miércoles, 1 de abril de 2020

Propuesta asignación universal de crédito mutuo


Mario Cafiero y Sebastián Valdecantos
01/04/2020 



Un sistema instrumentado a través de una billetera virtual en el celular, donde se asigna un crédito universal que podrá ser usado como medio de pago de bienes, servicios e impuestos.
Nunca hubiéramos imaginado lo que estamos viviendo: pandemia, miles de muertos y confinamiento obligatorio de millones de personas. Esta crisis nos expone a una profunda prueba a toda la humanidad y, a no dudarlo, a un necesario cambio de conciencia civilizatorio.
Los efectos de la pandemia en la economía por ahora son inconmensurables. Pero el virus no destruye fábricas, ni puentes, ni maquinarias; no tiene el efecto devastador característico de una guerra. Sin embargo destruye o paraliza su sistema nervioso: el mercado financiero global. La caída de las bolsas mundiales ronda ya el 30 % y no hay piso para las perspectivas de caída de actividad económica.
No podría ser de otra manera, porque el pánico financiero deviene de la vulnerabilidad estructural del sistema financiero global. Un solo dato: la suma de la deuda de familias, empresas y gobiernos es 253 billones de dólares, un 322% del PBI global. Si al PBI lo para en seco una pandemia, estalla la deuda global.
Los gobiernos de todo el mundo se enfrentan a una opción de hierro: ¿La Bolsa o la vida?. ¿Qué vale más, la vida humana o la vida económica? Detener un país tiene graves consecuencias socioeconómicas, pero no detener el avance del virus tiene irreparables consecuencias humanas. Y así están divididas las aguas en el mundo: gobiernos que estiraron hasta último momento la decisión (EEUU, RU, Brasil, etc) y otros -como el nuestro- que no dudaron en optar por la vida de sus ciudadanos.
La elección entre la Bolsa o la Vida no hubiera sido tan complicada en los tiempos que duraron los acuerdos de Bretton Woods debido a que los bajos niveles de integración e interdependencia entre los sistemas financieros le daban a los países altos márgenes de maniobra para el despliegue de políticas económicas expansivas, y no por casualidad fue en aquellos años el auge de los Estados de Bienestar. Pero en el contexto actual de financiarización confluyen dos fenómenos que, combinados, pueden resultar devastadores. Las primeras consecuencias ya están a la vista.
Primero, el hecho elemental de cualquier economía monetaria que implica que toda actividad productiva, para ponerse en marcha, necesita de financiamiento para la adquisición de los insumos y la remuneración del trabajo. Se trata de un problema de liquidez y no de solvencia; el productor devolverá el crédito otorgado una vez monetizado (vendido) el producto de su trabajo. De allí la centralidad del crédito como piedra angular para el desarrollo productivo de una economía y, como consecuencia de él, para lograr el bienestar de la ciudadanía. Los bajísimos niveles de crédito de Argentina explican, en parte, las persistentes dificultades de nuestra economía para lograr un salto de calidad en su aparato productivo.
Segundo, el predominio de la esfera financiera -la Bolsa-, sobre la esfera real de la economía -las actividades (re) productivas y, en última instancia, la Vida-, derivadas de la globalización financiera han llevado a que los shocks generados en los mercados de valores terminen destruyendo los entramados productivos. Las grandes inyecciones de liquidez realizadas por los principales Bancos Centrales post crisis subprime, al no ser canalizadas directamente a la producción, generaron una inflación en el precio de los activos financieros.
Esa es la burbuja que en estos días está explotando y que, con el deterioro patrimonial que conlleva, destruye cualquier posibilidad de que algún actor, ya sea un banco o una empresa, pueda o quiera realizar una operación de crédito para financiar la producción.
En este tipo de escenarios los gobiernos del Norte, que sin importar el signo político siguen religiosamente los preceptos de la doctrina neoliberal, suelen desempolvar los libros de Keynes y hacer políticas expansivas. Así, el Congreso de los EEUU está votando por unanimidad una iniciativa del gobierno de Trump que propone un salvataje de 2,5 billones de dólares para las empresas, trabajadores, desempleados, PYMEs, municipios, etc.
Eso equivale a un 12,2% del PBI norteamericano, el salvataje más grande de la historia (el plan Marshall fue del 4,8% del PBI). A ello se suman otros 750.000 millones de dólares que la Reserva Federal puso a disposición mediante diferentes programas para estimular, como indicábamos más arriba, el crédito. Ellos tienen el dinero, dirán. No es cierto. El dinero lo van a “imprimir” para dar liquidez y que no muera la actividad económica. Imprimen su dinero para inyectarlo donde necesitan, y si es necesario habrá que “tirarlo en helicóptero”.
En nuestro país se han anunciado diversos programas de ayuda y apoyo: aumento a jubilados, salario social complementario, AUH y AUE por 32.000 millones de pesos; a monotributistas por 10.000 M$, aumento de capacidad prestable de los bancos por 320.000 M$, aumento del gasto de obra pública 100.000 M$, 200.000 créditos de 30.000 $ para pequeñas refacciones y 100.000 créditos PROCREAR. Líneas de crédito Banco Nación por 25.000 M$, para teletrabajo 8.000 M$ y para parques industriales 2.800 M$. Todo ello totaliza más de 735.000 M$ equivalente al 3,4 % del PBI. De lo cual un poco menos de la mitad es PROCREAR cuya ejecución será paulatina. Cuatro veces inferior al paquete de ayuda norteamericano.
Además nuestro país enfrenta dos agravantes: la economía acumula su quinta recesión en 10 años y tiene un sistema financiero pauperizado. El crédito bancario al sector privado es del 14,6% del PBI (Chile 81,5%, Brasil 61,8% y México 26,8%). Los agregados monetarios están por debajo de los promedios históricos, el circulante monetario es del 3,4% de PBI y el M3 del 13,2 % de PBI (Fuente BCRA).
Si al estado de postración en que se encontraba ya la economía, le sumamos el parate que va a provocar la confinación el resultado es un nuevo desastre en una economía altamente vulnerable. Hay que pensar en respuestas con mayor impacto y capacidad de revertir la caída. El contexto político y social es favorable para un gran acuerdo de reactivación de la economía interna y de recuperación de los ingresos de los sectores populares.
El punto clave de este gran acuerdo es usar instrumentos que devuelvan liquidez monetaria y crediticia. Es necesario recomponer la demanda y el consumo a partir de la emisión en forma de ASIGNACIÓN UNIVERSAL DE CRÉDITO MUTUO (AUCM), en el monto que sea necesario para recuperar la actividad económica. El sistema funcionará de forma virtual a través de un circuito no bancario.
Esto tiene dos ventajas: primero, evita los problemas de implementación que supone la existencia de personas no bancarizadas; segundo, permite que la liquidez generada no se filtre o fugue hacia canales que pueden ser perjudiciales para la estabilidad de la economía. Esta AUCM constituirá un descubierto a tasa de interés cero que cada beneficiario recibirá en su cuenta, la cual funcionará en el teléfono celular.
Las personas jurídicas recibirán un nivel de descubierto de acuerdo a su facturación (la cual se obtendrá de los sistemas de la AFIP). Las personas físicas recibirán un nivel de descubierto uniforme. En la práctica, cada usuario tendrá una billetera virtual en su celular desde la cual realizará los pagos y los cobros. El hecho de que el sistema sea 100% digital le facilitará al gobierno el monitoreo y el control de todo lo que sucede, y el despliegue se cierto tipo de políticas (modificación de los niveles de descubierto, oxidación de saldos para aquellos que tiendan a acumular, imposición de límites máximos de saldo, etc.).
A fin de facilitar la adopción por parte de todos los actores económicos, el gobierno (tanto nacional como en las dimensiones subnacionales) aceptará este instrumento monetario como medio de pago de impuestos. Para facilitar la operatoria, las unidades monetarias emitidas con el otorgamiento de los descubiertos tendrán una paridad de 1 a 1 respecto del peso argentino.
El gobierno podrá utilizarlo como un actor más dentro de la cadena, por ejemplo, para el pago de acciones relacionadas con la emergencia (compras públicas de insumos, pago de subsidios y asignaciones, etc.). Debe notarse que la forma de emisión propuesta supone que, a diferencia de los pesos argentinos (que constituyen deuda del Banco Central, es decir, del Estado) y de los títulos públicos (que constituyen deuda del Gobierno), los descubiertos otorgados a través de la ASIGNACIÓN UNIVERSAL DE CRÉDITO MUTUO constituyen deuda de cada beneficiario.
No se trata, sin embargo, de una deuda en el sentido tradicional ya que en este caso no es el banco ni el usurero el acreedor, ni existe tasa de interés, ni la resultante final es el endeudamiento de las familias. El acreedor en este caso somos todos los argentinos y el resultado debería ser que los saldos de todas las cuentas tiendan a cero. Para ello cada beneficiario debe asumir el compromiso de aceptar el token circulante en este sistema como medio de pago por su trabajo. Y no tendrá problema en hacerlo en tanto todos también lo hagan.
Para que esto suceda es central que, de la misma manera que se logró enviando un mensaje claro y contundente respecto del aislamiento social obligatorio, el gobierno nacional afirme que aceptará todos los pagos realizados con este sistema en una relación de equivalencia al peso argentino.
La humanidad no podría enfrentar esta pandemia de coronavirus sin determinados conocimientos científicos y adelantos tecnológicos. Recién a principios del siglo XX se inventó el microscopio electrónico, allí se pudo estudiar a los virus y a partir de allí aprender a combatirlos.
La humanidad espera que la ciencia biológica encuentre la vacuna contra el virus. Se especula que el primer país que lo haga salvará primero a sus nacionales. Pero para la enfermedad de la recesión, ya se conoce que el antídoto es la “vacuna monetaria”. Los EEUU ya la pusieron en funcionamiento, sin esperar nada ni pedirle a nadie. Van a imprimir 2,5 millones de millones de dosis.
Nosotros no tenemos la máquina de imprimir dólares y hemos dilapidado el crédito externo de la República contrayendo una deuda que hasta el FMI considera insostenible. Necesitamos un mecanismo que dependa solo de nosotros, de nuestra ayuda mutua, de recrear un mínimo de acuerdos entre los argentinos y también de un sistema que sea trazable y confiable.
Hoy la tecnología informática y electrónica permite poner en marcha sistemas monetarios digitales, que pueden ser controlables y trazables, y así terminar con las endemias de las crisis económicas en nuestro país.
Los argentinos podemos poner en marcha nuevamente la economía nacional usando nuestra imaginación creativa y nuestra voluntad solidaria, tal vez el único camino que nos quede para salir de la crisis.


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