jueves, 2 de marzo de 2017

ACERCA DE LA FILOSOFIA EN Y DE IBEROAMERICA


 ALBERTO BUELA

La tesis, que damos por implícita en el presente trabajo, es que Iberoamé­rica constituye una unidad histórico-cultural común y por lo tanto, el pensamiento surgido en los diversos países que la integran conforma una unidad en lo esencial.

Incluso más, forma una ecúmene con perfil propio puesto que posee en la base una religión (la católica heredada de España y Portugal) y una lengua (galaico-castellana) común, y ha vivenciado desde siempre un enemigo común (el anglosajón). Todo ello la especifica entre las grandes ecúmenes que cubren el orbe con rasgos peculiares, obviamente, más allá, de los matices regionales que ciertamente existe.

Acá nos vamos a ocupar del pensamiento filosófico stricto sensu y no de filosofía aplicada (sociología y política), o del pensamiento en general, del que por otra parte nos hemos ocupado en un trabajo recien­te[2].

FILOSOFÍA EN IBEROAMÉRICA

El problema de la filosofía en Iberoamérica es un pseudo problema, pues es evidente la existencia espacio-temporal de un pensamiento filosófico en nuestra tierras. Múltiples trabajos con mayor o menor enjudia ya se han encargado de demostrarlo. Como para sólo citar al­gunos tenemos: Ramón Insúa Rodriguez: Historia de la filosofía en Hispanoamérica, Guayaquil, 1949; Francisco Romero: Sobre la filosofía en América, Buenos Aires,1952; Abelardo Villegas: Panorama de la filosofía Iberoamericana actual, Buenos Aires, 1963.-; Manfredo Kempff Mercado:Historia de la filosofía Latinoamericana, México, 1964.-; Sergio Sarti: Panorama della filosofía ispanoamericana contemporania. Milán, 1976.A estos trabajos de conjunto podemos agregar las diferentes historias de la filosofía correspondientes a cada uno de nuestros paí­ses[3]. Por último tenemos a los filósofos y su producción directa en miles de artículos, revistas ad hoc, y libros, donde ninguno de los temas de la filosofía ha dejado de ser tratado. Lo que acabanos de decir demuestra palmariamente que existe filosofía en Iberoamérica.

El tratamiento de «la filosofía en América» ha sido casi con exclusividad la tarea académica de nuestras universidades e institutos superiores. Es el «saber establecido» el que ha buscado en «la filosofía en América» la propia justificación de su actividad. Universidades que preparan profesores de filosofía para que enseñen filosofía en la univer­sidad. Y esta filosofía desde siempre se ha entendido como: «Estar al día en lo que se piensa y se escribe en los grandes centros de la filosofía occidental. Traducciones, comentarios de obras principales, frecuentes viajes a Europa, son los motores de esta actividad filosófica[4]. Esta es la filosofía como «fuente pecuniaria», es, en definitiva, a la que puede aplicarse el adagio de Nietzsche: la que oscurece las aguas para que parezcan más profundas. Nosotros creemos que esta forma de «filo­sofar» es condición necesaria pero no suficiente para «hacer filosofía». Ciertamente que el filósofo Iberoamericano debe cultivar todos los recursos metodológicos que ofrece la disciplina, pero no es en el ejercicio sutil, erudito y sagaz de estos recursos como se «hace filosofía» sino en la aplicación de estos recursos a un objeto genuino.

La filosofía en Iberoamérica se puede caracterizar por ciertos rasgos negativos, a saber:

a) Por el sentido imitativo del pensamiento. Se elucubra sobre los modelos de filosofías concebidas, principalmente, en Europa. Así, por ejemplo, un prócer de la filosofía argentina, según los manuales, Francisco Romero – que dicho sea de paso era español – pensó sobre la base de Max Scheler.
Esta importación de ideas modelos ha hecho afirmar al agudo pensador mejicano Gómez Robledo que se ha gestado en América una especie de «entreguismo filosófico», correlato en el orden del espíritu del entreguismo político[5].

b) Por el «universalismo vacío» del que nos habla Samuel Ramos. Y que quiere significar la apertura irrestricta a todo producto intelectual que venga de los centros de poder y cultura internacionales. Este universalismo sólo se calma cuando se «está al día» con todas las novedades. Lo que conlleva además de una tarea infinita, pues todos los días se producen novedades, a una superficialidad manifiesta de toda producción local.
c) Por la falta de originaliad como justamente señala el peruano Salazar Body: «No hay un sistema filosófico de cepa hispanoamericana, una doctrina con significación e influjo en el conjunto del pensamiento universal y no hay tampoco, en el nivel mundial, reacciones plémicas a las afirmaciones de nuestros pensadores, ni secuelas ni efectos doctrinarios de ellas en otras filosofías»[6].
LA FILOSOFÍA DE IBEROAMÉRICA

Decían los antiguos filósofos que primero hay que distinguir para luego poder unir con propiedad.

Llevados de este consejo lo primero que cabe distinguir como lo ha hecho el uruguayo Ardao[7], es entre lo que se entiende por filosofía iberoamericana y filosofía de lo iberoamericano.

a) Filosofía iberoamericana indica la perspectiva histórico espacio-temporal desde donde se realiza filosofía, y ella se encuentra, como acabanos de ver, fuera de discusión. Porque, mal o bien se viene haciendo en América desde el descubrimiento. Lo que ciertamente está en cuestión es la genuinidad de este planteo. Es remedo, copia, imitación de lo pensado en otras latitudes, especialmente en Europa y EEUU. Así en Argentino existe desde hace una década una Revista Latinoamericana de Filosofía que es la prueba evidente de lo afirmado.
En sus páginas campean eruditos estudios sobre Leibniz, Ortega o Spinoza pero no dirigido al rescate de lo valioso que pudiera tener el pensamiento de estos filósofos sobre la realidad del que escribe, sino dirigidos al «campeonato mundial de erudición filosófica». No cayendo en la cuenta estos autoproclamados «filósofos latinoamericanos»,que las ventajas comparativas de «filósofos europeos» de igual tesitura es infinita. vgr. fuentes, idioma materno, acceso bibliográfico, etc.

Esto también puede afirmarse, en parte, sobre el pensamiento de las escuelas, Vgr. la escolástica, el marxismo, etc. pero cabe aquí  hacer la salvedad que sus cultores respectivos poseen una ontología común con los allende el océano, gracias a la cual los filósofos de escuelas en América dependen más de su  ejundia intelectual que de la superabundancia de datos. Y así tomistas como el P. Meinvielle o marxistas como Mariátegui conmovieron la inteligencia europea de los Jacques Maritain y los Henri Barbusse, produciendo «reacciones polémicas» que rompieron el corsé de la indiferencia.

b) La filosofía de lo iberoamericano incorpora como meditación filosófica el tema de lo propio, de lo americano, de la nacional. Esta búsqueda y este intento de inserción de lo propio y particular en lo universal es nuestra tarea más genuina, y, por cierto, la más dificil.
La filosofía desde siempre ha pretendido para sus juicios la validez universal, y esto lo ha hecho siempre recurriendo a la expresión de la esencia de las cosas y los problemas. Y este problema de «lo americano» es un problema más al que la filosofía intenta dar respuesta.

Si se observa detenidamente, apreciamos como el tema de la filosofía de lo iberoamericano posee mayor universo de discurso que la filosofía en Iberoamérica, puesto que el primero es un tema que puede ser abordado, -y de hecho lo ha sido: Hegel, Voltaire, Ortega, Papini, Keyserling. Buffon, de Puw etc.- desde una perspectiva no americana.

Existe, por otra parte, una tradición filosófica dirigida a la explicitación de «lo americano». Esta tradición nace por la década del 20 con los denominados fundadores, que dieron universalidad a nuestra filosofía, dando prioridad en sus meditaciones al tema de nuestra mismidad. Ellos fueron José Vasconcelos, Alfonso Reyes, Antonio Caso, Alejandro Korn[8] y tantos otros que sin ser específicamente filósofos como Pedro Henriquez Ureña, José Rodó, Roberto Prudencio, Gilberto Freyre, Franz Tamayo, se ocuparon antes que nada, de nuestra mismidad[9].

A partir de los años 40 asistimos al surgimiento de una segunda aleada de filósofos que con mayores recursos metodológicos profundizaron las intuiciones, no del todo desarrolladas, por los fundadores. Filósofos como Salazar Bonfy, Zea, Cruz Costa, de Anquín, Astrada, Ardao, Schwartzmann, Domínguez Caballero, Ricuarte Soler, Zum Fede, Larroyo, Gómez Robledo, Wagner de Reyna, y más acá, Godoy, Mayz Vallenilla, Sepich, Caturelli, O’Gorman, Millas, Kusch[10] y tantos otros, logran la explicitación de diferentes aspectos de nuestra peculiaridad. Ello permite el planteo serio de una ecúmene cultural con rasgos propios y específicos como lo es la Iberoamericana. Este período podría caracterizarse como el del acme o plenitud del pensamiento filosófico sobre lo americano.


Finalmente llegamos a nuestros días en donde, con el triunfo de un modelo planetario de homogeneización del surgido desde los centros de poder (neoliberalismo político, dictadura del «se» -modas, maneras y costumbres-, imposición del inglés como lengua universal, etc.) la filosofía de lo iberoamericano es desalojada de las cátedras, se la silencia y solo encuentra alguna expresión en publicaciones aisladas, o en revistas de tono político que se enfrentan a la ideología mundialista. Salvo, mejor información, solo tenemos noticias de la revista chilena «Ciudad de los Césares» y de algunas publicaciones realizadas en México por el octogenario Leopoldo Zea y el grupo que lo circunda.

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