Jorge Rachid
CABA, 17 de octubre de
2018
Juan Domingo había escrito dos libros, el diccionario castellano mapuche y Apuntes de
Historia Militar, uno reivindicando su origen Tehuelche y sus conocimientos
ancestrales, el otro una síntesis de Clausewitz, describiendo que prepararse
para la guerra, es la inteligencia para preservar la paz.
Juan Domingo había pedido
para sí, la Dirección de Trabajo,
después del golpe de estado de 1043, que desplazó a Castillo, emblema de la
Década Infame, con la participación de su grupo de pertenencia el GOU, de oficiales
comprometidos a reparar el “fraude patriótico” de la soberbia oligárquica,
encarnada en el poder, desde el golpe de estado de 1930 contra el presidente
Irigoyen.
Juan Domingo había estado
en Europa como agregado militar,
había leído los griegos, se había abocado al estudio de las políticas sociales
de Bismark en la Primera gran guerra, venía siguiendo las propuestas de
Berberige en Inglaterra, sobre la ampliación de derechos, había visto crecer
los sindicatos italianos y comprendía los sucesos que conmovían al mundo, en
una guerra intercapitalista.
Juan Domingo abonó la idea de neutralidad, la misma
de Irigoyen, Ugarte, Jauretche, Scalabrini Ortiz, Astrada entre otros
pensadores argentinos y cientos de latinoamericanos, filósofos enterrados por
la lógica liberal colonial probritánica. Esa idea prevaleció en el gobierno que
protagonizó, cuando de esa Dirección, hizo la Secretaría de Trabajo, ampliando derechos de los trabajadores,
desde el estatuto del Peón hasta la protección de los mismos, creando el aguinaldo
y las vacaciones pagas que hasta entonces no existían. Esos derechos y otros
como el voto femenino y la gratuidad universitaria, junto a Evita, fueron
incorporados a la Constitución de 1949.
Juan Domingo creció al
calor de sus propuestas y apoyo popular a sus ideas, que sintetizaban la
recuperación de la conciencia nacional desde los pueblos originarios, de miles
de años, en una síntesis con las mezclas
de razas: negros, mulatos, zambos, españoles, junto a los inmigrantes de
finales del siglo XlX, que dan identidad a nuestro pueblo, identidad
interpretada por este Coronel.
Juan Domingo fue Ministro de Guerra y Vicepresidente,
provocando la reacción de la oligarquía y del poder imperial, el anterior y el
emergente de la pos guerra EEUU, que abiertamente lo combate, lo enfrenta, lo
denigra y lo persigue, convocando multitudes oligarcas contra el “fascismo” de
esas masas que se negaban a levantar las huelgas de los frigoríficos, porque aducían
desde la oligarquía, que “perjudicaban” las tropas aliadas en Europa.
Juan Domingo fue entonces encarcelado, denigrado y expulsado de
todos sus cargos, enviado a la isla Martín García, de donde es rescatado por
Ramón Carrillo, con un falso diagnóstico de neumonía que lo hace volver al Hospital Militar el 16 de octubre de 1945.
El pueblo se entera de la novedad, y pese a que la CGT había convocado paro y
movilización para el 18 de octubre, pero en la madrugada se produce un hecho
que marca el alumbramiento de la Patria: la
movilización popular, masiva, puro pueblo en marcha hacia su destino que
marcarían los próximos 70 años de historia, aunque en ese momento lo
ignorase, y logra rescatarlo de la cárcel.
Juan Domingo entonces
comienza a ser Perón, el Conductor, el
Primer Trabajador, el Líder, el Coronel del Pueblo como él mismo se
denomina esa noche mágica en que se le pide hablar, ante el temor al pueblo, de
parte de los facciosos que lo había derrocado. Ahí Perón lejos de decir que
conducirá un proceso, le dice al pueblo que sólo la Unidad de los trabajadores
garantizará el futuro de la Patria y que él dejaba de ser Coronel de la Nación
para ser soldado del pueblo.
Ese día comienza a ser
Perón, el de la historia que todos conocemos, el de la estrategia de la Argentina Bicontinental que conocemos menos,
del Perón Filosófico que está aún enterrado en su difusión, el Perón de la
Patria Grande con el ATLAS de los trabajadores, el ABC de alianza continental,
de los centros de estudiantes americanos reunidos por Perón en Bogotá Colombia,
ese Perón del primer y segundo Plan Quinquenal,
de la Constitución Social de 1949 y del Congreso de Filosofía de Mendoza.
El mismo que 60 días antes de morir nos deja su testamento político: Modelo
Argentino para un Proyecto Nacional, vigente y actual.
Este Pueblo y este Juan
Domingo Perón conmemoramos hoy, con todos sus aportes doctrinarios, políticos,
filosóficos e ideológicos que construyeron la base de la cultura nacional,
impulsada por el Modelo Social Solidario, que los enemigos de la Patria, no
pudieron desalojar del imaginario colectivo. Ese Modelo Biocéntrico del hombre
y la Naturaleza, como ejes estructurales del mismo, mensaje que hoy recupera el
mundo en palabras de Francisco, ante la prepotencia inhumana y brutal del
capitalismo financiero supranacional, que hunde al mundo.
El peronismo es el
pensamiento americano, moreno, profundo, criollo de raíz afincada en nuestra
realidad que describe Rodolfo Kush en su “estar situado” y Fermín Chávez con su
“epistemología de la periferia”, donde aclara que no somos periféricos de
nadie, sino desde Perón, centro de nuestro propio destino de Patria Grande con
nuestro aporte de Argentina Bicontinental con Antártida incluida.