miércoles, 1 de abril de 2020

Cómo despertar al gigante dormido



Carlos Pissolito para El Ciudadano
30 de marzo de 2020


“La guerra se la tenemos que hacer del modo que podamos. Si no tenemos dinero, carne y un pedazo de tabaco no nos han de faltar; cuando se acaben los vestuarios, nos vestiremos con las bayetitas que nos trabajan nuestras mujeres y si no, andaremos en pelota como nuestros paisanos los indios. Seamos libres y lo demás no importa nada”. General José de San Martín

LA SITUACIÓN GLOBAL
Como sucede con casi todas las crisis que no terminan en forma catastrófica, algún día terminan. Muy probablemente eso sucederá con la de la pandemia del virus corona. Obviamente quedarán por resolver los efectos persistentes que ella dejará. Entre ellos, uno de los más importantes, será el de la profunda y extendida recesión económica global y local que nos dejará.
En ese sentido, las medidas que han adoptado los gobiernos de casi todos los países están destinadas a paliar los efectos económicos negativos de la pandemia, tales como créditos para las empresas, prórrogas en el pago de impuestos y hasta entrega directa de dinero a los más necesitados.
Si bien se pretende con ello mantener funcionando al agro, a las industrias, a las instituciones y no incrementar el desempleo, creemos que las mismas no serán suficientes porque el sistema se dirige a una quiebra irremediable y la misma era preexistente a la llegada de la plaga.
Por ejemplo, sabemos que la mayor parte de las enormes cantidades de dinero que se inyectaron en el sistema financiero global tras la crisis del 2008 y en fechas posteriores, sólo han servido para aumentar las actividades especulativas. Razonablemente podemos anticipar que pasará exactamente lo mismo con estos paquetes de rescate. Por lo tanto, el esfuerzo de los bancos centrales de casi todos los países por mantener con vida al sector especulativo, solo pueden conducir a una explosión hiperinflacionaria como ocurrió en la Alemania en 1923.
El colapso inminente de los mercados financieros tendría que ser acompañado por un cambio copernicano en el sentido de apuntar a la reorganización del mismo mediante el establecimiento de un nuevo sistema que establezca un nuevo sistema que supere al establecido en Bretton Woods tras la 2da GM.

A saber, uno que:
1. Implemente un sistema global de separación bancaria, según el modelo de la ley Glass-Steagall sancionada por el presidente de los EE.UU. Franklin Roosevelt para sacar a su país de la Gran Depresión. Por el cual, la banca comercial queda bajo protección del Estado y se la separa, con un cortafuego, de la banca financiera especulativa de inversión.

2. Cada Banco Central nacional proporciona los fondos necesarios para otorgar créditos a efectos de retomar las actividades productivas de la economía real.
3. Se establece entre los países participantes un sistema de tipo de cambio fijo y se firman tratados de cooperación entre los Estados con el propósito de llevar a cabo proyectos de desarrollo en los países más postergados, a fin de reducir la brecha de ingresos y de niveles de vida entre ellos.
4. Se aumenta, en forma urgente, la productividad de la economía mundial para que pueda alojar a una creciente población mundial, a los efectos de facilitar la ejecución de programas internacionales para el impulso de la energía nuclear y otras energías renovables a fin de hacerla más sustentable y menos contaminante ante el avance de las consecuencias del Cambio Climático. También se impulsan las tecnologías avanzadas relacionadas como las ciencias de la vida, a fin de encontrar soluciones a los desafíos como el coronavirus y otras amenazas biológicas por venir.

LA SITUACIÓN DE LA ARGENTINA
La Argentina se encuentra en una situación particular. En parte, debido a sus continuos fracasos económicos, pero también a sus aciertos y a sus peculiaridades.
Para empezar por estas últimas, recordemos que, como sostiene Niall Ferguson –un reconocido historiador, escritor y profesor británico especialista en historia económica– sostiene que la Argentina es una suerte de laboratorio en el que suceden cuestiones interesantes y que muchas veces éstas se adelantan a las que pasan a nivel mundial. (1)
Para seguir, hay que admitir que la deuda externa argentina, por un lado, nunca tuvo una justificación administrativa, económica ni financiera. Y por el otro, la inminente crisis financiera global la ha tornado imposible de pagar bajo el simple fundamento de que a quién se la tendríamos que pagar está al borde la quiebra.
Hoy por hoy no solo es una decisión que pueda o que deba ser tomada. Es una que nos viene impuesta por la mismísima situación global, ya que no sería necesario insubordinarse, tal como lo propone el doctor Marcelo Gullo, simplemente porque ya no hay frente a quién hacerlo. Los poderes financieros globales, entre los que están el FMI, nuestros acreedores y las economías de los países desde donde ellos operan, están colapsando.
Para continuar, es menester recrear los criterios de la economía argentina cuando ésta era exitosa. Nos referimos, concretamente, a las teorías económicas desarrolladas por Silvio Gesell, que le permitieron al Presidente Julio A Roca, durante su segunda presidencia, superar el denominado Pánico de 1890. (2)
El dinero no utilizado para el pago de la deuda externa y sus servicios hay que emplearlo para reactivar nuestro aparato productivo.

Para ello es necesario:
1. Reactivar la economía real mediante medidas destinadas a reducir drásticamente los impuestos nacionales, provinciales y municipales, especialmente el IVA a los alimentos, a los combustibles y a las tarifas de servicios públicos. Esto, a los efectos de que las familias y las PyMes cuenten con capital para volver a funcionar, una cuestión que, de hecho, ya se ha producido por la ruptura de nuestra cadena de pagos, tanto individual como empresarial, en el marco de la crisis que plantea la pandemia.
2. Poner en marcha toda la infraestructura estatal productiva de la que dispone el país, desde las fábricas militares hasta los astilleros, pasando por los laboratorios medicinales. También las empresas mixtas de alta tecnología, como el INVAP.
3. Rediseñar y poner a funcionar todos los modos de transporte estratégico disponibles al servicio del desarrollo nacional, tales como el ferroviario, el aéreo y el marítimo, potenciando, entre otros, a los ferrocarriles y a Aerolíneas Argentinas y recreando ELMA.
4. Custodiar y explotar nuestro Mar Argentino para, por un lado, evitar su depredación por agentes pesqueros extranjeros, y por el otro, desarrollar y potenciar nuestra industria pesquera.
5. Nacionalizar la administración de nuestros recursos mineros mediante la creación de un organismo estatal que disponga de la capacidad técnica para monitorear y controlar a las poderosas compañías mineras que operan en varias de nuestras provincias.
6. Nacionalizar el comercio exterior a los efectos de utilizarlo como una herramienta de reciprocidad en los intercambios comerciales con la región y con el resto del mundo.

Respecto de los instrumentos financieros necesarios, tenemos como experiencia los que usamos tras la pasada crisis del 2001, como las formas que encontraron las provincias para financiarse mediante el uso de las denominadas cuasimonedas. Las que, en buena medida, responden al concepto de “dinero sellado” inventado por Silvio Gesell. Una realidad que parece estar a punto de repetirse.
Mediante estas cuasimonedas el Estado nacional podrá suplantar la merma en su recaudación impositiva a los efectos de que todas las entidades productivas de la Nación puedan volcar todos sus recursos a la producción de bienes y servicios.
Una vez restablecidas las actividades productivas, será necesario establecer un nuevo sistema tributario más justo y acorde con las nuevas realidades.
Como conclusión final, podemos recordar que la Argentina, por ubicación geopolítica y por historia, le ha ido bien cuando al mundo le ha ido mal. Así fue durante ambas guerras mundiales. Por lo tanto, nos ha llegado la hora a los argentinos de preferir lo nuestro, aunque a esta oportunidad, como a casi todas, se nos presente calva.

notas: (1) Ver La Geopolítica de la Deuda Externa. (https://espacioestrategico.blogspot.com/ 2020/02/la-geopolitica-de-la-deuda-externa. html) (2) Nos referimos a los ya mencionados, el banquero argentino Ernesto Tornquist y al economista argentino-alemán Silvio Gesell. Ambos son los responsables intelectuales de que durante la segunda presidencia de Julio A. Roca se pudiera conjurar la crisis económica de 1890 producida por el default del empréstito contraído con la banca Baring en 1822, en los términos que ya hemos explicado. Por aquella época, el mundo económico giraba en torno a la libra esterlina respaldada en el patrón oro. Pero tanto Tornquist como Gesell aconsejaron a Roca que la Argentina lo abandonara para salir de la crisis. Roca les hizo caso y para ello, el gobierno creó el Peso Moneda Nacional, unificando el sistema monetario argentino. La experiencia tuvo éxito, atrajo la atención mundial y Gesell gozó del raro honor de que uno de los mayores economistas de la historia, J. M. Keynes, sostuviera que sus ideas se basaron en las suyas, ya que afirmó que la posteridad más les debería a ellas que a las de Carlos Marx. Nuestra última mención a Keynes no es casual, pues como todos sabemos, las ideas de éste fueron las que inspiraron al presidente norteamericano Franklin D. Roosevelt para sacar a su país de la Gran Depresión de 1929.

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