lunes, 6 de enero de 2020

Revolución conservadora y actualidad


                                         Alberto Buela, diciembre de 2019

Hoy, en el reinado universal del progresismo hablar de una revolución conservadora es como hablar de un hierro de madera. Es espantar intelectualmente a los satisfechos del sistema, que son aquellos que nos llevan al fracaso con sucesivos gobiernos progresistas y después terminan haciéndose las víctimas.
En particular, conservación revolucionaria indaga en algunas representaciones de la historia que compiten en la crisis de la modernidad. Quizá ningún otro tiempo problematice su relación con el pasado tanto como la modernidad en su crisis.
En ese contexto de crisis, la obra de Walter Benjamin señala el camino para un pensamiento crítico, desmitificador. Confrontado con Ernst Jünger, Georges Sorel y Carl Schmitt —referentes básicos de la revolución conservadora— el filósofo judío aparece aquí como un revolucionario que no se resigna a entregar la tradición a los llamados tradicionalistas. Se transforma así en un tradicionalista de las tradiciones olvidadas; un conservador a contrapelo.
Por aquella época, un joven académico suizo se ocupó en dar a conocer, con gran celo y una cierta sensibilidad artística, una lista de los trotskistas del nacionalsocialismo, insertándolos en un horizonte común. Con cierta fantasía y con gusto estético por lo paradójico acuñó el montaje conceptual —en sí contradictorio— Revolución Conservadora. Esta fue la obra de Armin Mohler (1950),
La aparición del compuesto Revolución Conservadora, pleno de contradicciones. La expresión fue utilizada simultáneamente por Fjodor Dostojewskij y Charles Maurras en el año 1900, mientras que Thomas Mann, en 1920 la usa para referirse a Nietzsche. Se trata de una expresión cultural de alternativa, un intento rebelde por crear una cultura del Medio.
El nuevo desorden y la nueva confusión motivan el recurso a la paradoja de la Revolución Conservadora. Ya no se ve reconocible una línea coherente —ni a la derecha ni a la izquierda—, al tiempo que nos vemos absorbidos por los contenidos. En esta situación, la fórmula, en sí contradictoria, Revolución Conservadora puede simular un cuadro ideológico de referencia. Esta fórmula ofrece la ventaja de incluir en sí al nacionalismo, de pronto revelado como un hecho actual. Gracias a esto la derecha cree haberse agarrado finalmente a una corriente victoriosa.
Una de las más interesantes creaciones político-ideales del período de entreguerras, aquella que nos recobra la unión de las gentes de la derecha y de la izquierda, es decir: los nacional-revolucionarios o los nacionalbolcheviques (SCHÜDDEKOFF, 1960; PAETEL, 1965; DUPEUX 1979).
El método seguido por la historia de las ideas comenzó a crujir cuando fue aplicado al Tercer Mundo y a las tendencias anticolonialistas de África, Asia e Iberoamérica. Desde esta perspectiva era —y es— sumamente interesante estudiar las biografías y las construcciones conceptuales de los pensadores nacionalistas y revolucionarios como Sun Yatsen, Mao Tse-Tung, Mahatma Gandhi, Subhas Chandra Bose, Jawaharlal Nehru, Sukarno, Ali Schariati, Gamal Abdel Nasser, Muammar Al-Gadhaffi, Frantz Fanon, Sekou Touré, Kwame Nkrumah, Juan Perón, Leopold Senghor, Jomo kenyatta, Julius Nyerere, Fidel Castro, Che Guevara y tantos otros. Pero, ¿sus ideas adquieren fuerza social por la cuestión nacional o por la cuestión anticolonial?
El debate sobre la Revolución Conservadora hasta ahora sólo ha tenido un sentido histórico-ideal, y quienes se han situado por encima de este debate, como los críticos Sontheimer y Breuer, han sostenido una tercera posición, al igual que los Jahrbuch zur Konservative Revolution o la revista sueca Res Publica. Este debate distorsiona la atención hacia los hombres de existencia real, los que han sostenido o suscitado esas ideas
La fuerza principal de una revolución conservadora consiste evidentemente en los cambios sociales que han disgregado el apoyo social clásico de la izquierda, al golpear duramente al campo y a los trabajadores urbanos organizados. Los efectos sociales y económicos de la mundialización hacen, en efecto, que en varias partes del mundo las protestas sociales sean canalizadas electoralmente por demagogos populistas derechistas, e incluso asuman formas regionalistas, xenófobas, racistas. Sólo los ilusos pueden creer que la crisis del capitalismo conduce inevitablemente hacia la izquierda, sobre todo cuando la izquierda no cumple con su papel o no existe. Porque este es otro de los motivos principales de la revolución conservadora: aquella que se presenta como izquierda no sólo es conservadora y no ha marcado claramente un diferencia ideológica en todos los terrenos con la derecha sino que también la ha legitimado políticamente, realizando con ella sucesivas alianzas o proponiendo incluso programas comunes y, en su funcionamiento interno o en la selección de sus aliados, ha demostrado total carencia de principios.
Actualmente el pensador que más trabaja sobre esta idea de la Revolución Conservadora es el geopolitólogo ruso Alexander Dugin con su Cuarta teoría política (2015). Obra donde sostiene que hubo una primera teoría política que fue la del liberalismo, una segunda la del marxismo, una tercera la de los fascismos y una cuarta que es la que propone él, basándose en los autores de la revolución conservadora en donde se destaca Heidegger y el tradicionalismo de Julius Evola y René Guenón.



REPORTAJE AL GEOPOLITÓLOGO BELGA ROBERT STEUCKERS, AUTOR DE UN LIBRO SOBRE EL TEMA
 Pregunta: Por favor, explíquenos qué entiende por el término "Revolución Conservadora" y, si es posible, indíquenos algunas de sus claves ideológicas y de sus figuras fundamentales.

Respuesta: Cuando el compuesto "Revolución Conservadora" fue usado en Europa, fue mayormente en el sentido que le dio Armin Mohler en su famoso libro "Die Konservative Revolution in Deutschland 1918-1932". Mohler dictó una larga lista de autores que rechazaban los pseudo-valores de 1789 (despreciados por Edmund Burke como meros "blue prints"), ensalzaban el rol de la germanidad en la evolución del pensamiento europeo y recogían la influencia de Nietzsche. Mohler evitó las instancias puramente religiosas "conservadoras", fuesen católicas o protestantes. Para Mohler, el punto esencial de contacto de la "Revolución Conservadora" era una visión no-lineal de la historia, pero no recogió simplemente otra vez la visión cíclica del tradicionalismo. Después de Nietzsche, Mohler creyó en una concepción esférica de la historia. ¿Qué significa esto? Esto significa que la historia no es una simple repetición de los mismos sucesos a intervalos regulares, ni un camino recto que conduzca a la bienaventuranza, al fin de la historia, al Paraíso en la Tierra, a la felicidad, etc., sino que se asemeja a una esfera que puede rodar (mejor dicho, ser empujada) en todas direcciones, acorde con los impulsos que reciba de las personalidades carismáticas, fuertes. Tales personalidades carismáticas dirigen el curso de la historia hacia algunas vías muy particulares, vías que de ningún modo están previamente fijadas por la mano de la providencia. Mohler, en este sentido, nunca creyó en las doctrinas políticas universalistas, sino en las personalidades que las encarnaban. Al igual que Jünger, creía que lo "general" (en su sentido histórico) es residuo de lo "particular". Mohler expresó su visión de las dinámicas particulares usando el muy problemático término de "nominalismo". Para él, "nominalismo" era la expresión certera que quería indicar cómo las fuertes personalidades y sus seguidores eran capaces de abrir nuevas y originales vías en la jungla de la existencia.
Las principales figuras del movimiento fueron Spengler, Moeller van den Bruck y Ernst Jünger (y su hermano Friedrich-Georg). Podemos añadir a este triunvirato los nombres de Ludwig Klages y Ernst Niekisch. Carl Schmitt, como abogado católico y constitucionalista, representa otro aspecto importante de la llamada "Revolución Conservadora".
Spengler quedará como el autor de un brillante fresco de las civilizaciones mundiales que inspiró al historiador británico Arnold Toynbee. Spengler habló de Europa como civilización faústica, cuya mejor expresión fue las catedrales góticas, la interacción de la luz y los colores de las vidrieras, las tormentas de nieve con nubes blancas y grises de muchas pinturas holandesas, inglesas y alemanas. Esta civilización es una aspiración del alma humana hacia la luz y hacia el autocompromiso. Otra importante idea de Spengler es la idea de "pseudo-morfosis": una civilización nunca desaparece completamente tras una decadencia o una conquista violenta. Sus elementos pasan a la nueva civilización que asume su sucesión y reemprende las vías originales.
Moeller van den Bruck fue el primer traductor alemán de Dostoievski. Se dejó influir profundamente por los diarios de Dostoievski, tan llenos de severas críticas al Occidente. En el contexto alemán después de 1918, Moeller van den Bruck abogaba, con argumentos de Dostoievski, por una alianza Rusogermana contra el Oeste. ¿Cómo podían los respetables caballeros alemanes, con una inmensa cultura artística, mostrarse a favor de una alianza con los bolcheviques? Sus argumentos fueron los siguientes: durante toda la tradición diplomática del siglo XIX, Rusia fue considerada el escudo de la reacción contra todas las repercusiones de la Revolución Francesa y contra la mentalidad y los modos revolucionarios. Dostoievski, un antiguo revolucionario ruso que más tarde admitió que su opción revolucionaria fue un error, consideraba más o menos que la misión de Rusia en el mundo era borrar en Europa los rastros de las ideas de 1789. Para Moeller van den Bruck, la Revolución de Octubre de 1917 solo fue un cambio de ropajes ideológicos: Rusia continuaba siendo, a despecho del discurso bolchevique, el antídoto a la mentalidad liberal de Occidente. Derrotada, Alemania debiera aliarse a esta fortaleza antirrevolucionaria para oponerse al Occidente, que a los ojos de Moeller van den Bruck es la encarnación del liberalismo. El liberalismo, expresa Moeller van den Bruck, es siempre la enfermedad terminal de los pueblos. Tras unas décadas de liberalismo, un pueblo entrará inexorablemente en una fase de decadencia final.
El camino seguido por Ernst Jünger es suficientemente conocido. Empezó como un ardiente soldado y joven galante en la Primera Guerra Mundial, formando en las trincheras parte de los cuerpos de asalto que manejaban la granada de mano con la misma elegancia que los oficiales británicos usaban la fusta. Para Jünger, la Primera Guerra Mundial fue el fin del mundo pequeño burgués del XIX y de la "Belle Epoque", donde todo había de ser "como debía ser", por ejemplo, obrar acorde a los ejemplos ofrecidos por profesores y sacerdotes, como hoy se obra de acuerdo a las autoproclamadas reglas de la "corrección política". Bajo las "tempestades de acero", el soldado se veía reducido a la nada, a su mero y frágil ser biológico, pero esta visión no significó a los ojos de Jünger una excusa para un pesimismo inepto, de miedo y desesperación. Habiendo experimentado el más cruel de los destinos en las trincheras, bajo el bombardeo de miles de piezas de artillería que sacuden la tierra, viendo todo reducido a lo "elemental", el soldado de infantería conoció mejor que otros el cruel destino humano sobre la faz de la tierra. Toda la artificialidad de la vida civilizada urbana apareció de repente como pura impostura. En la posguerra, Ernst Jünger y su hermano Friedrich-Georg fueron los mejores escritores y periodistas nacional-revolucionarios. Ernst se armó de una buena dosis de cinismo, ironía y serenidad a la hora de observar la vida y los actos humanos. Durante un bombardeo sobre un suburbio parisino, donde las fábricas estaban produciendo material de guerra para el ejército alemán durante la Segunda Guerra Mundial, Jünger se aterrorizó ante la innatural ruta aérea, recta, tomada por las fortalezas aéreas norteamericanas. La linealidad de las rutas aéreas hacia París era la negación de todas las curvas y sinuosidades de la vida orgánica. En la guerra moderna está implícita la destrucción de los devaneos y las serpentinas que caracterizan lo orgánico. Ernst Jünger empezó su carrera como un escritor apologista de la guerra. Después de haber observado las irresistibles arremetidas de los B-17 americanos, se desengañó completamente de los antivalores desplegados en la guerra por la pura técnica. Después de la Segunda Guerra Mundial, su hermano Friedrich-Georg escribió el primer trabajo teórico crítico al desarrollo de la nueva Alemania en clave ecologista, "Die Perfektion der Technik" (La Perfección de la Técnica). La idea principal de este libro, a mi entender, es la crítica de la "conexión". El mundo moderno es un proceso de intento de conexión de las comunidades humanas y los individuos a grandes estructuras. Este proceso de conexión destruye el principio de libertad. Eres un pobre proletario encadenado si estás "conectado" a una gran estructura, aunque ganes 3000 libras al mes, o más. Eres un hombre libe cuando estás completamente desconectado de esos enormes tacones de acero. En cierto sentido, Friedrich-Georg escribió la teoría que Kerouac experimentó de forma no teórica mediante la elección de la "caída" y del "viaje", convirtiéndose en un cantante vagabundo.
Ludwig Klaes fue otro filósofo de la vida orgánica contra el pensamiento abstracto. Para él, la dicotomía principal se daba entre la Vida y el Espíritu ("Leben und Geist"). La vida se encuentra aplastada por el espíritu abstracto. Klages nació en la Alemania del Norte, pero emigró, como estudiante, a Munich, donde gastó su tiempo libre en las tabernas de Schwabing, el distrito donde se reunían los artistas y los poetas (y donde todavía se reúnen). Fue amigo del poeta Stephan Georg y un estudioso de las más originales figuras de Schwabing, como el filósofo Alfred Schuler, quien creía ser la reencarnación de un colono romano en la Germania de las orillas del Rhin. Schuler tenía un genuino sentido del teatro. Solía disfrazarse con la toga de los emperadores romanos, admiraba a Nerón y montaba representaciones recordando la audiencia del antiguo mundo grecorromano. Pero más allá de su vida de fantasía, Schuler adquirió una importancia cardinal en filosofía por su hincapié en la idea de "Entlichtung", es decir, la desaparición gradual de la Luz desde los tiempos de la antigua Ciudad-Estado griega y la Italia romana. No hay progreso en la historia, sino todo lo contrario, la Luz se va desvaneciendo, al igual que la libertad del ciudadano libre a la hora de elegir su propio destino. Hannah Arendt y Walter Benjamin, desde la izquierda de la postura conservadora-liberal, se inspiraron en esta idea y la adaptaron a diferentes audiencias. El mundo moderno es el mundo de la completa oscuridad, donde existen pocas esperanzas de encontrar de nuevo períodos donde "ser-iluminados", a menos de dar con personalidades carismáticas, como Nerón, dedicado al arte y a los modos dionisíacos de la vida, que nos introduzcan en una nueva era de esplendor, la cual habría de durar sólo como la bendita estación de la primavera. Klages desarrolló las ideas de Schuler, quien nunca escribió un libro completo, después de su muerte en 1923, debido a una operación mal preparada. Klages, justo antes de la Primera Guerra Mundial, pronunció un famoso discurso en la colina de Hoher Meissner, en la Alemania central, frente a la asamblea de los "Wandervogel", el movimiento de la juventud. Este discurso tenía en título de "El Hombre y la Tierra", y puede ser visto como el primer manifiesto orgánico-ecologista, claro y compresible, no obstante sus sólidos fondos filosóficos.
Carl Schmitt empezó su carrera como profesor de derecho en 1921, aun cuando vivió hasta la respetable edad de 97 años, escribiendo su último ensayo a los 91 años. No puedo enumerar todos los puntos importantes de la obra de Carl Schmitt en el curso de esta modesta entrevista. Resumámoslos diciendo que Schmitt desarrolló dos ideas fundamentales: la idea de la decisión en la vida política y la idea del "Gran Espacio". El arte de dar forma a la política, el arte de una buena figura política, reside en la decisión, no en la discusión. El líder ha de tomar decisiones en orden a guiar, proteger y desarrollar la comunidad política. La decisión no es dictatorial, como dicen ahora muchos liberales en estos tiempos de la corrección política. Al contrario: una personalización del poder es algo más democrático, en el sentido de que un rey, un emperador o un líder carismático es siempre una persona mortal. El sistema que impone eventualmente no es eterno, terminará muriendo como todo ser humano. Un sistema nomocrático, al contrario, trata de permanecer eterno, incluso cuando los eventos e innovaciones contradigan sus normas o principios. El segundo gran tema de los trabajos de Schmitt es la idea del "Grossraum", el Gran Espacio Europeo. Los poderes "fuera-del-espacio" estarían impedidos para intervenir en el cuerpo de este Gran Espacio. Schmitt quería aplicar en Europa el mismo principio que animó el presidente Monroe de los Estados Unidos: "América para los americanos". Schmitt podría compararse a los "continentalistas" norteamericanos, críticos con las intervenciones de Roosevelt en Europa y Asia. Los iberoamericanos también desarrollaron similares ideas continentalistas: San Martín y Bolivar y hoy la CGT argentina con su teoría del rombo del filósofo Alberto Buela. También los imperialistas japoneses que hablaban del Gran Área del Pacífico. Schmitt dotó a esta idea del "Gran Espacio" de una fuerte base jurídica.
Niekisch es una figura fascinante en el sentido en que su debut público lo ejerció como líder comunista del "Soviet" de la República Bábara de 1918-19, que fue aplastado por los Freikorps de von Epp, von Lettow-Vorbeck, etc. Obviamente, Niekisch se desilusionó por la ausencia de una visión histórica en el trío bolchevique de la revolución muniquesa (Lewin, Keviné, Axelrod). Niekisch desarrolló una visión eurasiática, basada en la alianza entre la Unión Soviética, Alemania y China. La figura ideal que habría de ejercer como motor humano de esta alianza era el campesino, el adversario de la burguesía occidental. Aquí es obvio un cierto paralelismo con Mao-Tse-Tung. En las revistas que editó Niekisch descubrimos continuamente tentativas germanas de apoyo a todos los movimientos antibritánicos o antifranceses en sus imperios coloniales o en Europa (Irlanda contra Inglaterra, Flandes contra la Bélgica afrancesada, el nacionalismo Indio contra la Gran Bretaña, etc.).
Espero haber explicado en pocas palabras las principales tendencias de la llamada Revolución Conservadora en Alemania entre 1918 y 1933. También espero que quienes conozcan este movimiento pluridimensional puedan perdonar mi introducción esquemática.

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