martes, 6 de junio de 2017

Carlos Arslanian y la seguridad


Resumen de algunos apartados de la entrevista publicada en la Revista Orillera  N º 2 de la Universidad Nacional de Avellaneda

La vigencia de un paradigma negativo
Acá tenemos un dilema: no pudimos superar el paradigma en materia de seguridad basado en el pensamiento mágico del poder de la pena, de la eficacia del reforzamiento de las agencias que integran el sistema penal. Paradigma que llevó al populismo penal, a la inflación de las penas, y a una brutal ineficacia, respecto del rol del Estado. Lo curioso de eso es que en vez de revisar los fundamentos de ese paradigma para cambiarlos, se fue escalando cada vez más. Hemos llegado a tener penas grotescas. En algún momento se penaba más el robo de automotores en la legislación penal argentina, que el homicidio, o la tenencia ilegal de armas. Pero, ¿por qué es motivo de esta porfía insistir en una metodología y en un abordaje errático? Porque la mirada diversa afectaba y afecta intereses de sectores económicos que representan modelos que rechazan las políticas distributivas y sociales que permitirían terminar con la exclusión social, o limitarla. Cambiar de paradigma significa ir a buscar en la exclusión las causas profundas de la violencia criminal. Si tenemos 12 millones de personas en estado de pobreza y 4 millones en estado de indigencia, lo que tenemos es una fuente enorme de violencia, de la peor de las violencias: la que se pretende contener con la violencia institucional policial. En vez de resolver un problema, lo incentivamos, produciendo efectos secundarios patéticos, como el envilecimiento de la fuerza policial que, por actuar respondiendo a exigencias sociales construidas por los medios de comunicación dominantes, termina por transformarse –en vista de lograr objetivos– en escuadrones de la muerte, con procedimientos ilegales, acciones fuera de control y en amenaza para los ciudadanos. Este cambio de paradigma es el desafío de la clase política argentina. Dos veces, en gestiones peronistas, se intentó una transformación; con una mirada sobre lo social distinta, de inclusión, comprensiva de la fenomenología que era necesario atender. Y nos encontramos con las mismas objeciones, y los mismos objetores, con las mismas respuestas, y es el día de hoy que hay gente ignorante (a quienes les publican artículos), que quieren la sanción de dos leyes que son para una discusión muy seria. La del denominado “arrepentido”; y la de extinción del dominio. Empujan, empujan y empujan… De arrepentidos y extinciones

(….) No advierten las objeciones de carácter constitucional que existen y que lesionan el Estado de derecho. Basta mirar a los “arrepentidos”: tenemos un tipo muriéndose de risa del sistema judicial, frente a una jueza que le pone el oído, para decir una cantidad de estupideces; y otro que se hace el enfermo, y con un “brote psicótico” se va al convento. Esos son los arrepentidos… no jodamos. Y cuando se habla de la “delación premiada”, que es el verdadero nombre (porque de arrepentido no tiene nada), el tipo va a ver cómo se las rebusca para que le saquen un pedazo de pena, botonea… Lo curioso es que no va a delatar al cómplice, ¡va a involucrar a cualquier sujeto!, o va a favorecer a uno en detrimento de otro, mintiendo, deformando la realidad, desorientando la pesquisa, porque al propio tiempo las cosas que él va diciendo se la publican los diarios. Basta escuchar lo que declaró (José) López, un disparate… Un proceso penal en el que se investiga un fenómeno de corrupción y el sujeto se mofa de la justicia, haciendo manifestaciones grotescas… que se apareció la virgen… explicaciones absurdas. Entonces, caramba… Es tan perversa la delación premiada que a vos te ponen en seis meses de proceso, veinte años de prisión y después negociás, y si contás te van bajando la pena. Ello resulta sumamente peligroso porque puede conducir a que la pena responda a propósitos diferentes a los que le son propios y a obtener confesiones bajo coerción… El otro gran problema, de la extinción de dominio, es que se la haya previsto sin sentencia penal firme. O sea, arrasan con el artículo 17 de la CN –y con el artículo 23 del Código Penal que ya contempla el instituto como accesorio a la condena– y deciden que a alguien que tiene algo que se lo puede considerar de dudoso origen –pero a lo mejor es suyo–, se lo saquen, lo vendan, lo despojen y después la sentencia penal lo absuelve. Al Estado le va a salir caro…

Procesos de reforma y conducción política
Acá hay una cosa muy de fondo, que no hemos podido superar, referida a la concepción acerca de quién gobierna o conduce una policía. Y la distinción que debe existir entre una conducción estratégica –que es eminentemente política– y una conducción operativa –que es eminentemente policial–. La conducción estratégica decide el qué, cómo y cuándo de la persecución penal, y cómo vas a usar los recursos, cómo se van a distribuir, a controlar, a disciplinar, a educar y cómo vas a hacer tantas otras cosas, como combatir la corrupción interna, desarticular las bandas mixtas, o las bandas policiales, etc. Entonces, para atender esta complejidad, no debe haber jefe de policía, sino un ministro apto técnicamente, capaz de poder gestionar. No podemos traer un advenedizo, carente de versación y formación a cumplir funciones de ministro de Seguridad por el solo hecho de que se trate de un buen puntero. No es correcto. De la misma manera que a mí no se me ocurriría nunca el disparate de poner un talabartero al frente de un hospital. Pero en Seguridad y en Inteligencia parece que todo es posible porque se desdeña el conocimiento técnico y se cree que todo es negociación con caciques policiales e intendentes. ¿Por qué motivo Scioli, que estaba totalmente convencido, en apariencia, de las bondades de lo que habíamos hecho en vista de los resultados que habíamos obtenido, cambia? Se terminó el secuestro extorsivo, redujimos el homicidio a la mitad, redujimos en un 30% el robo automotor, etc.; terminamos con el robo de los cables de cobre… No resulta fácil dar respuesta a este interrogante. Distintos sectores operan movidos por negocios vinculados con la venta de armas, la venta de pertrechos, sistemas de video-vigilancia, seguridad privada, con un poder extraordinario de lobby, operan a través de las fuerzas policiales, de los jefes policiales, y de la política. Entonces, ahí queda el funcionario político atrapado en un cerco, a quien todo se le brinda. Se le trae al jefe de policía “ideal” y el ministro, entonces, lo designa convencido que ha resuelto un problema porque siente que le sacaron un peso de encima, cuando en realidad, abdicó de su rol político, de conducción, para transferírselo a un funcionario que forma parte del problema que hay que atender. Es decir, debo resolver un problema grave –con las pruebas a la vista– y ¿qué hago? Nombro a uno de quienes forman parte de él para que conduzca la institución en el proceso de cambio. Es increíble.

Reformas en Provincia de Buenos Aires
Una de las cosas que no se dicen, pero que ha sido importante, es que creé una segunda policía, que es la policía de Buenos Aires Dos. Una policía sólo de seguridad y no de investigaciones, porque en mi cabeza está la Policía Judicial, siempre; una policía de seguridad para el Conurbano, que tuviera capacidad de articulación con las fuerzas metropolitanas, un área, con la idea de una red; fortalezco y construyo esta policía, voy corrigiendo la otra y no me quedo huérfano, tengo una red. Empezó a funcionar muy bien porque fueron seleccionados los recursos, que cuesta horrores seleccionar y muy bien capacitados.
Lo primero que hice fue convocar a las universidades y decirles “miren, necesito que se
abran carreras, licenciaturas en Criminalística, necesitamos el aporte de las universidades para enriquecer la formación de los aspirantes”. Eso fue francamente positivo, por lo que fue un gran error eliminarla. Yo digo “proceso de crisis” por lo siguiente: hay más problemas, más noticias de policías delinquiendo que de delincuentes delinquiendo. Se matan entre ellos, se hacen operaciones. Resulta que hay tres comisarios detenidos porque mataron uno que lo debe haber puesto en descubierto en algún negocio que estaban haciendo… tenemos ajuste de cuentas en la provincia de Buenos Aires permanentemente;
fenómenos de corrupción policial que ponen a la gobernadora en situaciones críticas y también a su ministro de Seguridad.

(…) Fíjense ustedes que esta policía comunitaria, es una mala copia de las policías
comunales hechas por nuestra gestión. Cuando dije que son hasta 70 mil habitantes, y no más de eso, es porque era evidente que no le puedo dar a un intendente –que no tiene
la más pálida idea de cómo se conduce una fuerza–, un cuerpo policial para que lo maneje. Entonces tomé los escenarios de menos conflicto y ejercité, puse a prueba el modelo para ajustarlo y ver cómo funcionaba. Y fue tan exitoso que cuando Scioli lo quiso voltear en su proceso de romper todo lo que habíamos hecho, se le pararon de mano los intendentes que
habían adherido al régimen de la policía comunal y no los pudo voltear.

(…) Se crea policías a diestra y siniestra, se desentiende totalmente de los procesos de reclutamiento y de capacitación y hace un mosaico patético; no solo fracasan sino que exponen a jóvenes a morir en las peores condiciones. La inviabilidad de esta situación hace crecer la preocupación… Por lo menos de parte de la gobernadora; creo que toma conciencia de la dificultad que esto tiene; optó por hacer una designación política de su ministro de Seguridad y dejó de lado la expertise como criterio rector de las situaciones

y me parece que van a tener una situación compleja para salir de esa encrucijada.

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