Por
Juan Godoy
“las crisis
argentinas son primero ontológicas, después éticas, políticas, epistemológicas,
y recién por último, económicas“. (Fermín Chávez)
La
Argentina viene de largos años de una crisis profunda desde lo económico,
político, social y cultural sobre todo desde el quiebre que significó el golpe
de estado del 76 contra el tercer gobierno peronista y no solo contra éste sino
contra un modelo de país que desde el 55 se procuraba romper y no se lo lograba.
Desde ya que en los últimos cuarenta años tuvimos altibajos en la misma. La
crisis amenaza, más aún a partir de la profundización de los años de gobierno
Cambiemos, ser fatal.
No resulta casual
que el entonces Cardenal Jorge Bergoglio
por el año 2003, en la “salida” de la crisis del 2001, incita a que “todos, desde nuestras responsabilidades,
debemos ponernos la patria al hombro, porque los tiempos se acortan. La posible disolución (nacional) la advertimos en otras oportunidades, en
esta misma fecha patria. Sin embargo muchos seguían su camino de ambición y
superficialidad, sin mirar a los que caían al costado: esto sigue amenazándonos
(…) No tenemos que esperar todo de los que nos gobiernan (…) sólo falta el
deseo gratuito, puro y simple de querer ser Nación (…) Comenzar de abajo y de a
uno, pugnar por lo más concreto y local, hasta el último rincón de la patria”. Palabras
que retomamos en tanto consideramos su actualidad.
En el presente se impone una profundización del
individualismo. El individuo y la satisfacción de su placer en forma individual
es la finalidad. De esta forma se robustece el
hedonismo, el consumismo, la ruptura de los lazos solidarios, la prédica contra
la intervención del estado en asuntos que se consideran del ámbito privado, el
desinterés por el pasado y el futuro en pos del “vive hoy”, etc. La
satisfacción del placer del individuo está por encima de todo. Solo importa el
Yo y desaparece el Nosotros. Estas características que adquiere la vida actual
destruyen toda posibilidad de vida en comunidad. En este contexto no resulta
casual el fortalecimiento y difusión de las agendas de las minorías en
detrimento de la búsqueda de soluciones a las grandes problemáticas nacionales
y/o de las mayorías populares.
El debilitamiento de las instituciones que
fortalecen la comunidad como pueden ser los sindicatos, clubes barriales, las
Fuerzas Armadas, la familia, las escuelas, iglesias, por nombrar algunas
significativas, resultan claramente perniciosos a la nación. Se puede discutir
el sentido de cada una de éstas (al interior de cada una existe una lucha
constante), en diferentes momentos históricos, pero esa es otra discusión, lo
que sostenemos aquí es que a partir de su debilitamiento se destruyen la lazos
que le permiten asentarse a la comunidad nacional. La comunidad organizada no
se articula con los derechos individuales, sino que lo hace con las
instituciones que representan la vida comunitaria.
El individualismo acérrimo es un pilar en el
liberalismo y también en el neoliberalismo.
En este marco, se favorece a las empresas transnacionales que sueñan con la
desaparición del estado-nación para imponer su interés, su “forma de vida”, no
tener controles, y acrecentar sus ganancias.
Este esquema de
pensamiento que penetra (lamentablemente) a propios y ajenos resulta
fundamental dejar de lado el sentido de la trascendencia en los sujetos, así lo
único que importa es el hoy y la satisfacción de los placeres individuales del
presente. Los lazos sociales se debilitan al tiempo que la moral que cohesiona
a la comunidad se relativiza.
Nos interesa traer
el pensamiento de Guillermo Furlong quien
considera que la Patria no se limita al territorio, sino que también es “el vínculo sucesivo de la tradición
histórica y el vínculo simultáneo de la unidad espiritual”, la ligazón entre las generaciones y
los hombres de un territorio en común que se unen en hermandad, y profundizando
aún más en el concepto afirma que la Patria es “aquello que, en el planeta que todos habitamos y en la historia que
todos diariamente tejemos, tiene una misión, le está señalado un destino,
configura una empresa colectiva”. Es la unión entre el pasado, el presente
y el porvenir. Y esa unión se cimenta a partir hacer más fuerte una conciencia
común en torno a un destino trascendental. Todos como parte de una misma
historia nacional con algo para aportar a la misma.
Así los individuos
que nacen en nuestro territorio tienen un destino que se liga a la comunidad
nacional. Tienen algo para contribuir a la misma. Los individuos se realizan en
comunidad, no lo pueden hacer por fuera de ésta. Es por ello que si se elimina
de la conciencia de los sujetos el ser parte de un proyecto y un destino
colectivo, la comunidad nacional tiende a debilitarse y cuando no a
desaparecer. Si no existe una misión en vinculación a una empresa colectiva no
se encuentra fundamento que apunte permanecer unidos. Puesto que como remarca
Furlong “no olvidemos que un pueblo si no
posee sentimientos comunes, intereses idénticos, creencias semejantes, no
pasará de ser una polvareda de individuos sin cohesión, sin duración y sin
fuerza”.
Jorge Bergoglio, al igual que Furlong encuadrado en la
tradición jesuita, durante el Te Deum que coincide con el Bicentenario de la
Revolución de Mayo toma de un Mensaje de la Conferencia
Episcopal la idea que ”la Patria es un
don que hemos recibido, la Nación una tarea que nos convoca y compromete
nuestro esfuerzo”. Esa es la misión que debemos asumir con espíritu
solidario. En el mismo sentido, ya
siendo Papa en Bolivia, Francisco insiste en que el “arraigo al barrio, a la tierra, al oficio, al gremio, ese reconocerse
en el rostro del otro, esa proximidad del día a día, con sus miserias porque
las hay, las tenemos y sus heroísmos cotidianos, es lo que permite ejercer el
mandato del amor, no a partir de ideas o conceptos sino a partir del encuentro
genuino entre personas, necesitamos instaurar esta cultura del encuentro porque
ni los conceptos ni las ideas se aman; se aman las personas”.
Por su parte, para
el pensador nacional Juan José Hernández
Arregui, quien piensa la nación en términos de la Patria Grande, el espacio
hispanoamericano existe no obstante lo cual “Hispanoamérica
no es puro espacio. El mero
espacio es privación. Y aunque la comprensión de nuestra ubicación en el mapa
es indispensable para predecir nuestro destino, el espacio como tal, es más
bien la materia que resiste a las fuerzas dinámicas de la Cultura”. Pensar
sólo en términos geográficos no nos permite dar cuenta de la “pata cultural”.
De esta forma, Hernández
Arregui sostiene que el “ser espiritual” que nace de la cultura, crece en la
tierra que le otorga sus medios de subsistencia, su poder económico. Resalta
los lazos que tienden a la homogeneidad cultural, y la explotación de los
recursos del territorio. Invoca la revalorización de la cultura autóctona, lo
autóctono aquí como la percepción de una imagen colectiva primordial. El “ser
nacional” articula la relación del hombre con la naturaleza y con el devenir
histórico. La cultura propia es lo que define al “ser nacional” que emerge como
comunidad no en tanto esencia, sino como creación del pueblo en movimiento. Relaciona
lo nacional, con un acto, o más bien una cadena de actos: la voluntad
colectiva, “y si el “ser nacional”, ahora
despojado de sus velos abstractos, es afirmación y no negación, simultáneamente
es conciencia anti-imperialista, voluntad de construir una nación”.
Consideramos que
para pensar en un proyecto de liberación nacional hay que dejar de lado las
abstracciones y partir de la realidad, pensar en la totalidad, buscar los
puntos de coincidencia para la construcción de un proyecto nacional, encontrar
la articulación con las demandas de las mayorías populares, y apuntalar las
instituciones que son pilares de la Comunidad Organizada para que el individuo
encuentre su realización en el marco de ésta, y que su destino se vincule a la
construcción de la Patria. La Comunidad
Organizada es el punto de partida para la nación. Romper la dependencia y
construir una Patria soberana nuestra misión.
Para finalizar, tomamos
a Juan Perón quien sintetizó en varios
escritos y discursos la concepción de la Comunidad Organizada que “sólo puede realizarse en la medida que se
realice cada uno de los ciudadanos que la integran”. Para dicha integración
los individuos deben sentir como propia la comunidad e identificar sus
intereses particulares con los que apunta la Patria. Y esa comunidad no puede
construirse “sin claridad de objetivos,
sin base ideológica común que reúna a los hombres que sientan de una misma
manera lo que consideran fundamental para el país”. A lo largo de nuestra
historia se han ido construyendo los pilares donde asentar la comunidad
nacional, está en nosotros retomar esos puntales y construir una Patria Libre,
Justa y Soberana.
Bibliografía
Bergoglio, Jorge.
(2014). La Patria es un don, la Nación
una tarea. Buenos Aires: Claretiana.
Francisco. (2015).
Nuestro Papa. Nuestra América. Viaje por
Ecuador, Bolivia y Paraguay. Buenos Aires: Chuquisaca editores.
Furlong,
Guillermo. (1960). La Revolución de Mayo.
Buenos Aires: Club de Lectores.
Hernández Arregui,
Juan José. (1973). ¿Qué es el ser
nacional?. Buenos Aires: Plus Ultra
Hernández Arregui,
Juan José. (1973b). Imperialismo y
cultura. Buenos Aires: Plus Ultra
Perón, Juan
Domingo. (2012). Modelo Argentino para el
proyecto nacional. Buenos Aires: Fabro.