“los pueblos necesitan razones de vivir y razones de morir;
las razones de morir son las pasiones, las razones de vivir son los ideales” (Manuel Ugarte)
“La
integración continental de América Latina es indispensable porque el año 2000
nos encontrará unidos o dominados. Pero esa integración ha de ser obra de
nuestros países, sin intervenciones extrañas de ninguna clase (…) para crear
las bases de los futuros Estados Unidos de Latinoamérica” (Juan D. Perón)
“esta batalla sólo está comenzando, preparémonos para un
largo camino, es largo el camino de la liberación de nuestros pueblos; es largo
el camino de la independencia de nuestros pueblos, sólo juntos podremos hacerlo,
hay que recordar siempre a Perón cuando dijo que el siglo XXI nos hallaría o
unidos o dominados, aquí estamos pues hoy dominados, subdesarrollados. Sólo
unidos podremos ser libres, sólo juntos podremos hacer grande nuestra patria,
sólo juntos podremos abrir le cauce a los sueños de nuestros hijos y de
nuestros nietos, sólo juntos podremos hacer realidad los sueños del Che, los
sueños de Bolívar, los sueños de San Martín; divididos jamás podremos, sólo
unidos lo haremos”
(Hugo Chávez)
Por
Juan Godoy*
Arturo
Jauretche enfatizó en la necesidad de revisar nuestra historia fundamentalmente
por dos cuestiones, a saber: la historiografía oficial-liberal ha falsificado
el relato de nuestro pasado, pretende contar su visión parcial que es la óptica
de la oligarquía porteña, como si fuera el único y verdadero abordaje de la
historia; y en segundo lugar porque revisar la historia desde el punto de vista
de los sectores oprimidos nos da la posibilidad de avanzar en la implementación
de una política nacional, indispensable para avanzar en un proyecto de nación,
así afirma el escritor de Lincoln: “No
hay política nacional sin historia revisada, porque el cipayo y el vende patria
son consecuencias lógicas y hasta prestigiosas en una historia que ha condenado
la política nacional y glorificado la sumisión al extranjero”. (Jauretche,
2008: 84)
No es un problema
historiográfico, sino más bien político. Este factor se revela más importante
aún en los países semi-coloniales como la Argentina, que solo tienen una
independencia formal pero la situación real es de ser una nación dependiente
del imperialismo de turno. Este es nuestro punto de partida para el análisis de
algunos hechos e ideas acerca de los procesos de emancipación del Siglo XIX en
Nuestra América: el reconocimiento de la Argentina como un país semi-colonial,
dependiente, parte de una nación inconclusa.
En
este sentido, es que pretendemos buscar en la lucha por la emancipación y el
proyecto de la construcción de una Patria Grande de la primera mitad del siglo
XIX, algunos tópicos que pensamos pueden servir de orientación en una política
nacional-latinoamericana en los finales del primer cuarto del siglo XIX,
entendiendo entonces que “somos un país
porque no pudimos integrar una nación, y fuimos argentinos porque fracasamos en
ser americanos, aquí se encierra todo nuestro drama y la clave de la revolución
que vendrá”. (Ramos, 1986: 15) La posibilidad de cambio de nuestras
“patrias chicas” latinoamericanas viene de la mano de la reconstrucción de la
Patria Grande.
Así, desde nuestra visión
vamos a sostener el ideal de la Patria grande de los grandes revolucionarios, y
de los sectores populares en contraposición al proyecto de las oligarquías y el
imperialismo de las “patrias chicas”. Al mismo tiempo, revalorizar al pensamiento
nacional y latinoamericano, como puntal donde asentar el análisis de nuestra
realidad, pues como enseña Don Arturo lo nacional-latinoamericano es lo
universal visto por nosotros.
Por
el Norte y por el Sur “A Paso de Vencedores”. Dos hombres: un mismo proyecto.
Latinoamérica
entendida así es una nación inconclusa, y el proyecto de la Patria Grande
también un ideal trunco, pero absolutamente actual. En este sentido, sostenemos
aquí que ese proyecto se manifestó sobre dos grandes ejes que, a pesar que la
historiografía liberal pretendió enemistarlos, actuaron conjuntamente por el
mismo proyecto. Estos dos grandes ejes que confluyen son los encarnados por la
figura de Simón Bolívar, y de José de San Martín. El primero se dirige del
Norte al Sur de Nuestra América; y el segundo, del Sur al Norte, para confluir
en la entrevista de Guayaquil en la que el Libertador del Sur deja la
finalización de la guerra por la emancipación a Bolívar, que en 1824 va a
terminar con el dominio español en estas tierras en la Gloriosa Batalla de
Ayacucho, liderada por el Mariscal Sucre.
En
este sentido Manuel Ugarte afirma que “Bolívar
en el Norte y San Martín en el Sur, habían iniciado vastas conglomeraciones que
tendían a hacer de los antiguos virreinatos un conjunto coherente, una nación
vigorosa que, por su extensión y su población, hubiera podido aspirar a
equilibrar en este siglo el peso de los EE. UU.”. (Ugarte, 1923: 12)