Por Gustavo Daniel Romano[1]
Las
mayores potencias en 1845, Gran Bretaña y Francia, con el apoyo unitario vernáculo,
intervienen en el Río de la Plata con una importante flota exigiendo la libre
navegación de nuestros ríos. Toman Colonia, la Isla Martín García, destruyen la
flota del Almirante Brown, y remontan el Paraná hacia el Litoral, vulnerando la
ley de Aduanas del Gobernador Rosas.
En
la costa Norte de Buenos Aires, a ciento sesenta kilómetros, el Paraná forma un recodo de
setecientos metros de ancho, conocido como la vuelta de Obligado, tal el
apellido del propietario.
Ante
la inminencia del avance de la flota extranjera en noviembre de aquel año,
Rosas encomendó la defensa al General Lucio N. Mansilla, quien montó cuatro
baterías en la costa defendida por cientos de Infantes, dos escuadrones de
caballería y detrás de ellos, trescientos vecinos.
En
un montículo de la orilla estaban apoyadas unas anclas a las que se le amarraron
tres gruesas cadenas hasta la orilla opuesta, donde quedaron sujetadas a un
bergantín y que enganchaban por las proas y popas a veinticuatro buques
desmantelados, hundidos y fondeados en línea.
El
día 20 por la mañana, avanzaron sobre las baterías de Obligado. La banda de
Patricios toca el himno nacional. Y al grito de VIVA LA PATRIA comienza la
batalla. La calificamos de batalla y no de combate porque su resultado cambió
el escenario estratégico.
A
las cuatro de la tarde los artilleros queman el último cartucho, después de ocho
horas de fuego intenso. Desembarcan y Mansilla al frente, manda calar
bayonetas. Al adelantarse, es derribado y reemplazado por el coronel Ramón
Rodríguez que ordena otra carga con los Patricios, hasta que finalmente logran cierto
control del terreno.
El
canciller Arana decía ante la legislatura: “¿Con qué título la Inglaterra y la
Francia vienen a imponer restricciones al derecho eminente de la Confederación
Argentina de reglamentar la navegación de sus ríos interiores?”
La
flota invasora consiguió así avanzar por el Paraná aunque debió soportar el
hostigamiento de las fuerzas patriotas a lo largo del trayecto, como ocurrió en
El Tonelero (actual Ramallo), San Lorenzo y Angostura del Quebracho (provincia
de Santa Fe). Ante el fracaso tuvieron que
negociar con Rosas: los tratados Arana-Southern con Gran Bretaña (1849)
y Arana-Lepredour con Francia (1850) pusieron fin al bloqueo del puerto de
Buenos Aires y reconocieron la soberanía argentina de los ríos interiores.
La
firme actitud de Rosas durante estos episodios le valió la felicitación del General
San Martín, quien con sesenta y siete años se había ofrecido a venir combatir y
haría un apartado especial en su testamento: “El sable que me ha acompañado en toda la guerra de la independencia de
la América del Sur le será entregado al general Juan Manuel de Rosas, como
prueba de la satisfacción que, como argentino, he tenido al ver la firmeza con
que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de
los extranjeros que trataban de humillarla”.
Hoy
como ayer, también nos quedamos sin municiones, siendo el octavo país en
extensión, con una superficie marítima que triplica la continental, nuestra
pampa azul, con recursos naturales estratégicos como el gas y litio.
No
contamos con una política de Estado consensuada en materia de Defensa. Desde
1983 en relación al PBI, el presupuesto para Defensa cae sistemáticamente, por
lo cual deberíamos por lo menos, superar el 1% de PBI, para una imprescindible
modernización del material que contemple las nuevas tecnologías. Y un
Planeamiento conjunto para el imprescindible control aéreo, terrestre y de
nuestras aguas territoriales por parte de nuestras Fuerzas Armadas, que
deberían estar debidamente equipadas y adiestradas.
Necesitamos
más bases navales entre Puerto Belgrano y Ushuaia, para nuestra Armada. Mientras
no ejerzamos una presencia efectiva en nuestro territorio continental y
marítimo, no habrá decisiones soberanas. Como nación bi-continental, la
soberanía argentina de Malvinas debe avanzar constituyendo a Ushuaia en un polo
antártico. Y evitar la depredación de nuestros recursos ictícolas.
La
industria y la tecnología demuestran que tiene importancia estratégica fabricar
nuestro armamento, tanto en fabricaciones militares, como en nuestros
astilleros y nuestra fábrica de aviones. El Presidente electo expresó la
necesidad de una integración territorial que permita una distribución
poblacional equilibrada que promueva aprovechar nuestros recursos estratégicos
para suscitar un proceso de industrialización que genere trabajo. La industria
de la Defensa debe hacer su aporte en esa dirección.
Podemos
superar la antinomia entre Defensa y necesidades sociales. No hay contradicción
entre justicia social y un eficiente instrumento militar, el Peronismo ya lo ha
demostrado.
La
Cuenca del Plata, como vía de tránsito comercial que interconecta a Argentina,
Brasil, Bolivia, Paraguay y Uruguay, demanda especial vigilancia ya que la
amenaza a la soberanía impone una defensa integral de los sistemas de los ríos
Paraná y de La Plata, para el control del transporte marítimo, la explotación
pesquera y de los hidrocarburos del Atlántico Sur.
En
el gobierno de Isabel Perón, por iniciativa del historiador José María Rosa, el
Congreso declaró el 20 de noviembre, Día de la Soberanía Nacional. Evidentemente
el 20 de noviembre de 1845 fue una victoria política, porque precisamente hoy
Inglaterra, pidió comenzar los vuelos a Malvinas que la actual presidencia les
concedió y por lo cual el fiscal federal Jorge Di Lello requirió que se
investiguen posibles irregularidades en el manejo de la relación bilateral
Argentina-Reino Unido, por el vuelo de Latam entre San Pablo y Malvinas.
Como
en Obligado, unidas al Pueblo para defender la soberanía, ha pasado el tiempo
del control civil de nuestras Fuerzas Armadas, llega el tiempo de su conducción
política. Ese fue el camino, ese es el camino.