Néstor Restivo
Dang Dai - 6 de marzo de
2018
La
decisión del Partido Comunista chino de avanzar en reformas constitucionales
que incluyen, entre una decena de cambios propuestos, la eliminación de la cláusula limitante a una reelección presidencial
indefinida, ha levantado una gran polvareda. En Occidente, reaccionan
negativamente analistas, sinólogos y medios de comunicación, en tanto en China
se argumenta que los cambios se adaptan al actual escenario global y local, al
tiempo que critican a quienes no comprenden la política de Beijing o bien la observan
a través del prisma de la “democracia liberal y multipartidaria”, ajena a la
tradición asiática y hoy en crisis, afirman.
En
los principales diarios de los países centrales hay condenas a la propuesta del
PCCh, que el lunes comenzó a analizarse en la Asamblea Nacional Popular.
Repararon, en especial, en la figura del secretario general del Partido y
presidente de China, Xi Jinping, y lo acusan de querer “eternizarse”, llevar al
país al “totalitarismo” y a un “culto de su personalidad” como China ya viviera
en la era de Mao Zedong. Hemos publicado en Dang Dai algunas de esas opiniones,
como, desde Argentina, la del profesor de la Universidad del Salvador, Jorge
Malena, quien se sumó a las críticas y volvió a escribir del tema.
En
tanto, en China las sesiones del poder legislativo introducirán modificaciones
normativas en lo que se considera una nueva era de la nación y, en la cual, se incorporará a la Constitución china “el
pensamiento de Xi Jinping sobre el socialismo con características chinas”,
la idea de no limitar a dos períodos de cinco años los mandatos presidenciales,
medidas anticorrupción, contra la
pobreza o de nuevas metas económicas.
También hubo anuncios en
gastos militares, sobre
los que se volverá más adelante en esta nota.
Analistas
chinos creen que se sobrevalora la
“democracia pluripartidista” cuando “el sistema chino probó ser más
eficiente cuando se trata de crear riqueza, reducir la pobreza, suavizar los procesos
políticos y lograr mejores y más rápidos progresos decisivos en los objetivos
comunes” de un país.
Por
otro lado, frente a esta noticia Occidente suele reparar casi únicamente en la
cuestión de los mandatos presidenciales, que podrían ser indefinidos. Pero le
interesa el tema siempre que se trate de un país que no sea del núcleo de su
poder geopolítico o de aliados. No se observaron las mismas críticas, por
ejemplo, cuando Helmut Kohl fue el líder alemán por 17 años (período que bien
podría alcanzar la actual jefa de gobierno Angela
Merkel cuando acabe su actual y flamante cuarto mandato) o Margaret Thatcher en Gran Bretaña por
12 o Felipe González en España por 14 (en Europa, mandatos de duración
indefinida son la norma más habitual), lo mismo que en su momento Franklin Roosevelt en EE.UU. Ni que
hablar cuando fueron dictadores eternos los amigos del poder occidental.
Podrán
argumentarse que algunos de esos ejemplos (como el de Roosevelt o el de Kohl)
fueron períodos especiales en sus países, por guerras o procesos como la
unificación alemana, pero con lo que no es la típica democracia liberal y
multipartidista (más bien serían bipartidistas y sin muchas diferencias entre
un partido y otro), pareciera que se mide siempre con otra vara.
Es
obvio que en China, y en Asia en general, los regímenes políticos son muy
diferentes.
Eric X. Li (un inversor nacido en Shanghai y
actualmente analista del International Institute for Strategic Studies y
director de China Europe International Business School) hace unos años ofreció
una de las conferencias TED muy recomendable de analizar, acerca de “Una historia de dos sistemas políticos”.
Allí escudriñaba sobre la pretensión norteamericana acerca de que su sistema
y "una votación más otra votación más otra votación llevaba a un gobierno
responsable" y a una modernización exitosa. Y explicaba cómo funcionan en
China los diversos niveles de gobierno, desde el central hasta la villa más
remota, y cómo se siente la población respecto de ello.
No
es sólo China. En Asia la “democracia” (que hasta el siglo XIX era una palabra
revolucionaria en Occidente, pero luego fue cooptada por el capitalismo
liberal, como ocurrió con la palabra mercado y otras) es ajena a la agenda
pública de debate tal como se entiende en nuestros países. Aun con los países
más “parecidos” a los occidentales, pensemos en Japón, desde posguerra prácticamente siempre gobernó el mismo partido,
el Liberal Democrático (PDL), en un régimen muy parecido al de partido
único más allá del juego electoral.
Y
en los países más débiles, las democracias en general son incapaces de mejorar
la vida de la población, como el caso, entre tantos otros, en Latinoamérica, de
México, que sufre centenares de
miles de muertos estos años con un sistema multipartidario sin que nadie lo
condene como, a diario, se condena a Venezuela
por sus problemas infinitamente menos dramáticos para su población (cabe decir
que en México hay 40.000 desaparecidos y más de 300.000 muertes asociadas al
narcotráfico y al rol del Estado en esta última década).
Volviendo
a China, hacia adentro de sus fronteras algunos analistas dicen que el modelo
de liderazgo colectivo que impuso Deng
Xiaoping tras la muerte de Mao fue el que logró éxitos, por eso cuestionan
la reforma actual. "El nuevo orden político posterior al año 1979 a menudo
ha permitido una genuina batalla de ideas, particularmente entre la Liga de
Jóvenes Comunistas estatistas y las elites costeras quienes favorecen una mayor
liberalización económica. China puede seguir siendo una sociedad cerrada de
muchas maneras, pero sus principales formuladores de políticas han demostrado
tener predisposición y mente amplia para experimentar y aprender a través de la
prueba y el error", escribe Mark Leonard en el último número de Nueva
Sociedad.
Y
hacia afuera de sus fronteras, puede haber riesgos, como se ha señalado cuando
se argumenta que un régimen unipersonalista puede derivar en mayor expansión y
riesgo global, sin check and balance o equilibrios de poderes.
En
la apertura del lunes en la Asamblea Nacional Popular China un tema
inquietante, acaso más que lo de Xi, es
un alza en 8% del presupuesto militar, aunque similar a lo que ya anunciaron
Rusia y Estados Unidos, país cuyo gasto en armas supera a todos los demás
países juntos..
Y
además el diario de Hong Kong South China Morning Post reveló que China trabaja
en el desarrollo de su primer portaaviones
de propulsión nuclear, con lo que da un nuevo paso en su objetivo de
construir una Armada poderosa, y que podría estar listo hacia 2025.
Con
todo, el ejemplo más obvio de una expansión militar por parte de una dictadura
fue el de la Alemania nazi. Pero las más grandes “democracias” del mundo,
aparte de otros flagelos no resueltos en sus propias fronteras, también han
sido un factor de inestabilidad con sus invasiones, guerras, masacres, carrera
armamentista y vulneración de reglas internacionales. Notoriamente, y por
varios cuerpos, va al frente el imperialismo de Estados Unidos, pero también
hay ejemplos, incluso actuales, entre las potencias europeas. Ahí siguen
desangrándose Siria y otros países del Asia sin que la ética democrática de
Occidente se preocupe demasiado. Como antes en Irak, en Libia, en Afganistán.
China
tiene seguramente, como todos los países, mucho que mejorar en varios aspectos.
Aun así, creemos que sus cambios políticos ameritan un debate sin dobles varas
y reconociendo la legitimidad que ha alcanzado el partido de gobierno por las
transformaciones socioeconómicas logradas y su rol global actual, amén de
reconocer en ese país y en muchos otros del Oriente tradiciones y culturas bien
distintas a las de Occidente en los ejercicios del poder (ni qué hablar en
Asia, como en África, de autocracias y dictaduras ya no unipartidarias, sino de
clanes, pero como son aliadas del poder occidental jamás son condenadas, al
contrario se las fortalece, como en el pasado a dictaduras en América Latina).
En China hay, además de diversas corrientes de pensamiento dentro del sistema
permitido, como en Argentina han estudiado por ejemplo desde la UBA la filósofa
Cristina Reigadas, mecanismos democráticos y de construcción de consensos que
no por ser diferentes a los de este lado del mundo deben ser vistos como no
democráticos o rechazados sin más. ¿Con qué moral, en tal caso? Vistos los
resultados occidentales de las últimas décadas y el desencanto de sus
poblaciones por la sumisión a poderes no democráticos por naturaleza, como las
finanzas globales, el poder de las multinacionales o sistemas judiciales de
casta, más bien pasa lo contrario en el caso chino.
¿No
hay que debatir entonces la idea de que haya elección indefinida en China?
Claro que hay que discutirla, y en primer lugar y con todo derecho el propio
pueblo chino a través de los mecanismos que se dio para gobernarse. ¿Hay que
comprar todo el discurso oficialista chino? Obvio que no, ni de ningún
gobierno. ¿Xi Jinping pasó de ser adalid
del libre comercio a villano en tan poco tiempo? ¿No es peligrosa la
concentración del poder? Sí, pero no sólo del poder político sino también
del económico y del comunicacional, que hoy son los que dominan. El debate
sobre la política en China, dada su relevancia global actual, nos interpela a
todos. Sería excelente uno a fondo sobre las formas de democracia y de poder en
el mundo, en aras de un planeta más justo y pacífico.