Carlos
Pissolito para El Ciudadano
30 de marzo de 2020
“La
guerra se la tenemos que hacer del modo que podamos. Si no tenemos dinero,
carne y un pedazo de tabaco no nos han de faltar; cuando se acaben los
vestuarios, nos vestiremos con las bayetitas que nos trabajan nuestras mujeres
y si no, andaremos en pelota como nuestros paisanos los indios. Seamos libres y
lo demás no importa nada”. General José
de San Martín
LA SITUACIÓN GLOBAL
Como
sucede con casi todas las crisis que no terminan en forma catastrófica, algún
día terminan. Muy probablemente eso sucederá con la de la pandemia del virus
corona. Obviamente quedarán por resolver los efectos persistentes que ella
dejará. Entre ellos, uno de los más importantes, será el de la profunda y extendida recesión económica global y local
que nos dejará.
En
ese sentido, las medidas que han adoptado los gobiernos de casi todos los
países están destinadas a paliar los efectos económicos negativos de la
pandemia, tales como créditos para las
empresas, prórrogas en el pago de impuestos y hasta entrega directa de dinero a
los más necesitados.
Si
bien se pretende con ello mantener funcionando al agro, a las industrias, a las
instituciones y no incrementar el desempleo, creemos que las mismas no serán
suficientes porque el sistema se dirige a una quiebra irremediable y la misma
era preexistente a la llegada de la plaga.
Por
ejemplo, sabemos que la mayor parte de las enormes cantidades de dinero que se
inyectaron en el sistema financiero global tras la crisis del 2008 y en fechas posteriores, sólo han servido para aumentar
las actividades especulativas. Razonablemente podemos anticipar que pasará
exactamente lo mismo con estos paquetes de rescate. Por lo tanto, el esfuerzo
de los bancos centrales de casi todos los países por mantener con vida al
sector especulativo, solo pueden conducir a una explosión hiperinflacionaria
como ocurrió en la Alemania en 1923.
El
colapso inminente de los mercados
financieros tendría que ser acompañado por un cambio copernicano en el
sentido de apuntar a la reorganización del mismo mediante el establecimiento de
un nuevo sistema que establezca un nuevo sistema que supere al establecido en
Bretton Woods tras la 2da GM.
A
saber, uno que:
1.
Implemente un sistema global de
separación bancaria, según el modelo de la ley Glass-Steagall sancionada
por el presidente de los EE.UU. Franklin Roosevelt para sacar a su país de la
Gran Depresión. Por el cual, la banca
comercial queda bajo protección del Estado y se la separa, con un cortafuego,
de la banca financiera especulativa de inversión.
2.
Cada Banco Central nacional proporciona
los fondos necesarios para otorgar créditos a efectos de retomar las
actividades productivas de la economía real.
3.
Se establece entre los países participantes un sistema de tipo de cambio fijo y se firman tratados de cooperación
entre los Estados con el propósito de llevar a cabo proyectos de desarrollo
en los países más postergados, a fin de reducir la brecha de ingresos y de
niveles de vida entre ellos.
4.
Se aumenta, en forma urgente, la
productividad de la economía mundial para que pueda alojar a una creciente
población mundial, a los efectos de facilitar la ejecución de programas
internacionales para el impulso de la energía nuclear y otras energías
renovables a fin de hacerla más sustentable y menos contaminante ante el avance
de las consecuencias del Cambio Climático. También se impulsan las tecnologías
avanzadas relacionadas como las ciencias de la vida, a fin de encontrar
soluciones a los desafíos como el coronavirus y otras amenazas biológicas por venir.
LA SITUACIÓN DE LA
ARGENTINA
La
Argentina se encuentra en una situación particular. En parte, debido a sus
continuos fracasos económicos, pero también a sus aciertos y a sus
peculiaridades.
Para
empezar por estas últimas, recordemos que, como sostiene Niall Ferguson –un reconocido historiador, escritor y profesor
británico especialista en historia económica– sostiene que la Argentina es una suerte de laboratorio
en el que suceden cuestiones interesantes y que muchas veces éstas se adelantan
a las que pasan a nivel mundial. (1)
Para
seguir, hay que admitir que la deuda
externa argentina, por un lado, nunca tuvo una justificación administrativa,
económica ni financiera. Y por el otro, la inminente crisis financiera
global la ha tornado imposible de pagar bajo el simple fundamento de que a
quién se la tendríamos que pagar está al borde la quiebra.
Hoy por hoy no solo es
una decisión que pueda o que deba ser tomada. Es una que nos viene impuesta por
la mismísima situación global,
ya que no sería necesario insubordinarse, tal como lo propone el doctor Marcelo
Gullo, simplemente porque ya no hay frente a quién hacerlo. Los poderes
financieros globales, entre los que están el FMI, nuestros acreedores y las
economías de los países desde donde ellos operan, están colapsando.
Para
continuar, es menester recrear los criterios de la economía argentina cuando
ésta era exitosa. Nos referimos, concretamente, a las teorías económicas
desarrolladas por Silvio Gesell, que le
permitieron al Presidente Julio A Roca, durante su segunda presidencia, superar
el denominado Pánico de 1890. (2)
El
dinero no utilizado para el pago de la
deuda externa y sus servicios hay que emplearlo para reactivar nuestro
aparato productivo.
Para
ello es necesario:
1.
Reactivar la economía real mediante
medidas destinadas a reducir drásticamente los impuestos nacionales,
provinciales y municipales, especialmente el IVA a los alimentos, a los
combustibles y a las tarifas de servicios públicos. Esto, a los efectos de que
las familias y las PyMes cuenten con capital para volver a funcionar, una
cuestión que, de hecho, ya se ha producido por la ruptura de nuestra cadena de
pagos, tanto individual como empresarial, en el marco de la crisis que plantea
la pandemia.
2.
Poner en marcha toda la infraestructura
estatal productiva de la que dispone el país, desde las fábricas militares
hasta los astilleros, pasando por los laboratorios medicinales. También las
empresas mixtas de alta tecnología, como el INVAP.
3.
Rediseñar y poner a funcionar todos los modos
de transporte estratégico disponibles al servicio del desarrollo nacional,
tales como el ferroviario, el aéreo y el marítimo, potenciando, entre otros, a
los ferrocarriles y a Aerolíneas Argentinas y recreando ELMA.
4.
Custodiar y explotar nuestro Mar
Argentino para, por un lado, evitar su depredación por agentes pesqueros
extranjeros, y por el otro, desarrollar y potenciar nuestra industria pesquera.
5.
Nacionalizar la administración de nuestros
recursos mineros mediante la creación de un organismo estatal que disponga
de la capacidad técnica para monitorear y controlar a las poderosas compañías
mineras que operan en varias de nuestras provincias.
6.
Nacionalizar el comercio exterior a
los efectos de utilizarlo como una herramienta de reciprocidad en los
intercambios comerciales con la región y con el resto del mundo.
Respecto
de los instrumentos financieros necesarios, tenemos como experiencia los que
usamos tras la pasada crisis del 2001, como las formas que encontraron las
provincias para financiarse mediante el uso de las denominadas cuasimonedas. Las que, en buena medida, responden al
concepto de “dinero sellado” inventado por Silvio
Gesell. Una realidad que parece estar a punto de repetirse.
Mediante
estas cuasimonedas el Estado nacional podrá suplantar la merma en su
recaudación impositiva a los efectos de que todas las entidades productivas de
la Nación puedan volcar todos sus recursos a la producción de bienes y
servicios.
Una
vez restablecidas las actividades productivas, será necesario establecer un
nuevo sistema tributario más justo y
acorde con las nuevas realidades.
Como
conclusión final, podemos recordar que la Argentina, por ubicación geopolítica
y por historia, le ha ido bien cuando al mundo le ha ido mal. Así fue durante
ambas guerras mundiales. Por lo tanto, nos ha llegado la hora a los argentinos
de preferir lo nuestro, aunque a esta oportunidad, como a casi todas, se nos
presente calva.
notas: (1) Ver La Geopolítica
de la Deuda Externa. (https://espacioestrategico.blogspot.com/
2020/02/la-geopolitica-de-la-deuda-externa. html) (2) Nos referimos a los ya
mencionados, el banquero argentino Ernesto Tornquist y al economista
argentino-alemán Silvio Gesell. Ambos son los responsables intelectuales de que
durante la segunda presidencia de Julio A. Roca se pudiera conjurar la crisis
económica de 1890 producida por el default del empréstito contraído con la
banca Baring en 1822, en los términos que ya hemos explicado. Por aquella
época, el mundo económico giraba en torno a la libra esterlina respaldada en el
patrón oro. Pero tanto Tornquist como Gesell aconsejaron a Roca que la
Argentina lo abandonara para salir de la crisis. Roca les hizo caso y para
ello, el gobierno creó el Peso Moneda Nacional, unificando el sistema monetario
argentino. La experiencia tuvo éxito, atrajo la atención mundial y Gesell gozó
del raro honor de que uno de los mayores economistas de la historia, J. M.
Keynes, sostuviera que sus ideas se basaron en las suyas, ya que afirmó que la
posteridad más les debería a ellas que a las de Carlos Marx. Nuestra última
mención a Keynes no es casual, pues como todos sabemos, las ideas de éste
fueron las que inspiraron al presidente norteamericano Franklin D. Roosevelt
para sacar a su país de la Gran Depresión de 1929.