total, el gobierno de
Macri incrementaría la deuda con el sector privado en U$s 18.500 millones,
colocando U$s 10.000 millones en el exterior.
Crecen
los intereses de la deuda: representarán el 2,36% del PIB este año y el 2,53%
en 2017, casi un punto más que en 2015. En términos nominales, el pago de
intereses se incrementa, en 2017, un 32,3% con respecto a 2016 (donde el
escalofriante crecimiento es de 93% en relación con 2015). El endeudamiento
público del próximo año será de U$s96.380 millones. El gobierno se debe
endeudar en U$s38.205 millones para cubrir el déficit fiscal y cancelar la
deuda que no puede renovar. La deuda con el sector privado crecerá en U$s
18.500 millones.
En
síntesis, el gobierno cierra con un elevado déficit fiscal, supuesto
justificativo para el ajuste brutal que viene implementado, tanto este año como
el próximo, para lo que debe profundizar la política de sobreendeudamiento,
avanzando por un peligroso sendero de insolvencia. Mientras el mismo gobierno
estima que la economía operará con déficit comercial (importaciones superiores
a las exportaciones) todos los años: U$s 1.866 millones en 2017, U$s 3.800
millones en 2018, y U$s 4.929 millones en 2019. Por lo que no habrá, en ningún
año de la gestión Macri, generación de divisas genuinas en la economía
argentina.
Evidentemente,
la fiesta no era antes, es ahora: una fiesta de deuda e importaciones, donde
festejan los de afuera que se quedan con el fruto del esfuerzo de los
argentinos que deberemos seguir sacrificando consumo, producción e inversión y
resignándonos a la extinción de un Estado equilibrador. O sea, una fiesta a la
que ninguno de nosotros estamos invitados, aunque seguramente deberemos pagar,
como en el 2001, los platos rotos cuando se agote la posibilidad de seguir
financiando de prestado las enormes transferencias al poder económico global.