domingo, 8 de agosto de 2021

Un importante paso adelante en Defensa Nacional

 Por: Eduardo J. Vior para EL PAIS 


El pasado viernes 6 de agosto el jefe de asesores del Consejo Nacional de Seguridad de Estados Unidos, Jake Sullivan, y una significativa delegación del Consejo de Seguridad Nacional y del Departamento de Estado de Estados Unidos se reunieron con el presidente Alberto Fernández, el canciller Felipe Solá y el Secretario de Asuntos Estratégicos Gustavo Béliz. Aunque no trascendieron detalles de lo conversado, tanto el perfil técnico de la delegación norteamericana como declaraciones previas del jefe de la misma indican los objetivos de la visita: emblocar a los países del Cono Sur en la estrategia norteamericana impidiendo al mismo tiempo su cooperación regional, advertir sobre la influencia rusa y china y cerrar el cerco cibernético, para evitar la incorporación por nuestro país de la tecnología del 5G.

Previamente, Jake Sullivan había ofrecido al gobierno de Jair Bolsonaro el apoyo para que Brasil se convierta en socio global de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte), como moneda de cambio por vetar el 5G de China. El tema fue discutido por Sullivan con el gobierno brasileño el jueves 5 durante su estadía en Brasilia. El emisario de Joe Biden se reunió con el presidente, con el ministro de Defensa, el general Braga Netto, y con los jefes de las tres fuerzas armadas.

Por parte de la Casa Blanca participaron también los directores del Consejo de Seguridad Nacional para el Hemisferio Occidental, Juan González; para Tecnología y Seguridad Nacional, Tarun Chhabra, y para Seguridad Cibernética, Amit Mital.

Para nuestro país la decisión que adopte el Alto Mando brasileño reviste una importancia máxima, porque, si decide asociarse a la OTAN, estará levantando nuevamente un muro en la frontera con Argentina, como el que frenó durante mucho tiempo nuestra integración y recién fue derribado en 1979 por el Tratado Itaipú-Corpus. EE.UU. está acordonando el hemisferio con una combinación de señuelos y advertencias. A Argentina, por ejemplo, ofrecen participar en las negociaciones sobre Venezuela que se celebrarán en México, a cambio de que cerremos la puerta a Huawei y cancelemos importantes proyectos constructivos.

Estas maniobras norteamericanas son sumamente preocupantes, ya que retrotraen a la región a una competencia ya superada por la hegemonía regional y arrasan con una experiencia de cooperación interestatal en materia de Defensa que permitió la construcción del Mercosur y, más tarde, de la Unasur, con su correlato militar: el Consejo de Defensa Suramericano.

Esta presión sobre nuestras decisiones soberanas es posible, porque nuestro país necesita el voto estadounidense, para refinanciar el oneroso crédito del FMI contraído por Mauricio Macri en 2018. Al mismo tiempo, Washington nos chantajea impidiéndonos cumplir con los compromisos contraídos con la República Popular de China en el marco del Acuerdo de Cooperación Estratégica Especial de 2013, sobre todo en el refinanciamiento de las represas Jorge Cepernic y Néstor Kirchner en Santa Cruz. Al incumplir nosotros nuestras obligaciones, Pekín ha paralizado las demás inversiones comprometidas, especialmente la reconstrucción y expansión del Belgrano Cargas. El embrollo estratégico, diplomático y económico en que nos encontramos subraya la importancia de dar continuidad a y sacar las adecuadas conclusiones de la Directiva de Defensa Nacional publicada el pasado 19 de julio en el Boletín Oficial.

La Directiva se aprobó a través del Decreto N° 457/2021 y contiene relevantes modificaciones a las directivas (DPDN) de 2009 y 2014. Los lineamientos fueron elaborados después de que en 2020 se decidiera revocar la DPDN dictada por el gobierno de Cambiemos y volver a la de 2014.

El nuevo texto, publicado al cabo de seis meses de discusión entre los ministerios de Defensa y Relaciones Exteriores, comienza con un “diagnóstico y apreciación del escenario global y regional”, dentro del cual se establecen los tableros “estratégicos – militares”, el “económico-comercial” y el “transnacional”, de modo de hacer posible definir los cursos de acción de esta norma. Por concluir los fundamentos del documento, ésta es la parte que más interesa aquí.

En primer lugar la DPDN señala, en el marco del Diagnóstico y Apreciación del escenario de Defensa Global y Regional, que “La política de defensa nacional se desarrolla de manera articulada y complementaria con la política exterior, buscando contribuir de este modo a la protección de los intereses vitales y estratégicos de la Nación, a la consolidación de la paz regional y a la vigencia del derecho internacional”. En este punto la interrelación entre los ministerios de Defensa y Exteriores es vital a la hora de prever los futuros escenarios de la Defensa Nacional.

En este contexto se destaca en el Diagnóstico que en estos últimos 30 años el sistema internacional sufrió grandes transformaciones, al pasar de una estructura bipolar a una unipolar y de ésta en la actualidad a una más difusa y compleja. En el campo internacional existe una alta competitividad entre los Estados, preponderando un escenario de amenazas interestatales en el que los actores no estatales han quedado relegados como fuente de amenaza, a lo que se suman la creciente brecha en el uso y empleo de las tecnologías en el campo de batalla y la carrera armamentística.

En el campo regional, en tanto, la DPDN registra lo siguiente: “El Cono Sur se encuentra inserto en una dinámica compleja de redefinición de sus mecanismos de cooperación e integración regional. Es difícil prever el impacto que estas transformaciones pueden tener en el mediano y largo plazo, ya que esto dependerá de los nuevos modelos de coordinación que se definan para el entorno regional más inmediato del país. Sin embargo, incluso en un contexto político relativamente fragmentado y menos favorable al de décadas pasadas en materia de soluciones regionales para los problemas comunes, el fortalecimiento del diálogo constructivo y la coordinación con nuestros vecinos continuarán siendo prioridades estratégicas de la República Argentina”.

Con respecto a la Cuestión de Malvinas se enfatiza que “Las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y los espacios marítimos e insulares correspondientes que, siendo parte integrante del territorio argentino se encuentran ilegítimamente ocupados por una de las principales potencias militares mundiales, el Reino Unido”. En este punto se considera que el despliegue militar en estos territorios impone a la Argentina una obstrucción para el ejercicio pleno y efectivo de la soberanía del Estado. Por otro lado, se da mayor importancia al posicionamiento estratégico de las islas “en cuanto representa no solo un polo de recursos naturales sino un centro de operaciones con la Antártida y las conexiones marítimas de los océanos.”

“La recuperación de dichos territorios y el ejercicio pleno de la soberanía, respetando el modo de vida de sus habitantes y conforme a los principios del Derecho Internacional, constituye un objetivo permanente e irrenunciable del pueblo argentino” ratifica la DPDN.

Ya a fines del año pasado la Directiva de Política de Defensa Nacional se encontraba lista para ser tratada por otras dependencias del Estado Nacional. Sin embargo, su publicación se demoró más de seis meses por las diferencias y discusiones dentro del poder ejecutivo. Según cita Zona Militar, tanto el contenido, como las menciones sobre la Cuestión de Malvinas que se hacían en la versión original fueron sustancialmente limadas para la publicación. No obstante, a diferencia de las directivas anteriores, la nueva estrategia de Defensa da absoluta prioridad a la dinámica en el Atlántico Sur y a la amenaza representada por la presencia de un importante contingente militar británico en las Islas Malvinas.

Sin embargo, teniendo en cuenta las políticas norteamericana, británica e israelí para el Cono Sur, se echa de menos que la Directiva desconsidere las amenazas implicadas por la presencia de fuerzas extrarregionales en el área de las Tres Fronteras con Brasil y Paraguay y el aprovechamiento de la localización de nuestro país en los cursos medio y bajo de los ríos Paraná y Uruguay para dañar nuestra economía mediante medidas hidrológicas, medioambientales, tráfico, trata y comercio ilegal.  Sin confundir las políticas de Defensa y de Seguridad, es empero imprescindible no perder de vista aquellas medidas tomadas por estados extranjeros para perjudicar intencionalmente nuestra economía y las condiciones de vida de nuestra población. Del mismo modo, hay que tener en cuenta el control de nuestras redes informáticas y comunicacionales por empresas extranjeras que, junto a sus intereses comerciales (muchas veces ilegítimos), se han convertido en brazos ejecutores de la política de predominio de sus países de origen. Este amplio espectro de amenazas requiere una respuesta no sólo, pero también militar, para salvaguardar la soberanía política y la independencia económica de Argentina.

Finalmente, cabe referir la mayor carencia no atribuible a la Directiva de Defensa Nacional: la falta de un plan general de reconstrucción y liberación nacional que le dé marco. Muchas de las falencias recién señaladas y muchas otras que no se han mencionado para no abundar, pero también para no desmerecer un documento valioso, se deben a la falta de una estrategia general consensuada y conocida por todo el pueblo que sirva de guía ordenadora a todas las políticas sectoriales. Sin esta estrategia (un verdadero proyecto nacional) la mejor Directiva de Defensa tantea en la oscuridad.

La Directiva de Defensa Nacional representa un significativo paso adelante hacia el desarrollo del instrumento militar de la soberanía nacional, pero debe ser complementada por un plan general de reconstrucción y liberación nacional que le dé el encuadre político que hoy le falta y dentro de la misma Directiva deben completarse los huecos que han quedado abiertos. Para que el paso se convierta en marcha precisa un plan de ruta y muchos pasos más.

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