Eduardo J. Vior para RevistaZOOM
Como muchas de las iniciativas
de Donald Trump, la suba de aranceles para productos importados de China
anunciada el martes pasado parece ser una finta para arrancar a China
concesiones especiales y relegarla a un duradero segundo puesto mundial, por lo
que la República Popular ha aceptado el desafío y va a responder no sólo con
medidas comerciales. Los terceros debemos estar muy atentos a eventuales daños
y ventajas de esta batalla entre elefantes.
Este viernes China urgió a
Estados Unidos a “apartarse del abismo”, después de que el martes pasado el
presidente norteamericano anunció su intención de imponer aranceles sobre
importaciones chinas por hasta 60 mil millones de dólares. “China espera no estar en una guerra
comercial, pero no le teme”, avisó un alto funcionario del Ministerio de
Comercio.
Si bien EE.UU. se mostró
flexible el jueves, al exceptuar a la Unión Europea, Argentina, Australia,
Brasil, Corea del Sur, México y Canadá de los aumentos arancelarios sobre las
importaciones de aluminio y acero, China no se inmutó y advirtió que impondrá
aranceles a más de un centenar de productos estadounidenses por un total de tres
mil millones de dólares. Especialmente, fueron afectadas las importaciones de
frutas, carne porcina, vino y sorgo. Al mismo tiempo, Beijing informó que recurrirá a la Organización Mundial del Comercio
(OMC) contra las medidas norteamericanas.
Entre tanto, el representante
estadounidense de Comercio (USTR), Robert Lighthizer, informó haber presentado
ante la OMC una “demanda de consulta” contra China. Washington alega que
empresas estadounidenses son forzadas a repasar tecnología, patentes y propiedad
intelectual para operar en China y que ello constituye una “competencia
desleal”.
Sin embargo, como señala
Bloomberg, todavía hay más truenos que lluvia. De hecho, las medidas no se
aplican de modo inmediato. El USTR tiene quince días para publicar una lista de
productos que deberían pagar un mayor arancel. Luego se abre un plazo de
treinta días, para que el gobierno reciba comentarios y propuestas, después de
lo cual el representante comercial tiene un cierto tiempo para decidir.
En segundo lugar, el gobierno
ha anunciado que subirá en un 25% las tarifas de ciertos productos chinos, pero
no precisó el 25% de qué ni de qué productos.
Evidentemente, el gobierno quiere ganar tiempo para negociar,
internamente con los lobbies y externamente con China.
Por otra parte, tampoco habrá
acciones inmediatas sobre la denuncia por piratería de patentes. El
Departamento del Tesoro tiene dos meses, para compilar la información a
presentar ante la OMC. El detalle curioso en esta historia es que Trump ha acusado varias veces a la
organización mundial de ser “un enemigo globalista del pueblo norteamericano”
y ahora recurre a ella.
La represalia de China
responde todavía sólo a las restricciones a las importaciones de acero y
aluminio (que entraron en vigor este viernes) y, aunque su monto es bajo, busca
estratégicamente golpear a Trump en su base electoral. Al igual que la UE, que
esta semana elevó los aranceles para el whiskey bourbon, los pantalones
vaqueros y las motocicletas que se producen en estados de mayoría republicana,
China castiga el cerdo que se produce en Nebraska y el Medio Oeste, regiones
masivamente pro-Trump.
Como sucede muchas veces, la respuesta oficiosa de China la dio el
Global Times, que se edita en inglés en Beijing. Las fricciones comenzaron
–señala el periódico en un editorial-, después de que el gobierno
norteamericano declarara a China “competidor estratégico”. No parece tratarse
de una guerra comercial, sino de un
intento de intimidación, para que China haga concesiones duraderas que permitan
a EE.UU. mantener su primacía mundial. Para cumplir con su consigna de
“America first” -sigue el vocero chino-, el presidente norteamericano quiere
impedir que China ejerza su derecho a convertirse en primera economía mundial,
pero la potencia asiática no cejará, hasta convertirse en el nuevo centro
mundial del capital y la tecnología.
Para triunfar en un conflicto
que promete ser duradero y ríspido, añade la fuente, China debe adoptar una
estrategia que exceda el conflicto comercial, ponga límites a la intimidación,
afecte la imagen del presidente ante la elección de noviembre próximo y disuada
a EE.UU. de intentar en el futuro cualquier agresión comercial contra China.
Finalmente, propone, China debe aliarse
con Europa y aislar a Estados Unidos.
Si bien Argentina fue momentáneamente exceptuada de la suba de aranceles a las
importaciones de acero, la barrera china contra las importaciones de sorgo
y carne porcina desde EE.UU. ofrecería a nuestro país la oportunidad de
aumentar las exportaciones a China. Claro que existe el riesgo de provocar
represalias norteamericanas, pero la agudización de la competencia
sino-norteamericana nos permitiría mejorar nuestra posición negociadora en el
mediano plazo, si tuviéramos un gobierno interesado en mejorar la posición
internacional relativa de Argentina y dotado de una estrategia prudente y a largo
plazo. Desgraciadamente, no lo tenemos.