domingo, 18 de octubre de 2020

Nuestro ¡Viva Perón! es grito de lealtad a la doctrina peronista

 Julio PIUMATO para Infobae


 

De pronto alzó la frente y se hizo rayo

(¡era en Octubre y parecía Mayo!),

y conquistó sus nuevas primaveras.

El mismo pueblo fue y otra victoria.

Y, como ayer, enamoró a la Gloria,

¡y Juan y Eva Perón fueron banderas!” (Leopoldo Marechal)

 

El 17 de Octubre de 1945, épica nuestra, fecha fundacional imborrable del destino manifiesto de los argentinos en nuestros 500 años sin respiros ni fatigas, marcó el inicio de la única revolución social y en paz que vivió la Argentina. Bisagra cardinal que significó la concreción del primer proyecto de Nación en beneficio de la totalidad de los argentinos sin exclusiones. Irrupción masiva de millares de trabajadores y humildes surgidos del “subsuelo de la Patria sublevada” según describió Raúl Scalabrini Ortiz, movilizados por la liberación del Coronel patriota a quien consagrarían como su líder, dando nacimiento al Peronismo. Es en este sentido, que hace décadas vengo insistiendo en que fueron los trabajadores movilizados los que dieron nacimiento al Peronismo en ese enorme aluvión de voluntad y lealtad popular en defensa de quien, desde la modesta Secretaría de Trabajo y Previsión, los había señalado como los verdaderos artífices de la riqueza nacional y había impulsado la legislación que dignificaba su trabajo y mejoraba la condición de vida de sus familias.

Por esa razón había sido desplazado y encarcelado el 9 de octubre de ese año. El día de su liberación, en su mensaje al pueblo, además de anunciar la convocatoria a elecciones como condición a sus captores que le exigían que tranquilizara a las multitudes y desactivara la concentración popular, dejó un consejo final que me interesa recordar por la vigencia medular para el tiempo que vivimos. Exhortó: “Trabajadores: únanse; sean hoy más hermanos que nunca. Sobre la hermandad de los que trabajan ha de levantarse en esta hermosa tierra la unidad de todos los argentinos.” Sabio consejo que cuando los dirigentes supieron hacerle honor, acompañó los mejores momentos de los trabajadores argentinos. El recuerdo de los logros de la revolución justicialista así lo atestigua: en 1953, la participación de los trabajadores en la renta nacional fue la más elevada de la historia, cuando el fifty-fifty entre capital y trabajo alcanzó al 54 % para los trabajadores. Y a fines del año 1974, como consecuencia de las políticas que se desarrollaron a partir de 1973 y al Pacto Social, el salario real del trabajador argentino alcanzó el nivel más alto de nuestra historia. De 1983 al día de hoy, estos números son una enorme quimera.

Tiempos aquéllos en que la CGT estaba unida. Y fue la unidad del movimiento obrero organizado la que permitió cumplir el mandato del General Perón, quien al anunciar un 24 de febrero los Derechos del Trabajador, puso a la CGT como custodia para garantizar que esos derechos perduraran y no fuesen conculcados.

 

También reconoció el derecho a las organizaciones sindicales, auténticas organizaciones libres del pueblo, de participar activamente en la discusión e implementación del modelo de Nación a la que aspiraban. Por esta razón, el movimiento obrero organizado en una única CGT se constituyó como columna vertebral del Proyecto Nacional y, por lo tanto, del Peronismo como federación de organizaciones libres del pueblo con centralidad en los trabajadores. Mientras lo fue en forma efectiva, el Peronismo tuvo programa de gobierno, tuvo a la planificación como herramienta de un Proyecto Nacional independiente, a la Comunidad Organizada como modelo civilizatorio alternativo y a los trabajadores organizados como garantía de su cumplimiento.

La dictadura cívico militar del 24 de marzo del 1976 impuso a sangre y fuego con un brutal genocidio -del que los trabajadores y sus organizaciones sindicales fueron el principal blanco represivo-, un programa económico de especulación sobre la producción, de desnacionalización sobre la economía nacional, del individualismo sobre la solidaridad y de concentración económica sobre la justicia social. Y así como el Proyecto Nacional de Perón tuvo al movimiento obrero organizado como columna vertebral, la dictadura hizo de la nueva Ley de Entidades Financieras de Martínez de Hoz, su propia columna vertebral, transformando con ella el ahorro nacional que había sido eje de financiación del consumo popular y de la inversión pública, en botín de la especulación financiera trasnacional, iniciando un proceso de saqueo incesante de nuestras riquezas que se continúa al momento en que esto escribimos.

En 1983, la vuelta a una democracia de tipo liberal que el Peronismo había superado con el modelo de democracia social, orgánica y directa, devolvió a los argentinos sus derechos civiles y políticos, pero nunca restituyó a los trabajadores -que fuimos quienes llevamos adelante la heroica resistencia a la dictadura que nos costó miles de víctimas los derechos que la dictadura conculcó. Los trabajadores y los humildes de la Patria pagábamos el costo de una dirigencia sin conciencia nacional que mantendría inalterable hasta la actualidad la Ley de Entidades Financieras causante del genocidio y la decadencia nacional. Aun cuando fueron Juzgados los responsables del genocidio, insólitamente no se tocó la Ley de Martínez de Hoz, verdadera causal de la violación de los derechos humanos de tantos argentinos en aquellos años dolorosos. Y digo más: causal de las cifras actuales de pobreza e indigencia que, aunque no se lo diga con la fuerza necesaria, permite que se continúen violando los derechos de millones de argentinos con la violencia cruel del hambre, la desocupación, la exclusión y el “descarte.”

De la misma forma, el retorno a una democracia formal parece haber hecho caer en la amnesia total a la dirigencia respecto a la vitalidad del testamento póstumo que Perón legó: síntesis de su experiencia histórica, profético y pleno de esa sabiduría que nos permitió pensar el devenir del mundo varias décadas antes de que los hechos se produjeran. Porque en el Modelo Argentino para el Proyecto Nacional, pueden encontrarse hoy mismo las bases para reconstruir la Argentina con Independencia económica, Soberanía política y Justicia social.

Por eso, al recordar el 17 de Octubre debemos fundamentalmente reflexionar, y mucho más los que tienen responsabilidades de gobierno o dirigencial, sea ésta sindical, empresarial o social, sobre el significado de aquella gesta no como una anécdota histórica del museo de los recuerdos, sino como el inicio de un proceso histórico que, aún en un mundo bipolar y hostil, permitió a los argentinos vivir dignamente y proyectar un futuro para toda la Nación. Hoy, el Papa Francisco señala que la pandemia como toda crisis profunda, puede derrumbarnos definitivamente o ser una oportunidad.

Para los trabajadores, para los peronistas, para todos aquellos que ansiamos una Argentina justa y que somos conscientes de la potencialidad que tiene nuestra Patria por sus riquezas y por la capacidad de nuestro Pueblo, esta es una oportunidad que no podemos desperdiciar. Contamos con el bagaje histórico de los últimos 75 años para volver, como enseñó Perón, a ser “artífices de nuestro propio destino y no presas de la ambición de nadie.” No será fácil, nunca lo fue, pero tampoco será imposible: necesitamos patriotismo, fundamentalmente en los dirigentes, que vuelvan a ser un ejemplo de humildad, entrega, honestidad y solidaridad. Que vuelvan a señalar nuestro camino: que nadie se realiza en una comunidad que no se realiza. Que convoquen a trabajar para la verdadera unión de todos los argentinos en un proyecto que nos contenga y nos permita participar en la reconstrucción nacional.

Por nuestra parte, los dirigentes sindicales tenemos la responsabilidad de concretar la unidad en una única CGT, que es reclamo de los trabajadores y reaseguro de poder impulsar un Proyecto Nacional que nos devuelva protagonismo efectivo. Sobre esa unidad podremos reconstruir la unidad de todos los argentinos, como lo expresó Perón aquel glorioso 17 de Octubre de 1945, que seguirá vertebrando los desafíos actuales para el país y para las organizaciones libres del pueblo.

Por eso, nuestro ¡Viva Perón! hoy es grito de lealtad y fidelidad a los principios de la doctrina peronista que nos enseñó una ética política, la del sentido heroico de la vida que legó el General, la del amor y la igualdad que enseñó Evita, la del camino de combatir al capital, la del continentalismo de ganarle al imperio para hacer realidad la Argentina Grande con la que San Martín soñó. Este 17 de octubre ratifiquemos con más ahínco nuestras banderas históricas, nuestra doctrina y la lealtad con la Patria y el Pueblo que, más temprano que tarde, logrará la unidad nacional para que desde los cimientos profundos, desde bien abajo, podamos cantar con Marechal: “El mismo pueblo fue y otra victoria. Y, como ayer, enamoró a la Gloria.”

 

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