Por Omar Dalponte
Cuando en 1983 la fórmula radical encabezada por Raúl
Alfonsín se impuso, en una elección muy polarizada, sobre la del Justicialismo representada por Italo
Luder, parecía que el mundo se acababa
para el peronismo. La juventud radical cantaba en plazas teñidas de blanco y rojo:
“ojo con tocarlo a Alfonsín, lo banca el pueblo / y por eso señor presidente
decimos presente por cien años más”. Nostálgicos del viejo partido de Alem
lucían sus boinas blancas y se creyó que la “grasa peronista”, por fin, estaba
definitivamente derretida. Pero la ilusión radical no duró mucho. El gobierno
alfonsinista recibió el primer sopapo poco tiempo después de haber asumido a
fines 1983. El 14 de marzo de 1984, por dos votos, perdió la posibilidad de
aprobar la “ley de reordenamiento sindical”, conocida como la “Ley Mucci”,
llamada así en alusión al entonces ministro de Trabajo Antonio Mucci, un viejo
dirigente gremial gráfico rabiosamente antiperonista. Derrocado Perón en 1955,
al calor de la revolución fusiladora, Mucci, afiliado al sindicato de Artes
Gráficas, gracias a la prohibición de toda participación del peronismo pudo alcanzar puestos
importantes en el sindicalismo. Fue también un férreo opositor a la CGT de los
Argentinos y a su líder, el recordado dirigente gráfico Raymuno Ongaro. Una de
las primeras embestidas por parte del alfonsinismo sobre las organizaciones
sindicales peronistas, un desafío mayúsculo, se hizo añicos en el Senado de la
Nación. Antonio Mucci, fracasó en el
intento y renunció como ministro de Trabajo el 24 de abril de 1984. Algunos radicales de entonces, mareados por
el triunfo de 1983, no advirtieron que orinar contra el viento suele traer
consecuencias desagradables.
Pero, como siempre ocurre, no todo era monocolor. En las
entrañas del radicalismo, tempranamente, sectores de su juventud que no
bancaban a algunos personajes del gabinete alfonsinista como el asesino Roque
Carranza, un ingeniero que había causado varias muertes el 15 de abril de 1953
colocando bombas en una concentración de la CGT realizada en Plaza de Mayo,
también expresaban en canticos populares su posición ideológica:”Con Evita, con
Guevara, con Amaya…por la Patria liberada!!”. De esta manera aludían a la gran
figura de Mario Abel Amaya, un abogado radical de Chubut, detenido desaparecido
en 1976 por el V Cuerpo de Ejército de Bahía Blanca y muerto bajo tortura.
Amaya, todo un símbolo para muchos
jóvenes radicales de aquella época, fue un destacado defensor de presos
políticos detenidos en la cárcel de Rawson (Chubut) entre los que se hallaba el
inolvidable dirigente de Luz y Fuerza de Córdoba, Agustín Tosco. Hoy, con más años
y sus cabelleras blancas, aquellos jóvenes y sus descendientes, sin haber
echado sus convicciones al barro de la politiquería, militan en la nueva
F.O.R.J.A. y coinciden, con otras fuerzas del campo nacional, en pensar para la
Argentina el futuro de paz, justicia y progreso que merecemos.
Para ser justos con los radicales también hay que recordar
que en el entierro de Mario Abel Amaya realizado en la localidad de Trelew, en
octubre de 1976, en pleno apogeo del terror producido por la dictadura militar,
Raúl Alfonsín pronunció un discurso de despedida a su correligionario que, en
opinión de este cronista, es una de las piezas oratorias más valientes y bellas
expresada en tiempos de espanto. ¡Había que tener coraje para decir lo que dijo
don Raúl en aquella oportunidad, rescatando los valores de la democracia y
señalando las atrocidades de la dictadura militar! “Ruego a Dios que permita
sacarnos cuanto antes de esta pesadilla, de esta sangre, de este dolor, de esta
muerte, para que se abran los cielos de nuevo; que en algún momento podamos
venir todos juntos a esta tumba con aquellos recuerdos agridulces y recordar el
esfuerzo del amigo y poder decirle que se realizó, que dio por fin sus frutos.”
Si se necesita una prueba respecto a que los liderazgos se ganan con
inteligencia y coraje en el campo de batalla, ahí han quedado en el papel y en
la memoria las palabras de Alfonsín, dichas en momentos trágicos.
Algunos militantes de aquella época comentan que en medio de
aquel horror, el diario de Bahía Blanca “La Nueva Provincia”, propiedad de la
familia Massot, parientes del actual diputado de Cambiemos, Nicolás Massot, el
día 23 de octubre publicó un editorial con el título: “¡Que a Amaya lo llore el
marxismo!”.
Algo es seguro. Algunos viejos sabios, cuando se trataba de
alcanzar algún objetivo anhelado, decían: “tiempo quieren las cosas”. El
peronismo siempre se puso de pié después de cada momento desfavorable. Lo hizo
luego de 1955 mediante gloriosos años de lucha en todos los terrenos. Quedó
parado a pesar de los brutales enfrentamientos internos de los años setenta y
de haber sufrido la muerte del general Perón. Lo hizo pasada la derrota de 1983
cuando en 1987 triunfó en las elecciones legislativas con el 40,37% sobre el
36,29% de la UCR recuperando la provincia de Buenos Aires con Antonio
Cafiero gobernador. Siguió vivo con posterioridad a la estafa menemista que
hundió a la Argentina quebrando moralmente a gran parte del activo peronista.
Ahora habremos de recuperarnos de las caídas electorales. Como
PJ, en territorio bonaerense, comenzó la recuperación en diciembre del año
pasado cuando se realizaron las elecciones internas y fue elegida la conducción
que encabezan Gustavo Menéndez, Fernando Gray y Fernando Espinoza. Como
Movimiento aún estamos en veremos. Pero desde las brasas comienzan a levantarse
llamas prometedoras. En La Pedrera, San Luis, en Hurlingham, en la Ciudad de
Buenos Aires, en decenas de lugares del conurbano y del interior argentino se
han realizado, recientemente, importantes encuentros de la militancia con
intención de alcanzar un aceptable nivel de unidad. El mes próximo se espera
una gran asamblea peronista en la ciudad de Avellaneda y hay programada otra
reunión para principios de abril en Gualeguaychú, Entre Rios. Claro que los
avances que se produzcan en el sector político nunca serán lo suficientemente
valiosos si, al mismo tiempo, no se produce la unidad del movimiento obrero en
torno a la idea de que éste sea la columna vertebral del Movimiento Nacional.
Algunos pasos se están dando, pero por lo que se ve, aún falta para que maduren
las cerezas. Lo bueno es que, como dijo el poeta, “el campo huele a
primavera”…. y el cerezo está en pie.