Por Juan Gabriel Labaké
Es ya un lugar común afirmar
que el peronismo sufre una crisis profunda de identidad, y que ella está en las
raíz misma de las divisiones actuales.
En mis últimas notas he
insistido en que la división entre
peronistas “racionales” y peronistas “kirchneristas” es tan dañina como
equivocada y falsa, porque ninguno de esos dos sectores enfrentados
representa, y menos defiende verdaderamente el pensamiento filosófico y
político de Perón.
Sintéticamente y sólo como
recordatorio: el peronismo “racional”
no pasa de ser una ficción para disimular el apoyo a las políticas neoliberales
de Macri. Sus responsables son, en buena medida, los continuadores del “peronismo
sin Perón” que proliferó mientras el General estaba exiliado en España. Un
intento inútil y fallido de entrada.
A su turno, el peronismo “kirchnerista” está repitiendo, por otros
medios, la experiencia montonera de 1972/1974: proclamarse peronista para
desplazar a Perón como conductor del Movimiento (en 1972/1974), y como creador
de su doctrina (en 2018). Algo más
ingenuo que perverso, que desea llevar el peronismo a las posiciones del
sectarismo de izquierda.
De esa forma, la grieta que
divide a los argentinos ha extendido un brazo para separar a dos viejos
neoperonismos, y hacernos creer que se ha divido el Movimiento, cuando en
realidad lo que se ha dividido son las caricaturas del peronismo, sus desviaciones “sesentistas” y “setentistas”.
Ante ello, estimo necesario y
conveniente que los peronistas que seguimos siendo fieles al pensamiento de
Perón -si se me permite esa redundancia- proclamemos y reafirmemos los primeros
principios que el propio General usó para crear ese coherente y lúcido edificio
intelectual que es la doctrina peronista.
Al respecto, remarco que:
1.- No queda duda posible de
que el peronismo verdadero sigue siendo un Movimiento
Nacional, Popular, Humanista y Cristiano. Nunca será excesivo aclarar que
el agregado del calificativo “cristiano” no significa una definición
confesional, y mucho menos sectaria, sino que expresa nuestra adhesión al
Humanismo de inspiración cristiana, es decir espiritualista o trascendente, el
cual se puede sostener desde cualquier creencia, religiosa o no, que considere
al hombre, no como mera materia, sino justamente como un ser que trasciende la
Historia.
Hoy es necesario aclarar que
nuestra adhesión al humanismo trascendente es la base de nuestra defensa de la
vida como valor supremo e inamovible de la política y, por ende, de nuestro
rechazo de la legalización del aborto.
2.- Hay una segunda definición
de Perón que, con otras palabras pero en forma totalmente coincidente, define a
nuestro Movimiento, y es aquel axioma que reza: “Los dos grandes objetivos de la política son la grandeza de la patria y
la felicidad del pueblo argentino”.
Parafraseando a Perón, en su
definitorio y definitivo discurso del 21 de junio de 1973 (un día después de la
masacre de Ezeiza) digamos que “seguimos siendo lo que esas dos liminares
definiciones de Perón dicen que somos”.
3.- También mantenemos
irrenunciablemente las tres banderas fundacionales. Al respecto, es bueno
traducir esas banderas en las concretas e indispensables definiciones de hoy:
La Soberanía Política exige ahora:
·
una política internacional independiente de las
grandes potencias y de los centros de poder financiero mundialista;
·
una clara e intransigente oposición al acuerdo
con el FMI;
·
una expresa definición de la usurpación de
nuestras Islas Malvinas por parte de Gran Bretaña como la principal y más grave
hipótesis de conflicto actual;
·
la preservación, poblamiento y desarrollo de
todo el territorio nacional (tanto terrestre como marítimo) como primera
prioridad de nuestra política económica, poblacional, territorial y de defensa
nacional;
·
el desendeudamiento externo, con especial
énfasis en el repudio de toda deuda que sea ilegítima y fraudulenta.
La independencia económica reclama hoy:
·
un plan económico basado en una economía en
expansión, con centro en el consumo masivo como motor del desarrollo, lo cual
conlleva el pleno empleo y los salarios dignos;
·
la renacionalización del aparato productivo y,
especialmente, de las empresas de servicios públicos;
·
la defensa de la producción nacional;
·
una ley de inversiones extranjeras que oriente
la inversión hacia las zonas y los sectores de actividad que interesan al país,
con expresa limitación del porcentaje de utilidades que puedan repatriar
anualmente las empresas inversoras, y la exigencia de que el resto se
reinvierta en nuestro país;
·
la transferencia de tecnología de dichas
empresas, que debe completarse en un plazo limitado;
·
un racional control de cambio, de depósitos
bancarios, del comercio exterior, de las transferencias o remesas al exterior y
de otros resortes o rubros
macroeconómicos que, por su influencia en la economía general del país,
sea aconsejable no dejarlos librados al arbitrio de grupos privados casi
siempre monopólicos;
·
un cuidado equilibrio fiscal y monetario, para
evitar y prevenir tanto la presión inflacionaria como el endeudamiento público;
·
un razonable equilibrio entre la inversión y el
consumo.
La Justicia Social significa en la actualidad:
·
un sistema de distribución del ingreso que
garantice a los trabajadores al menos un 50% de la renta nacional;
·
salarios dignos y suficientes para el pleno
desarrollo de la familia del trabajador;
·
un sistema de educación, de salud, y de
seguridad que permitan una vida digna para todos los argentinos;
Sobre estos principios
primigenios, con los agregados y correcciones que cada uno de nosotros proponga
hacer, los peronistas deberíamos reunirnos en un congreso casi refundacional,
en el que los proclamemos y nos comprometamos a sostenerlos en forma
inclaudicable por ser la base fundamental de nuestra tarea política.