Con frecuencia,
la fe entra en conflicto con la realidad y nos hace ver las cosas como
quisiéramos que sean y no como son en la realidad. Cuando hablamos de política
a veces suponemos que dirigentes que la protagonizan y han ganado
reiteradamente elecciones son personas que no saben nada, que no tienen ningún
mérito. Esta postura autoritaria demuestra ignorancia, lleva a actuar de manera
equivocada y se complementa con la actitud de suponer que quienes actúan como
no me gusta son manipulados o bobos. La gente no es boba, y los que han ganado
elecciones importantes tienen virtudes que los condujeron a ser exitosos. He
tratado con bastantes ex presidentes y personajes políticos de alto nivel. Casi
siempre aprendí mucho conversando con ellos.
Rol. Los
analistas debemos tratar de descubrir lo que ocurre en la realidad, aunque
contraríe nuestros afectos y desafectos. No es fácil hacerlo. Pretendemos ser racionales pero todos
tenemos sentimientos, creemos en mitos. Galileo Galilei postuló una idea
para enfrentar al oscurantismo, que pasó a ser parte del método científico:
dijo que cuando Dios escribió lo que ocurre en el Universo lo hizo con números.
Cuantificar los fenómenos permite superar las supersticiones, la estadística es
una disciplina subversiva que permite entender los conjuntos. Para comprender
la política necesitamos registrar los hechos, cuantificarlos, analizar las
cifras sin prejuicios, tratando de explicar por qué ocurrieron, lo que da lugar
a interpretaciones que pueden tener mayor o menor fundamento en la realidad. Es
fácil empantanarse en teorías conspirativas
inconsistentes. Es poco probable que la política latinoamericana se
explique con los esquemas que usábamos hace años, cuando apedreábamos la
embajada norteamericana si nuestra pareja era infiel. El presidente
norteamericano no solía interesarse por nuestra vida privada, como es poco
probable que Trump se haya propuesto derribar el gobierno de Evo Morales o que
Maduro haya organizado las protestas en Chile. Seguramente ninguno de los dos
personajes ubica bien en el mapa esos países. En todas las sociedades existen
fuerzas internas que buscan liderazgos que las expresen y chocan con los que
les disgustan. Los electores tienen distintas motivaciones, son cada vez más
independientes, las urnas expresan lo que sienten y piensan. Se identifican con
líderes en los que confían, y a los que abandonan cuando sienten que no
satisfacen sus expectativas. Como escribí reiteradamente en PERFIL, Cristina Fernández de Kirchner es una
mujer que ganó dos veces la presidencia de la Nación en una sola vuelta,
aventajando a su inmediato contendiente con 18% en 2007 y 37% en 2011. En 2019
fue candidata a la vicepresidencia con Alberto Fernández y su fórmula triunfó
sobre la de Macri-Pichetto con 8%. Tal vez estudié mal la historia argentina y
hubo otra mujer que fue más exitosa que ella, pero no he podido conseguir esa
información. Dedico la mayor parte de mi tiempo a leer, escribir, preparar
clases y seminarios, y sería raro que se me haya pasado un dato tan importante.
Sería una muestra de fanatismo afirmar que nunca ganó una elección o que es una
política incapaz. Para quienes promovemos la participación de la mujer en la
política, fue alentador que en 2007 un
72% de argentinos hayan votado por dos mujeres, Cristina Fernández y Elisa
Carrió. Eso desgraciadamente no se repitió después.
En 2015 Mauricio Macri obtuvo 29% en las PASO
y 34% en la primera vuelta electoral, incrementó su votación en 5%. Daniel Scioli sacó 37% en las PASO y
repitió la cifra en la primera vuelta. Es algo propio de los partidarios de
Cristina: son siempre fieles a su líder, pero tienen una enorme resistencia en
los demás. En esa ocasión, el peronismo concurrió dividido: Sergio Massa obtuvo 20% en las PASO y
21% en la primera vuelta. En principio, si se hubiesen unificado como en 2019,
habrían obtenido 57% en las PASO y 58% en la primera vuelta. En 2019 Macri obtuvo 32% en las PASO.
Fue una cifra inesperadamente baja para lo que predecían todas las encuestas.
Fue un golpe duro, algunos creyeron que en la primera vuelta la candidatura se
derrumbaría y pidieron que se retirara, e incluso que entregara anticipadamente
el poder. El candidato tuvo una enorme entereza. Se sobrepuso y protagonizó una
campaña digna de estudio, que le
permitió subir 8 puntos y llegar al 40%, mientras que sus adversarios no
lograron crecer ni un punto. Cristina logró la unidad de casi todo el peronismo,
pero su binomio obtuvo un 48% de votos en las PASO que se repitió en la primera
vuelta; y a pesar del entusiasmo que generó una victoria que parecía segura, no
llegaron al 50% de los votos. En toda la década, la imagen positiva de Cristina no bajó nunca del 37%, ni cuando De
Narváez derrotó a Néstor, ni cuando fue enjuiciada. Basados en cifras de
investigaciones escribimos desde 2009 que mantenía su fuerza. Nuevamente, esos
son números, no opiniones subjetivas. Algunos creyeron que quienes estábamos cerca de Macri la queríamos como contendiente porque
era fácil de derrotar, lo que no tenía sentido: siempre fue la candidata más
fuerte de la oposición. Al principio subestimamos el papel de Alberto
Fernández. Resultó mejor candidato de lo que se esperaba y resucitó a un
peronismo que estaba disminuido. Con Cristina, los que fueron echados por Perón
de la Plaza de Mayo se quedaron en el poder y los peronistas fueron
arrinconados. Fernández les dio nueva vida. La unidad peronista le permitió tomar medidas más duras que las que
tomó Macri sin que cayeran toneladas de piedras sobre el Congreso.
Desaparecieron los piquetes, algunos sindicatos pidieron que se incrementaran
los impuestos, otros se volvieron sensatos. El tema fue político, no es
probable que se hayan llenado las heladeras de un día para otro. El peronismo tiene una fuerza que le ha
permitido instalar el mito de que nadie puede gobernar sin su apoyo.
Es verdad que la
mayoría de los votantes, incluso entre quienes respaldaban a Macri, tenía una
evaluación negativa de lo que ocurrió en la economía. El resultado de las elecciones no se explicaría si fuese
cierto que la gente vota movida solamente por eso. Los electores de
Cambiemos votaron por razones de otro orden, que los mantuvieron firmes en su
opción política y les permitieron crecer. En un fenómeno digno de estudio, más de dos millones de personas salieron a
las calles en muchas ciudades para respaldar la candidatura de Macri. No
fueron empleados públicos ni militantes partidistas, no buscaban cargos, la
mayoría creía que no ganaría, no usaron los aparatos que suelen llevar a los
manifestantes a las concentraciones. Fueron partidarios que se reunieron
libremente, dentro de los protocolos de las movilizaciones post internet.
Respaldaban una gestión y valores que estaban más allá de su propio bienestar
económico. El papel de Macri para
motivar esas movilizaciones fue extraordinario.
Interpretaciones. Esos son hechos,
pueden tener varias interpretaciones. Creemos que los votantes de Cambiemos
forman parte de un sector moderno de la Nación que quiere un cambio, que
pretende que Argentina se convierta en un país desarrollado. Es por eso que su
candidatura obtiene ventaja en las
provincias más integradas al mundo y su triunfo es tan apabullante entre los argentinos
residentes en el exterior: 75% a 19%. En los últimos años se incorporaron 5
millones de argentinos a internet, y lo más probable es que cuando esa gente se
conecte con el mundo contemporáneo fortalezca esa voluntad de transformación.
Los cambios se han acelerado y la democracia horizontal crece y está entre
nosotros. Hay una montaña de literatura al respecto.
Es poco serio
suponer que se puede pensar el país sin tomar en cuenta a las dos fuerzas que
han polarizado a la población en estos años: tradición y cambio.
No cabe la unidad nacional excluyente de
los peronistas, ni tampoco la de los antiperonistas. Cada una de esas
corrientes representa consistentemente a la mitad de la población. Solamente si
logran un acuerdo será posible superar la crisis endémica del país y
proyectarlo hacia delante. Solo la cuantificación de los fenómenos permite
superar los prejuicios ideológicos. Decenas de miles de centroamericanos forman
caravanas para intentar llegar a Estados Unidos. No se ha sabido de caravanas de
norteamericanos que luchen por instalarse en Nicaragua. Cientos de miles de
venezolanos protagonizan la mayor emigración interna de la historia de América
Latina, huyendo del hambre provocado por la dictadura. Multitudes de
bolivianos, peruanos, paraguayos, venezolanos y latinoamericanos de otros
países vienen a la Argentina todos los meses. No se sabe de caravanas de
argentinos que se dirijan a Venezuela y los países limítrofes. Esos son los
hechos. Las interpretaciones políticas pueden ser distintas.
En medio de ese
caos, solo Argentina decretó una emergencia alimentaria: parecería ser el país
más pobre de todos. Los números de los movimientos migratorios en el continente
nos permitirían saber si eso es cierto.