Por Juan Gabriel Labaké
El terrible
asesinato del líder militar y político iraní señor Qassem Soleimani, perpetrado
por una orden expresa del presidente norteamericano Donald Trump, ha producido
un impacto de trascendencia planetaria. Para algunos observadores
internacionales ese crimen podría significar, incluso, el desencadenamiento de
una guerra de ámbito mundial.
Ese peligro, que
parecía inminente en las primeras horas posteriores al asesinato, se ha reducido
en buena medida por el acuerdo telefónico logrado entre el canciller chino Wang
Yi, y su colega ruso Serguéi Lavrov. De
acuerdo con la información recibida en forma directa de nuestro compañero y
periodista Gabriel Fernández, ambos ministros de Relaciones Exteriores “acordaron aceleradamente adoptar medidas
conjuntas para resolver pacíficamente los conflictos en Oriente Medio”.
Luego, los presidentes de ambos países “homologaron” el acuerdo ministerial.
Al margen de sus
derivaciones, que son incalculables y siempre graves, la provocación del
presidente norteamericano, sumada a la dura respuesta de Irán ya la actitud
adoptada por China y Rusia plantean para nuestro país una serie de inquietudes
que es necesario analizar y afrontar sin filtro alguno.
En primer lugar,
el asesinato de Soleimani nos demuestra
con toda crudeza que Estados Unidos exigirá a la Argentina, como a cualquier
otro país de Latinoamérica, una obediencia ciega y total a sus deseos y una
adhesión acrítica a sus estrategias internacionales de poder, a la hora de
“ayudarnos” en nuestros problemas económicos en general y en el tema de la
deuda en particular. Para el señor Trump y su equipo no hay términos medios ni
diálogo auténtico alguno: si necesitamos su ayuda, exigirán la obediencia
debida.
En segundo
lugar, este asesinato en Bagdad ha desnudado lo que hace tiempo se viene
observando en el mundo: Estados Unidos
ya no es la potencia hegemónica de la década de 1990 y de 2000. Hoy,
cualquier exceso norteamericano, semejante al producido con el asesinato de
Soleimani, tendrá una respuesta de China y Rusia.
En tercer lugar,
y tal como viene sucediendo en los últimos años, la respuesta chino-rusa a los desplantes de Estados Unidos no será
bélica, sino tendiente a apaciguar los ánimos y arreglar las diferencias en
la mesa de negociaciones. Está claro que esto no se debe a ningún beatífico
espíritu pacifista, sino a la seguridad de China y Rusia de que el tiempo juega
a su favor.
A su vez, la actitud
provocadora de Estados Unidos responde a
la creencia de buena parte de su dirigencia de que, mientras más se demore en
hacerle la guerra a China, más segura será su derrota. Esa brutal
disyuntiva fue expuesta por primera vez por Henry Kissinger en uno de sus libros,
en el cual llegó a proponer que, antes de que fuera demasiado tarde, Estados
Unidos debía apresurarse a tirar una bomba atómica en Pekín o Shangai para
frenar el desarrollo chino. El problema para los EEUU y sus satélites parece
ser que ya es tarde.
UN NUEVO PANORAMA PARA NOSOTROS
Todo ello abre
un nuevo panorama para que la Argentina.
Sin exageración
y al margen de cualquier sectarismo, podemos afirmar que desde el día en que la
dictadura militar derrocó al gobierno constitucional de Isabel Perón, la Argentina ha confiado exclusivamente en
el apoyo norteamericano para la solución de sus problemas económicos y
financieros, aún a costa de tener que practicar el conocido “seguidismo
acrítico” en todos los rubros de nuestro accionar oficial.
Y siempre el
problema fundamental, que ató y ata a la Argentina a los dictados de Estados
Unidos, ha sido y es la deuda externa
y la necesidad del apoyo norteamericano ante el Fondo Monetario Internacional
para lograr los sucesivos acuerdos-ajustes con ese organismo.
De esa forma, la
dictadura militar apoyó a “la contra” nicaragüense y participó del terrible Operativo Cóndor, propuesto e impulsado
por los Estados Unidos.
También
Alfonsín, en búsqueda del apoyo norteamericano en las negociaciones con el
Fondo Monetario Internacional, acató las presiones de Washington que le exigían
despedir a su buen ministro de economía Bernardo Grinspun, y reemplazarlo por
un hombre “amigo” de EEUU, como fue Juan
Vital Sourrille.
Nada hay que
agregar a lo ya sabido sobre el “seguidismo acrítico” hacia la estrategia
política norteamericana que practicó Carlos Menem y su superministro Domingo Cavallo, a cambio de un supuesto apoyo
económico y del galardón “engañabobos” de “mejor alumno” con que engolosinaron
a nuestro entonces presidente.
Y, finalmente,
durante los 12 años de gobierno
kirchnerista el apego de nuestro país a la estrategia internacional de
Estados Unidos -siempre debido a la deuda- no varió en lo fundamental, tema que
por su delicadeza y extensión queda para otra oportunidad.
Lo cierto es que,
hoy, la Argentina está siendo literalmente sitiada por Estados Unidos para
obligarla, sin ningún miramiento, a seguir –punto por punto- los objetivos
internacionales del país del norte, y siempre
con la promesa de que, si aceptamos sus condiciones, nos ayudará a renegociar la
deuda con el FMI.
Las advertencias de LA NACIÓN
Sugestivamente, LA
NACIÓN, el tradicional diario liberal de la Argentina, en su edición impresa
del 4-1-2020, ha dedicado un artículo, firmado por una de sus secretarias de
redacción, la señora Inés Capdevila,
a recordarnos cuáles son las exigencias de Estados Unidos para un eventual
apoyo en nuestras tratativas con el FMI.
Nos recuerda la
señora Capdevila lo difícil que será aislar a
la Argentina de la política global (de EEUU, claro está), lo complejo que es hacer equilibrio en un
mundo dividido en bandos y lo peligroso que podría ser supeditar la relación
con otros países a la necesidad de políticas internas.
A continuación,
y para que no queden dudas, la señora Capdevila enumera los temas “peligrosos”
y cita:
Volver a debatir la muerte de Alberto Nisman y, por detrás de ella, el atentado contra
la AMIA y la participación de Irán en él.
La probable auditoría del peritaje de la gendarmería.
La pretensión de la ministra de seguridad, Sabina
Frederic, de revisar la calificación de grupo terrorista efectuada contra Hezbollah por Macri.
Además, le
recuerda al presidente Alberto Fernández que cualquier posición que tome frente a la muerte de Soleimani será
analizada con microscopio dentro y fuera de la Argentina; incluso, agrega, si el gobierno de Fernández decide mantener
silencio y distancia frente a ese atentado, las necesidades económicas le
recordarán que no es tan fácil mantener a la Argentina fuera del mundo.
Sigue diciendo la
señora Capdevila que, pocos días después
de que ganara las elecciones presidenciales, Fernández recibió la llamada del
jefe de Estado norteamericano con la promesa de que contarán con su apoyo
cuando la Argentina se siente a negociar con el FMI. Y agrega: Fue una advertencia de que ese respaldo tan
vital para el país no será gratuito (…) Eso
ya lo dejó claro Donald Trump desde mediados de noviembre cuando le llamó la
atención a Alberto Fernández por su respaldo al ex presidente boliviano Evo Morales”.
También hace pocos días,
afirma Capdevila, la Embajada
norteamericana publicó un sugerente twits sobre la conveniencia de rechazar el sistema 5G chino.
En resumen, para
darnos su apoyo ante el FMI, EEUU nos ha exigido hasta ahora:
o
No investigar la muerte de
Nisman.
o
No auditar el peritaje de la
Gendarmería.
o
Seguir la actual falsa y
tramposa investigación del atentado a la AMIA.
o
Mantener la acusación sin
ninguna prueba contra Irán.
o
No revisar la absurda
calificación de terrorista de Hezbollah.
o
No apoyar a Evo Morales.
o
No comprar el sistema chino de
5G.
Con el asesinato
de Soleimani, concluye la periodista, la
escalada con Irán se transformó en el máximo conflicto para Estados Unidos, de
modo que el presidente Fernández debería preguntarse si, en casos “menores”
como el de Bolivia o del 5G, Estados Unidos exigió “fidelidad”, ¿qué demandará
a cambio de su aval ante el Fondo Monetario Internacional en el escenario de
una guerra con Irán?
Ante tan
arbitrarias exigencias de EEUU para apoyarnos ante el FMI, y en vista de la
voluntad “mediadora” de China y Rusia en el asesinato de Soleimani, es dable preguntarse si no habrá llegado el momento
de iniciar conversaciones con Rusia y China para tener un contrapeso que
ponga las cosas en su justo medio, o al menos lejos de un extremo avasallante
como el que el señor Trump pretende. Después de todo, es bien sabido que China
ha manifestado al actual gobierno argentino que “está en condiciones de comprar
toda la deuda de la Argentina”… lo cual dejaría a EEUU sin el látigo con el que
nos tortura y amenaza.
Buenos Aires, 5
de enero de 2020.