“Yo soy un hombre de trabajo
y muy tranquilo en la paz,
pero estimo el deber más
que la paz que a mí me gusta:
por eso a una causa justa
no le he fallado jamás”.
Arturo Jauretche
En su importante obra escrita en libros y textos periodísticos, Arturo Jauretche
abordó una diversidad de temas económicos, sociológicos, culturales,
geopolíticos e históricos.
En sus investigaciones y ensayos se propuso identificar el ser nacional con
una finalidad eminentemente política. Su objetivo era el de conocer el ADN
cultural e identitario del pueblo, con el fin de formular las bases de un programa
de desarrollo nacional.
En el presente texto vamos a resumir algunos de los temas y de las perspectivas
de análisis de Jauretche, sin ánimo de agotar su obra e ideario que son sumamente
extensos. Nos vamos a referir, centralmente, a aquellas cuestiones a las que consideró
que eran fundamentales para construir la soberanía nacional.
El analista político: la elite argentina
vista sociológicamente
En el libro El Medio Pelo en la
sociedad argentina (1966) Arturo Jauretche
realizó un análisis sociológico de las elites de nuestro país. Desarrolló la
hipótesis de que el país carecía de un grupo directriz, ya que esa función no
la cumplían los empresarios rurales e industriales y tampoco los sectores
medios.
En el Medio Pelo describió la
dinámica a partir de la que se organizó nuestra estratificación social. Analizó
como en el siglo XIX surgió la nueva burguesía porteña dedicada al comercio y a
las labores de la hacienda rural. Este proceso fue conformando una nueva clase
alta que controló los factores económicos y que construyó un estatus cultural diferencial
con el pueblo. Con este último objetivo, dichos grupos formaron una identidad a
partir de adquirir una vivienda en la ciudad,
disponer de tierra y de copiar las costumbres europeas. Importaron un
racismo de clave “civilización y barbarie”
y con ese esquema mental construyeron un muro emocional e ideológico frente a los
grupos subalternos. Jauretche interpretó
que la clase alta, paulatinamente, se desentendió de la vida cívica y delegó la
tarea partidaria y política a los “rangos
más bajos”.
Luego de la Independencia la elite local practicó una sumisión ideológica a Inglaterra
(ideología de los negocios) y a Francia (ideología del arte y de las
instituciones). El autor concluyó que la burguesía agropecuaria fracasó en su
condición de elite directriz. Dicha incapacidad fue, en parte, el resultado de
la asimilación acrítica de una ideología extranjera. Las elites importaron el
liberalismo y no fueron capaces de formular un proyecto económico
industrialista y de integración social, base de la soberanía en la era de las
nacionalidades del siglo XX.
La burguesía argentina no consolidó un proyecto nacional soberano con el
porteño Bartolomé Mitre y tampoco con el sanjuanino Domingo F. Sarmiento. Julio Argentino Roca, al que Jauretche caracterizó
de ser el militar más federal y nacional de esa generación liberal, tampoco fue capaz de consolidar una
elite con visión de desarrollo integral.
Con las migraciones externas e internas de los siglos XIX y XX se produjeron
cambios importantes en la composición demográfica del país. En esa misma época,
el desarrollo económico se extendió con las actividades agropecuarias a las
provincias de Santa Fe y a Córdoba. Jauretche puntualizó que en ese marco surgió
“el gringo”, representante de un
nuevo grupo económico y políticamente en ascenso. Se desarrolló además una
flamante burguesía industrial, que asimiló las pautas de la vieja oligarquía
terrateniente.
Los sectores populares se fusionaron con la inmigración, integrando en una
misma Nación a distintas tradiciones étnico-culturales. Jauretche remarcó el
hecho de que la inmigración fue habitualmente masculina. Esto favoreció que los
migrantes se juntaran con las mujeres locales auspiciando la fusión cultural y conformando
los rasgos particulares de la familia argentina. Los migrantes y los trabajadores
nativos no desarrollaron una ideología de clase como creyó el socialismo, sino
más bien compartieron un conjunto de intereses comunes propios de los gremios y
un sentimiento de irritación contra los ricos que incitó en varios contextos a la
protesta social.
El proceso de industrialización, el aumento del comercio y la expansión del
mercado interno permitieron que surja la clase media que encontrará en la UCR un
canal de representación. La clase media en términos de ubicación productiva era
parte del proletariado y de los pequeños comerciantes. Pese a eso, en términos
culturales el grupo creyó formar parte de la clase alta. Estos sectores construyeron
un estatus aspiracional ético, estético e ideológico orientado a parecerse a la
clase alta. El “medio pelo” buscó
prestigio a partir de los consumos culturales de música y literaturas europeas,
en la participación en clubes y colegios de elites, en los viajes al extranjero
y en la compra de autos de alta gama. El estatus aspiracional los llevó a
buscar habitar los barrios distinguidos. Asimilando las pautas de la clase alta
se volvió racista con los sectores trabajadores y no comprendió con facilidad
los procesos políticos como el yrigoyenismo y el peronismo.
Como conclusión de su estudio, Jauretche remarcó el hecho de que la
Argentina no tenía elites nacionales empresarias y políticas capaces de
construir y de mantener en el tiempo la soberanía. El neocolonialismo había
calado profundo en nuestros grupos dirigentes, que no pudieron refundar el país
en la era de masas y del industrialismo del siglo XX.
En el libro Ejército y Política (1958)
Jauretche desarrolló la hipótesis acerca de que en algunas épocas históricas los
sectores militares ocuparon el vacío de conducción que dejó la dirigencia
política. En particular, el autor argumentó que existió un Ejército Nacional en
la etapa de Juan Manuel de Rosas y que eso le permitió al mandatario promover
el Sistema Americano y mantener la soberanía territorial frente a la agresión
colonialista foránea. La línea nacional de los militares volvió a aparecer con
Julio Argentino Roca, a quien Jauretche le atribuyó la capacidad de consolidar
la integridad territorial del país y de fundar el Estado moderno. En el libro
remarcó que a partir del año 1943 el ejército y los trabajadores fundaron un
nuevo pacto histórico y protagonizaron el último gran proyecto modernizador y
de construcción de una Patria Grande.
El economista: la derrota de
los sectores industriales y populares de 1955
En varias oportunidades Jauretche abordó el tema de la economía con la
certeza de que es un elemento fundamental de la soberanía nacional.
Entre sus trabajos destacados sobre el tema no puede dejar de citarse El Plan Prebisch, retorno al coloniaje
publicado en el año 1955. El libro fue escrito al poco tiempo de producirse el
golpe de Estado y allí describió –y cuestionó- el paquete de reformas
implementado por la dictadura en base a un diagnóstico del pensador de la CEPAL.
En el trabajo hizo una defensa del programa económico justicialista por
considerarlo una obra de defensa y de afirmación de la soberanía nacional. Analizó
la política financiera y consideró que fue acertado el uso de las libras
bloqueadas en las nacionalizaciones y caracterizó de positiva la repatriación
de la deuda externa. Jauretche remarcó la importancia que adquirió para la
soberanía la política energética de YPF, el uso del carbón y el gas y las obras
eléctricas del período. Describió la importancia estratégica para la soberanía
nacional que tuvieron las políticas de transporte y la de siderurgia. Remarcó
el impulso que se le dio a la actividad agropecuaria con la fabricación
nacional de tractores por I.A.M.E.
La contrarrevolución del año 1955 se propuso desarmar el programa económico
industrial anterior. Buscó transferir riqueza y poder de decisión al sector
agropecuario, acrecentar la participación del capital extranjero, eliminar
acuerdos bilaterales de comercio y bajar el nivel de ocupación.
La reducción del poder adquisitivo de los trabajadores favoreció la quiebra
de los industriales ligados al mercado interno. El abandono de la política
multilateral de comercio significó una mayor dependencia a un grupo reducido de
potencias extranjeras. Grandes corporaciones foráneas ocuparon nichos de
mercado anteriormente en manos de grupos nacionales.
Jauretche interpretó que todas esas medidas ponían en riesgo la soberanía
nacional. En su punto de vista, la dictadura de 1955 estaba demoliendo el único
programa de desarrollo moderno que podía darle a la Argentina las bases
materiales para garantizar la soberanía y competir en la nueva etapa del
comercio internacional. Sostuvo que en “la reforma económica está el secreto de
nuestro provenir libre o esclavo, del bienestar o de las penurias de los
argentinos y del juicio definitivo que la historia formulará sobre los hombres
y las instituciones”.
El sociólogo: definiendo los
valores del hombre argentino
Arturo Jauretche escribió varios trabajos de sociología de los sectores
populares. En el ya mencionado Medio pelo
en la sociedad Argentina efectuó un estudio sociológico de los valores,
prácticas y formas de vida de la burguesía, de los sectores medios y de los
trabajadores.
En la primera parte de Los profetas
del odio y la yapa (1957) introdujo un interesante estudio sobre la organización social, laboral y cultural del
campo argentino. Analizó, en debate con Ezequiel Martínez Estrada, la forma en
la cual se efectuó la transición del trabajador rural hacia la labor industrial
y hacia la vida en las grandes ciudades. A diferencia de los estudios
sociológicos habituales de su época, Jauretche aplicó un método culturalista. Describió
los procesos demográficos y migratorios a la luz de las principales medidas
políticas y sociales de cada contexto.
Su libro De memoria, Pantalones
cortos (1972) reunió testimonios autobiográficos.
En línea con los trabajos anteriores, allí también detalló las costumbres, la
cultura, la vida política, la economía y las prácticas sociales de su pueblo
natal (Lincoln) y de la provincia de Buenos Aires. En esta obra y siguiendo con el Medio pelo, le dedicó un tiempo al
análisis crítico de las clases medias y de los grupos intelectuales.
Sus análisis sobre las elites, sobre la vida rural, acerca de la identidad
de los obreros industriales y centralmente los realizados sobre las clases
medias, lo ubican como uno de los pensadores más profundos y originales de la
sociología argentina.
Asimismo y cuestión importante a destacar, sus investigaciones fueron
siempre a la misma vez teóricas e históricas situadas. Tal cuestión no es común
en la sociología y en la ciencia política, más habituadas a la abstracción o al
estudio de casos de otras latitudes sin posibilidad de constatación empírica. Esta
particularidad lo convirtió en un autor sumamente influyente en los ámbitos
partidarios, sindicales y políticos de su tiempo.
El analista internacional: el
ser sudamericano y la defensa nacional
En el libro Ejército y política
Jauretche analizó la evolución histórica del territorio argentino y
sudamericano. En el estudio introdujo las categorías de Patria Chicha y de Patria
Grande. Vinculó estos conceptos con el rol de las fuerzas armadas y los
contrastó a partir de un estudio de casos históricos de la Argentina y de Brasil.
Sostuvo, en un gran resumen, que a partir la Independencia las elites
debatieron los alcances geográficos y
conceptuales del territorio nacional. La
dirigencia de la Patria Chica impulsó
la formación de un territorio acotado a la actual Argentina, oponiéndose a la
conformación de una Nación sobre los
márgenes del entonces Virreinato del Río de la Plata. Jauretche sostuvo que tal
cuestión fue el resultado de que la dirigencia padecía un “reaccionarismo ideológico” y un “descastamiento”. Los impulsores de la Patria Chica “sólo ven
instituciones y gobiernos; la ordenación jurídica antes que la tierra y los
hombres”. En este marco, los dirigentes políticos les exigieron a los
militares que intervengan en los conflictos civiles internos, descuidando la
guerra que se estaba llevando contra España. Estas órdenes no siempre fueron
acatadas y condujeron, por ejemplo, a la “desobediencia
histórica” de San Martín. Los
impulsores de la Patria Chica eran operados
por las Cancillerías y por los funcionarios políticos de Inglaterra, protagonista
fundamental de la creación del Uruguay como un Estado separado de la Confederación
y de sus pares del Virreinato del Río de La Plata.
Los impulsores de la Patria Grande actuaban a partir del mandato cultural del “pasado hispanoamericano”. En la
interpretación de Jauretche, estos grupos tenían una visión más realista que
ideológica del ejercicio del poder y eso llevó a los dirigentes a construir
acuerdos políticos federales tendientes a la unidad nacional. La edificación
del programa de la Patria Grande fue
posible gracias a la existencia de un “Ejército
Nacional”.
Jauretche interpretó que la victoria de la línea histórica de la Patria Chica no fue cultural, ni
económica como afirman los historiadores liberales, sino más bien que fue militar. Entre otros hechos importantes en la diputa,
el autor identificó la batalla de Caseros, la guerra de Paraguay y las
represiones en las provincias comandadas por los líderes unitarios.
Jauretche analizó la experiencia de desarrollo del Brasil a la que
consideró exitosa y parte de una concepción soberna y estratégica nacional.
El país atravesó la independencia sin pasar por una guerra destructiva
material y humana como fue el caso de las colonias hispánicas. Esta cuestión facilitó
su desarrollo económico y evitó la muerte de miles de brasileños.
Dicha particularidad auspició la formación de una cultura nacional conformada
por una continuidad con la tradición
portuguesa. La contracara de la elite del Brasil era la dirigencia unitaria o
de Patria Chica argentina, que fue
promotora de una negativa fobia a España y que fue proclive a una emulación y
copia de las ideologías anglosajonas y afrancesadas. La identidad brasileña se
conformó en un proceso similar al norteamericano, cuya independencia no los
llevó a proponerse abandonar emocional, ética e ideológicamente el mundo
anglosajón del cual se sienten orgullosamente parte.
Durante el siglo XIX Brasil expandió su territorio por intermedio de la
guerra y de la diplomacia. Este proceso fue complementado en el siglo XX con la
creación de la ciudad de Brasilia en el centro del país, integrando su
territorio y orientando el eje de desarrollo hacia el proceso interno. Jauretche
mencionó que esa política le otorgó “primacía
continental y absorbe todas las posibilidades de desarrollo industrial”. En el siglo XX sus elites civiles y militares
empujaron el desenvolvimiento industrial, proyectando al país como una gran Nación
moderna e influyente en el sistema internacional.
Según Jauretche, la potencia lusitana tuvo a lo largo de su historia una
política exterior favorable a su interés nacional. A diferencia del caso
argentino, Brasil se alió con Inglaterra y con los EUA en más de un contexto
histórico, sin por ello obstruir su propio desarrollo de mediano y largo plazo.
El tema del espacio y de la geografía nacional también fue tratado en el
libro Manual de zonceras argentinas (1968)
y en distintas notas periodísticas.
En este punto vale la pena destacar tres claves de análisis de Jauretche. La
primera, es su interpretación de la unidad regional sudamericana como parte de
un mandato cultural y como una forma de reencontramos con nuestro ser
histórico. La segunda, es su opinión acerca de que una Política Nacional
requiere de un Ejército Nacional y de un programa integral de defensa. La tercera,
es la caracterización de Brasil como un modelo nacional exitoso que los
argentinos tenemos que conocer y analizar en profundidad.
El crítico cultural: ser o no
ser
Posiblemente, el aspecto más difundido del pensamiento de Arturo Jauretche
fue el de crítico cultural.
En Los profetas del odio y la yapa
ofreció una teoría sistemática para el estudio de las prácticas e instituciones
culturales. La llamó de la “colonización pedagógica” y tal
denominación tuvo que ver con la función política que cumplió la cultura en
nuestro país. La hipótesis que manejó el autor es que nuestra cultura es resultante
de una imposición política por parte de las
potencias extranjeras y de grupos de poder internos vinculados. La colonización pedagógica le permitió a los
otros Estados apropiarse de nuestros recursos convenciendo a las elites
locales, sin necesidad de hacer uso de las armas.
En Los Profetas del odio analizó
las instituciones oficiales argentinas de la cultura y la educación. En este y
otros trabajos estudió en profundidad el tema universitario y la modalidad de formación
de los intelectuales. Polemizó sobre literatura, el arte e historia, entre
otros diversos aspectos de la cultura en los cuales demostró originalidad de
pensamiento y conocimiento profundo de las fuentes.
En la Revista Qué de la etapa del
presidente Frondizi y en el libro Los
profetas del odio y la yapa analizó el funcionamiento y los roles de los
medios de información y propagada. Allí cuestionó las categorías de prensa
independiente y de prensa libre. Citando casos históricos y experiencias
personales, demostró que en nombre de la libertad se aplicaban métodos de
censura, de silenciamiento y de desinformación. Un tema importante, es la
descripción que hizo Jauretche del
funcionamiento internacional del periodismo y de la forma a partir de la cual
los Estados imponían su línea editorial defendiendo sus propios intereses.
A lo largo de sus obras introdujo varias categorías sumamente actuales como
la ya mencionada “colonización pedagógica”,
la de “intelligentzia” y la de “estatus” utilizada en el Medio Pelo.
En sus trabajos buscó definir los marcos de un pensamiento y una cultura
nacional y con este objetivo estudió los aportes históricos de las ideologías
de derecha y de izquierda y describió y polemizó sobre los procesos de
formación de nuestros hombres de cultura.
El historiador: la verdad nos
hará libres
Tal cual venimos comentando, el sistema de pensamiento teórico y analítico
de Jauretche tiene una fuerte impronta historicista. Las distintas categorías
que formuló y que utilizó fueron siempre contrastadas con procesos políticos y
sociales.
En su libro Política Nacional y
revisionismo histórico (1959) sistematizó su punto de vista sobre el tema. Allí
hizo hincapié en la necesidad de descubrir la verdad de los hechos de nuestro
pasado reciente. En su punto de vista, la historia cumplía un rol fundamental
en la construcción política, al punto que consideró al “revisionismo” como un elemento estratégico para poder construir una
política nacional.
Sostuvo que la historia oficial del país era parte de una falsificación.
Tal situación no era el resultado de la mera maldad o de la decisión personal de
algún historiador, sino más bien que fue el resultado de una política diagramada
desde el poder. En sus palabras, lo que “se
nos has presentado como historia es una política de la historia” con fines neocolonialistas
y oligárquicos. El relato oficial fue favorable a aquellas figuras y procesos de
nuestra historia política que se propusieron desmembrar el continente y
enfrentar a las naciones sudamericanas entre sí. Esos mismos gobiernos permitieron
transferir nuestra riqueza al extranjero y justificaron la condición de
postración de los sectores populares.
La historia oficial se difundió a partir de las instituciones educativas
del Estado. La misma además fue establecida en los nombres de pueblos,
monumentos y ferrocarriles en una operación cultural que borró la tradición del
lugar y que poco a poco fue olvidando la tradición oral.
Jauretche se consideró parte del “revisionismo”, corriente intelectual
surgida a partir de las obras de Saldías y Quesada y que luego fue ampliamente popularizada
por José María Rosa o Juan José Hernandez Arregui, entre otros pensadores que
él mismo solía citar.
En Política Nacional y revisionismo
histórico introdujo una hipótesis que fue reiterada en otros de sus libros y
que sostiene la existencia de dos
corrientes históricas enfrentadas. Una, identificada en Rivadavia, los
unitarios y los impulsores de la Patria
Chica. La otra corriente se referenció con San Martin, los caudillos
federales y fundamentalmente con la doctrina de la Patria Grande. Esta última tradición histórica nacional encontró en
Juan Manuel de Rosas su arquetipo más destacado.
Vigencia de Arturo Jauretche
La diversidad de temas que trató, su agudo sentido de la observación, su
eclético marco conceptual y teórico y su vocación política e historicista lo
hacen un pensador original, polémico y no fácilmente encasillable en una
escuela intelectual. Siempre que se lea y se relea su obra, se van a encontrar
ideas nuevas, reflexiones agudas y pensamientos novedosos sobre diversos temas
de la realidad pasada y contemporánea.
En este artículo trabajamos de manera sucinta solamente algunas ideas del
Jauretche analista político, sociólogo, economista, analista internacional, el
crítico de la cultura y el historiador. Podríamos
haber hecho lo mismo con el crítico de literatura, con el periodista, con el
dirigente de partido, con el universitario o con el poeta. Sin duda alguna,
también en estos terrenos vamos a descubrir un pensador agudo y un polemista de
ideas nacionales único e irrepetible.
Si bien los contextos históricos cambiaron, las bases de sus puntos de
vista siguen vigentes. La Argentina carece de elite nacional, como lo anunció
en el Medio Pelo. El mal augurio anunciado en el libro el Plan Prebisch, lamentablemente, se viene cumpliendo a
rajatabla. Desde el año 1955 y con más
claridad desde 1976 carecemos de rumbo
económico estable y el país acrecienta, año a año, la deuda externa, la fuga de
capitales y la pobreza. Las nuevas tecnologías y la revolución comunicacional direccionada
por los norteamericanos, acrecentaron la dependencia cultural que Jauretche
teorizó en los Profetas del Odio.
En estos tiempos aciagos de confusión y de desesperanza es fundamental
volver a Jauretche. Don Arturo nos va a acompañar en la impostergable tarea de
rediscutir el ser nacional, de entender y de sentir nuestro modelo argentino. El
paso siguiente al que la historia nos convoca, es el de formular y de forjar un
proyecto de país que garantice la dignidad del pueblo y la grandeza de nacional.