Alberto Buela (*)
Cuando
en 1995 publiqué por primera vez ¿Qué es metapolítica? nunca pensé que
fuera a tener la difusión que tuvo. Se tradujo a unos cuantos idiomas y fue
tomado como texto por autores que estudiaron el tema.
Sostuve
allí que en la metapolítica se pueden distinguir tres corrientes principales:
a) la del tradicionalismo filosófico a
cuya cabeza está Silvano Panuncio, que sostiene que la metapolítica es la
metafísica de la política, la analítico-hermenéutica
de Manfred Ridel, que afirma que no se puede hacer metapolítica sin
política y la culturalista de Alain de
Benoist, que apoya la tesis que hay que hacer metapolítica sin meterse en
política.[1]
En
esta casi cuarto de siglo la disciplina avanzó mucho. Siguiendo la saga de
Silvano Panuncio aparecieron trabajos importantes y pensadores significativos
como Aldo La Fata y Primo Siena. El
primero, a solicitud nuestra, nos ayudó a conseguir el primer manuscrito sobre
metapolítica: Metapolitica hoc est Tractatus de Repubblica,
Philosophice considerata cuyo
autor era el monje cistreciense Juan Caramuel Lobkowitz [2]nacido
en Madrid en 1606 y fallecido en Vigevano (Italia) 1682, de ahí que el Fondo
Caramuel se encuentre en esa ciudad de la Lombardía. El
texto mencionado es el primero del que se tiene noticias que utiliza el término
metapolítica. Texto que fue redactado alrededor de 1650 y que en el Archivo
histórico diocesano de Vigevano. Es además, el profesor La Fata, el continuador
de la revista Metapolítica editada en
Roma.
En cuanto al pensador italo-chileno Primo Siena, produjo
en estos años un libro liminar La espada
de Perseo en donde sostiene
que una de las tareas de la metapolítica es crítica y desmitificación de la
cripto política o la política de logias.
Dentro de la corriente hermenéutica
se destacaron en este cuarto de siglo el belga Robert Steukers, el español Javier Esparza y el italiano
Carlo Gambescia, como sostenedores de una metapolítica que busque una
salida y cambio de la política. Steukers es un incansable trabajador y difusor
cultural, su revista Synergies una
incontrastable muestra de su enjundioso trabajo. Esparza es la cabeza más
lúcida de la España actual y su trabajo Curso
general de disidencia (1997) conserva todo su vigor. En cuanto a Gambescia con libro Metapolítica: otra visión sobre el poder (2007) se transformó
en un autor de consulta.
Finalmente, la corriente
culturalista dio infinidad de pensadores y trabajos sobre la metapolítica. Se
pueden consultar con mucho provecho los artículos de Alain de Benoist, Marco
Tarchi, Alessandro Campi, Alexander Dugin, Paul Gottfried, Ernesto Araújo, etc.
Esta corriente, seguramente la más productiva, no editó ningún tratado
específico. Pero es la que generó el mayor número de trabajos desde el
marxismo. Así, Alain Badiou en su Compendio de metapolítica (2010) va a sostener que metapolítica
es una etiqueta para aquellos modos políticos que
buscan cambiar las prácticas políticas establecidas. Giacomo Marramao, por su parte afirmará, que la metapolítica tiene la
exigencia de identificar tanto en el área de la política mundial, regional como
nacional, la diversidad ideológica tratando de convertir dicha diversidad en un
concepto de comprensión política.
Desde México apareció desde
el ángulo universitario la revista Metapolítica dirigida por el profesor
César Cansino de corte socialdemócrata, que se puso como objetivo aquel de
A. Badiou “reestructurar la cara visible
de lo público”. Allí mismo me publicaron en el N° 6 de 1998 ¿qué es metapolítica?
Lo mismo ocurrió con la
Universidad de Navarra donde comenzaron a dictarse cursos sobre metapolítica
orientados a mostrar que tanto la nueva izquierda como la nueva derecha
comparten su preocupación por la metapolítica. Al mismo tiempo que
se afirma que las dos ramas de la metapolítica: desmitificar presupuestos
políticos y construir comunidades.
De las universidades
iberoamericanas la única experiencia es la que tuvimos oportunidad de realizar
en la Universidad de Feria de Santana
(Brasil-2013) bajo la dirección del filósofo Nilo Reis. Sería de desear que
nuestras universidades imiten el ejemplo, para una mejor comprensión y
profundización de la disciplina.
El lado negativo de la metapolítica apareció también en este cuarto de
siglo cuando se reeditó libro de Peter Viereck, Metapoitics: the roots of the Nazi mind (2008), un verdadero
dislate en el uso del término. En el mismo sentido podemos caracterizar el
libro de Daniel Estulin Metapolítica:
transformación global y guerra de potencias (2020) que confunde
geoestrategia con metapolítica.
Hoy la metapolítica en tanto
que pluridisciplina se abre a un mundo de significaciones que no puede
encerrarse en una fórmula, aunque para nosotros la mejor sigue siendo: el estudio de las grandes categorías que
condicionan la acción política.
A esta tarea, la forma
óptima de acceder es a través del ejercicio del disenso, que no es otra cosa
que la capacidad metodológica y existencial de proponer otro sentido a lo dado
y aceptado por el statu quo reinante.
Como alguna vez dijo el presidente checo
Valclav Havel: El disidente no aspira a
cargos oficiales ni busca votos. No trata de agradar al público, solo puede
ofrecer su pellejo.
El disenso como método no les está permitido a los observadores del mundo
y sus problemas sino a los comprometidos con el mundo y sus problemas. El
disenso como acceso más genuino a la metapolítica encierra una dimensión
existencial irreductible al libro; exige la acción. Pero ¿qué acción? La acción
sobre la política (la politique) y no sobre lo político (le politique). Esto
último, está reservado para la filosofía política como históricamente ha sido.
Esta distinción, vuelta
clásica, fue enunciada modernamente por Carl
Schmitt, Julien Freund y Cornelius Castoriadis: los griegos inventaron la política como organización de lo político. En tanto que lo político (el poder) se
posee o no.
La
metapolítica se ocupa fundamentalmente de las categorías políticas y,
tangencialmente, puede ocuparse de aquellos grupos o lobbies que ocupan el poder. Esto último lo hace cuando trabaja
sobre la criptopolítica.
Así
están dadas las cosas en esta neo disciplina, siguen existiendo tres corrientes
que la trabajan muy seriamente y algunos intentos universitarios de
normalizarla como disciplina académica, al par que varias tentativas espurias
de demonización como de endiosamiento, según sean los intereses políticos a los
que responden sus autores.
[1]
Me niego rotundamente a clasificar a
Alain de Benoist con el rótulo ruin de nueva derecha. Rechazo la
clasificación por tres motivos fundamentales. Primero, porque este calificativo
insidioso, desnaturaliza su pensamiento, buscando el desprestigio de él mismo;
segundo, porque lo conozco desde hace exactamente 40 años y de hombre de
derecha no tiene nada. Y tercero, porque su propuesta es culturalista y no
política como son los pseudo conceptos de derecha e izquierda. Sostengo que de Benoist es el pensador
francés más original de la segunda mitad del siglo XX y lo que va del XXI.
Solo es necesario leer sin prejuicios sus casi 110 libros.