miércoles, 21 de febrero de 2018

Envar “Cacho” El Kadri y la crítica a las armas


Por Juan Godoy (Sociólogo, UBA)

“La derrota de un proyecto de país liberado, con justicia social, con soberanía política y con independencia económica se va a ir revirtiendo en la medida que seamos capaces de construir desde nosotros mismos ese mundo solidario, más justo, más fraterno, más igualitario que soñamos y por el cual luchamos”. Envar El Kadri

            El 1º de Mayo de 1941 se conmemoraba el día del trabajador, nuestro país transitaba lo que serían los últimos años de la década infame, ese día en la provincia de Córdoba que al menos los primeros años había quedado en cierto sentido distanciada de la infamia de esa época, en Río Cuarto nace Envar El Kadri que va a dedicar toda su vida a la lucha por la liberación nacional, los trabajadores, los humildes de la Patria.
            El Kadri tiene una profunda formación política e intelectual (Ana Lorenzo comenta que era un ávido lector, pero que no hacía alarde de ello), lo que le permite articular virtuosamente la teoría y la praxis, en tanto lo entiende John William Cooke cuando afirma que “la teoría es necesaria (…) los burócratas creen que la política es puro pragmatismo, y como ellos son los empíricos por excelencia, también se creen los más altos políticos; la teoría es extraña o exótica, como dicen repitiendo las consignas oligárquicas. No ven que la acción y la práctica no son categorías independientes sino partes indivisibles de la lucha revolucionaria. No ven que la acción es conocimiento revolucionario que se sustenta a sí mismo, separado de la acción. La lucha revolucionaria es acción enriquecida por el conocimiento; compenetración de la realidad”. (Cooke, 2009: 72) En esa formación tiene relación con pensadores nacionales, militantes políticos y gremiales centrales de nuestra historia reciente de los cuales se nutre. Entre otros podemos nombrar a José María “Pepe” Rosa, Fermín Chávez, el mismo “Bebe” Cooke, Arturo Jauretche, Raúl Scalabrini Ortíz, a los sindicalistas Jorge Di Pascuale, Alfredo Ferraresi de Farmacia o a Sebastián Borro del gremio de la carne con quien participa de la histórica toma del Frigorífico Lisandro de la Torre en el barrio de Mataderos.
También tiene una formación en el ejército, lo cual le permite, a partir de una frase de su padre en el ingreso: “hijo, quiero que vos seas como San Martín, tomá ese ejemplo”, conocer la tradición sanmartiniana, las diferentes vertientes de las Fuerzas Armadas y no “caer” en el anti-militarismo abstracto. Recibido de Cadete, ingresa al Liceo Militar, donde se niega a quemar los libros peronistas. Allí también observa como son expulsados los peronistas de la fuerza. Su padre había sido funcionario de la revolución del 43, y más aún sus abuelos y tíos eran peronistas, en fin la tradición familiar lo lleva a adscribir tempranamente al peronismo. Recordemos que también participa del levantamiento, fracasado, del General Iñíguez en 1960. Hasta ahí, cuenta, se pensaba que si Perón había sido derrocado por un golpe de estado, volvería por la misma vía.
Apenas producido el golpe de estado del 55 que deja inconclusa la revolución nacional, El Kadri rápidamente pasa a las filas de la resistencia peronista. Tiempos de tiza y carbón, flores de no me olvides, sabotaje, gritos peronistas en la madrugada, huelgas, cocinas, bombas caseras, y demás formas de enfrentar a la restauración oligárquica. Es de los primeros que comienzan a pensar formas de combatir al gobierno ilegal y luchar por los derechos del pueblo argentino, y el regreso de Juan Perón. Reparte el periódico Palabra Argentina, más tarde edita mimeografiado Trinchera que tiraba 500 ejemplares y mayormente lo distribuían en los sindicatos. Esos primeros años son desordenados, pero con el correr del tiempo se va dando organicidad a la resistencia para ser más efectivos e implacables.
            Como sabemos, ni bien asume Frondizi va virando su programa de gobierno hacia un plan de ajuste (pactado con el FMI), sobre los trabajadores y represión. En esta última se encuentra el Plan CONINTES para afianzar la persecución y el encarcelamiento. Se cuentan por miles los trabajadores, militantes, sindicalistas, etc. que pagan con la cárcel su patriotismo, entre ellos está El Kadri, que va a pasar tres años tras las rejas (1960-63). No será la última vez.
            En 1968 forma las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP), y al poco tiempo se instalan en Taco Ralo, en la Provincia de Tucumán para entrenarse. El Kadri junto a otros compañeros piensan en ese momento que están agotadas las posibilidades de la vía legal para el regreso de Perón. El análisis de las condiciones lo lleva a justificar el accionar, la idea no es la toma del poder (aunque afirma que en momentos creían que la lucha armada era un fin y no un medio para arrinconar a la dictadura), sino forzar a la dictadura a negociar. En estas dos cuestiones, entre otras, El Kadri diferencia ese momento concreto de la lucha armada, y el que sigue posteriormente con los gobiernos democráticos de Cámpora y Perón, con la recuperación de la soberanía el contexto cambia radicalmente, “el depositario de la soberanía era el pueblo, no una vanguardia, un grupo mesiánico, un grupo elegido”. (El Kadri. Entrevista de Mona Moncalvillo, 1984. Rep. en Cersósimo, 2012: 34) En los diálogos con Jorge Rulli hace referencia nuevamente a esta distinción de los momentos: “habría que comenzar por distinguir dos grandes etapas: una que va, a grosso modo, de 1955 a 1973, cuando el pueblo utilizó todas las formas de lucha para reconquistar sus derechos; y otra, que va de 1973 en adelante, cuando en nombre del pueblo esa violencia fue consumada”. (El Kadri-Rulli, 1984: 16)
La experiencia Taco Ralo de todas formas fracasa antes de arrancar, pues son detenidos en el campamento de entrenamiento los 14 integrantes. Hasta mayo del 73 El Kadri va de una cárcel a otra, sufriendo fuertes tormentos y torturas. No obstante, en esas cárceles comienza un momento de revisión de lo realizado hasta el momento, y también en torno a las organizaciones político-militares y lucha armada que por esos años va creciendo, “la cárcel fue una gran escuela para mí; la cárcel sirvió para muchos de nosotros como la escuela política que no habíamos hecho”. (El Kadri. Entrevista de Mona Moncalvillo, 1984. Rep. En Op. Cit.: 31) Estas ideas y (auto) crítica se van a profundizar luego de la amnistía del gobierno de Cámpora, muy ligada al contexto político en que se avanza. Así afirma que “comprendimos que con esa concepción no íbamos a ninguna parte, que habíamos caído en un vanguardismo alejado de nuestro pueblo, que en definitiva la lucha era política y que había que desarrollar la organización popular, la lucha de masas, porque a las fuerzas armadas del régimen no las íbamos a vencer enfrentándolas en su terreno el de la violencia, sino políticamente”. (Entrevista Carlos Aznares. 1984. Rep. En Cersósimo, 2012: 53)
            En 1972 un grupo de Montoneros que estaba preso da a conocer el Documento Verde, una crítica a la conducción de la agrupación, la idealización de la lucha armada, el foquismo, la visión sobre el peronismo, etc. “se sostiene que las reflexiones de Cacho e Ignacio Velez fueron determinantes para la autocrítica del Documento Verde” (Tarruela, 2015: 200), afirma Alejandro Tarruela.
La extracción social de clase media de la mayoría de los sectores juveniles que se suman al movimiento nacional que en sus orígenes tenía un claro componente popular, y los sectores medios estaban más bien en la “vereda de enfrente”, es problematizado por El Kadri que sostiene que “cuando el peronismo recibió ese inmenso caudal de clases medias, que llegaron con ciertas ideas empresariales, que traían la visión de los “señores”, la soberbia de considerar que nada ni nadie podía estar por encima de ellos”. (El Kadri. Entrevista de Carlos Aznares. 1984. Rep. En Op. Cit.: 54) Profundizando las diferencias con los sectores medios cuenta que en “la frescura de los primeros años en los cuales éramos receptores de esas historias se contrapuso la época en que quisimos transmitirlas y nos encontramos con que los activistas las escuchaban y nos decían: “Bueno, pero ustedes no tenían ideología… ustedes carecían de un programa revolucionario, ustedes no expresaban la lucha de clases…”. O te decían: “Claro, el peronismo es tachín, tachán, la marchita, el Perón Perón, el 17 de octubre y nada más…”. Hubo un momento en que nos sentimos hasta acomplejados por esas formulaciones que menoscababan nuestro peronismo”. (El Kadri-Rulli, 1984: )
            El triunfo del gobierno popular primero con Cámpora, y luego con Perón abre una nueva etapa en el país y en la lucha revolucionaria. Cambia fuertemente el contexto. Piensa el Kadri que ahora es absolutamente necesario hacer a un lado las armas y ponerse a trabajar codo a codo por la recuperación del país y la revolución nacional. Forma las FAP 17 de Octubre y se pone a disposición del gobierno. Otro de los grupos importantes que sigue un camino similar, ya en febrero-marzo de 1974, en este caso escindiéndose de Montoneros, es el grupo Lealtad. (Duzdevich et. al, 2015) Otros sectores no lo entienden así y “ahí está la gran diferencia con aquellos que después del triunfo popular de 1973 usaron la violencia para imponer su voluntad de secta. Sectas que podrían tener un aparato más grande o más chico, ser de derecha o izquierda, pero finalmente no eran más que eso”. (El Kadri. Entrevista de Carlos Aznares. 1984. Rep. Op. Cit.: 54)
            La forma de “construcción política” también es analizada por el fundador de las FAP: “ellos decían: no, acá la única fuerza es la que nace de la boca del fusil, entonces lo que hay que hacer es tener fusiles, lo que hay que hacer es acumular poder. Todo esto se vio favorecido también con la incorporación al peronismo de vastos sectores de la clase media, del estudiantado, trayendo un montón de deformaciones (…) Cada uno se creía un “peroncito” (…) Venían con el esquema leninista del partido”. (El Kadri. Entrevista de Mona Moncalvillo, 1984. Rep. Op. Cit.: 36) El Kadri considera al peronismo como un movimiento nacional vertebrado en un gran frente nacional, en la mejor tradición de los movimientos revolucionarios de Nuestra América. Asimismo como un movimiento policlasista pero que su contenido ideológico y político se centra en los trabajadores. Nos interesa destacar que Facundo Cersósimo sostiene que El Kadri considera que la revolución no es un punto de llegada “un estado ideal al cual hay que llegar por cualquier medio, sino más bien un proceso de permanente construcción, de pequeñas acciones cotidianas, donde se buscan no sólo reformas económicas estructurales sino transformar de raíz las relaciones humanas de las sociedad en la que se vive”. (Cersósimo, 2012: 18-19)
El poder no lo traen las armas, sino la organización de los sectores populares de la patria. Siguiendo la crítica en tanto la política de la muerte lleva a la muerte de la política, argumenta que “terminaban suplantando las palabras por las pistolas. No había discusión, no había diálogo ni respeto por la mayoría, ni consulta a las bases. No se trataba de organizar al pueblo para que tomara las decisiones e hiciera lo que tenía que hacer, sino de suplantarlo por este grupo”. (El Kadri-Rulli, 1984: 24) Romper con la idea de la “vanguardia iluminada”. La construcción debe ser conjuntamente con las mayorías populares, “no somos los protagonistas irremplazables, únicos, de la Historia, porque el protagonismo está en el pueblo, en los trabajadores, en los miles de jóvenes que participan en los sindicatos, los partidos, las comunidades de base, los organismos de derechos humanos, los festivales, etc. Que hay valores como la ética, la honestidad, la coherencia entre lo que se dice y se hace, que son permanentes y no pueden ser sacrificados a ningún fin”. (Ibídem: 53) Asimismo también está “el poder del elitismo, es decir, el poder de ese pequeño grupo que se va salvando de las razzias policiales o que por las bajas sucesivas que van teniendo los compañeros al frente de las organizaciones, van quedando como número 1, 2, 3, etc., y que forman una casta, una élite que va a crear sus propias necesidades, la necesidad de mantener relaciones internacionales, de habitar con prestigio, de vivir con ostentación para “impresionar”, etc. El poder del catastrofismo, o sea la política del “todo o nada”, el poder de decir “hacemos la revolución ya mismo o no la hacemos nunca más”; “es preferible que los militares den el golpe y enfrentemos a un ejército contra otro”. (Ibídem: 225)
            Con la experiencia de los años de lucha y la humildad de quien trabaja por el bien de la nación, hace esfuerzos por evitar fracturas en el frente nacional, y por el abandono de las armas en pos del trabajo por la revolución nacional, pero con el paso del tiempo esas diferencias son cada vez mayores y hacen que las rupturas sean inevitables, así “El Kadri entró así en un limbo insondable: cuestionaba a Montoneros (que lo condenó a muerte por no irse de la Plaza de Mayo el 1º de mayo de 1974), y la Triple A, que lo puso en una lista de condenados a muerte”. (Tarruela, 2015: 230)
            La situación es cada vez más complicada para El Kadri, más aún luego de la muerte de Perón. Muchos compañeros le recomiendan abandonar el país. Así, finalmente en el año 1975 se tiene que exiliar. Termina en Francia, desde donde lucha denunciando a la dictadura genocida, y comienza a abrir una nueva arista para la militancia, la ligada a la revalorización, creación y difusión de la cultura nacional. Asimismo afianza desde el otro lado del océano su latinoamericanismo considerando que “hay que difundir la idea de que esta unidad latinoamericana no se dará oficialmente, ni por acuerdos entre gobiernos o a nivel de embajadas. Esta unidad hay que forjarla desde abajo, a través del acercamiento de sindicatos, partidos, artistas, intelectuales, que sientan esta necesidad de unión como algo vital”. (El Kadri-Rulli, 1984: 190)
           
 Bibliografía

Cersósimo, Facundo. (2012). Envar El Kadri. Historias del peronismo revolucionario. Buenos Aires: Colihue.

Cooke, John William. (2009). Duhalde, E. L. (Comp.). Obras Completas. Artículos periodísticos, reportajes, cartas y documentos. Tomo III. Buenos Aires: Colihue,

Duzdevich, Aldo, Raffoul, Norberto y Beltramini, Rodolfo. (2015). La Lealtad. Los Montoneros que se quedaron con Perón. Buenos Aires: Sudamericana.

El Kadri, Envar y Rulli, Jorge. (1984). Diálogos en el exilio. Buenos Aires: Foro Sur.

Tarruela, Alejandro. (2015). Envar “Cacho” El Kadri. El guerrillero que dejó las armas. Buenos Aires: Sudamericana.

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