Aleksandr Duguin para GEOPOLITICA.RU
02.04.2024
Hoy estamos presenciando la
convergencia de varios planos de la realidad que hasta hace poco estaban
separados los unos de los otros:
En primer lugar, la religión, la
teología y, sobre todo, la escatología – que habían sido marginalizadas desde
hacía mucho tiempo – han comenzado a penetrar la vida cotidiana.
Además, en el ámbito geopolítico
han empezado a convivir modos de orden mundial fundamentalmente incompatibles
entre sí.
Las ideologías políticas se han
invertido y han comenzado a crear híbridos extraños, como, por ejemplo, el
nazi-liberalismo.
Se están produciendo procesos
filosóficos donde la extrema decadencia actual contrasta con la llegada de
intuiciones absolutas.
El congelamiento y deshielo a
velocidades siderales de múltiples culturas que se funden en una inmutabilidad
absoluta.
Todos estos estratos se
entrecruzan de forma exótica y excéntrica formando nudos semánticos cuyas
dimensiones son innumerables. Todo este proceso ha colapsado en una guerra y
una bacanal tecnológica nunca antes vista, especialmente si tenemos en cuenta
que la guerra en sí misma es una forma de metafísica que requiere de una
reflexión tan profunda como la tecnología (que es, por cierto, otra forma de
metafísica). Todo lo anterior es extremadamente intenso y para nada superficial
o lineal, tambaleándonos en medio de las complejas líneas del caos. Los métodos
normales se quedan cortos a la hora de desentrañar semejante maraña semántica,
sin hablar de que todas las convenciones actuales han sido sometidas a una
fuerte sospecha. Todos los intentos de construir un nuevo modelo tropiezan con
fragmentos de pensamientos o falacias del pasado, como sucede cuando
cuestionamos la ingenua (o completamente falsa) teoría del progreso, la cual
sostenía que el futuro sería más brillante que todo lo que había existido
antes. Si al principio se produjo una desviación, entonces al final solo
encontraremos a un monstruo. Sin embargo, ¿cómo pudimos equivocarnos tanto?
Todo comenzó en la Época de los Descubrimientos, cuando Europa Occidental cometió
el grave error de trasgredir sus propios cimientos y traspasó las fronteras
prohibidas de las Columnas de Hércules. Fue un error fatal que revivió al viejo
continente de la Atlántida. La única explicación lo suficientemente
generalizable que nos permitiría comprender la totalidad de lo que ha pasado es
que hace quinientos años Europa Occidental comenzó un descenso sistemático
hacia la locura. Enloqueció por completo, después de pequeños episodios de
psicosis que finalmente se convirtieron en una realidad cotidiana. Esta locura
tiene cinco puntos principales:
La imagen
científica del mundo basada en patologías como el ateísmo, el materialismo, el
nominalismo y la ideología protestante que desde el momento en que comenzaron a
predominar en el mundo occidental se cayó bajo el control del Anticristo y el
nacimiento de la Modernidad se convirtió en su destino.
El
nacimiento del falso Imperio Británico como una forma de atlantismo
hipertrofiado. Los anglosajones decidieron convertirse en el
Leviatán bíblico, papel que primero cumplieron los ingleses hasta que en el
siglo XX pasaron su misión a los Estados Unidos. Por supuesto, Inglaterra sigue
siendo la Civilización del Mar por excelencia.
El
patológico orden capitalista se encargo de demoler los cimientos de la Edad
Media y de la ideología trifuncional indoeuropea, desprestigiando y
ridiculizando el catolicismo y la idea de Imperio.
Posteriormente, este orden capitalista moderno comenzó a dividirse en
diferentes corrientes, primero el liberalismo (la principal forma de
degeneración mental hasta la fecha), el socialismo (una versión trastocada del
liberalismo que comparte varias de sus actitudes básicas) y, finalmente, el
nacionalismo. Cualquier movimiento ideológico al interior del capitalismo está
condenado a la absorción y el colapso. El
capitalismo es una ideología totalitaria y, como lo ha demostrado Deleuze,
conduce a la esquizofrenia.
En los Nuevos Tiempos la
filosofía se dividió (sin previo aviso) en una forma de pensamiento
marginalizada que continuaba las tradiciones clásicas y otra corriente perversa
o destructiva que era solidaria con el materialismo extremista de la ciencia.
Este proceso creo una confusión sistemática y un cambio semántico
interpretativo que causó que el pensamiento luchará contra sí mismo rompiendo
muchas veces su propio marco. Lamentablemente, ya nadie sabía por dónde se
podía avanzar o por dónde comenzaba la agonía, pues todo parecía desembocar en
su contrario.
Finalmente, se produjo el paso de la cultura a la
civilización (según Spengler), es decir, un enfriamiento excesivo dentro
del cual penetraba de vez en cuando un genio como una especie de rayo
brillante. Sin embargo, la cultura, en su conjunto, se deslizaba hacia el
infierno.
Actualmente Rusia se encuentra en guerra con todo esto, sin haber querido,
entendido, preparado o calculado el alcance de sus acciones. Una mano invisible
ha llevado a nuestro país hacia este destino y, ahora, contra todo pronóstico,
tendremos que – institucionalmente – darle respuesta a todos estos desafíos de
la civilización del Anticristo. Eso incluye el desafío tecnológico, pues todos los dispositivos electrónicos que
Occidente ha repartido a la humanidad han resultado ser uno de sus trucos: a
través de ellos alguien desconocido recopila información sobre todos nosotros
con tal de gobernarnos. El hombre hoy oculta sus pecados, ese sin duda es el
propósito del Gran hermano: nos registra y nos deja entrar cuando sea
necesario. La tecno-dependencia es la
herramienta más perfecta creada por el diablo y la civilización. Cuando nos
alegramos por la digitalización estamos ayudando al diablo a gobernar, pero
¿qué son los océanos del pecado sino un campo de locura? La serpiente está a
punto de morderse la cola y solo los desesperados intentos de la Operación
Militar especial se interponen en su camino. ¿Cómo interpretaremos todo esto?
Traducción de Juan Gabriel Caro
Rivera