Aram
Aharonian
Alrededor
del mundo, una inmensa gama de organismos gubernamentales y partidos políticos
están explotando las plataformas y redes
sociales para difundir desinformación y noticias basura, ejercer la censura
y el control y socavar la confianza en la ciencia, los medios de comunicación y
las instituciones públicas.
El
consumo de noticias es cada vez más
digital, y la inteligencia artificial, el análisis de la big data (que
permite a la información interpretarse a sí misma y adelantarse a nuestras
intenciones) y los algoritmos de la "caja negra" son utilizados para
poner a prueba la verdad y la confianza, las piedras angulares de la llamada
sociedad democrática occidental.
Son
muy pocos los dueños de la infraestructura que permite el uso de internet en
todo el mundo, y también los servicios que sobre ella se brindan. La propiedad de los cables de fibra
subacuáticos, las empresas que se alojan y controlan el NAP de las
Américas, los grandes centros de datos como Google, Facebook, Amazon o los
llamados “servicios en la nube” como Google Drive, Amazon, Apple Store,
OneDrive, veremos que son corporaciones trasnacionales, en su mayoría con
capitales estadounidenses.
Hoy,
de las seis principales firmas que cotizan en bolsa, cinco de ellas son del
rubro de las TIC: Apple, Google, Microsoft, Amazon y Facebook.
CAMPO POPULAR: AGGIORNAR
LA LUCHA
Es
que el mundo cambia constantemente, muchas veces al ritmo de la tecnología y
pareciera que a la izquierda, a los movimientos y medios populares de
comunicación, nos empujan a pelear en campos de batalla equivocados o ya
perimidos, enarbolando consignas que no tienen correlato con este mundo nuevo.
Mientras,
las corporaciones mediáticas hegemónicas desarrollan sus estrategias, tácticas
y ofensivas en nuevos campos de batalla donde se pelea con nuevas armas, donde
la realidad no importa, en lo que quizá ya ni se trata de la guerra de cuarta
generación, la que ataca a la percepción y sentimientos y no al raciocinio,
sino a una guerra de quinta generación, donde los ataques son masivos e
inmediatos por parte de megaempresas trasnacionales, que venden sus “productos”
(como el espionaje) a los Estados.
Hoy
debiéramos estar más atentos a la
integración vertical de los proveedores de los servicios de comunicación con
compañía que producen contenidos, la llegada de los contenidos directamente a
los dispositivos móviles, a la trasnacionalización de la comunicación,
convirtiendo a la información en campañas de terrorismo mediático… mientras
apenas denunciamos lo fácil que está siendo convertir a la democracia en una
dictadura manejada por las grandes corporaciones
Debiéramos
estar atentos a los temas de vigilancia,
manipulación, transparencia y gobernanza de internet, al video como formato
a reinar en los próximos años, estar atentos al hecho de que los mismos
televisores se van convirtiendo en una pantalla más a donde llegan los
contenidos manipulados por las grandes corporaciones.
Pero
desde el campo popular seguimos
reclamando la democratización de la comunicación y la información, creyendo que
una distribución equitativa de las frecuencias de radio y televisión entre
los sectores público, comercial y popular puede significar el fin de la
concentración mediática. Estamos peleando guerras que ya no existen, cuando el
campo de batalla está en Internet, en el big data, en los algoritmos, en la
inteligencia artificial.
Cansa
la insistencia discursiva anclada en el pasado y con una agenda diseñada en
países centrales, que no incluyen nuestras realidades. Se insiste en una
necesaria renovación de la izquierda, en la necesaria búsqueda de nuevos
caminos -en las catarsis colectivas de seminarios, foros, reuniones,
conciliábulos, escritos-, pero no se buscan soluciones específicas al
aislamiento y endogamia de nuestros sitios populares, alternativos a los
mensajes hegemónicos, comunitarios, populares.
Estos temas no están en
la agenda de los movimientos, de los partidos ni de los gobiernos (incluso los progresistas), más
preocupados por seguir con la satanización de las nuevas tecnologías, por la denunciología,
que en definir estrategias y líneas de acción. Hoy los gobiernos de la
restauración conservadora disparan contra Unasur,
que en su momento de auge no pudo concretar un canal propio de fibra óptica,
que al menos le hiciera cosquillas al control de las megacorporaciones.
Hoy,
el escenario digital puede
convertirse en una vía para la reconexión del progresismo con sus bases, y en
particular con los jóvenes, que es como decir con el futuro. Pero, no se ha
avanzado en una agenda comunicacional común, pero tampoco en temas estratégicos
para el futuro de la soberanía tecnológica, como la gobernanza de Internet, el
copyright, la innovación, el desarrollo de nuestras industrias culturales.
Se
habla de nuevos caminos, pero pocos parecen dispuestos a transitarlos, porque
seguramente afectan su identidad, su memoria y su vida. Se insiste en denunciar
la desinformación, la información basura, el terrorismo mediático (tenemos
doctorados en denunciología y lloriqueo), pero no nos preparamos para aprender a usar las nuevas herramientas,
las nuevas armas de una guerra cultural ciberespacial. Quizá el problema no
sea formular, sino tener oídos dispuestos a intentar, dice el humanista Javier
Tolcachier.
Cada
sitio de medios y/u organizaciones
sociales dirige sus mensajes a una masa crítica acotada, a los que ya están
convencidos de su mensaje, en una gimnasia endogámica, sin definir una
agenda propia, latinoamericanista, en defensa de los derechos humanos y de los
trabajadores, una línea editorial que los pueda unificar y entonces entrar con
fuerza en la guerra cultural, en la batalla de las ideas.
Sus
lenguajes –y hablamos sobre la generalidad y por eso es de destacar los
esfuerzos del mediactivismo de Fora de Eixo, Facción o Emergentes, por ejemplo-
no se adecúan al momento histórico, cultural ni tecnológico. Están anclados en
la denunciología, sin visibilizar las luchas, los anhelos, de los pueblos o
sociedades que dicen representar.
EL INFORME DE OXFORD
Un
informe de Samantha Bradshaw y Philip
Howard, investigadores de la Universidad de Oxford (Challenging Truth and
Trust: A Global Inventory of Organized Social Media Manipulation), confirma que
la manipulación de la opinión pública sobre las plataformas de medios sociales
se ha convertido en una amenaza a la vida pública.
En
2017, el primer inventario de las tropas de ocupación cibernéticas globales
realizado por estos investigadores arrojaron luz sobre la organización mundial
de la manipulación de los medios de comunicación social por gobiernos y actores
de partidos políticos. Este año revela las nuevas tendencias de manipulación
organizada de los medios, y sus cada vez más crecientes capacidades,
estrategias y recursos en las que se apoya este fenómeno, con evidencias de
campañas de la manipulación organizada de los medios en 48 países, 20 más que
el año anterior.
En
cada país se constató que al menos un
partido político o agencia gubernamental usaba los medios de comunicación
social para manipular a la opinión pública nacional, en países donde los
partidos políticos diseminan desinformación durante las elecciones, o donde la
institucionalidad se siente amenazada por noticias basura e injerencia
extranjera en los asuntos internos, y desarrollan sus propias campañas de
propaganda cibernética.
En
una quinta parte de estos 48 países, sobre todo en los del sur global, se
hallaron pruebas de campañas de
desinformación operando sobre las aplicaciones de chat como WhatsApp, Telegram
y WeChat. La manipulación de las redes es un gran negocio, donde gobiernos,
fundaciones, ONG y partidos políticos han gastado más de 500 millones de
dólares en investigaciones, desarrollo e implementación de operaciones
psicológicas y manipulación de la opinión pública a través de internet.
En
algunos países esto incluye “esfuerzos para contener al extremismo”, pero en la
mayoría de los países esto implica la propagación de noticias basura y
desinformación durante las elecciones, las crisis militares y complejos
desastres humanitarios.
LA GUERRA DE QUINTA
GENERACIÓN
Si
la guerra de primera generación se
basa en movilizar la mano de obra, la segunda
en el poder de fuego y la tercera en
la libertad de maniobra, los paradigmas cambian sustancialmente en la de cuarta generación, donde tanto los
recursos empleados como los objetivos e intereses a alcanzar engloban tanto al
interés público como privado (intereses de corporaciones). La idea principal es
que el Estado ha perdido su monopolio de la guerra, y a nivel táctico incluye
desde el aspecto armamentista al psicológico,
Dada
la enorme superioridad tecnológica alcanzada durante la etapa anterior frente a
esta asimetría de fuerzas entre contendientes, solo es concebible el uso de
fuerzas irregulares ocultas que ataquen sorpresivamente al enemigo, tratando de
provocar su derrota al desestabilizar a su rival, con el uso de tácticas no
convencionales de combate.
En
la guerra de quinta generación
(también denominada guerra sin límites), introducida desde el 2009 como
concepto estratégico operacional en las intervenciones
EEUU-OTAN, no interesa ganar o perder, sino demoler la fuerza intelectual
del enemigo, obligándolo a buscar un compromiso, valiéndose de cualquier medio,
incluso sin uso de las armas. Se trata de una manipulación directa del ser
humano a través de su parte neurológica (ondas biaurales y componentes de
cristales de magnetita del cerebro y los métodos sobre sus posibles
manipulaciones).
Y
los medios masivos y las redes sociales
son parte integral del esquema de esta guerra, para generar desestabilización
en la población a través de operaciones de carácter psicológico prolongado; se
busca afectar la psiquis colectiva, afectar la racionalidad y la emocionalidad,
además de contribuir al desgaste político y a la capacidad de resistencia.
Y
se cuenta con mecanismos científicos de control total a través de no solo la
manipulación de medio masivos de comunicación e información concentrados, sino
también de sistemas financieros como el Fondo Monetario Internacional, el Banco
Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, miles de fundaciones y
organizaciones no gubernamentales,
Zbigniew
Brzezinski, ex secretario de Estado estadounidense, afirmaba que la clave
estaba en el ataque al recurso emocional
de un país por medio de la revolución tecnológica, La táctica para mantener la
desintegración política en la sociedad consiste en crear complejos de
inferioridad y en convertirse en referencia externa en todos los ámbitos,
evitando que los proyectos y modelos colectivos o alternativos se consoliden en
su identidad, pues la referencia será algo distinto a sí mismos; el mundo
desarrollado y su modelo prevaleciente.
Los
medios de difusión masiva se encargan de condicionar
las mentes en las naciones subdesarrolladas, puesto que “el Tercer Mundo
enfrenta, ahora, el espectro de las aspiraciones insaciables”, según escribía
Brzezinski hace ya 44 años.
REDES SOCIALES,
AISLACIONISTAS
Las
redes sociales son un conjunto de plataformas digitales de esparcimiento e
interacción social entre sus diversos usuarios, ya sean personas, grupos
sociales o empresas, que permiten el envío de mensajes, la comunicación en
tiempo real y la difusión de contenido de distintos modos, entre los usuarios
que se encuentren conectados entre sí, es decir, que sean “amigos” o
“seguidores”.
La
aparición masiva de las redes sociales, dice la experta británico-ecuatoriana
Sally Burch, han revolucionado nuestras sociedades, pero también han causado
preocupación porque al no estar reguladas son aprovechadas para la desinformación, la imposición de
imaginarios colectivos con la difusión de información falsa, creando realidades
virtuales lejanas a las realidades reales, la apropiación de datos
personales para fines comerciales y/o de manipulación política e, incluso, para
conculcar la intimidad de los ciudadanos, invadiendo sus espacios de trabajo,
educación, ocio e incluso de socialización.
Las
redes sociales tienen acceso y manipulan
los datos de sus usuarios (direcciones de correos, números telefónicos,
aficiones, gustos, amigos), gentilmente proporcionados por ellos mismos a
través de la construcción de sus propios perfiles. Su atractivo principal es la
masividad: el mismo mensaje, información –o la misma publicidad tácita o
encubierta- puede ser enviado a millones de personas a la vez, a través de las
distintas plataformas (computadoras, tablets, celulares).
Operan en base a
algoritmos que
organizan la información para mostrarnos más de aquello que nos guste y menos
de lo que no. Cuando validamos un comentario, una publicidad o una noticia,
retroalimentamos el sistema para que se adapte aún más a nuestros gustos
puntuales. Ya que los algoritmos privilegian el contenido semejante al que
hemos elegido (con un “me gusta”), restringiendo las oportunidades de recibir
información real, no filtrada, donde el usuario solo accede a opiniones
semejantes a las suyas (un efecto antidemocrático, sin duda), agrega Burch.
Por
ejemplo, un algoritmo usado por Facebook
se basa en la afinidad (cantidad de veces que unos se conecta con otro,
publicando en sus muros, validando –me gusta- sus contenidos. Su peso es la
cantidad de interacciones que tiene una publicación y el tiempo hace que la
información decaiga en interés y baje en la cola de la información.
Las
desventajas de las redes sociales apuntan a la ruptura con la presencia de los
otros, instándonos a dejar de socializar en persona, en la construcción de
sociedades ciberdependientes, nichos donde no tiene cabida el pensamiento
contrario, la otredad.
¿EL FIN DE LA
TRANSPARENCIA?
La
consultora británica Cambridge Analytica
(CA), la que protagonizó el escándalo por el uso de 87 millones de datos de
usuarios de Facebook, si bien anunció el cese de todas sus operaciones,
simplemente cambió de piel y seguirá sus manipulaciones, amenazando la
transparencia de las elecciones en varios países, entre ellos Argentina,
Colombia y México.
La
compañía británica culpó de su quiebra a las denuncias de manipulación política
que inundaron los medios internacionales en los últimos, pero lo cierto (y que
no dice) es que sus principales activos ya trabajan en una empresa con fines
similares llamada Emerdata Limited, en cuyo consejo de administración aparecen
una serie de nombres directamente vinculados con CA, según destapó en marzo
Business Insider.
Alexander Taylor fue nombrado director de Emerdata el
28 de marzo en sustitución del dimitido Alexander Nix, quien reconoció que trabajó en elecciones en países de todos
los continentes, incluyendo Estados Unidos, Reino Unido, Argentina, Nigeria,
Kenia y República Checa, y debió alejarse a raíz de un vídeo grabado por la
televisión británica con cámara oculta donde hizo toda clase de comentarios
inapropiados como ofrecer grandes cantidades de dinero a un candidato y
amenazarle con publicarlo, para intentar extorsionarlo.
Según
Business Insider, entre los responsables de Emerdata aparece Johnson Chun Shun Ko, un ejecutivo chino de
Frontier Services Group, la firma militar presidida por el prominente
partidario de Trump, Erik Prince, fundador de la contratista militar
estadounidense Blackwater y “casualmente” hermano de la secretaria de Educación
de Estados Unidos, Betsy DeVos, pilar de la internacional capitalista Red
Atlas.
El
Observatorio en Comunicación y Democracia señala que recién cuando el escándalo
tomó dimensión global, Facebook -.el principal agente empresarial involucrado
en los cambios de tendencia en las urnas británicas (referendo por el Brexit) y
estadounidenses (elección de Donald Trump) en 2016- reconoció que la consultora
británica había accedido (¿o comprado?) a la información personal de al menos
87 millones de usuarios y la había utilizado para crear perfiles de votantes.
Facebook gestiona más de
300 millones de gigabytes en información personal de sus usuarios, un arsenal de perfiles que le
permite disponer de una de las plataformas on line más importante del mundo,
indispensable para beneficiarse de modelos de negocio que amplían consumidores
y diversifican mercados al calor del incremento productivo de los robots y la
automatización industrial.
COLOFÓN
Todo
esto acontece apenas dos decenios después de que Sergey Brin y Larry Page registraran el dominio google.com y once
de que Steve Jobs presentara en
sociedad, en San Francisco, el primer iPhone. Mientras, Facebook sigue creando
perfiles de usuarios y los algoritmos que usara Cambridge Analytica siguen a
disposición de quien los quiera (o pueda) pagar.
Difícil
que un país sólo tenga capacidad de
desarrollar los niveles necesarios de respuesta para mantener y/o recuperar la
soberanía en algunas áreas, y por eso es imprescindible la suma de
voluntades –gobiernos, academia, movimientos sociales- para sumar fuerza de
negociación en temas básicos como inteligencia artificial y el big data. No hay
otra salida: debemos apropiarnos del big data para poder pensar en herramientas
liberadoras.
La
única forma de luchar en esta guerra de
quinta generación es poniéndose al día en lo que respecta a la inteligencia
artificial, es en la posibilidad de montar nuevas plataformas que evadan
los filtros de las grandes corporaciones, es en la necesidad de adueñarse de
las armas, las herramientas para poder pelear en esta guerra cultural, de generar
agendas propias de acuerdo a los intereses de nuestros pueblos.
ARAM
AHARONIAN:
Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Fundador de
Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y
dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE,
www.estrategia.la )