domingo, 2 de febrero de 2020

Fanatismo y realidad


 Jaime DURAN BARBA para el Diario PERFIL

Con frecuencia, la fe entra en conflicto con la realidad y nos hace ver las cosas como quisiéramos que sean y no como son en la realidad. Cuando hablamos de política a veces suponemos que dirigentes que la protagonizan y han ganado reiteradamente elecciones son personas que no saben nada, que no tienen ningún mérito. Esta postura autoritaria demuestra ignorancia, lleva a actuar de manera equivocada y se complementa con la actitud de suponer que quienes actúan como no me gusta son manipulados o bobos. La gente no es boba, y los que han ganado elecciones importantes tienen virtudes que los condujeron a ser exitosos. He tratado con bastantes ex presidentes y personajes políticos de alto nivel. Casi siempre aprendí mucho conversando con ellos.
Rol. Los analistas debemos tratar de descubrir lo que ocurre en la realidad, aunque contraríe nuestros afectos y desafectos. No es fácil hacerlo. Pretendemos ser racionales pero todos tenemos sentimientos, creemos en mitos. Galileo Galilei postuló una idea para enfrentar al oscurantismo, que pasó a ser parte del método científico: dijo que cuando Dios escribió lo que ocurre en el Universo lo hizo con números. Cuantificar los fenómenos permite superar las supersticiones, la estadística es una disciplina subversiva que permite entender los conjuntos. Para comprender la política necesitamos registrar los hechos, cuantificarlos, analizar las cifras sin prejuicios, tratando de explicar por qué ocurrieron, lo que da lugar a interpretaciones que pueden tener mayor o menor fundamento en la realidad. Es fácil empantanarse en teorías conspirativas inconsistentes. Es poco probable que la política latinoamericana se explique con los esquemas que usábamos hace años, cuando apedreábamos la embajada norteamericana si nuestra pareja era infiel. El presidente norteamericano no solía interesarse por nuestra vida privada, como es poco probable que Trump se haya propuesto derribar el gobierno de Evo Morales o que Maduro haya organizado las protestas en Chile. Seguramente ninguno de los dos personajes ubica bien en el mapa esos países. En todas las sociedades existen fuerzas internas que buscan liderazgos que las expresen y chocan con los que les disgustan. Los electores tienen distintas motivaciones, son cada vez más independientes, las urnas expresan lo que sienten y piensan. Se identifican con líderes en los que confían, y a los que abandonan cuando sienten que no satisfacen sus expectativas. Como escribí reiteradamente en PERFIL, Cristina Fernández de Kirchner es una mujer que ganó dos veces la presidencia de la Nación en una sola vuelta, aventajando a su inmediato contendiente con 18% en 2007 y 37% en 2011. En 2019 fue candidata a la vicepresidencia con Alberto Fernández y su fórmula triunfó sobre la de Macri-Pichetto con 8%. Tal vez estudié mal la historia argentina y hubo otra mujer que fue más exitosa que ella, pero no he podido conseguir esa información. Dedico la mayor parte de mi tiempo a leer, escribir, preparar clases y seminarios, y sería raro que se me haya pasado un dato tan importante. Sería una muestra de fanatismo afirmar que nunca ganó una elección o que es una política incapaz. Para quienes promovemos la participación de la mujer en la política, fue alentador que en 2007 un 72% de argentinos hayan votado por dos mujeres, Cristina Fernández y Elisa Carrió. Eso desgraciadamente no se repitió después.
En 2015 Mauricio Macri obtuvo 29% en las PASO y 34% en la primera vuelta electoral, incrementó su votación en 5%. Daniel Scioli sacó 37% en las PASO y repitió la cifra en la primera vuelta. Es algo propio de los partidarios de Cristina: son siempre fieles a su líder, pero tienen una enorme resistencia en los demás. En esa ocasión, el peronismo concurrió dividido: Sergio Massa obtuvo 20% en las PASO y 21% en la primera vuelta. En principio, si se hubiesen unificado como en 2019, habrían obtenido 57% en las PASO y 58% en la primera vuelta. En 2019 Macri obtuvo 32% en las PASO. Fue una cifra inesperadamente baja para lo que predecían todas las encuestas. Fue un golpe duro, algunos creyeron que en la primera vuelta la candidatura se derrumbaría y pidieron que se retirara, e incluso que entregara anticipadamente el poder. El candidato tuvo una enorme entereza. Se sobrepuso y protagonizó una campaña digna de estudio, que le permitió subir 8 puntos y llegar al 40%, mientras que sus adversarios no lograron crecer ni un punto. Cristina logró la unidad de casi todo el peronismo, pero su binomio obtuvo un 48% de votos en las PASO que se repitió en la primera vuelta; y a pesar del entusiasmo que generó una victoria que parecía segura, no llegaron al 50% de los votos. En toda la década, la imagen positiva de Cristina no bajó nunca del 37%, ni cuando De Narváez derrotó a Néstor, ni cuando fue enjuiciada. Basados en cifras de investigaciones escribimos desde 2009 que mantenía su fuerza. Nuevamente, esos son números, no opiniones subjetivas. Algunos creyeron que quienes estábamos cerca de Macri la queríamos como contendiente porque era fácil de derrotar, lo que no tenía sentido: siempre fue la candidata más fuerte de la oposición. Al principio subestimamos el papel de Alberto Fernández. Resultó mejor candidato de lo que se esperaba y resucitó a un peronismo que estaba disminuido. Con Cristina, los que fueron echados por Perón de la Plaza de Mayo se quedaron en el poder y los peronistas fueron arrinconados. Fernández les dio nueva vida. La unidad peronista le permitió tomar medidas más duras que las que tomó Macri sin que cayeran toneladas de piedras sobre el Congreso. Desaparecieron los piquetes, algunos sindicatos pidieron que se incrementaran los impuestos, otros se volvieron sensatos. El tema fue político, no es probable que se hayan llenado las heladeras de un día para otro. El peronismo tiene una fuerza que le ha permitido instalar el mito de que nadie puede gobernar sin su apoyo.
Es verdad que la mayoría de los votantes, incluso entre quienes respaldaban a Macri, tenía una evaluación negativa de lo que ocurrió en la economía. El resultado de las elecciones no se explicaría si fuese cierto que la gente vota movida solamente por eso. Los electores de Cambiemos votaron por razones de otro orden, que los mantuvieron firmes en su opción política y les permitieron crecer. En un fenómeno digno de estudio, más de dos millones de personas salieron a las calles en muchas ciudades para respaldar la candidatura de Macri. No fueron empleados públicos ni militantes partidistas, no buscaban cargos, la mayoría creía que no ganaría, no usaron los aparatos que suelen llevar a los manifestantes a las concentraciones. Fueron partidarios que se reunieron libremente, dentro de los protocolos de las movilizaciones post internet. Respaldaban una gestión y valores que estaban más allá de su propio bienestar económico. El papel de Macri para motivar esas movilizaciones fue extraordinario.
Interpretaciones. Esos son hechos, pueden tener varias interpretaciones. Creemos que los votantes de Cambiemos forman parte de un sector moderno de la Nación que quiere un cambio, que pretende que Argentina se convierta en un país desarrollado. Es por eso que su candidatura obtiene ventaja en las provincias más integradas al mundo y su triunfo es tan apabullante entre los argentinos residentes en el exterior: 75% a 19%. En los últimos años se incorporaron 5 millones de argentinos a internet, y lo más probable es que cuando esa gente se conecte con el mundo contemporáneo fortalezca esa voluntad de transformación. Los cambios se han acelerado y la democracia horizontal crece y está entre nosotros. Hay una montaña de literatura al respecto.
Es poco serio suponer que se puede pensar el país sin tomar en cuenta a las dos fuerzas que han polarizado a la población en estos años: tradición y cambio.
No cabe la unidad nacional excluyente de los peronistas, ni tampoco la de los antiperonistas. Cada una de esas corrientes representa consistentemente a la mitad de la población. Solamente si logran un acuerdo será posible superar la crisis endémica del país y proyectarlo hacia delante. Solo la cuantificación de los fenómenos permite superar los prejuicios ideológicos. Decenas de miles de centroamericanos forman caravanas para intentar llegar a Estados Unidos. No se ha sabido de caravanas de norteamericanos que luchen por instalarse en Nicaragua. Cientos de miles de venezolanos protagonizan la mayor emigración interna de la historia de América Latina, huyendo del hambre provocado por la dictadura. Multitudes de bolivianos, peruanos, paraguayos, venezolanos y latinoamericanos de otros países vienen a la Argentina todos los meses. No se sabe de caravanas de argentinos que se dirijan a Venezuela y los países limítrofes. Esos son los hechos. Las interpretaciones políticas pueden ser distintas.
En medio de ese caos, solo Argentina decretó una emergencia alimentaria: parecería ser el país más pobre de todos. Los números de los movimientos migratorios en el continente nos permitirían saber si eso es cierto.  


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