Miguel
Angel Barrios, Norberto Emmerich y Yesenia Torres Curiel
La Editorial Biblos de Buenos Aires acaba de lanzar
el libro "Geopolítica de la seguridad en América Latina", un texto
fundacional en temas de seguridad.
Con la geopolítica de la seguridad aparece por fin
un nuevo paradigma conceptual y metodológico que supera ampliamente los
esquemas de pensamiento conocidos hasta ahora y promete revolucionar el
concepto de seguridad, al incluir necesariamente a la territorialidad del
Estado como elemento definitorio de las problemáticas de seguridad.
Los autores afirman que la seguridad está vinculada
estrechamente al territorio y al Estado y por lo tanto se trata de una
problemática geopolítica. Las cuestiones de seguridad no se comprenden a partir
de los delitos que se cometen sino por la territorialidad involucrada en el
territorio político donde se ejercen esas conductas criminalizadas. Desde el
punto de vista jurídico-legal es lo mismo un homicidio en una zona rica de la
ciudad que en una barriada pobrísima, pero desde el punto de vista político, no
lo es. Y la geopolítica de la seguridad asume el desafío de trazar los límites
territoriales de la criminalidad para que los inocentes no se conviertan en
criminales y los criminales no se consideren inocentes.
Si la seguridad es un asunto territorial, ello
implica estatalidad y por lo tanto representa un problema territorial y
político, en el que necesariamente deben interactuar el municipio, el gobierno
provincial o estadual y el gobierno nacional.
En todas las grandes ciudades de América Latina el
delito crece en cantidad y complejidad al igual que las poblaciones
carcelarias. Sin embargo ningún analista ni periodista considera al Estado como
parte del problema sino como parte de la solución, como si la vida social se
dividiera tajantemente entre ángeles y demonios. La geopolítica de la seguridad
se sumerge en el estudio complejo del entramado social y presenta con
brillantez una propuesta de seguridad sorprendentemente nueva cuyo doble eje
central se basa en la territorialidad y en la estatalidad.
“En síntesis: las problemáticas de seguridad no se
definen por los delitos que se cometen sino por la territorialidad involucrada.
Esa territorialidad incluye, además del propio suelo físico, espacios públicos,
viviendas, acceso y transporte, vía pública. Los adolescentes siempre se
refieren al espacio geográfico como un elemento articulador de su identidad y
así integran en su espacio interior las calles, los parques y las plazas, los
lugares donde pueden dar evidencias de organización, poder y fuerza. Los
adolescentes son “con” otras personas “en” determinados territorios. Que los
delitos se cometan, y tiendan a cometerse nuevamente, en un territorio, es un
dato empírico; lo relevante es que el territorio defina los valores, las
percepciones, los escenarios y los comportamientos de los actores incluidos en
él (habitantes) y relacionados con él (policía, autoridades)” (pág. 52).
“La observación del mundo real da cuenta de profundos
cambios en el Estado, el territorio y la seguridad, con la aparición de lógicas
al mismo tiempo superpuestas y contradictorias. Dicen que el Estado perdió
relevancia, cuando en el “mundo real” fue el actor central del proceso de
globalización, cambiando la naturaleza del poder, no perdiendo poder. Dicen que
el territorio es menos importante en la política internacional, pero en el
“mundo real” aumentaron las intervenciones militares y las guerras. Dicen que
el territorio perdió relevancia en la política nacional, pero en el “mundo
real” se militarizó la seguridad y se criminalizó abundantemente la vida social
en los sectores periféricos y marginales. Dicen que la seguridad asiste a un
desborde de delitos y crímenes, pero en el “mundo real” hay un incremento
desmesurado de excepcionalidad, leyes punitivas, violación sistemática de
derechos humanos y políticas de emergencia.
Si las cosas han cambiado en el mundo real, es hora de
que cambien los enfoques teóricos que las estudian” (pág. 56).