sábado, 15 de junio de 2024

Arturo Jauretche, el pensador nacional

 Aritz Recalde, junio 2024

“Yo soy un hombre de trabajo

y muy tranquilo en la paz,

pero estimo el deber más

que la paz que a mí me gusta:

por eso a una causa justa

no le he fallado jamás”.

Arturo Jauretche

 

En su importante obra escrita en libros y textos periodísticos, Arturo Jauretche abordó una diversidad de temas económicos, sociológicos, culturales, geopolíticos e históricos.

En sus investigaciones y ensayos se propuso identificar el ser nacional con una finalidad eminentemente política. Su objetivo era el de conocer el ADN cultural e identitario del pueblo, con el fin de formular las bases de un programa de desarrollo nacional.     

En el presente texto vamos a resumir algunos de los temas y de las perspectivas de análisis de Jauretche, sin ánimo de agotar su obra e ideario que son sumamente extensos. Nos vamos a referir, centralmente, a aquellas cuestiones a las que consideró que eran fundamentales para construir la soberanía nacional.

 

El analista político: la elite argentina vista sociológicamente

En el libro El Medio Pelo en la sociedad argentina (1966) Arturo Jauretche realizó un análisis sociológico de las elites de nuestro país. Desarrolló la hipótesis de que el país carecía de un grupo directriz, ya que esa función no la cumplían los empresarios rurales e industriales y tampoco los sectores medios.

En el Medio Pelo describió la dinámica a partir de la que se organizó nuestra estratificación social. Analizó como en el siglo XIX surgió la nueva burguesía porteña dedicada al comercio y a las labores de la hacienda rural. Este proceso fue conformando una nueva clase alta que controló los factores económicos y que construyó un estatus cultural diferencial con el pueblo. Con este último objetivo, dichos grupos formaron una identidad a partir de adquirir una vivienda en la ciudad,  disponer de tierra y de copiar las costumbres europeas. Importaron un racismo de clave “civilización y barbarie” y con ese esquema mental construyeron un muro emocional e ideológico frente a los grupos subalternos.  Jauretche interpretó que la clase alta, paulatinamente, se desentendió de la vida cívica y delegó la tarea partidaria y política a los “rangos más bajos”. 

Luego de la Independencia la elite local practicó  una sumisión ideológica a Inglaterra (ideología de los negocios) y a Francia (ideología del arte y de las instituciones). El autor concluyó que la burguesía agropecuaria fracasó en su condición de elite directriz. Dicha incapacidad fue, en parte, el resultado de la asimilación acrítica de una ideología extranjera. Las elites importaron el liberalismo y no fueron capaces de formular un proyecto económico industrialista y de integración social, base de la soberanía en la era de las nacionalidades del siglo XX.   

La burguesía argentina no consolidó un proyecto nacional soberano con el porteño Bartolomé Mitre y tampoco con el sanjuanino Domingo F. Sarmiento.  Julio Argentino Roca, al que Jauretche caracterizó de ser el militar más federal y nacional de esa generación  liberal, tampoco fue capaz de consolidar una elite con visión de desarrollo integral.

Con las migraciones externas e internas de los siglos XIX y XX se produjeron cambios importantes en la composición demográfica del país. En esa misma época, el desarrollo económico se extendió con las actividades agropecuarias a las provincias de Santa Fe y a Córdoba. Jauretche puntualizó que en ese marco surgió “el gringo”, representante de un nuevo grupo económico y políticamente en ascenso. Se desarrolló además una flamante burguesía industrial, que asimiló las pautas de la vieja oligarquía terrateniente.

Los sectores populares se fusionaron con la inmigración, integrando en una misma Nación a distintas tradiciones étnico-culturales. Jauretche remarcó el hecho de que la inmigración fue habitualmente masculina. Esto favoreció que los migrantes se juntaran con las mujeres locales auspiciando la fusión cultural y conformando los rasgos particulares de la familia argentina. Los migrantes y los trabajadores nativos no desarrollaron una ideología de clase como creyó el socialismo, sino más bien compartieron un conjunto de intereses comunes propios de los gremios y un sentimiento de irritación contra los ricos que incitó en varios contextos a la protesta social.  

El proceso de industrialización, el aumento del comercio y la expansión del mercado interno permitieron que surja la clase media que encontrará en la UCR un canal de representación. La clase media en términos de ubicación productiva era parte del proletariado y de los pequeños comerciantes. Pese a eso, en términos culturales el grupo creyó formar parte de la clase alta. Estos sectores construyeron un estatus aspiracional ético, estético e ideológico orientado a parecerse a la clase alta. El “medio pelo” buscó prestigio a partir de los consumos culturales de música y literaturas europeas, en la participación en clubes y colegios de elites, en los viajes al extranjero y en la compra de autos de alta gama. El estatus aspiracional los llevó a buscar habitar los barrios distinguidos. Asimilando las pautas de la clase alta se volvió racista con los sectores trabajadores y no comprendió con facilidad los procesos políticos como el yrigoyenismo y el peronismo.

Como conclusión de su estudio, Jauretche remarcó el hecho de que la Argentina no tenía elites nacionales empresarias y políticas capaces de construir y de mantener en el tiempo la soberanía. El neocolonialismo había calado profundo en nuestros grupos dirigentes, que no pudieron refundar el país en la era de masas y del industrialismo del siglo XX. 

En el libro Ejército y Política (1958) Jauretche desarrolló la hipótesis acerca de que en algunas épocas históricas los sectores militares ocuparon el vacío de conducción que dejó la dirigencia política. En particular, el autor argumentó que existió un Ejército Nacional en la etapa de Juan Manuel de Rosas y que eso le permitió al mandatario promover el Sistema Americano y mantener la soberanía territorial frente a la agresión colonialista foránea. La línea nacional de los militares volvió a aparecer con Julio Argentino Roca, a quien Jauretche le atribuyó la capacidad de consolidar la integridad territorial del país y de fundar el Estado moderno. En el libro remarcó que a partir del año 1943 el ejército y los trabajadores fundaron un nuevo pacto histórico y protagonizaron el último gran proyecto modernizador y de construcción de una Patria Grande. 

 

El economista: la derrota de los sectores industriales y populares de 1955

En varias oportunidades Jauretche abordó el tema de la economía con la certeza de que es un elemento fundamental de la soberanía nacional.

Entre sus trabajos destacados sobre el tema no puede dejar de citarse El Plan Prebisch, retorno al coloniaje publicado en el año 1955. El libro fue escrito al poco tiempo de producirse el golpe de Estado y allí describió –y cuestionó- el paquete de reformas implementado por la dictadura en base a un diagnóstico del pensador de la CEPAL. 

En el trabajo hizo una defensa del programa económico justicialista por considerarlo una obra de defensa y de afirmación de la soberanía nacional. Analizó la política financiera y consideró que fue acertado el uso de las libras bloqueadas en las nacionalizaciones y caracterizó de positiva la repatriación de la deuda externa. Jauretche remarcó la importancia que adquirió para la soberanía la política energética de YPF, el uso del carbón y el gas y las obras eléctricas del período. Describió la importancia estratégica para la soberanía nacional que tuvieron las políticas de transporte y la de siderurgia. Remarcó el impulso que se le dio a la actividad agropecuaria con la fabricación nacional de tractores por I.A.M.E.

La contrarrevolución del año 1955 se propuso desarmar el programa económico industrial anterior. Buscó transferir riqueza y poder de decisión al sector agropecuario, acrecentar la participación del capital extranjero, eliminar acuerdos bilaterales de comercio y bajar el nivel de ocupación.

La reducción del poder adquisitivo de los trabajadores favoreció la quiebra de los industriales ligados al mercado interno. El abandono de la política multilateral de comercio significó una mayor dependencia a un grupo reducido de potencias extranjeras. Grandes corporaciones foráneas ocuparon nichos de mercado anteriormente en manos de grupos nacionales.  

Jauretche interpretó que todas esas medidas ponían en riesgo la soberanía nacional. En su punto de vista, la dictadura de 1955 estaba demoliendo el único programa de desarrollo moderno que podía darle a la Argentina las bases materiales para garantizar la soberanía y competir en la nueva etapa del comercio internacional.  Sostuvo que en “la reforma económica está el secreto de nuestro provenir libre o esclavo, del bienestar o de las penurias de los argentinos y del juicio definitivo que la historia formulará sobre los hombres y las instituciones”.

 

El sociólogo: definiendo los valores del hombre argentino

Arturo Jauretche escribió varios trabajos de sociología de los sectores populares. En el ya mencionado Medio pelo en la sociedad Argentina efectuó un estudio sociológico de los valores, prácticas y formas de vida de la burguesía, de los sectores medios y de los trabajadores.

En la primera parte de Los profetas del odio y la yapa (1957) introdujo un interesante estudio sobre  la organización social, laboral y cultural del campo argentino. Analizó, en debate con Ezequiel Martínez Estrada, la forma en la cual se efectuó la transición del trabajador rural hacia la labor industrial y hacia la vida en las grandes ciudades. A diferencia de los estudios sociológicos habituales de su época, Jauretche aplicó un método culturalista. Describió los procesos demográficos y migratorios a la luz de las principales medidas políticas y sociales de cada contexto.

Su libro De memoria, Pantalones cortos (1972) reunió testimonios autobiográficos. En línea con los trabajos anteriores, allí también detalló las costumbres, la cultura, la vida política, la economía y las prácticas sociales de su pueblo natal (Lincoln) y de la provincia de Buenos Aires.  En esta obra y siguiendo con el Medio pelo, le dedicó un tiempo al análisis crítico de las clases medias y de los grupos intelectuales.   

Sus análisis sobre las elites, sobre la vida rural, acerca de la identidad de los obreros industriales y centralmente los realizados sobre las clases medias, lo ubican como uno de los pensadores más profundos y originales de la sociología argentina.

Asimismo y cuestión importante a destacar, sus investigaciones fueron siempre a la misma vez teóricas e históricas situadas. Tal cuestión no es común en la sociología y en la ciencia política, más habituadas a la abstracción o al estudio de casos de otras latitudes sin posibilidad de constatación empírica. Esta particularidad lo convirtió en un autor sumamente influyente en los ámbitos partidarios, sindicales y políticos de su tiempo.

 

El analista internacional: el ser sudamericano y la defensa nacional

En el libro Ejército y política Jauretche analizó la evolución histórica del territorio argentino y sudamericano. En el estudio introdujo las categorías de Patria Chicha y de Patria Grande. Vinculó estos conceptos con el rol de las fuerzas armadas y los contrastó a partir de un estudio de casos históricos de la Argentina y de Brasil.

Sostuvo, en un gran resumen, que a partir la Independencia las elites debatieron   los alcances geográficos y conceptuales del territorio nacional.  La dirigencia de la Patria Chica impulsó la formación de un territorio acotado a la actual Argentina, oponiéndose a la conformación de una Nación sobre  los márgenes del entonces Virreinato del Río de la Plata. Jauretche sostuvo que tal cuestión fue el resultado de que la dirigencia padecía un “reaccionarismo ideológico” y un “descastamiento”. Los impulsores de la Patria Chicasólo ven instituciones y gobiernos; la ordenación jurídica antes que la tierra y los hombres”. En este marco, los dirigentes políticos les exigieron a los militares que intervengan en los conflictos civiles internos, descuidando la guerra que se estaba llevando contra España. Estas órdenes no siempre fueron acatadas y condujeron, por ejemplo, a la “desobediencia histórica” de San Martín.  Los impulsores de la Patria Chica eran operados por las Cancillerías y por los funcionarios políticos de Inglaterra, protagonista fundamental de la creación del Uruguay como un Estado separado de la Confederación y de sus pares del Virreinato del Río de La Plata.

Los impulsores de la Patria Grande  actuaban a partir del mandato cultural del “pasado hispanoamericano”. En la interpretación de Jauretche, estos grupos tenían una visión más realista que ideológica del ejercicio del poder y eso llevó a los dirigentes a construir acuerdos políticos federales tendientes a la unidad nacional. La edificación del programa de la Patria Grande fue posible gracias a la existencia de un “Ejército Nacional”.

Jauretche interpretó que la victoria de la línea histórica de la Patria Chica no fue cultural, ni económica como afirman los historiadores liberales, sino más bien que fue militar.  Entre otros hechos importantes en la diputa, el autor identificó la batalla de Caseros, la guerra de Paraguay y las represiones en las provincias comandadas por los líderes unitarios.

Jauretche analizó la experiencia de desarrollo del Brasil a la que consideró exitosa y parte de una concepción soberna y estratégica nacional.

El país atravesó la independencia sin pasar por una guerra destructiva material y humana como fue el caso de las colonias hispánicas. Esta cuestión facilitó su desarrollo económico y evitó la muerte de miles de brasileños.

Dicha particularidad auspició la formación de una cultura nacional conformada por una continuidad con  la tradición portuguesa. La contracara de la elite del Brasil era la dirigencia unitaria o de Patria Chica argentina, que fue promotora de una negativa fobia a España y que fue proclive a una emulación y copia de las ideologías anglosajonas y afrancesadas. La identidad brasileña se conformó en un proceso similar al norteamericano, cuya independencia no los llevó a proponerse abandonar emocional, ética e ideológicamente el mundo anglosajón del cual se sienten orgullosamente parte.

Durante el siglo XIX Brasil expandió su territorio por intermedio de la guerra y de la diplomacia. Este proceso fue complementado en el siglo XX con la creación de la ciudad de Brasilia en el centro del país, integrando su territorio y orientando el eje de desarrollo hacia el proceso interno. Jauretche mencionó que esa política le otorgó “primacía continental y absorbe todas las posibilidades de desarrollo industrial”.  En el siglo XX sus elites civiles y militares empujaron el desenvolvimiento industrial, proyectando al país como una gran Nación moderna e influyente en el sistema internacional.  

Según Jauretche, la potencia lusitana tuvo a lo largo de su historia una política exterior favorable a su interés nacional. A diferencia del caso argentino, Brasil se alió con Inglaterra y con los EUA en más de un contexto histórico, sin por ello obstruir su propio desarrollo de mediano y largo plazo.

El tema del espacio y de la geografía nacional también fue tratado en el libro Manual de zonceras argentinas (1968) y en distintas notas periodísticas.

En este punto vale la pena destacar tres claves de análisis de Jauretche. La primera, es su interpretación de la unidad regional sudamericana como parte de un mandato cultural y como una forma de reencontramos con nuestro ser histórico. La segunda, es su opinión acerca de que una Política Nacional requiere de un Ejército Nacional y de un programa integral de defensa. La tercera, es la caracterización de Brasil como un modelo nacional exitoso que los argentinos tenemos que conocer y analizar en profundidad.

 

El crítico cultural: ser o no ser

Posiblemente, el aspecto más difundido del pensamiento de Arturo Jauretche fue el de crítico cultural.

En Los profetas del odio y la yapa ofreció una teoría sistemática para el estudio de las prácticas e instituciones culturales.  La llamó de la “colonización pedagógica” y tal denominación tuvo que ver con la función política que cumplió la cultura en nuestro país. La hipótesis que manejó el autor es que nuestra cultura es resultante de una imposición  política por parte de las potencias extranjeras y de grupos de poder internos vinculados.  La colonización pedagógica le permitió a los otros Estados apropiarse de nuestros recursos convenciendo a las elites locales, sin necesidad de hacer uso de las armas.

En Los Profetas del odio analizó las instituciones oficiales argentinas de la cultura y la educación. En este y otros trabajos estudió en profundidad el tema universitario y la modalidad de formación de los intelectuales. Polemizó sobre literatura, el arte e historia, entre otros diversos aspectos de la cultura en los cuales demostró originalidad de pensamiento y conocimiento profundo de las fuentes.  

En la Revista Qué de la etapa del presidente Frondizi y en el libro Los profetas del odio y la yapa analizó el funcionamiento y los roles de los medios de información y propagada. Allí cuestionó las categorías de prensa independiente y de prensa libre. Citando casos históricos y experiencias personales, demostró que en nombre de la libertad se aplicaban métodos de censura, de silenciamiento y de desinformación. Un tema importante, es la descripción que hizo  Jauretche del funcionamiento internacional del periodismo y de la forma a partir de la cual los Estados imponían su línea editorial defendiendo sus propios intereses.

A lo largo de sus obras introdujo varias categorías sumamente actuales como la ya mencionada “colonización pedagógica”, la de “intelligentzia” y la de “estatus” utilizada en el Medio Pelo.

En sus trabajos buscó definir los marcos de un pensamiento y una cultura nacional y con este objetivo estudió los aportes históricos de las ideologías de derecha y de izquierda y describió y polemizó sobre los procesos de formación de nuestros hombres de cultura.

 

El historiador: la verdad nos hará libres

Tal cual venimos comentando, el sistema de pensamiento teórico y analítico de Jauretche tiene una fuerte impronta historicista. Las distintas categorías que formuló y que utilizó fueron siempre contrastadas con procesos políticos y sociales. 

En su libro Política Nacional y revisionismo histórico (1959) sistematizó su punto de vista sobre el tema. Allí hizo hincapié en la necesidad de descubrir la verdad de los hechos de nuestro pasado reciente. En su punto de vista, la historia cumplía un rol fundamental en la construcción política, al punto que consideró al “revisionismo” como un elemento estratégico para poder construir una política nacional. 

Sostuvo que la historia oficial del país era parte de una falsificación. Tal situación no era el resultado de la mera maldad o de la decisión personal de algún historiador, sino más bien que fue el resultado de una política diagramada desde el poder. En sus palabras, lo que “se nos has presentado como historia es una política de la historia” con fines neocolonialistas y oligárquicos. El relato oficial fue favorable a aquellas figuras y procesos de nuestra historia política que se propusieron desmembrar el continente y enfrentar a las naciones sudamericanas entre sí. Esos mismos gobiernos permitieron transferir nuestra riqueza al extranjero y justificaron la condición de postración de los sectores populares. 

La historia oficial se difundió a partir de las instituciones educativas del Estado. La misma además fue establecida en los nombres de pueblos, monumentos y ferrocarriles en una operación cultural que borró la tradición del lugar y que poco a poco fue olvidando la tradición oral. 

Jauretche se consideró parte del “revisionismo”, corriente intelectual surgida a partir de las obras de Saldías y Quesada y que luego fue ampliamente popularizada por José María Rosa o Juan José Hernandez Arregui, entre otros pensadores que él mismo solía citar.

En Política Nacional y revisionismo histórico introdujo una hipótesis que fue reiterada en otros de sus libros y que  sostiene la existencia de dos corrientes históricas enfrentadas. Una, identificada en Rivadavia, los unitarios y los impulsores de la Patria Chica. La otra corriente se referenció con San Martin, los caudillos federales y fundamentalmente con la doctrina de la Patria Grande. Esta última tradición histórica nacional encontró en Juan Manuel de Rosas su arquetipo más destacado.

  

Vigencia de Arturo Jauretche

La diversidad de temas que trató, su agudo sentido de la observación, su eclético marco conceptual y teórico y su vocación política e historicista lo hacen un pensador original, polémico y no fácilmente encasillable en una escuela intelectual. Siempre que se lea y se relea su obra, se van a encontrar ideas nuevas, reflexiones agudas y pensamientos novedosos sobre diversos temas de la realidad pasada y contemporánea.

En este artículo trabajamos de manera sucinta solamente algunas ideas del Jauretche analista político, sociólogo, economista, analista internacional, el crítico de la cultura y el historiador.  Podríamos haber hecho lo mismo con el crítico de literatura, con el periodista, con el dirigente de partido, con el universitario o con el poeta. Sin duda alguna, también en estos terrenos vamos a descubrir un pensador agudo y un polemista de ideas nacionales único e irrepetible.

Si bien los contextos históricos cambiaron, las bases de sus puntos de vista siguen vigentes. La Argentina carece de elite nacional, como lo anunció en el Medio Pelo.  El mal augurio anunciado en el libro el Plan Prebisch,  lamentablemente, se viene cumpliendo a rajatabla.  Desde el año 1955 y con más claridad desde 1976  carecemos de rumbo económico estable y el país acrecienta, año a año, la deuda externa, la fuga de capitales y la pobreza. Las nuevas tecnologías y la revolución comunicacional direccionada por los norteamericanos, acrecentaron la dependencia cultural que Jauretche teorizó en los Profetas del Odio. 

 

En estos tiempos aciagos de confusión y de desesperanza es fundamental volver a Jauretche. Don Arturo nos va a acompañar en la impostergable tarea de rediscutir el ser nacional, de entender y de sentir nuestro modelo argentino. El paso siguiente al que la historia nos convoca, es el de formular y de forjar un proyecto de país que garantice la dignidad del pueblo y la grandeza de nacional. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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